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¿QUÉ IZQUIERDA HAY EN ESPAÑA? (27 de septiembre de 2019)

Deben tener claro qué es la derecha y qué la izquierda quienes repiten que, a diferencia de la derecha, la izquierda es incapaz de llegar a acuerdos.

 Si aceptamos un criterio de tradición histórica el PSOE pertenece a la izquierda. Pero hay que recordar que, aunque en sus orígenes estuvo adherido a la II Internacional, en la España posfranquista abandonó el marxismo e intentó convertir un débil Estado del Bienestar en el principal aval del capitalismo, para acabar finalmente afiliado a las tesis neoliberales (privatizaciones, recortes del gasto social, política fiscal favorable a los ricos).

Si nos guiamos por las políticas y no por el eco histórico de las siglas, hemos de colocar al PSOE a la derecha y no vale entonces decir que la izquierda es incapaz de ponerse de acuerdo cuando el PSOE no se pone de acuerdo con quienes están a su izquierda. Es natural que el PSOE se sienta más cómodo llegando a acuerdos con la derecha. Lo último que quiere es incomodar al poder económico al que sirve (y esto incluso en espacios más ideológicos que económicos, como pone de manifiesto Cristina Fallarás en PSOE y bien atado).

Si vamos más allá, ¿hay en España una izquierda efectiva?

Según el criterio de tradición histórica IU es claramente una organización de izquierdas. Y si consideramos que es izquierda lo que está a la izquierda del PSOE, también es izquierda Podemos.

Pero si buscamos un criterio menos superficial creo que hemos de encontrarlo en la meta que cada partido se propone y la teoría que utiliza para analizar la realidad y elaborar su estrategia.

Por respecto a la meta tenemos partidos prosistema, que defienden el capitalismo, y partidos que se proponen el paso de capitalismo a socialismo, y cada una de estas metas es consecuencia de un diferente sistema de valores y una diferente teoría de la sociedad. Ello significa una diferente manera de ver, de sentir y de actuar.

Es ésta una diferencia tan radical, y con tantas repercusiones y derivaciones, que si no la tomamos en cuenta para diferenciar derecha de izquierda privamos a estos términos de todo significado operativo.

Por ello, antes de retomar el tema de si hay en España una izquierda consistente y operativa, voy a resumir brevemente la teoría que se concilia con la meta y los valores procapitalistas, y la teoría que se concilia con la meta y los valores prosocialistas.

La teoría procapitalista

1. Viene a decir que el mercado es un instrumento neutral que rige la economía proporcionando el máximo nivel económico compatible con la libertad individual. El resultado es una calidad de vida colectiva nunca antes igualada en la historia.

La diferencia de capacidades y esfuerzos, también a veces de suerte, hace que unos prosperen y otros se estanquen. Pero en todo caso, que haya pobres y ricos beneficia a los pobres, por dos razones: puesto que los ricos lo son porque han demostrado ser emprendedores exitosos, el dinero en sus manos rinde más y genera más riqueza, y esa mayor riqueza termina favoreciendo a los pobres; por otra parte, si no hubiera el estímulo de la riqueza, la sociedad se estancaría, la vida se haría mediocre y toda la población quedaría resignada a esa mediocridad.

En todo caso la economía de mercado tiene leyes que los economistas conocen y que deben ser respetadas, porque la pretensión populista de actuar vulnerando irresponsablemente esas leyes termina ocasionando daños graves e irreparables a quienes se pretende beneficiar.

2. El valor máximo de la sociedad capitalista es la libertad. Libertad para elegir mediante el voto a los representantes que legislarán y gobernarán en representación del pueblo. Libertad para presentarse como candidato a las elecciones. Libertad para agruparse en partidos políticos. Libertad para emprender, prosperar y enriquecerse sin límites. Libertad de expresión (que permite el funcionamiento de medios de comunicación privados, libres de las injerencias del poder político y siempre dispuestos a fiscalizarlo). Libertad de conciencia. Libertad para que los padres puedan elegir la enseñanza de sus hijos en todos los niveles. Libertad para emplear el dinero propio como se prefiera.

