Perdonen que insista en cuestiones a las que me he referido en entradas anteriores, pero el silencio que las rodea no sólo disculpa, exige la insistencia.
El ocaso de un imperio
El imperio estadounidense tiene conciencia de su declive. El imperio soviético tuvo también su ocaso y cayó muy pacíficamente. ¿Perderá EE UU su posición con tanta calma? Son casos distintos. A los líderes del partido comunista les interesó la desaparición de la URSS porque saquearon sus riquezas, que hasta ese momento habían sido del pueblo, y ellos se hicieron ricos. Quienes tienen el poder en EE UU son sus hipermillonarios y la caída del imperio afectaría a sus riquezas. Las defenderán con uñas y dientes y disponen de un terrible poder militar. Si para evitar la caída tienen que llegar a la guerra hay gran peligro de que lo hagan y por el momento ya están acercándose temerariamente.
Es preocupante que Estados Unidos no vea otra forma de sobrevivir como amo del mundo, frente a China, que la permanente agresión, sea directa (amagando en Taiwan y cercando a China con bases militares mientras China no cerca a EE UU) sea indirecta (guerra provocada en Ucrania por el cerco irresponsable de la OTAN a Rusia). Y es preocupante que Europa, controlada por oligarquías que dependen de la americana (y que actúan a través de gobernantes títeres, como nuestro Pedro Sánchez, el más dispuesto y obediente), no tenga voz propia por su indigna supeditación al interés estadounidense.
Cuando Putin afirma que el supremacismo occidental está empeñado en destruir Rusia se le ridiculiza diciendo que ha echado mano de la retórica soviética, pero la realidad es que todos abusan de retórica y que Putin apunta a un hecho cierto que conviene tener presente.
Dos sistemas imperfectos, pero uno más imperfecto que el otro
Sabemos que el régimen chino es dictatorial y antidemocrático, como los nuestros. Allí el dictador es el partido comunista, aquí las oligarquías económicas. Allí la dictadura se ejerce a las claras, y el partido comunista responde de lo que hace. Aquí la dictadura se ejerce ocultamente y no responden los dictadores, sino sus testaferros políticos. Los dictadores reales quedan a salvo. Que elija cada cual lo que prefiera.
Entretanto la gente parece aquí convencida de que son los cargos públicos los que gobiernan. Pablo Iglesias tuvo que ser vicepresidente del gobierno para enterarse de que no es el gobierno el que manda. Otros lo sabíamos desde que leímos a Marx en nuestra juventud.
Se puede además acusar al régimen chino de violencia sobre el Tíbet y Sinkiang, de la represión de los uigures y del control de los disidentes políticos. Si sólo se pudiera acusar de cosas semejantes a los regímenes occidentales podríamos respirar tranquilos. Lean (aquí) el impresionante artículo de Joaquín Urías, Profesor de Derecho Constitucional y ex letrado del Tribunal Constitucional, acerca de cómo la policía tortura en España con la anuencia de una judicatura impresentable. Y vayan a ver cómo se comporta en EE UU la policía con negros e inmigrantes.
Es cierto que en el sistema híbrido chino hay desigualdades sociales que un Estado socialista no se debería permitir, pero no son tan grandes como las nuestras y además allí, a diferencia de aquí, se ha sacado de la pobreza en cuatro décadas a 800 millones de personas. Es razonable esperar que consigan de la misma forma la mejora de servicios públicos que tienen programada para toda la población.
Salvo cataclismos, la victoria de China parece inevitable
1. La gravedad del momento viene de que los dirigentes americanos saben lo que hay por debajo de la retórica imperial: que no hay manera pacífica de frenar a China y mantener la hegemonía mundial. Intente lo que intente el imperio declinante (salvo una guerra mundial), China tiene dos grandes ventajas que hacen previsible su victoria final: una es que su economía está planificada y dirigida en sus líneas gruesas por el partido comunista, y puede por tanto seguir principios de racionalidad. Otra es que el partido comunista tiene control de los medios y redes sociales, control que aquí consideramos antidemocrático, pero que evita el control privado (aún más antidemocrático) y hace posible un sistema educativo relativamente eficaz, y en consecuencia una población relativamente sana por comparación con la nuestra y mucho mejor preparada.
A esto hay que añadir que la aceptación por la población del partido comunista chino es mucho más grande que la que pueden ostentar nuestros gobiernos, y es lógico si se tiene en cuenta que no sólo viene consiguiendo resultados económicos espectaculares y protagonismo mundial, sino que ha erradicado significativamente la corrupción.
