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LAS ELECCIONES AL PARLAMENTO EUROPEO Y LA IZQUIERDA ESPAÑOLA

Lo más destacable de esas elecciones es que, por comparación con los resultados de 2019, la extrema derecha ha subido considerablemente. Segunda fuerza más votada en el conjunto de Europa con algo más del 20% de los votos por delante de los socialdemócratas, primera fuerza en Italia, Francia, Hungría, Bélgica, Austria y Polonia, y segunda fuerza en Alemania y Países Bajos, mientras el Partido Socialista europeo solo ha conseguido ganar en Suecia, Rumania, Malta y empatar en Portugal con la derecha. La abstención ha ganado en casi todos los países y ello revela la pérdida creciente de legitimidad de la UE entre las poblaciones europeas.

Quienes lamentan estos resultados parecen creer que la extrema derecha es una horda reciente que va creciendo. En realidad siempre ha formado parte relevante de la sociedad europea. Si hubo un tiempo en que las formaciones llamadas de extrema derecha apenas conseguían los diputados necesarios para formar grupo en la Eurocámara fue porque los partidos respetables de la derecha tradicional tenían componentes fascistas ocultos que se han ido independizando. De ahí que esos partidos se consideren más afines a la extrema derecha que a la derecha socialdemócrata.

Tal vez por eso la burocracia conservadora de Bruselas ha empezado a diferenciar entre una extrema derecha buena y una extrema derecha mala; y se nos dice que la buena es la que admite la política económica neoliberal, la remilitarización y la subordinación geoestratégica a las élites europeas y la OTAN. La otra, la mala, dentro de poco será buena si así conviene.

Se percibe algún alivio en quienes prefieren fijarse en lo poco que le ha durado el discurso a la extrema derecha portuguesa tras destaparse el lawfare en ese país, prefieren fijarse también en la reacción contra la ultraderecha en Suecia, Finlandia y Polonia. Pero lo cierto es que esa ultraderecha obtuvo grandes resultados en las últimas elecciones generales en esos países. Que el apoyo se haya reducido a la mitad en muy pocos meses no nos libra de que en pocos meses vuelva a subir.

Se ve que los analistas viven al día. Pues el problema es que una gran parte de la población europea es propensa a compartir los valores de la extrema derecha. Desafortunadamente los que se llaman científicos sociales no realizan investigaciones sobre las ideologías que funcionan en esa población, y por ello estamos presos de datos superficiales, aunque con numerosos síntomas que permiten intuir algo de lo que hay por debajo.

Las elecciones en España

En España el PSOE se ha mantenido, el PP ha subido y a la izquierda del PSOE sólo ha tenido buenos resultados la coalición de izquierdas soberanistas (Esquerra Republicana, Euskal Herria Bildu y el Bloque Nacionalista Gallego entre ellas). Les vendría bien a Podemos y a Sumar comparar lo que hacen ellos con lo que vienen haciendo desde hace años esas izquierdas soberanistas, o también lo que ha hecho López Obrador en México. A destacar sobre todo que un individuo impresentable, que se ha limitado a disparatar en las redes, ha sacado tres diputados, los mismos que Sumar, cuya líder, Yolanda Díaz, ha dimitido a medias de su cargo. Podemos ha sacado dos diputados e Izquierda Unida se ha quedado sin representación.

O sea, que la llamada izquierda alternativa se ha hundido con todo merecimiento. Para discursos y propuestas de socialdemocracia aguada ya está el PSOE.

Ahora todos se plantean qué hacer y es ahí donde queda patente la falta de ideas. Todo se reduce a la búsqueda de líderes que puedan unir a los partidos de la llamada «izquierda alternativa» de cara a próximas elecciones.

Voy a fijarme en dos cosas que caracterizan a esta pseudoizquierda: la apelación a los liderazgos y la ausencia de teoría.

Liderazgos

Lo último que se debe hacer en la izquierda es consolidar liderazgos. Por el contrario, se deben idear y ejecutar las medidas necesarias para que los liderazgos individuales sean imposibles. Por ejemplo, establecer un periodo de cuatro años para ejercer un cargo, tras el cual sea obligatorio volver a la actividad profesional, sin posibilidad de medrar en nuevos cargos. Un solo cargo y a trabajar en la base. Con ello se evitaría el letal problema del líder carismático y se espantaría a todos los que acuden a la política pensando en medrar. Valga al respecto lo que ha dicho López Obrador: “Hoy se cierra una etapa. No aspiro a ser líder moral ni jefe máximo. Mucho menos caudillo o cacique. No creo en el necesariato ni en que haya personas insustituibles. Me retiro a escribir y a hablar con los árboles y los pájaros”.