La separación de poderes legislativo, ejecutivo y judicial, cada uno independiente y contrapeso de los demás, impide el excesivo predominio de cualquiera de ellos, haciendo posible una democracia que es el sistema menos malo de entre todos los imaginables, fuera del cual no hay sino totalitarismo e ineficacia económica.

3. Este núcleo teórico tiene luego dos variantes:

(a) Una dice que, siendo los resultados del mercado los preferibles, los impuestos son medidas confiscatorias (inaceptables según el ético R. Nozick), y que por ello deben reducirse al mínimo, lo mismo que las regulaciones estatales. El Estado debe privatizar sus empresas porque la gestión privada obtiene mejores resultados que la pública. De la misma manera deben desmantelarse los servicios públicos gratuitos (educación, sanidad, pensiones) porque quienes no saben prosperar para pagarse esos servicios son responsables de su situación y no deben ser subvencionados con el dinero que han conseguido las personas activas y responsables. No deben recibir otra ayuda que la voluntaria de las personas caritativas.

(b) La segunda variante dice que el mercado tiene efectos que es preciso corregir. Y que el Estado, vía impuestos progresivos, debe proporcionar a todo el mundo sanidad, una pensión justa tras la jubilación y una educación adecuada. La educación pública y gratuita al alcance de todos proporciona igualdad de oportunidades, gracias a la cual toda persona emprendedora, o que se esfuerza, tiene posibilidades de ascenso social y toda la población queda integrada en un sistema social acogedor y justo.

4. Se completa esta teoría con un capítulo sobre el espacio internacional: pertenencia al “mundo libre” liderado por Estados Unidos, obligación de defenderlo por medio de la OTAN, necesidad de actuar como los países “de nuestro entorno”, etc.

La teoría prosocialista

1. Muy diferente es la descripción que nos ofrece una versión actualizada de la teoría marxista, una de cuyas tesis centrales es que la lógica del mercado conduce inevitablemente a resultados irracionales e injustos:

a) Consiste la irracionalidad en que obliga a una producción creciente porque todo estancamiento da lugar a una crisis económica. Cualquier producción es bienvenida en la medida en que active la economía y reduzca el paro, no importan sus efectos extraeconómicos. El consumo de esa producción creciente se logra con un aparato de publicidad omnipresente que fuerza a innumerables consumos innecesarios.

Este crecimiento económico permanente en un mundo de recursos escasos implica agresión al medio ambiente y sobreexplotación y agotamiento de recursos naturales, sin evitar por ello las crisis periódicas, dado que la producción y el consumo no están sincronizados y cualquier cambio en las variables básicas produce efectos disfuncionales en cadena que se realimentan.

b) Consiste la injusticia en que el mercado (tanto de mercancías como de trabajo) da más a los que más tienen y menos a los que tienen menos, generando así una explotación creciente de la mayoría social en provecho de una minoría, cuyo poder económico proporciona a ésta una capacidad de dominación irresistible.

Puesto que la riqueza de un país es la que es, si en el reparto una minoría se lleva la mayor parte, la parte menor debe ser repartida entre los demás. Quiere esto decir que hay una relación causal entre riqueza y pobreza, esto es, que hay ricos porque hay pobres y que hay pobres porque hay ricos.

Decir que el dinero en manos de los ricos beneficia a los pobres es un sarcasmo. En gran medida los ricos utilizan sus capitales para especular y controlar, y cuando invierten en actividades productivas lo hacen bajo el criterio del beneficio privado. Su dinero serviría mucho mejor a la población si estuviera en manos de un Estado que invirtiera con criterios de interés general. Entonces no habría pobres.

En consecuencia, el mercado genera dos clases sociales con intereses objetivos contrapuestos e incompatibles, la de explotadores y la de explotados, contraposición e incompatibilidad en que consiste la lucha de clases. Tal lucha, que puede no ser aparente, sino meramente latente, se viene resolviendo a favor de la clase dominante, cuyo predominio se mantiene por medio de la fuerza (dictaduras sangrientas cuando son necesarias), o por medio de un consenso inducido al que ayudan distintas estrategias: convertir en consumista satisfecha a una parte de la población, tranquilizar a los que menos tienen con las prestaciones del Estado del Bienestar y debilitar a cualquier institución que esté al servicio de los intereses populares, sean partidos comunistas o sindicatos.