Finalmente, numerosos países que han tenido que soportar durante mucho tiempo la rapiña depredadora occidental, ahora que perciben la decadencia del Imperio empiezan a incumplir sus órdenes y a mirar con más simpatía a Rusia y China, promotores de un mundo multipolar en el que las relaciones entre países no sean de dominio explotador sino de cooperación.
2. ¿Qué hay enfrente? Un imperio capitalista que se caracteriza por una irracional economía de mercado, controlada por el afán de rapiña de los grandes propietarios del capital.
Uno de los resultados es la desigualdad creciente, con millones de personas por debajo del umbral de la pobreza y una minoría que acumula riqueza suficiente para comprar todo lo comprable (que es casi todo, y de ahí el alto nivel de corrupción en nuestras sociedades), con el consiguiente control de la política y la legislación. Y además con el control de los medios de comunicación y las redes y plataformas sociales, utilizados como antiescuelas eficaces, contra las que nada puede una escuela mal dotada y bajo vigilancia de la derecha.
En esas antiescuelas se imponen valores conservadores, se promueve la mentira, se identifica capitalismo con libertad y comunismo con crimen, pobreza y esclavitud, se instaura de forma potente la admiración y envidia por la riqueza y el poder, los deseos de ascender en situaciones de inestabilidad que provocan miedo a descender, el resentimiento por estar más bajo de lo que se quisiera, el desdén por el estudio y la preferencia por cualquier otro camino que prometa fama y riqueza, aunque sea engañosamente. No es de extrañar que una gran parte de la población esté caracterizada por el egoísmo, el miedo, el resentimiento y sobre todo la ignorancia.
3. Puesto que la izquierda no hace nada efectivo para remediar esto, no debiera sorprendernos que en Chile, donde se tuvo la experiencia de Pinochet, la extrema derecha acabe de ganar la votación para una nueva constitución. O que Ayuso pueda sacar mayoría absoluta en Madrid. O que en Grecia, tras el escarmiento a Syriza, la derecha haya ganado el pasado domingo las elecciones y Syriza haya sufrido un duro golpe.
Tampoco debe sorprendernos que haya crecientes masas juveniles de homófobos, racistas, xenófobos, machistas e ignorantes.
Isaac Rosa comenta que unos jóvenes cantan el ‘Cara al Sol’ en un instituto y se lamenta de que el argumentario ultra circule por autopistas de seis carriles en redes sociales, vídeos de YouTubers y, por supuesto, en los medios de comunicación de toda la vida, y en la calle, en el bar, y en no pocas casas a la hora de la cena.
Isaac Rosa tiene razón cuando advierte que esto sólo puede ir a más y a peor si no hacemos algo, pero no toca el punto clave: si el argumentario ultra circula por autopistas de seis carriles es porque esas autopistas son de propiedad privada, sus propietarios permiten esa circulación y los gobiernos, sometidos al inmenso poder de esos propietarios, miran hacia otra parte.
Efectivamente, todo irá a más y a peor si no hacemos algo, pero lo que habría que hacer no podemos hacerlo porque lo impide la lógica del imperio declinante, basada en el principio de que el mercado es intocable y lo mismo la propiedad privada que deriva de él. A lo que se añade un concepto de libertad que viene a decir que cada cual puede hacer con lo suyo lo que quiera, a salvo de injerencias estatales.
De poco sirven las medidas punitivas. Si se cierran estadios por insultos racistas podremos conseguir, como en el Reino Unido, que las manadas de forofos se contengan, y eso nos dejará más tranquilos y menos abochornados. Pero no conseguiremos que dejen de ser racistas, xenófobos, machistas, homófobos e ignorantes.
Estas cualidades son funcionales para las oligarquías, porque favorecen sus designios y dificultan cualquier cambio en profundidad. No será por tanto posible erradicarlas dentro del sistema. Pero por otra parte esas cualidades privan de futuro estable al imperio decadente, que con tal población difícilmente podrá competir con China a largo plazo. Ahí queda una esperanza, aunque llena de sombríos temores. Una esperanza con la que la izquierda debería contar.
El barco se está hundiendo, pero los pasajeros lo ignoran y sigue sonando la música
1. ¡Con qué fruición sigue nuestra gente los tontos dimes y diretes de los medios! ¡Oh, por dios, Tamara Falcó se ha quedado sin diseñador del vestido de novia sólo siete semanas antes de la celebración del enlace! ¡Una marquesa y un vestido de novia, qué más se puede pedir! Rápidamente, los magacines televisivos y los periodistas especializados se ponen en acción como si acabara de estallar una de esas noticias que llaman “de hondo calado”.
