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1. Un lector del blog me escribe para decirme que no suelo tratar el tema de las redes sociales y que me agradecería una reflexión sobre un asunto que formula así: la manipulación de las mentes existe desde siempre, y centrar el foco en las nuevas posibilidades de móviles, redes sociales, juegos virtuales, reacciones a algoritmos misteriosos, como si tuvieran más capacidades de las que realmente tienen, es una forma de desviar la atención de lo que realmente debería preocuparnos, entender mejor cómo funcionan las vías «tradicionales» de influencia sobre las mentes.

2. He escrito varias veces sobre este asunto, pero vale la pena insistir en algunas cosas.

La primera es que las redes sociales no son un tema autónomo que se pueda tratar desligado de otros.

Hay un modo de descubrir que una tertulia, político, teórico, experto o medio de comunicación no son fiables. No lo son si hablan de cualquier tema de interés social (educación, pensiones, medios de comunicación y redes, impuestos, violencia machista, suicidio infantil, auge de la extrema derecha, sanidad pública, administración de justicia, vivienda, globalización, guerra de Ucrania, etc., etc.) como si cada uno fuera un tema autónomo que se agota en sí mismo, como si no estuviera relacionado con los demás, a los que no se menciona, y como si el capitalismo no fuera la causa última de los problemas que se encuentran en todos ellos. Es muy frecuente que en esos análisis la palabra “capitalismo” ni siquiera se mencione. Siguiendo este criterio hay que concluir que no es fiable casi nada de lo que se lee u oye. Tertulianos que parecen progresistas y serios desconocen cuestiones básicas, o las conocen pero no quieren hablar de ellas porque desean mantener sus contratos de colaboración, sus editores, etc.

Vayamos con el tema de las redes.

Internet es un avance tecnológico que permite una comunicación instantánea de tipo económico, comercial, científico y personal sin la que ya no podríamos apañarnos. Las llamadas redes son aplicaciones concretas de ese potencial y vienen recibiendo elogios y críticas.

Se las elogia porque han democratizado la comunicación al permitir que cualquiera pueda publicar en ellas, roto el monopolio que venía ejerciendo el capital como propietario de los medios tradicionales. Tan acostumbrados al monopolio estaban los profesionales contratados por esos medios que la aparición de críticas en la red, fuera del circuito controlado, los ha sacado de quicio.

La réplica a este elogio es que la democratización es deficiente, pues los buscadores (Google, Yahoo, Bing…) predeterminan el uso que se hace de la Red mediante recomendaciones algorítmicas que tienen efectos tóxicos.

Se critica además a las redes (sobre todo a Twitter y Facebook) por la permisión del anonimato y por la falta de control de campañas de odio y de publicaciones masivas de bulos, aprovechadas por la extrema derecha internacional para promover ataques coordinados contra las llamadas democracias.

Y los críticos mencionan también los efectos en la autoestima, depresión y ansiedad en adolescentes, así como el hecho de que uno de cada 10 adolescentes haya recibido proposiciones sexuales de un adulto a través de la red, o que el 21 % de entre 12 y 15 años haya recibido vídeos con contenido sexual sin haberlo solicitado.

3. Imaginemos un mundo semejante al previsto por Marx, con actividad económica limitada a cubrir por igual las necesidades legítimas de toda la población, un mundo sin mercado, publicidad, propiedad privada ni dinero, y donde todas las personas han sido socialmente fabricadas con un alto nivel de racionalidad y con la suficiente empatía. En ese mundo Internet haría posible una globalización diferente a la actual con gran beneficio colectivo. Concretamente, el actual desarrollo computacional facilitaría la planificación racional y justa de una economía mundial muy diferente a la controlada por el gran capital.

En ese mundo las redes no planearían problemas como los antes señalados. No serían de propiedad privada y estarían controladas por una población ilustrada.

Por ello cualquier análisis de las redes en nuestro mundo, cualquier juicio de valor sobre ellas, sea a favor, sea en contra, vale de poco si no se tienen en cuenta dos características básicas de nuestras sociedades:

Una es que nuestras legislaciones permiten que las redes, como los restantes medios de comunicación influyentes, sean de propiedad privada y estén bajo control de sus dueños.

Otra, que nuestro sistema social fabrica a una gran parte de la población sin capacidad para identificar las mentiras y con actitudes más favorables a las manifestaciones de odio, a los insultos y a los llamados “zascas” que a la buena, tranquila y respetuosa argumentación. Y ello vale tanto para las redes como para los restantes medios.