La perversión del liderazgo carismático aumenta en los partidos que optan por el electoralismo. Les obliga a elegir a un líder por su tirón electoral, lo que elimina, por mucho que valgan, a aquellas personas que podrían dirigir responsablemente el partido desde una jefatura colegiada. Se valora ante todo la retórica populista, la capacidad para entrar en polémicas públicas repitiendo los argumentarios y desatendiendo las objeciones o críticas a las que no se sepa responder en ese estilo. Consiste ese estilo en hablar sin comas, como ha dicho alguien refiriéndose a Inés Montero, sin necesidad de pausas para pensar, todo se sabe de memoria.

La derecha no necesita teoría, la izquierda si

1. He insistido muchas veces en que la derecha no necesita ciencia social para actuar. Le basta el sentido común aplicado a una panoplia de ideas heredadas. En cambio la izquierda no puede actuar con el mero sentido común, el que se expresa por ejemplo en frases vacías como “resolver los problemas de la gente”, “hacer política en beneficio de la mayoría”, “profundizar en la democracia” y otras semejantes. La izquierda necesita teoría para dos cosas: analizar y criticar adecuadamente el sistema social vigente, y elaborar estrategias no sólo a corto plazo, sino sobre todo a un plazo largo. Sin una teoría suficientemente objetiva se analiza, valora y propone siguiendo la lógica del sentido común conservador.

2. En el siglo XX la izquierda tenía una teoría, la teoría marxista que, aunque fallaba a la hora de establecer estrategias, valía para hacer análisis críticos del capitalismo a nivel profundo. Hasta que en 1977 los secretarios generales Enrico Berlinguer del PCI, Santiago Carrillo del PCE y Georges Marchais del PCF presentaron en Madrid, como líneas fundamentales del Eurocomunismo, el rechazo al modelo desarrollado en la Unión Soviética y la aceptación del modelo parlamentario pluripartidista como si fuera democracia. Es decir, en lugar de dedicar esfuerzos a reformular el marxismo poniéndolo al día en sus puntos débiles, lo abandonaron a cambio de nada, sin disponer de una teoría alternativa que sirviera para explicar la estructura y procesos del capitalismo y la estrategia adecuada para trascenderlo.

Tal déficit teórico fue expresamente reconocido por IU 20 años más tarde, en la 5ª Asamblea, donde se concluyó que había que renovar tanto como fuera necesario el pensamiento y la práctica de una izquierda que debía afrontar nuevos retos y realidades, para los cuales una parte de su bagaje teórico había quedado inservible y era necesaria otra parte todavía no incorporada. En esa Asamblea se analizó la política de alianzas, las relaciones con el movimiento social real, se reconoció la incapacidad para la movilización social y para mostrar las propuestas propias como distintas de las del PSOE o el PP, se criticó una excesiva visión tacticista y un plegarse al sentido común. Se reconoció la poca participación de afiliados en las discusiones, los insuficientes cauces de discusión, el sectarismo y el capillismo. Se hizo mención a la influencia notabilísima que sobre muchos dirigentes de IU tenían los distintos grupos empresariales de la comunicación, e incluso se admitió que en IU había aferramientos, maniobras y todo tipo de tácticas para conservar o reproducir los esquemas tradicionales de poder.

Era una autocrítica acertada, pero seguramente oportunista (en el sentido de que no se habría hecho si el resultado electoral de 1996 hubiera sido exitoso) y era una autocrítica ciertamente insuficiente, porque ni se aclaraba qué parte del bagaje teórico había quedado inservible, ni se indicaban al menos las líneas generales de esa otra parte que había que incorporar, menos aún cómo hacerlo. Todo se resolvía en la afirmación retórica de que ha llegado el momento de saber «dónde estamos y cómo estamos», lo que implicaba la aceptación por parte de IU de que no sabía dónde estaba ni cómo estaba.