¿Y qué decir de los rituales de coronación de un monarca? Supongo que alguna gente habrá sentido vergüenza ajena al presenciarlos por TV y más al escuchar a reporteros y reporteras hablar del asunto con unción y reverencia, o haciendo exhibición de conocimientos que se dan por relevantes, como si la insensatez televisada fuera un hecho histórico, pero no por su arcaísmo, sino porque, decían, la monarquía inglesa sabe hacer las cosas mejor que ninguna otra.
Ningún comentarista advertía hasta qué punto se estaba poniendo de manifiesto que las democracias de que alardeamos los occidentales son una ficción. Monarquía y democracia son cosas incompatibles, por más que hayamos oído muchas veces defender la compatibilidad alegando que democracias tan consolidadas como Reino Unido, Bélgica, Holanda, Noruega, Dinamarca o Suecia son monarquías. Pero el argumento debe ser el contrario: el hecho de que esas supuestas democracias consolidadas admitan la forma monárquica (con una jefatura del Estado que se ocupa por herencia) es uno de los rasgos, entre otros muchos, que demuestra que no son democracias.
La izquierda va en el barco y no hace otra cosa que bailar
Produce confusión llamar izquierda a partidos que no están dispuestos a cambiar este estado de cosas, esto es, a partidos socialdemócratas, conservadores gustosos de este “ir tirando” sin entender los síntomas que les llegan.
El PSOE ya ni siquiera es un partido socialdemócrata desde que, con Felipe González, abandonó el marxismo y se hizo fiel ejecutor de las políticas del capitalismo neoliberal. En esta legislatura se ha visto obligado a pactar con UP y ha arrastrado los pies cada vez que sus socios de Gobierno lo han obligado a tomar medidas tibiamente socialdemócratas. El PSOE hubiera preferido mil veces pactar con Ciudadanos que con UP, sus dirigentes sabrán por qué.
Pero ¿qué hay a la izquierda del PSOE?
Como principales opciones tenemos un Podemos socialdemócrata, una escisión de Podemos que juega a la transversalidad (socialdemocracia aguada) y otra escisión que se considera anticapitalista. Y tenemos un partido comunista que se oculta en IU.
En estos momentos en que la decadencia acelerada del imperio se caracteriza por la forma frenética con que se oculta la verdad y se afirma la mentira, ¿qué hacen estos partidos? Ahí siguen tocando la gaita y bailando, nada atentos a la situación e incapacitados por ello para gritar que el barco se hunde. ¿De qué hablan? De asuntos superficiales, de sus peleas, empeñados sus líderes de reducir la batalla ideológica a estar personalmente presentes en las redes para comentar en cuatro frases cualquier nimiedad (de ahí no pasan), y orgullosos de los pequeños logros que han conseguido al precio de consolidar el daño ideológico que vienen soportando los de abajo.
Indigencia teórica de la izquierda
La teoría marxista es la única teoría general que existe en el campo de la ciencia social y sin ella no es posible entender lo que ocurre en ese campo por debajo de las apariencias. Los partidos que se sitúan a la izquierda del PSOE han abandonado esa teoría para sus análisis y no parecen preocupados por su carencia de teoría. En su momento Julio Anguita reconoció y lamentó esa carencia, pero ahora vemos a los líderes de estos partidos muy satisfechos de las ocurrencias con que suelen abordar los problemas políticos.
Acabo de ver unas imágenes bochornosas. En el mitin de cierre de campaña unas jóvenes protestan contra la ley Trans y entonces Irene Montero grita “¡Fuera transfobia!” y el público asistente recrimina a estas jóvenes su comportamiento con gritos de ‘fuera, fuera’, ‘sí se puede’ y ‘Ley Trans’, entre silbidos y condenas que duran largo tiempo. ¿Es que todos esos gritadores son incapaces de pensar que se puede estar contra la ley trans de Montero y no sentir transfobia? ¿Acaso no captan que son ellos los que sienten fobia al disidente? Sobre todo si se tiene en cuenta, como ya he explicado con detalle en otras entradas, que esa ley es muy criticable por el daño que hace al feminismo y por la demencial teoría posmoderna en que se basa. Con parecida cólera reaccionó Irene Montero en otra ocasión cuando una joven le pidió una definición de mujer. Y es que sólo tiene ésta: mujer es cualquier mujer que no se considere hombre y también cualquier hombre que diga que es mujer.