Propiedad y control

1. Las actuales leyes del llamado “mundo libre” permiten (¡viva la democracia!) que un pequeño número de personas tengan poder económico suficiente para controlar las instituciones políticas, los medios de comunicación y, por tanto, las legislaciones, los gobiernos y el pensamiento y las creencias de las masas de casi todo el mundo.

Mark Zukerberg es dueño de FaceBook, Instagram y WhatsApp. Larry Page de Google y Youtube. Elon Musk ha empleado en la compra de Twitter 44.000 millones de dólares de los más de 200.000 millones de su fortuna personal.

Las redes sirven al objetivo de control social, pero además son un negocio que tiene dos fuentes principales: la venta de los datos personales que los usuarios tienen que cederles y la publicidad.

Dado que los algoritmos de los buscadores seleccionan los contenidos que generan retención (más tiempo de uso de la red y por tanto más tiempo para colocar publicidad), esos contenidos son muchas veces los que generan odio, pues éstos son los que retienen más tiempo ante la pantalla. Al mismo tiempo los algoritmos pueden pueden estar concebidos para penalizar las críticas al sistema que traspasen las líneas rojas decididas por los dueños.

2. Frente a este monopolio privado de la comunicación algunos confían en Fediverso, red de microblogging desarrollada por una entidad sin ánimo de lucro sobre el protocolo impulsado por el World Wide Web Consortium, que consiste en una federación de servidores que están interconectados y operan de manera independiente con el mismo software libre, lo que permite comunidades de internautas cuyas reglas son decididas por los propios usuarios. En esta red Mastodon es la alternativa a Twiter, y Peertube la alternativa a Youtube.

Piensan los optimistas que si Mastodon logra atraer a comunidades y personajes públicos influyentes (políticos, periodistas, académicos, celebrities…), aumentarán las posibilidades de que su propuesta se imponga como estándar y, con ello, las de conseguir cierto control comunitario sobre una parte de las infraestructuras digitales. El Supervisor Europeo de Protección de Datos ha dado ejemplo al impulsar un proyecto piloto con dos instancias: una de Mastodon, que contiene perfiles de los principales organismos europeos, y otra de Peertube para compartir vídeos oficiales.

Pero otros piensan que la parte bajo control comunitario será limitada y que Mastodon difícilmente reemplazará la función que tiene Twitter en el sistema de medios, sino que ambos espacios convivirán y acabarán sirviendo a propósitos distintos, quizá complementarios.

Y los hay que advierten que ni Mastodon ni ninguna tecnología, por muy libre que sea, frenará por sí misma riesgos como el de la entrada de intermediarios que quieren comercializar el espacio, la exposición a ataques orquestados o el posible incremento de efectos relacionados con la potencial fragmentación del espacio público, como las cámaras de eco o filtros burbuja, con algoritmos que sirven a cada cual lo que prefiere leer.

Finalmente encuentran otros la solución en la alfabetización digital, esto es, educar en el uso de las redes sociales dando a los ciudadanos las herramientas necesarias para evitar los riesgos que suponen estas plataformas.

No hay en cambio un clamor a favor de una condición indispensable: que las redes y los restantes medios dejen de ser de propiedad privada.

Población que utiliza las redes

Vayamos al otro el punto omitido en los análisis habituales.

A una persona con suficiente desarrollo intelectual y moral poco daño pueden hacerle Internet ni las redes sociales en tanto que fabricantes de información y valores. Pero ¿acaso la educación digital puede proporcionar ese desarrollo intelectual y moral? Por mucha educación digital que alguien reciba, si está lleno de odio verterá ese odio en las redes y buscará ese odio en las redes. Si es ignorante, verterá su ignorancia en las redes y se dejará engañar por cualquier insensatez.

Entonces lo que tenemos que preguntarnos es si es posible una población con alto nivel intelectual y con una actitud empática y solidaria.

Para responder es preciso volver a unas ideas básicas habitualmente sustituidas por el concepto de alma:

Las personas no nacen ignorantes, ni egoístas, ni odiadoras, ni criminales. Nacen con la mente vacía y una gran plasticidad para irse fabricando mediante asimilación de contenidos sociales.

