Desde la desdichada Transición he votado al partido comunista, luego a IU, a Podemos, a Unidas Podemos, luego a nadie. En la entrada anterior he explicado por qué.
No me ha hecho cambiar de idea el desarrollo de la última campaña electoral y sus resultados.
La campaña de Sumar puede resumirse en tres temas, el miedo a la extrema derecha, el balance de lo conseguido por el gobierno de coalición y una implícita legitimación de nuestra democracia y del capitalismo.
Por lo que atañe al miedo, desde que nací no he conocido otra España que la controlada por la extrema derecha, tanto durante la dictadura franquista, en la que viví muchos años, como después. ¿Acaso no tenemos todavía una determinante influencia de la extrema derecha en la judicatura, en el ejército, en la policía, en la dictadura económica de la que han sido dóciles ejecutores tanto el PP como el PSOE? ¿Acaso no ha seguido el franquismo vivo en un PP que ha gobernado España alternando con el PSOE y ambos de manera parecida?
Lo preocupante no es que Vox llegue al gobierno, ya ha llegado en varias Comunidades. Lo preocupante es el gran número de votantes fascistas, o que tanta gente joven grite “que te vote Chapote” y cante el “Cara al sol”, no sólo en aglomeraciones festivas, también en institutos, y en la Jornada Mundial de la Juventud reunida ante el Papa en Lisboa. Esto no se arregla votando a Sumar.
ES MUY POCO LO QUE HA CONSEGUIDO EL GOBIERNO PROGRESISTA
1. Juan Carlos Monedero, que parece ser el inspirador teórico de Podemos, exhortaba al voto apelando a los logros conseguidos por el gobierno progresista. “No es verdad -nos decía en Público de 23 de julio- que dé lo mismo un salario mínimo de 750 euros que uno de 1080. No es lo mismo poder ir de la mano con tu pareja a que alguien pueda partirte la cara porque se siente desafiado. No es lo mismo que los abuelos tengan una pensión que no pierda poder adquisitivo a que tengan que estar inventando para llegar a fin de mes. No es lo mismo subirle los impuestos a las eléctricas y a los bancos que hacerlo a las clases medias. No es lo mismo liberarte del yugo de la iglesia para estudiar, informarte, casarte, separarte o morirte que ser dependientes del poder político de los religiosos. No es lo mismo vivir la pluralidad nacional de España que regresar al centralismo de Cánovas del Castillo. No es lo mismo ser ciudadano de una democracia que respeta a los inmigrantes que ser parte de una autocracia que castiga por pobres a los que han llegado aquí a buscarse la vida.”
Lástima que tal balance sea exagerado.
Cierto que no es lo mismo un salario mínimo de 750 euros que de 1080, pero eso no evita reconocer que fue una subida aceptada por la patronal, que 1080 euros no dan para vivir con decoro y que muchos trabajadores han seguido cobrando por debajo del salario mínimo a falta de una inspección eficaz.
Es cierto que la insuficiente pensión de los abuelos no perderá valor adquisitivo, pero eso sólo quiere decir que muchos de ellos no perderán el importe de unas cervezas. Seguirán teniendo que inventar para llegar a fin de mes.
En cuanto al yugo de la iglesia, ahí sigue el Concordato, ahí sigue la financiación de la iglesia con dinero público, ahí sigue el predominio de la iglesia en la educación concertada.
Reconoce Monedero que el gobierno progresista ha sido timorato respecto a los impuestos a bancos, eléctricas y grandes fortunas.
Más que timorato. Ha establecido un leve impuesto temporal sobre los beneficios caídos del cielo, pero no ha exigido a los bancos que devuelvan los 60.000 millones de euros que recibieron de dinero público para salir de una crisis de la que eran culpables.
Finalmente, por mucho que votes a Sumar seguirán partiendo la cara a quien va de la mano con su pareja homosexual, seguirán muriendo mujeres a manos de machistas, porque el voto no elimina a la España fascista y machista, y nada ha hecho la llamada izquierda para ir transformando a esa España poco a poco.