Apliquen esta ocurrencia (que no teoría) a la lucha de clases y tendremos que, con independencia de los datos objetivos, persona explotada es la que se considera explotada y persona explotadora es la que se considera explotadora. Eso es lo que proponen los posmodernos enemigos del marxismo y lo que con tanto fanatismo han adoptado dirigentes de Podemos faltos de teoría.
Nada de lo cual tiene que ver con la defensa de los derechos de las personas trans. A la extrema derecha se le puede criticar no que mantenga un criterio biológico para definir a mujeres y hombres, sino que no defienda esos derechos.
Encontramos también ausencia de teoría en Yolanda Díaz cuando habla de transversalidad o cuando dice que quiere hacer una política sin ruidos, tratando siempre de llegar a acuerdos, dialogando y pactando. Eso quiere decir que pretende una política de derechas. Quien intente una política de izquierdas no podrá evitar el enorme ruido que armará la derecha. Y si eres de izquierdas y te muestras como tal no puedes pretender que te voten comunistas, socialdemócratas y personas razonables de derechas, salvo que no digas ni hagas nada que los escandalice y aleje. Es decir, salvo que sacrifiques la verdad, tu única arma, a un éxito electoral que no te conducirá a ninguna parte. Bueno, sí: a blanquear el sistema.
La ausencia de teoría al abordar el tema de la comunicación
1. Oímos con frecuencia que el desprecio de la extrema derecha a la verdad debilita las bases de la democracia, y como ejemplos de ese desprecio se citan la denuncia de las estelas de los aviones, las movilizaciones contra la covid-19, contra el 5G o contra las vacunas. Se afirma que no hay diferencia entre luchar contra la democracia y luchar contra la verdad y se acusa de conspiranoico al que cree en tramas ocultas. Este discurso revela hasta qué punto sus autores están en medio de la niebla. Es cierto que los de extrema derecha desprecian la verdad afirmando mentiras e inventando falsas conspiraciones, pero igualmente faltan a la verdad los que desde posiciones respetables callan todo lo que habría que denunciar cada día. Por ejemplo, que las bases de la democracia no se pueden debilitar porque la democracia no existe; que en una verdadera democracia las entidades financieras, energéticas, mediáticas, educativas y sanitarias serían todas de propiedad pública y gestionadas democráticamente; que su economía no estaría dirigida por los capitalistas que controlan el mercado, sino planificada y controlada por las autoridades elegidas democráticamente; que sobra dinero para satisfacer todas las necesidades sociales, pero que ese dinero está en manos privadas y dedicado a la especulación y al control político-ideológico; que cuando la riqueza privada pasa un límite razonable es un robo a la sociedad y debe ser recuperada vía impuestos; que la guerra de Ucrania no es la guerra de Putin, sino del imperio decadente, etc.
Una cosa es la conspiranoia de la extrema derecha, y otra denunciar desde la izquierda la gran conspiración que controla nuestras vidas. Quienes a esto lo llaman conspiranoia saben muy que mienten en defensa del sistema.
En IU hay un partido comunista. ¿Le han oído decir algo que aclare el panorama y lleve a la gente a una reflexión que la transforme? ¿Está haciendo algo en alguna parte que llegue a la población? Cuando Ayuso contrapone comunismo a libertad ¿sale a defender el comunismo o calla y deja que esa defensa la asuma el papa?
La llamada izquierda calla, porque teme que si dice las verdades fundamentales perderá votos y recibirá ataques que la asustan.
2. Para quien aplica la teoría marxista está claro que la credibilidad es la cualidad más buscada y mejor pagada en los medios de comunicación controlados por el capital, sobre todo los dirigidos a la parte de población más ilustrada. Àngels Barceló, Iñaqui Gabilondo, Pepa Bueno o Javier del Pino son seguramente personas de fiar en su vida privada, y profesionalmente incapaces de mentir expresamente, a diferencia de otros periodistas. Pero realizan impecablemente su papel profesional, que consiste en dar credibilidad a la mentira sin afirmar mentira alguna. Simplemente callando todo lo que hay que callar, dando énfasis a lo que conviene y hacerlo fabricando la ilusión de que están movidos por un espíritu progresista y amante de la verdad, espíritu que no vacila en ponerse al servicio del interés colectivo denunciando todo lo denunciable.