El nacimiento en una familia y un ambiente social específicos determina en gran parte las experiencias que van dejando su huella en la memoria y que constituyen el carácter o personalidad de cada cual. En virtud de esas experiencias unas personas acabarán teniendo un nivel cultural alto y otras bajo, unas serán egoístas y otras altruistas, unas benévolas y otras odiadoras, unas enfocarán el futuro con esperanza y otras con miedo.

Nuestra sociedades modernas han heredado poblaciones forjadas durante milenios de elitismo, y por ello caracterizadas con cualidades que son funcionales respecto al orden elitista: poca autonomía intelectual, deficiente educación sentimental y mucha frustración por el inevitable fracaso. Los efectos son, por una parte, inclinación hacia posturas simplistas e indefensión ante la mentira, y por otra parte propensión al resentimiento y al odio. Las redes no producen odios, se limitan a conectar odios previos, los de quienes los expresan y los de quienes desean encontrar esas expresiones. Impedir que se difunda el odio en las redes de poco sirve si el mundo está lleno de odiadores. Impedir que se difundan bulos en las redes de poco sirve si el mundo está lleno de mentirosos y de crédulos. Y entre los mentirosos hay que incluir a medios, partidos políticos y personas públicas respetables. Pues todos los medios, partidos y personas públicas procapitalistas están obligados a utilizar la mentira como instrumento.

Acerca de la mentira

1. El último invento conceptual conservador, la llamada posverdad (a la que no sé por qué los aficionados a los nombres ingleses no llaman post-thruth) se define como una distorsión deliberada de la realidad para manipular creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales,

Es evidente que estamos hablando de algo que ya fue definido hace mucho por la teoría marxista como fabricación de falsa conciencia. De manera que la llamada posverdad es la vieja y secular Gran Mentira presente en todas las sociedades elitistas que a lo largo de la historia han sido.

Desde siempre las élites han tenido dos formas de dominar, la violenta y la consentida, y esta segunda, menos costosa y más estable que la primera, requiere que los dominados no sean conscientes de la relación de sus desdichas con la estructura social, sino que crean que viven en el mejor (o el menos malo) de los mundos posibles.

Por ello desde tiempo inmemorial ha funcionado el pacto del trono y el altar. El ocupante del trono manda y explota, mientras el ocupante del altar legitima dominio y explotación a cambio de privilegios.

La religión con sus púlpitos y catequesis ha sido y sigue siendo la gran fabricante de educación para la esclavitud, ahora con ayuda de púlpitos laicos (los de economistas, politólogos, científicos sociales, editorialistas y comunicadores conservadores).

2. Todos ellos apuntalan, en mayor o menor medida, la Gran Mentira compuesta por “indiscutibles verdades” como las siguientes:

a) Que vivimos en democracia y estamos por ello a la cabeza del mundo en el respeto de los derechos humanos.

b) Que en democracia todos somos iguales ante la ley, todos tenemos igualdad de oportunidades y todos, con nuestros votos libres, decidimos leyes y políticas.

c) Que el mercado es un mecanismo imparcial y de suma efectividad económica, por contraste con la economía planificada de los Estados totalitarios, fuente inevitable de crimen, pobreza y falta de libertad. Y que, por tanto, cuanto menos intervengan los Estados en la economía tanto mejor.

d) Que las medidas que propone la izquierda chocan con las leyes económicas y por ello terminan haciendo al pueblo más daño que beneficios.

e) Que “nosotros” (esto es, el mundo capitalista occidental) estamos siendo amenazados por enemigos de nuestros excelsos valores, y que por ello debemos defendernos bajo el amparo militar de EE. UU.

f) Que la libertad de expresión sería conculcada si las leyes no permitieran la existencia de medios de comunicación privados.

k) Que, frente a la opción exclusiva de la educación pública, es bueno que el Estado financie escuela privada para permitir que los padres puedan elegir para sus hijos el tipo de educación que prefieren.

h) Que la riqueza privada es una suerte a la que todo el mundo debe aspirar y que esa riqueza beneficia a todos.

La repercusión de esta Gran Mentira es tan brutal que los bulos que se vierten en las redes, a los que los cursis llaman “fake news”, son minucias.

Y aquí tenemos algo extraordinario: que los principales promotores de la Gran Mentira, los que la afirman y reafirman a diario desde sus cátedras, medios de comunicación, tertulias, cargos… son los principales escandalizados por los bulos que inundan las redes. No tienen en cuenta que esa inundación es uno de los efectos del sistema que tanto defienden y a cuyo mantenimiento cooperan.