Al final lo que queda del gobierno progresista, aparte la subida del salario mínimo y la acomodación de las pensiones a las subidas del IPC, es una ley sobre violencia machista que el gobierno no ha sabido defender y de la que prefiere no hablar, y una ley Trans lamentable, en la que se han aceptado acríticamente los principios conservadores del pensamiento posmoderno (ver aquí). Buena prueba de la insensatez de esa ley es que, en el debate de TVE, cuando Santiago Abascal preguntó por dos veces a Pedro Sánchez y a Yolanda Díaz “qué es para ustedes una mujer”, no supieron responder. El desconcierto de los interpelados y su manera de escapar de la pregunta fue lo más significativo del insulso debate. Todo lo que sobre otras cuestiones dijeron las dos personas que, supuestamente, representaban a la izquierda (Díaz de modo crispado y tenso, Sánchez lastrado por su incapacidad para comunicar) era perfectamente asimilable por la ideología conservadora “progresista”, es decir, por la derecha (el PP y Vox son extrema derecha).
ES MUCHO LO QUE EL GOBIERNO PROGRESISTA NO HA HECHO O HA HECHO MAL
El mismo Monedero admite que se han quedado muchas cosas en el tintero, como la derogación de la ley mordaza y de la reforma laboral de Rajoy, o la legislación sobre alquileres, perros de caza, tauromaquia, transición ecológica, interinos. Admite también que se han cometido errores de bulto -belicismo en Ucrania, entrega del Sáhara, mantener sin reforma el actual poder judicial, falta de apoyo decidido a la ley del solo sí es sí y falta de compromiso con la pluralidad y objetividad en los medios de comunicación, empezando por RTVE (donde se entregó primero la cabeza de Jesús Cintora y después se entregó toda RTVE a Ferreras y a la derecha).
Añádase que, como recordé en la entrada anterior, el gobierno de coalición no ha creado una banca pública ni una empresa pública de energía, no ha planteado a EE UU la conveniencia de cerrar sus bases militares en España, no ha acometido la reforma democrática de los sistemas judicial, policial y militar, no ha promulgado una ley fiscal razonable, no ha humanizado la política migratoria ni ha eliminado las condiciones de esclavitud en que viven trabajadores inmigrantes en Almería y Huelva denunciadas por organismos internacionales, no se ha atrevido a exigir transparencia a la Casa Real como medida previa a un referendum sobre la monarquía, ni ha dado un impulso a colegios concertados progresistas (imprescindibles mientras la enseñanza concertada exista), ni ha exigido que en colegios e institutos se enseñe la historia del siglo XX español, ni ha impulsado la creación de algún medio de comunicación en que se conceda espacio a quienes defienden una concepción anticapitalista.
Al no haber acometido una ley fiscal más redistributiva, la clase media paga más de lo que le correspondería en justicia, el inicuo IVA sigue siendo pagado por los pobres cada vez que hacen una compra y entretanto los ricos reciben trato de favor y siguen adictos a la evasión fiscal.
¿POR QUÉ LA IZQUIERDA NO PUEDE CONSEGUIR MÁS EN LAS INSTITUCIONES?
Hemos de pensar que si UP no ha podido hacer casi nada de lo que se proponía no cabe achacarlo a mala voluntad, sino a que hay un entramado de poder oculto que se lo ha impedido. Pablo Iglesias lo descubrió desde una vicepresidencia del gobierno, pero se limitó a hacer un comentario. UP no se ha atrevido a denunciarlo con detalle.
Ya vimos el caso de Syriza, pero ahora podemos citar otro de la extrema derecha. Resulta que el ejecutivo de Giorgia Meloni se atrevió a crear un tributo del 40% sobre los beneficios extraordinarios de la banca, pero los mercados le han obligado a rectificar “con el fin de salvaguardar la estabilidad de las instituciones bancarias”. El nuevo gravamen tendrá un impacto insignificante o nulo.
Dicho de otra manera: ocurre que la lógica del capitalismo no deja capacidad de acción a quien pretenda limitar el poder omnímodo del capital.
Bajo esa lógica no puede haber una distribución justa de la riqueza, ni planes racionales de producción y consumo, ni por tanto cabe poner remedio al cambio climático ni actuar con rigor ecologista. No puede haber una educación que fabrique una población ilustrada y generosa, porque ello requiere que sean de propiedad pública y estén bajo control social medios de comunicación, redes sociales y plataformas digitales, requiere además, si se quiere que las escuelas estén bien dotadas y sean efectivas, que la inmensa riqueza que está en pocas manos privadas pase a manos públicas.
Podríamos seguir señalando problemas cuya solución requiere una economía regida por principios de racionalidad y justicia, solución imposible mientras estemos sometidos a la economía de mercado, con su lógica de producción y consumo al servicio de la gran propiedad privada.