En todo caso, nada se hizo para remediar las lacras denunciadas, agravándose el declive en las elecciones municipales y autonómicas de 1999, en las que se perdieron cerca de la mitad de los concejales y diputados autonómicos. Antes de morir, Anguita seguía echando de menos la teoría y propuso irla fabricando a base de integrar marxismo, feminismo y ecologismo. Propuesta por lo que se ve fallida.

Todo sigue así y aún peor, pues los dirigentes y teóricos de la izquierda alternativa no echan de menos la teoría que les falta, y esa es la prueba principal de que ni son de izquierdas ni tienen la suficiente capacidad intelectual.

3. Se dirá que algunos de los líderes de Podemos y Sumar son o eran profesores de Facultades de Políticas, pero eso no acredita nada. De sus intervenciones se puede colegir que se limitaron a hacer su carrera con brillantez (lo cual sólo significa que estaban capacitados para empezar a estudiar) y que luego, tras sacar provecho académico de lo que aprendieron, el activismo les privó de tiempo para estudiar en serio. Su juventud les daba pujanza, pero la emplearon en pelear unos con otros en lucha por el poder. Ninguno de ellos llega al nivel de solvencia intelectual de un Manuel Sacristán o un Xosé Manuel Beiras.

Así lo demuestra, por ejemplo, que Íñigo Errejón haya afirmado que Yolanda Díaz es el mayor activo político y electoral de Sumar. Si fuera cierto implicaría que el mayor activo lleva al fracaso. O que Pablo Iglesias apueste por los «liderazgos consolidados» y la «organizada y cohesionada militancia» de Podemos. Pues resulta que todo ello ha tenido menos fuerza que los disparates vertidos en las redes por un sólo hombre. O que Juan Carlos Monedero haya dicho; «Podemos debe respirar, respetar los debates de los que fueron sus socios y seguir trabajando en las instituciones para seguir demostrando que es una fuerza política y una fuerza ideológica útil». Pero vamos a ver ¿ha demostrado serlo alguna vez, salvo en los primeros momentos en que inspiró una enorme esperanza e ilusión en seguida defraudadas? No puede ser una fuerza ideológica útil cuando ni siquiera sabemos qué ideología tiene, como tampoco sabemos qué ideología tienen los partidos integrados en Sumar, incluido entre ellos el partido comunista escondido en IU. Recordemos que los anticapitalistas se separaron de Podemos ya desde el principio y supongo que porque no vieron ideología anticapitalista allí.

4. No se puede ser una fuerza política útil de la izquierda si se acepta el capitalismo (aunque se critiquen algunos de sus excesos neoliberales) y sólo se hacen propuestas como éstas: paz en Ucrania, exigencia de que Israel frene el genocidio palestino y pague por ello; políticas sociales para los más golpeados, para los pensionistas, para la gente que no llega a fin de mes, para frenar la especulación en los alquileres; tomar en serio y de manera radical el cambio climático; defender con coherencia una España federal solidaria, que los ricos se hagan cargo en todas partes de sus responsabilidades… Nada que no pudiera aceptar un conservador de buen corazón.

Pero la cosa es aún peor, pues estos partidos entran en contradicción cuando al mismo tiempo pretenden sobre todo conseguir votos que les permitan entrar en un gobierno de coalición con el PSOE. Primero porque por voluntad del PSOE sólo podrán conseguir algunas migajas de ese programa. Y sobre todo, porque por conseguirlas han de pagar el más alto precio: callar, callar, callar, mentir por omisión. No se puede entrar en un gobierno con el PSOE y decir verdades, ese gobierno no duraría dos días y los cargos se perderían. Resultado, la llamada izquierda alternativa queda convertida en una derecha de socialdemocracia aguada. Con el agravante de que podría conseguir más haciendo un pacto de legislatura y apoyando a un gobierno del PSOE desde fuera. Pero se ve que a los dirigentes de esta derecha socialdemócrata les atraen de manera irresistible los despachos ministeriales.

Algunos dicen lo de siempre, que la alternativa a esta manera de hacer política es quedarse en el improductivo cajón de los deseos de un programa máximo incumplible. He ahí otra prueba de la falta de teoría. Aparte de ofrecer propósitos asequibles en un programa electoral hay que trabajar lejos de las instituciones para que ese programa sea aceptado por una mayoría de la población, y más aún, para ir consiguiendo a medio y largo plazo un ámbito mayor de posibilidades. Pero no voy a repetir lo que ya he escrito en otras ocasiones. Me remito a lo dicho aquí.