2. Semejante tinglado requiere una población que se le adapte.

Esa población se recibe en herencia, porque la ideología popular se ha ido configurando a través de milenios de sociedades elitistas, cuyo resultado es una mayoría de personas ignorantes de los procesos sociales que les conciernen (ignorantes de sus intereses objetivos y de la red de explotación y dominación en que están apresadas), limitadas a una privacidad en la que domina el sueño del ascenso social (en último término mediante un golpe de suerte en la lotería) y en la que se activa con facilidad el miedo a perder lo conseguido.

Para la reproducción de este tipo de población es necesario controlar la fabricación social de la conciencia individual (falsa conciencia), a fin de que explotados y dominados vean su situación como la de seres libres que viven en el mejor de los mundos posibles. Para ello cuenta el Sistema con antiescuelas muy efectivas: los púlpitos, los medios de comunicación dependientes del capital (en especial la televisión y la radio), la publicidad y el entorno social, sea el físico o el virtual.

La escuela pública, impotente para enfrentarse a esas antiescuelas con éxito, está diseñada para proporcionar una educación deficiente, y no porque sea técnicamente imposible crear una buena escuela, sino porque ésta sería disfuncional al sistema: si una buena escuela consiguiera producir una población lúcida y solidaria el sistema capitalista desaparecería. De ahí que la posibilidad técnica de una buena educación sea impedida por dos vías: falta de financiación, que viene decidida por leyes fiscales que privan al Estado de los recursos necesarios; y planes de estudio diseñados para la inserción en el mercado de trabajo, no para proporcionar conocimientos, información y valores que puedan activar el sentido crítico.

A esto hay que añadir que el sistema educativo garantiza el fracaso de los escolares de las clases económica y culturalmente pobres, porque llegan a la escuela sin dominar el código lingüístico escolar. A ellos se los dirige a la formación profesional mientras los restantes tienen acceso a la universidad, y así se nos muestra la distancia entre la igualdad de oportunidades formal (la que se afirma) y la real (la que no existe).

3. Uno de los grandes aciertos de Marx fue comprender que para salir del capitalismo y acceder a una sociedad igualitaria es necesaria la transformación de la actual población en otra de personas nuevas que él caracterizó como racionales, socializadas, humanas, libres de egoísmo personal y codicia.

No se equivocó al pensar que ese tipo de persona es generalizable si se dan las condiciones adecuadas, y a la luz del conocimiento científico actual yerran, por el contrario, quienes suponen que hay una naturaleza humana inmodificable, caracterizada por el egoísmo, la competitividad y la pereza, y que esa naturaleza hace imposible utopías como la marxista.

Sin embargo Marx erró al pensar que la aparición de ese “hombre nuevo” compatible con el socialismo sería una consecuencia mecánica de la revolución proletaria y del establecimiento de un modo de producción socialista. Tal error dejó a oscuras la tarea del cambio ideológico, que sin embargo debe ser la prioritaria para un partido de izquierdas que pretenda sustituir la revolución violenta por una actividad pacífica a largo plazo.

Uno de los puntos en que la teoría marxista debe ser completada es precisamente éste: determinar cómo podemos irnos aproximando a las condiciones que producirán una población compatible con el socialismo, consistiendo los primeros pasos en conseguir que las muchas personas ignorantes de su situación y de sus intereses objetivos vayan siendo rescatadas de la “falsa conciencia” y lleguen a un grado de suficiente lucidez.

