EL SUCESO
Sintiéndose víctima de una “estrategia de acoso y derribo” puesta en marcha por los partidos de derecha y ultraderecha con el apoyo de los medios afines, el 24 de abril Pedro Sánchez escribió una carta a la ciudadanía anunciando la cancelación de su agenda pública durante cinco días de reflexión para decidir si debía seguir como presidente del Ejecutivo. No se privó de decir que confía en la justicia, como dando a entender que no apreciaba caso de lawfare en la estrategia denunciada.
Tras esos cinco días comunicó desde la Moncloa que continuaba en la Presidencia, pero como un punto y aparte tras el que ya nada será igual. Y que trabajará sin descanso por la regeneración pendiente de nuestra democracia, aunque teniendo en cuenta que los males que nos aquejan no son exclusivos de España, forman parte de un movimiento reaccionario mundial que aspira a imponer su agenda regresiva mediante la difamación y la falsedad, el odio y la apelación a miedos y amenazas que no se corresponden ni con la ciencia ni con la racionalidad. No ha concretado, sin embargo, qué medidas legislativas piensa impulsar.
Muchos han dicho que el periodo de reflexión abierto por Sánchez era imprescindible y que puede ser beneficioso.
COMENTARIOS DE LA EXTREMA DERECHA Y LA DERECHA SOCIALDEMÓCRATA
La extrema derecha (me refiero a PP y Vox) no se ha sumado a la reflexión. Para evitar que el suceso rinda algún beneficio tanto a Pedro Sánchez como al PSC en las elecciones catalanas se ha apresurado a proclamar que todo ha sido la comedia de un farsante, y a afirmar que Sánchez ataca a jueces y periodistas porque los quiere controlar.
La derecha socialdemócrata (PSOE, Sumar, Izquierda Unida, Podemos) recibió con alivio la decisión de Sánchez, pero con distintos matices.
El PSOE satisfecho en público aunque con algunos malestares privados por la forma en que Sánchez ha marginado al partido en sus reflexiones y su decisión.
A la izquierda del PSOE no se han privado de hablar de lawfare por diferencia con Sánchez, que teme usar esa palabra. Pero han comentado que Sánchez sólo ha percibido la maquinaria del fango cuando le ha afectado a él y a su esposa, no cuando afectó a Mónica Oltra, Ada Colau, Pablo Iglesias, Irene Montero, Isa Serra, Alberto Rodríguez o Vicky Rosell.
Se sienten en todo caso defraudados porque Sánchez no ha dejado claro qué medidas concretas piensa impulsar. Su exhortación a un rechazo colectivo, sereno, democrático, más allá de las siglas y de las ideologías, es claramente retórica vacua.
Para dar contenido al propósito de Sánchez son varias las medidas urgentes que estos partidos han propuesto.
Respecto a la justicia y para evitar el lawfare:
-Cambiar la ley para hacer posible una renovación del CGPJ pese a la oposición del PP.
-Un cambio en el modelo vigente de acceso a la carrera judicial.
-Eliminar la acción popular por sus peligros y escaso resultado, y dar a la fiscalía la exclusiva competencia para iniciar procesos penales.
Respecto a los medios de comunicación:
-Dar transparencia a su financiación, en especial a la que proviene de la publicidad institucional.
-Promulgar una ley de medios y favorecer que los verdaderos periodistas se autorregulen.
-Prohibir subvenciones públicas a todo medio que esté abonado a la mentira y la difamación.
Nadie duda de la dificultad de encontrar la forma en que estas medidas no sean criticadas como un ataque a la libertad de expresión.
SILENCIO A LA IZQUIERDA
No se han oído en cambio opiniones a la izquierda de la socialdemocracia, opiniones que deberían llevar muchos años sonando con fuerza (y no precisamente como efecto de la reflexión impuesta por Sánchez). Me refiero a las siguientes:
Democracia
Para que haya democracia es condición imprescindible que, pasado un nivel razonable de fortuna, el impuesto a los ricos sea del 100%. “Nivel razonable” es el que haga imposible que los ricos, además de vivir con lujos, dispongan de capital para controlar la vida pública.