¿Cuándo habrá un partido de izquierda en España?

1. Políticos y analistas se dedican a ahora a elucubrar sobre cómo reflotar a Podemos, a Sumar o a ambos unidos. Los hay que dicen que Sumar es la única alternativa a la atomización que ha llevado a la izquierda a una pérdida de fuerza real en las urnas. Se habla de la unidad de la izquierda para referirse a la unidad, de cara a elecciones, de partidos que hasta ahora sólo han demostrado una cosa: que la socialdemocracia aguada no puede sustituir a la izquierda. El tema de la llamada “unidad de la izquierda” tiene sentido en el espacio de la derecha socialdemócrata, no en el de la izquierda.

En el espacio de la izquierda sólo tiene sentido fundar al fin un partido que no se avergüence ni tenga miedo de llamarse comunista (heredero de tantos esfuerzos por el bien común como se han hecho en el mundo y aquí durante la dictadura franquista) y que sepa explicar que el comunismo no es otra cosa que la realización del ideal ilustrado: libertad, igualdad y fraternidad. No se trata de proponer una sociedad comunista en un programa electoral, cosa por ahora imposible, sino de practicar sus valores en el interior del partido y en su ámbito de actuación. Se trata también de explicar qué sociedad soportamos y qué sociedad sería posible si la gente se librara del engaño a que la someten. Explicarlo con palabras y con acciones cuidando siempre de la coherencia entre unas y otras.

2. Imaginemos que en las pasadas elecciones una verdadera izquierda hubiera hablado de Europa. Primero habría puesto en duda que en Europa se compartan los valores de democracia, progreso, bienestar y derechos humanos, valores que, como estamos cansados de comprobar, se proclaman pero no se respetan. Un partido de izquierdas no vacilaría en decir que en Europa no hay democracias, que muchos retrocesos se presentan como progresos, que sólo hay bienestar para una parte de las poblaciones y que se desconocen muchos derechos humanos (derechos a una alimentación saludable, a una vivienda decorosa, a una información veraz, a un reparto equitativo de la riqueza social, etc.).

En segundo lugar esa izquierda habría hablado de los deméritos de Europa. Por ejemplo de su pasado colonial y su actual pacto migratorio, que es una política contra los que llegan huyendo del desastre de países destruidos por nuestro colonialismo. También de su connivencia con el genocidio israelí, en parte debida al actual control por Estados Unidos tanto de la política económica como de la geoestrategia europeas. Habría recordado que países como Grecia, Irlanda, Portugal y España se las han visto con aquellos siniestros hombres de negro de la Troika (Banco Central Europeo, Comisión Europea y Fondo Monetario Internacional), que llegaban imponiendo austeridad, libre comercio, deuda predatoria y trabajo precario y mal pagado. Habría recordado el caso de Grecia y la reunión de la OTAN en Madrid donde se declaró a China enemigo sistémico. ¿Enemigo de quién? Esa izquierda habría defendido que China no es enemiga de las poblaciones europeas, sólo de la hegemonía mundial de EE UU y de las élites económicas occidentales que dependen de su poderío militar. Habría dicho que Europa fue arrastrada a la guerra de Ucrania porque a EE UU le interesaba acosar a Rusia como forma indirecta de acosar a China.

Finalmente esa izquierda habría clamado por al menos estas medidas políticas europeas:

Regulación de las redes, garantizando que no sean nichos de irresponsabilidad para la mentira y la antieducación.

Regulación de los medios de comunicación tradicionales, garantizando que no estén controlados por el capital y que en ellos tengan cabida todas las voces, también las antisistema.

Salida de la OTAN y retirada de las innumerables bases militares americanas en Europa.

Control político del Banco Central Europeo.

Leyes fiscales justas que permitan dedicar a mejorar la vida de la población una parte sustancial de la riqueza social que está en manos privadas.

Liquidación de la guerra de Ucrania buscando una paz razonable y una mejora de las relaciones con Rusia, cuyo lugar natural debe estar en una Unión Europea autónoma de EE UU.

A mucha gente le hubiera gustado oír esto. Ojalá algún día podamos votar a un partido de izquierdas en España.

Si quiere hacer algún comentario, observación o pregunta puede ponerse en contacto conmigo en el siguiente correo:

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