Hace unos días Pepa Bueno, Iñaki Gabilondo y Jordi Évole expusieron sus puntos de vista sobre el periodismo en el Ateneo de Madrid, en un acto organizado por EL PAÍS y la Fundación Ortega-Marañón. En ese acto estuvieron de acuerdo en cosas como éstas: “Mi experiencia es que cuando dejas trabajar a una redacción, la gerencia no ejerce injerencia y los periodistas saben hacer su trabajo. […] Saben cuáles son los asuntos cruciales: la sequía, la salud mental, la vivienda. Cuando entras con profundidad en estos asuntos, los ciudadanos responden. Nosotros necesitamos libertad para proponer e investigar”. “Debemos poner rumbo al hombre”. “Los medios, han perdido su principal capital, la independencia”. “Debemos sobrevivir a la angustia financiera que muchas veces nos ha hecho perder el foco. Las estructuras del negocio se tambalean, pero el oficio vive, sobrevive porque estamos aquí para ofrecer a la gente lo que tiene derecho a saber”. Y como conclusión: “El deber llama, no solo a la distancia. También a la neutralidad y a dejar que todas las voces permeabilicen los medios, a poder ser.”
¡Qué maravilla! Resulta que los temas cruciales son la sequía, la salud mental, la vivienda, no en cambio el capitalismo, tema fundamental del que derivan los demás como efectos. Resulta que los medios han sido alguna vez independientes para actuar contra los intereses de sus dueños. Resulta que los periodistas están ahí para ofrecer a la gente lo que tiene derecho a saber (y entonces ¿por qué la gente no sabe lo que tiene derecho a saber?). ¿Qué significa poner rumbo al hombre? ¿Qué es esa neutralidad que permite que todas las voces permeabilicen los medios? ¿Acaso no se excluye rigurosamente a cualquier voz discordante que pretenda poner en evidencia las mentiras del sistema? Los periodistas necesitan libertad para proponer e investigar, pero siempre que se mantengan a la parte de acá de las líneas rojas. Y finalmente, una vez que los periodistas han sido seleccionados por su buen sentido para no traspasar esas líneas ¿qué significa que la gerencia del medio no ejerza injerencia? Es que no hace falta.
3. Pues bien, ahí tenemos a Yolanda Díaz que, en lugar de criticar el papel relevante de los citados periodistas en el ejército ideológico enemigo, se descuelga diciendo que Iñaqui Gabilondo sería un buen presidente de la Tercera República española. Si Yolanda Díaz es socialdemócrata y quiere quedar bien, no hay nada que decir. Pero es que se supone que pertenece al partido comunista, es decir, que es de izquierdas.
Pablo Iglesias cayó en una inconsistencia parecida cuando, por comparación con García Ferreras, elogió a Àngels Barceló como periodista, para luego repudiarla cuando ella no trató a Podemos bien en una de sus editoriales radiofónicas. Dejando aparte el error de utilizar como único criterio el comportamiento que los demás tengan con Podemos o con sus líderes, lo peor es no comprender el papel que juegan determinados periodistas “impecables” en la legitimación del sistema capitalista.
Ese papel lo juega también Pablo Iglesias en su tertulia de la SER de los lunes, dedicado a dialogar amistosamente de política con Carmen Calvo, del PSOE, y con Margallo, del PP. Si no estuviera dispuesto a sacrificar la verdad, el carácter amistoso de esa tertulia no hubiera durado una semana. Se puede decir lo mismo de La Base o de Canal Red. Son medios que no mienten expresamente y que dicen muchas verdades, y esto es de agradecer, pero ¡qué lástima! callan las verdades fundamentales. Están más al servicio de la cúpula de Podemos que de la necesaria batalla ideológica.
El poder de la verdad
Decir las verdades que el poder no quiere oír es un arma que los conservadores no tienen y que demostró sus imparables efectos cuando se empleó ya hace mucho tiempo (esencialmente en el impresionante “Manifiesto Comunista”).
Recordemos que para Marx la tarea básica de un partido comunista no es otra cosa que acabar con la falsa conciencia de la clase explotada (que entonces era el proletariado, ahora además toda esa población integrada en las llamadas clases medias). La falsa conciencia de los de abajo es lo que se interpone en el camino hacia el socialismo.
Distraerse de esta tarea por la búsqueda de cargos y participación en gobiernos es seguir la receta del eurocomunismo, que hundió a los partidos comunistas en la indigencia en que se encuentran ahora, cuando son más necesarios.
Olvida la izquierda la lección de Syriza. Si no se consigue que una suficiente parte de la población esté bien informada y decidida a apoyar una política sensata y digna no es posible hacerla, porque la embestida del poder económico será eficaz, la población creerá por ignorancia que se intentó una política imposible y hará responsable al partido que la intentó (vean la película de Costa Gavras Comportarse como adultos, que deja mal cuerpo incluso al que no le dice nada que no conociera).