Si una minoría tiene capital suficiente para controlar partidos políticos, medios de comunicación e instituciones y para anegar en corrupciones secretas al país, ¿de qué hablamos? Los representantes del pueblo no pueden legislar a favor del pueblo. ¿Por qué no se nacionaliza la banca, las empresas de energía y la industria farmacéutica? ¿Por qué en cambio se legisla para que haya enseñanza y sanidad privadas pagadas con dinero público? ¿Por qué se permite la criminal especulación sobre la vivienda? ¿Por qué no hay Parlamento que se atreva a aumentar la presión fiscal sobre los ricos ni siquiera un poco? ¡Qué enigma!
Medios de comunicación
No vale de mucho pedir que haya transparencia en el reparto de publicidad institucional.
Toni Mejías ha llegado más lejos que los partidos progres cuando ha escrito en Público que, puesto que los grandes conjuntos mediáticos se mantienen con la publicidad de poderosas corporaciones, también la publicidad comercial controla la información. Es impensable -dice- que un medio de comunicación informe negativamente sobre un anunciante de peso económico, y pone como ejemplo la campaña contra la ocupación con que algunos medios crean una falsa alarma para satisfacer a sus principales anunciantes, Securitas Direct y Línea Directa, cuyo negocio no funcionaría si esos medios no generan una sensación de peligro. Decidir qué se publica y qué se silencia es un modo de desinformar aunque no haya fake news.
Tony Mejías ha llegado más lejos que los partidos progres, pero también se ha quedado muy corto. Pues aunque la publicidad institucional y la comercial ayudan a la financiación de los medios, se trata de medios que tienen propietarios, y sólo los muy ricos pueden ser propietarios de imperios mediáticos y de plataformas digitales.
Vayamos a El País o a una tertulia de la SER y comparemos sus noticias, artículos de opinión y tertulias con esos programas televisivos en los que vociferan individuos como Inda. Son medios muy distintos en la forma y en la credibilidad, pero la mayor credibilidad sólo garantiza que hay menos probabilidades de tropezar con mentiras intencionadas. Ello es compatible con la persistente promoción de opiniones procapitalistas y el permanente descrédito de las opiniones contrarias, a las que por otra parte no se da espacio. Palabras como “comunismo” o “antisistema” están cargadas de menosprecio, al punto de que los políticos comunistas, si los hay, no se atreven a decir que lo son. Los argumentos anticapitalistas están vetados. El silencio estratégico viene a blanquear un sistema del que no se habla, simplemente se lo da por supuesto como condición de normalidad.
El control de información en los medios occidentales ha sido reconocido incluso por Josep Borrell, que pone Gaza como ejemplo: «Ojos que no ven, corazón que no siente. Si vieran Al Jazeera todos los días, el despliegue que cada día hace mostrando todo el horror de la guerra en Gaza, la opinión pública se movilizaría de otra manera. Pero aquí las televisones no lo cuentan tanto como allí. Vas a un aeropuerto de un país árabe ves las televisiones que se ven allí y se te ponen los pelos de punta».
Quiere esto decir que los partidos que se llaman de izquierdas deberían estar afirmando, una vez y otra, aquella verdad a que no se atreven: que una condición necesaria para que haya democracia es que los medios y plataformas sean de propiedad pública y estén bajo control social (no gubernamental). Lo demás es un cuento. Algo más sobre esto aquí.
Lawfare
Pedir la renovación del poder judicial o pedir una nueva forma de ingreso en la carrera judicial no viene a remediar los problemas de la justicia española.