¿Hay algún remedio a la vista?

1. Hablé antes de una sociedad utópica pero sin dar al término “utópica” el sentido de irrealizable. Hay que insistir en que es por ahora irrealizable no porque sea imposible, es decir, porque a ella se oponga alguna ley natural, psicológica o social, sino por la sola razón de que los poderosos se oponen con poder suficiente. Sin esa oposición podríamos llegar a esa sociedad, y aunque no en un plazo corto, sí caminando desde el principio en la buena dirección y resolviendo muchos de los problemas actuales.

En una reciente presentación del libro Medios y cloacas, Pablo Iglesias propuso, para evitar que la propiedad de los grupos de prensa se concentre en pocas manos, establecer un sistema de tres tercios donde el primer tercio correspondería a la propiedad privada, el segundo a la propiedad pública y el tercero a la propiedad comunitaria.

Algo mejorarían así las cosas, pero ni mucho menos lo necesario.

La única buena solución (con independencia de que por ahora no se pueda realizar, como tampoco se puede realizar la propuesta por Iglesias) es la antes dicha: que todos los medios (tradicionales y redes) sean públicos y estén bajo control social.

Esto último no significa que estén bajo control de gobiernos o instituciones. ¿Qué es entonces el control social?

Imaginemos un sólo periódico cuyas páginas son entregadas, según criterios razonables, a partidos políticos, sindicatos, asociaciones vecinales, ayuntamientos, universidades, para que en ellas cada asignatario publique lo que le dé la gana. Ese periódico equivaldría a la suma de los actuales, pero añadiendo a ellos la voz de la izquierda, que en éstos no existe. Y además todo lector tendría en un sólo periódico a todos los actuales.

La cuestión es sencilla: o esto o plutocracia. Que nadie venga hablando de democracia mientras los medios influyentes sean de propiedad privada.

2. Pero para que una población sea mayoritariamente ilustrada y solidaria no basta con que redes sociales y medios de comunicación sean públicos y controlados socialmente, son necesarias otras dos condiciones:

-Una buena escuela pública, igual para todos y de alta eficacia.

-Un medio ambiente social racional y justo, cuyos valores cooperen a la tarea educativa y no la destruyan.

Estas condiciones no se dan en nuestras sociedades, y no porque haya una conspiración de los poderosos. Basta que no hagan nada por cambiar las cosas mientras fingen que están haciendo todo lo necesario.

Los Estados dicen satisfacer la igualdad de oportunidades con la educación obligatoria, pero mediante un simulacro de escuela pública que apenas puede hacer algo con los alumnos de clases bajas y muy poco con los restantes. Por si esto no bastara, nuestras escuelas no pueden luchar contra las antiescuelas muy poderosas que el capitalismo fabrica y mantiene (alto porcentaje de ambientes familiares, consumismo, evaluaciones sociales del tipo “tanto vales cuanto tienes”, modelos creados por la publicidad, los medios de comunicación y los influyentes de las redes, propagación permanente de la Gran Mentira, etc.).

No pidan una escuela eficiente porque no hay recursos. No hay recursos porque habría que subir los impuestos. Y pedir una tasa impositiva que acabe con la indecente riqueza de los ricos es comunismo confiscatorio. Sobre nuestra escuela pública me remito a lo que digo aquí y aquí.

Añádase que los poderosos no sólo se limitan a dejar que las cosas sigan como están. Si a pesar de todo algún partido de izquierdas consiguiera apoyo popular para un intento de cambio significativo se opondrán ferozmente y ya sabemos qué pieza moverán.

Como se ve es es ingenuo pensar en solucionar el problema de las redes sin solucionar previamente otros que en nuestra sociedad no tienen solución por ahora.

¿Puede hacer algo la izquierda para salir del pozo capitalista?

Del PSOE, que se considera un partido de izquierdas, no hay que esperar nada en este tema, salvo en la mala dirección. Recordemos que Felipe González entregó a la iglesia católica (incansable fabricante de fascismo psicológico) la enseñanza concertada, y desaprovechó la oportunidad de hacer de los medios heredados del Movimiento unos medios públicos controlados socialmente. Se apresuró a privatizarlos.

Cuando hablo de la izquierda me refiero a la izquierda anticapitalista, pues sólo ella podría ocupar dos espacios hasta ahora monopolio de la derecha: la educación y la comunicación.