Evidentemente un partido de izquierdas no puede acabar con el capitalismo hoy, y esto no se le puede reprochar. Pero para que algún día se llegue a un futuro más feliz es condición necesaria que la izquierda vaya haciendo desde ahora lo adecuado en el terreno ideológico.
DE LA LA BATALLA ELECTORAL A LA IDEOLÓGICA
1. Tiene gracia que los partidos del gobierno no se hayan dado cuenta hasta el final de la campaña de que están inmersos en una “batalla cultural”, es decir, ideológica, y de que en ella habían perdido todo el terreno entregado con su silencio al PP y Vox.
En consecuencia decidieron actuar, pero ¿cómo? Pues yendo a todo programa de radio o televisión que se pusiera a tiro, Pedro Sánchez para dar una versión de sí mismo distinta de la propagada por la extrema derecha, Yolanda Díaz para hacer esfuerzos por caer bien. Sonrisas sin sentido, intentos extemporáneos de simpatía, de cercanía… y ni una sola afirmación con que desmontar las ideas que la derecha ha ido estableciendo como sentido común colectivo.
La oligarquía económica entendió muy bien desde el principio que podía dominar por la violencia, pero que es preferible dominar con la aquiescencia de los dominados, y esto se consigue mediante un trabajo ideológico. La derecha ha sabido desde siempre que tiene que fabricar una opinión pública favorable, y para eso invierte en medios, en escuelas, pacta con las iglesias, compra teóricos y comunicadores, etc. Se trata de que la gente identifique comunismo con estalinismo (crimen, dictadura y fracaso), que acepte como legítima y deseable la riqueza que el mercado da a los ricos, que se sienta agradecida al capitalista porque crea riqueza y puestos de trabajo o porque hace alguna donación, que crea que las sociedades capitalistas son las únicas compatibles con la democracia, que considere que los impuestos son un robo, que defina la libertad como la posibilidad de que cualquiera, pobre o rico, pueda hacer con lo suyo lo que quiera sin que el Estado meta las narices…
2. A esto es a lo que la teoría marxista llama “falsa conciencia”, siendo la tarea principal de los partidos comunistas conseguir que el pueblo llegue a tener una conciencia objetiva de su situación.
Aparentemente se trata de una lucha entre David y Goliat, pero la izquierda dispone de un arma demoledora: la verdad.
Sin embargo la seudo-izquierda de nuestro país parece temer más a la verdad que a la mentira. Ha huido de la verdad en sus años de gobierno de coalición y ha seguido huyendo en la pasada campaña electoral. A la hora de decir una verdad prefiere guardar silencio, por si acaso.
LEGITIMANDO LO QUE HAY
1. Ello tiene como efecto apuntalar la ideología conservadora. Es lo que se hace cuando se da por cierto que vivimos en una democracia, cuando se acepta que haya ricos riquísimos y sólo se les pide que paguen sus inicuamente bajos impuestos, cuando se guarda silencio mientras la derecha denigra al comunismo.
El citado Monedero da por bueno que vivimos en una democracia cuando dice que “votar no es un acto revolucionario, pero cambia profundamente el aspecto de nuestras democracias…” , o cuando afirma que bajo el gobierno progresista hemos sido ciudadanos de una democracia respetuosa con los inmigrantes, o cuando animaba a votar diciendo que el voto a Sumar es lo que más puede molestar a los que quisieran quitarle el derecho a voto a quienes aún creen que una democracia más profunda es posible (las cursivas son mías). Hablar de una democracia más profunda implica que vivimos en una democracia profunda, pero que puede ser aún más profunda.
Tras hacer estas afirmaciones se contradice Monedero cuando reconoce que “los acaudalados tienen televisiones, radios, periódicos y granjas de boots, compran voluntades, usan sus recursos para desincentivar el voto a la izquierda, mantienen engrasadas las maquinarias electorales de sus capataces y hasta llevan a votar a los ancianos de la bendita mano de las generosas monjas que les atienden”.
Ante este panorama nos dice que “pensar que estamos sin más en un juego de trileros puede llevar a tirar la toalla y renunciar incluso a ir a votar. ¿No es eso lo que quieren los que, si les hiciera falta, intentarían incluso anular las elecciones?”
Bien, ya habremos dado un paso si comenzamos por admitir que estamos ante un juego de trileros, pero Monedero insiste en la contradicción cuando vuelve al mito conservador diciendo que el día de las elecciones el voto de Fulano y Mengana cuenta igual en la urna que el de la persona más pudiente de España.