Seguir invocando a Montesquieu (aristócrata, monárquico y conservador), para dar por indiscutible la división e independencia de poderes es un caso claro de pereza intelectual. Pues pensando en una verdadera democracia llegamos en seguida a la idea de que en ella sólo habría un poder, el del pueblo, a ser posible ejercido directamente (ahora que ya es técnicamente posible y fácil), en otro caso delegado en representantes cuyas funciones serían la legislativa (promulgando leyes), la ejecutiva (nombrando gobiernos y controlándolos) y la judicial (nombrando y controlando a los jueces).
El deterioro teórico y práctico de nuestras sociedades se percibe en el hecho de que hay partidos y juristas que defienden que son los jueces los que tienen que elegir a los jueces, lo que significa que éstos, al controlar la carrera judicial y por tanto, el acceso a los altos tribunales, quedarían convertidos, aún más, en un poder encapsulado, capaz de controlar a Ejecutivo y Legislativo, pero sin legitimidad democrática y sin sometimiento a control democrático alguno, es decir, al margen del poder emanado del pueblo.
En España tenemos además un segundo problema, y es que la judicatura franquista no se depuró tras la dictadura y por ello nuestro sistema judicial no tiene por ahora ni siquiera la posibilidad de una pequeña mejora que lo acerque al de otros países europeos. No basta con renovar el poder judicial, ni con encontrar un nuevo medio de acceso a la judicatura. Soportamos desde la malhadada Transición una judicatura poco recomendable, pero no hay una izquierda que sepa denunciar esto con suficiente repercusión, aquí y en Europa (cuya burocracia conservadora prefiere darse por no enterada).
UNA HISTORIA EN LA QUE TODO CUADRA Y SE REALIMENTA
Por detrás de lo que los partidos políticos proponen y realizan hay una historia cuya lógica se puede resumir en pocos pasos, pero de la que los partidos progres no se atreven a hablar.
1.- El capitalismo no es un sistema de producción planificado racionalmente en beneficio de la mayoría social y de las generaciones futuras, sino que se mueve a impulsos del mercado y el beneficio. Funciona en la medida en que la demanda crezca sin parar e impulse una producción creciente. Esto se consigue mediante un aparato publicitario que fabrica necesidades espurias.
2.- El mercado da más a los ricos y a los especuladores hábiles, da menos a los que tienen menos. Además recompensa los trabajos no por su importancia social, sino por su conexión con la publicidad: por ejemplo, da mucho a deportistas de élite, da poco a investigadores, profesores o médicos de familia.
3.- El resultado es que la riqueza fluye del trabajo de los más a los bolsillos de los menos, generando desigualdades crecientes, que se consolidan mediante la herencia. Es por tanto un sistema de explotación de la mayoría por una minoría.
4.- Esa minoría prefiere imponer la explotación sin violencia y trata de conseguir que los perjudicados la acepten voluntariamente (al menos como mal menor). Para ello cubre la plutocracia con un disfraz democrático. Pero éste sólo puede tener éxito con una población a la que se pueda engañar fácilmente.
5.- Una parte del engaño (la falsa conciencia de que habló Marx) consiste en convencer a la mayoría de que los ricos son necesarios, porque movilizan mejor que nadie los recursos y así crean riqueza y puestos de trabajo. De ello se sigue que son envidiosos e ignorantes los que piden subidas de impuestos a los ricos, ya que eso desmotiva el emprendimiento, hace huir los capitales, perjudica la economía del país y aumenta la pobreza de la mayoría.
6.- Dado que los ricos apenas pagan impuestos, los Gobiernos no disponen de dinero para cubrir adecuadamente las necesidades sociales. Ello les justifica para privatizar en parte servicios como la educación y la sanidad, creando así nuevos nichos en los que los ricos hacen negocio.
7.- La escuela privada subvencionada no es ideológicamente peligrosa para el sistema. La escuela pública tampoco porque, al estar infrafinanciada, sólo vale para sacar del analfabetismo a la mayoría de la población de abajo y prepararla para su inserción en el mundo del trabajo. Fracasa como transmisora de valores humanistas y de conocimientos críticos sobre la sociedad. Si por el empeño de docentes heroicos alguna escuela intenta realizar su principal función, aquellos que no cesan de adoctrinar en la mentira la acusarán de estar adoctrinando.