Volvamos al tema de la izquierda

1. Mientras la teoría marxista así resumida es compatible con los innumerables datos empíricos que nos llegan de la realidad social y con el conocimiento científico que se ha ido acumulando en las disciplinas sociales, la teoría procapitalista no vale para integrar esos datos ni es compatible con el conocimiento científico. ¿Para qué vale entonces? En el espacio cognitivo para nada, pero vale como respaldo legitimatorio a los defensores del capitalismo y vale como venda sobre los ojos de la población. Consiste, pues, en una urdimbre de falsedades a la que bien podemos llamar mentira sistemática (porque es necesaria para la legitimación del Sistema).

Naturalmente el PSOE utiliza esta teoría (y no sólo en su variable socialdemócrata), lo que reafirma la idea de que este partido forma parte de la derecha.

Pero ¿y las demás organizaciones que se consideran de izquierdas?

Si nos limitamos a las presentes en el Parlamento encontramos lo siguiente:

Izquierda Unida es una organización concebida como disfraz del partido comunista (precisamente para ocultar el término comunismo, demonizado por la derecha) que tiene tres problemas:

El primero es que, aunque no ha dejado de ser marxista, lo es sólo para uso interno y de manera rutinaria. Actúa sin que los conceptos vigentes de la teoría marxista sean perceptibles en sus discursos o en sus acciones, y sin intento alguno de renovar la teoría en sus partes débiles. Se camufla bajo un disfraz socialdemócrata y elude discursos más radicales (precisamente los necesarios) por miedo a la reacción de los medios, a cuyos argumentos, fácilmente rebatibles, no se atreve a enfrentarse.

El segundo problema es que, desde que se impuso el llamado eurocomunismo con Santiago Carrillo, el partido comunista primero, e IU después, han sucumbido al electoralismo, abandonando todo esfuerzo por abrir los ojos a la población engañada a fin de que se vaya haciendo compatible con los viejos ideales de igualdad, libertad y fraternidad.

El tercer problema es que, sobre todo para sufragar gastos electorales, se ha endeudado con la banca perdiendo independencia frente a ella.

Podemos surgió de la indignación que produjo la forma de salir de la última gran crisis capitalista, cargando sobre el pueblo los costes y otorgando grandes beneficios a quienes la habían provocado. Pero no por compartir indignación se comparte ideología. Muchos integrantes de Podemos son socialdemócratas, bien es cierto que en un partido no contaminado, a diferencia del PSOE, por la sumisión al poder económico. En Podemos sólo una minoría se presenta como anticapitalista.

Aunque esta composición coloca a Podemos a la izquierda del PSOE hay que insistir en que no se puede funcionar con armonía y efectividad manteniendo dentro dos ideologías tan contrarias. Pero es que, además, la parte anticapitalista de Podemos comparte con IU dos de sus defectos: la ausencia de una teoría válida para tareas de batalla ideológica a largo plazo y, como consecuencia, la caída en el electoralismo. Prueba de ello es la forma en que languidecen los Círculos, que comenzaron siendo el santo y seña del partido, y un síntoma significativo es que, tras entrevistar a Iván Redondo en La Tuerka, Pablo Iglesias dijera “… lástima que haya trabajado para nuestros adversarios”, quedando implícito “¡Qué lástima que no trabaje para nosotros!”, lo que quiere decir que ganar votos es lo que importa, incluso si para ello hay que aparcar la ideología propia y seguir las instrucciones de un personaje que supedita ideas y valores a la estrategia comunicativa que le parece electoralmente rentable.

2. El rico patrimonio de la izquierda anticapitalista (y sólo de ella) es la posibilidad de promocionar la verdad política (que no sólo es revolucionaria, sino que se distingue en seguida de la mentira habitual). Que la verdad es muy peligrosa para el Sistema se prueba por la forma brutal en que, cuando se produce, es atacada por políticos, periodistas e intelectuales conservadores como si no fuera otra cosa que producto del resentimiento, de viejos dogmas, del populismo antisistema. Temen más a la verdad que a la llegada de la izquierda al poder, que saben que estaría bajo control. Por ello la primera obligación de la izquierda es hacer públicas, de manera incansable, descripciones verdaderas de la situación que sean comprensibles por las distintas mentalidades.