Ello impone una aparente contradicción: defender el carácter público de la enseñanza y la comunicación, pero provisionalmente, mientras haya escuelas y medios privados, no dejar todo eso a la derecha, luchar por tener escuelas y medios propios.

Esta estrategia es, claro está, a largo plazo, lo contrario de lo que Pablo Echenique ha escrito en las redes:

Yo me metí a Podemos para ganar en serio y para ganar rápido. Esto es importante también. Porque los nadies, las explotadas, los que tienen que elegir entre poner la calefacción o llenar el plato, esos tienen prisa; y yo esa prisa la hago mía. Yo me metí a Podemos porque no me vale con ganar de aquí a dos décadas. Hay millones de compatriotas que no pueden esperar dos décadas —ni un mes— y, por eso, tiene que ser ya.

He aquí un error lamentable típico de la estrategia electoralista. A corto plazo se puede conseguir el reparto de algunas migajas del banquete, lo cual es muy bueno para los que menos tienen, pero no resuelve los problemas a que me he referido. De manera que seguiremos como estamos y no sólo dos décadas. Por otra parte, actuar con estrategias a largo plazo no impediría, sino que mejoraría, la eficacia de tácticas dirigidas a mejorar a corto plazo la vida de los más necesitados. Me remito sobre este punto a lo dicho aquí.

En cuando a medios de comunicación propios, su finalidad ha de ser luchar contra la Gran Mentira con datos, inteligencia y constancia, algo que Echenique parece desconocer cuando añade:

Si no dejamos de decir las verdades difíciles, si les contestamos que «ruido» es desahuciar a una familia con dos niños y no meter una enmienda para paralizar los desahucios, si entendemos que la única forma de que la mayoría de los poderes mediáticos dejen de intentar destruirnos y empiecen a cuidarnos es abandonar toda voluntad de modificar la correlación de fuerzas y —por tanto— de transformar la sociedad, si no nos plegamos al furor bélico hegemónico y seguimos demandando la paz, si nos tapamos bien los oídos para no escuchar los cantos de sirena que nos llegan por las pantallas y por las columnas de opinión, si seguimos señalando a los que intoxican, manipulan y difunden falsedades como lo que son, como una amenaza a la democracia, si respetamos a los periodistas honestos —que son muchos— pero no callamos ante los periodistas corruptos que, a pesar de que sea muy burdo, van con ello, si no agachamos la cabeza ante el chantaje de su «plata o plomo», entonces podemos ganar.

Está claro que las verdades difíciles a que se refiere Echenique no afectan al núcleo duro de la Gran Mentira, de manera que en cierto modo participan de ella por omisión.

Es cierto que Podemos ha desenmascarado a algunos medios y periodistas, pero sólo cuando se ha sentido agredido por ellos, no antes. Y una cosa es defender la paz y otra denunciar a los culpables últimos de la guerra. Esta sí es una verdad difícil a la que IU no llega. No veo que denuncien día y noche a Estados Unidos ni que lamenten la decadencia ominosa de la subordinada Europa, ni que desenmascaren el belicismo del subordinado Pedro Sánchez.

Pablo Iglesias tiene una tertulia en la cadena SER con Carmen Calvo y García-Margallo. Si dijera la verdad sobre esas cuestiones y sobre los papeles que el PSOE y el PP tienen asignados en nuestra plutocracia disfrazada, esa tertulia no duraba un día. Para que esa tertulia continúe hay que callar las verdades difíciles, lo que puede ser útil a Pablo Iglesias, no sé si a Podemos, pero es perjudicial para la izquierda. Callar lo que habría que decir es mentir por omisión, y por tanto es deseducar y contribuir a la consolidación de la ideología conservadora.

Leo ahora que Pablo Iglesias dirigirá Canal Red, un nuevo proyecto audiovisual para las izquierdas de España y Latinoamérica que se emitirá a través de Youtube y albergará varios programas, entre ellos ‘La Base’ y ‘En la frontera’.

Me alegro, porque medios así son un oasis en medio de la ciénaga mediática española. Pero no son los medios que necesita una izquierda anticapitalista.

Por lo demás el ‘crowdfunding’ de este proyecto audiovisual ha completado su recaudación en menos de cinco horas. ¿Se dan cuenta del apoyo que podría conseguir una izquierda anticapitalista que se atreviera, por fin, a hablar tan claro como hablaba hace ya demasiado tiempo la izquierda marxista?