8.- A falta de una escuela eficaz, la educación de la juventud queda entregada a las familias, y fuera de ellas a los medios, las redes y la omnipresente publicidad, que promueven incesantemente una ideología pro-sistema.
9.- Como al mismo tiempo la publicidad hace una continua oferta de consumo y presenta la riqueza como lo más deseable, hay que demostrar que todo el mundo puede llegar a ser rico (y ahí están las retransmisiones de los premios de lotería que lo prueban). Valen también los ejemplos de quienes ascienden socialmente gracias a su esfuerzo, lo que muestra que quien no lo consigue es porque no se esforzó lo suficiente.
10.- El resultado es una población mayoritariamente ignorante, egoísta, llena de deseos consumistas insatisfechos y por ello frustrada y resentida. Es precisamente la población que vota a quienes la perjudican y a la que se puede dirigir contra cualquier chivo expiatorio. No es necesaria una conspiración para llegar a este resultado: la lógica del sistema lo impone. Sobre la incompatibilidad de democracia y capitalismo ver aquí.
11.- Si el malestar social aumenta y hace difícil la explotación consentida se pone en marcha el plan B, que es la dictadura, sea mediante un golpe militar o preferiblemente mediante un golpe civil, en el que actúan concertadamente medios de comunicación, funcionarios (jueces en particular) y partidos de extrema derecha adecuadamente financiados. Los cachorros de estos partidos son los encargados de llevar hasta el final la ruptura de los buenos modales (recordemos el recurso a los puños y las pistolas para defender la patria). Y entonces colorín colorado, el bonito cuento de la plutocracia que se disfraza de democracia ha terminado.
LA IMPORTANCIA DE NO CALLAR
Siendo así las cosas, ¿puede existir en el mundo capitalista una izquierda capaz de hacer una política de izquierdas?
No desde las instituciones, porque si lo intentara sería aplastada por el Poder conservador a falta de un apoyo popular suficiente. Y no tiene ese apoyo porque los partidos que se llaman de izquierdas no se han atrevido a oponerse a la lógica del sistema, se han plegado a la ideología conservadora. Y eso a pesar de que disponen de un arma poderosa que sólo la izquierda tiene a su disposición: la verdad. Es muy grande la necesidad de verdad que hay en mucha gente, la necesidad de confiar en algún partido, de comprobar que no todos son iguales, y así se puso de manifiesto en los inicios de Podemos.
Naturalmente, los esbirros de la plutocracia hicieron saber muy pronto a quienes se presentaron como izquierda renovadora que para prosperar como políticos es imprescindible no refutar la Gran Mentira, hablar de otras cosas. Y ellos pensaron que lo razonable era entrar en el gobierno no para hacer una imposible política de izquierdas, sino para hacer algo, por poco que fuera, en beneficio de los de abajo. Y ello les obligó al silencio, es decir, a la mentira por omisión.
Desde un principio, cuando Podemos disfrutaba de un gran éxito electoral, critiqué en este blog tal deriva. Ahora podría alegar que el progresivo fracaso electoral demuestra que el camino fue equivocado, pero no creo que este argumento valga, sino los que expuse en su momento. Seguiría creyendo que ese camino es errado aunque tuviera éxito electoral.
A VECES LO MALO ES EN CIERTO MODO BUENO
La gente sensata considera que el fango en que la extrema derecha hunde la vida pública es algo malo. Pero cabe verlo de otra forma: si eliminamos el fango no eliminamos la mentira, sólo las pequeñas mentiras, y a cambio damos una apariencia de honorabilidad, de buenas maneras, a un sistema basado en la injusticia y la simulación. De manera que la existencia de fango tiene una virtud, y es que deja a las claras la perversión de la sociedad en que vivimos.