En el recuento -sigue diciendo-, “son los votos, uno a uno, los que se suman, y la papeleta que deposita en tu misma urna el dueño de una cadena de supermercados, de una inmobiliaria o un fondo buitre, de un banco o de un imperio textil va a contabilizarse con la exacta misma fuerza que tu voto o el de la más desvalida abuela progresista que se acerque al colegio electoral a ser coherente con lo que ha luchado toda la vida”.
2. Habría que recordar a Monedero que, de acuerdo con lo que él mismo ha reconocido, de poco sirve que todos los votos valgan igual en el recuento de cada urna si hay muchos votos de derechas que se han conseguido por esos poderosos mecanismos de que sólo disponen “los acaudalados”, pero no quienes están enfrente.
Pero es que además tenemos una ley electoral pensada para evitar que la izquierda anticapitalista consiga algún poder: recordemos que a IU le costaba diez veces más votos conseguir un representante que al PP o al PSOE, recordemos también que, en las pasadas elecciones, si España fuera un distrito único (como debería ser, puesto que lo que está en juego es el Parlamento y el gobierno de España) el PP habría perdido 16 diputados, el PSOE 7, y en cambio Sumar habría ganado 13 y Vox 12. ¿Cómo se puede decir que todos los votos valen lo mismo?
Que haya 52 circunscripciones electorales, que toda provincia tenga un mínimo de dos escaños con independencia de su población y que se utilice el método d´Hont para el reparto de escaños, ahí están las causas del resultado antidemocrático.
Conclusión: los cientos de miles de votos perdidos a causa de la ley electoral no han valido para nada.
A esto hay que añadir que los representantes elegidos no tienen la misma fuerza si son prosistema que si fueran antisistema. Éstos, si consiguieran algún poder, contarían con la feroz oposición de todas las fuerzas que actúan al servicio del poder económico. No tendrían por tanto la misma capacidad de acción que los representantes de derechas.
3. En consecuencia, Monedero se pierde en la contradicción cuando dice que vivimos una democracia, que las elecciones son un juego de trileros y que a pesar de ello hay que ir a votar. Tal contradicción es prueba de los desvaríos a que conduce abandonar la teoría marxista y sustituirla por los dogmas políticos de la derecha.
En cambio una izquierda marxista no se contradice si afirma que nuestra falsa democracia es una plutocracia disfrazada y que, por tanto, las elecciones son un juego de trileros. De lo que se sigue que sólo tiene sentido votar a un partido que esté dispuesto a denunciar sin parar ese juego. Y que no tiene sentido votar a partidos que lo legitiman con sus acciones y sus silencios.
Es razonable entender que votar a Sumar es perjudicial porque afianza a un partido que ocupa el espacio de la izquierda, pero cuyos mensajes y comportamientos son los propios del conservadurismo progre, que es, a fin de cuentas, el peor enemigo de la izquierda.
LOS RESULTADOS
Y bien, ya pasaron las elecciones. Si vamos a la forma en que los partidos recibieron los resultados nos encontramos que decepción y júbilo se debían a la desviación respecto a las expectativas.
El PP ha ganado, pero no puede formar gobierno, de ahí su consternación. La alegría exultante de Sumar, pese a su lamentable resultado, se debe a que esperaba una pérdida mayor y además se encuentra con la posibilidad de reeditar el gobierno de coalición. ¿Para qué? Con una mayoría de derechas en el Parlamento podrá hacer aún menos que en la anterior legislatura. Eso sí, algunos dirigentes de Sumar ocuparán altos cargos en el Gobierno y podrán repartir otros cargos entre sus fieles. ¿Era eso lo que los tenía tan contentos?
Hablaba Monedero de la eficacia del voto cuando hay detrás pueblo empujando. ¿Pero qué pueblo está empujando detrás de esta izquierda? Lo único que no corre peligro es la plurinacionalidad de España, que seguirá viva porque será defendida por el pueblo catalán y vasco si la extrema derecha la amenazara.
Lo que han venido haciendo y lo que han venido omitiendo los partidos integrados en Sumar les ha hecho ir perdiendo el apoyo de quienes hace años empujaban con ilusión cada vez que pareció que la izquierda comparecía.
Sobre una alternativa me remito a lo dicho en “El qué hacer de la izquierda”.