Si aceptamos esto no pueden ser más descorazonadoras las conclusiones a que aboca la actividad de la izquierda parlamentaria española. El problema no es que esa izquierda tenga dificultades para ponerse de acuerdo con el PSOE, sino que ha copiado casi todos los rasgos prosistema del PSOE.

Tanto IU como Podemos dan por supuesto que vivimos en democracia y que a la ideología popular no hay que transformarla, sino utilizarla. Justamente lo que hace la derecha. En el discurso moderado de IU y de Podemos no se habla de explotación y dominación, sino de aumento de las desigualdades, y se concibe la lucha de clases como lucha electoral a la que acudir pertrechados de las armas propias del sistema. Líderes carismáticos, gasto de un dinero que debería dedicarse a otros fines, cuidado de no hacer ni decir lo que pueda quitar votos y de hacer y decir lo que pueda darlos, afán por ser invitados a los medios privados, a los que blanquean al no denunciar sus intereses ocultos, etc. En definitiva: ingresan en el consorcio de quienes se encuentran obligados a la mentira sistemática que refuerza la falsa conciencia de la población.

Cierto que IU y Podemos son de largo las organizaciones que menos mienten (apenas lo hacen de manera activa), pero mienten por inacción, al callar muchas de las cosas que deberían estar diciendo.

El patético esfuerzo de Unidas Podemos por lograr un gobierno de coalición

1. Llegamos así a la situación política presente, a eso que muchos han llamado la gran ocasión de conseguir un gobierno progresista que venga a solucionar los problemas de la gente.

Decir esto ya revela que se acepta la semántica del sistema. Pues ¿qué es solucionar los problemas de la gente? Para solucionarlos hay primero que identificarlos, cosa que nadie hace en IU y en Podemos a un nivel que no sea superficial.

Se supone que solucionar los problemas de la gente consiste en aumentar de manera ridícula el salario mínimo, aumentar de manera ridícula la levísima carga impositiva de los más ricos, hacer algún cambio ridículo en el sistema educativo, poner algún freno a la subida especulativa de los alquileres como si eso solucionara el problema de la vivienda de las clases populares, tratar de asegurar la persistencia de las pensiones públicas, casi todas ellas miserables, eliminar los aspectos más lesivos de las reformas laborales del PP y del PSOE, dotar presupuestariamente algunas políticas sociales, etc.

No estoy discutiendo la utilidad relativa de esas políticas, sino negando que esos poquitos resuelvan los problemas de la gente. Sería más honrado decir: “Como no podemos resolver los grandes problemas de la gente, porque no se nos permite hacerlo, nos dedicamos a resolver algunos problemas menores.”

Pero en lugar de decir esto y explicar a la población cuáles son sus problemas más graves, y los de sus hijos, y por qué no se pueden solucionar dentro de este Sistema, UP proclama que un gobierno de coalición con el PSOE es la gran ocasión.

2. Se defiende el gobierno de coalición apelando a la desconfianza de que el PSOE cumpla lo acordado en un pacto de legislatura si UP no está en el gobierno para controlar ese cumplimiento, desconfianza sin duda razonable.

Mientras Pablo Iglesias da la impresión de que, equivocado o no, es persona honesta, Pedro Sánchez ha ido dando pruebas de personaje oscuro, artero y carente de empatía, sólo animado por un deseo irrefrenable de poder político (baste recordar sus heroicidades para reconquistarlo, que ya sabemos que no hizo en defensa de valores y principios, sino en defensa propia) y por tanto muy controlable por el poder económico. Lo último que quiere es un gobierno de coalición con UP que le impida manos libres para pactar con la derecha y asegurarse la tranquilidad frente al temible poder económico. Esto lo sabe todo el mundo bien informado y lo ha confesado él mismo al decir que no podría dormir si tuviera a gente de Unidas Podemos en el gobierno. Por ello, aunque simulaba negociar, ya en agosto había anticipado al presidente de la CEOE que habría elecciones, de las que espera que el PSOE quede más fuerte, y más débiles UP y Ciudadanos.

Con tal socio un gobierno de coalición no podría durar, salvo que UP, para evitar a cada paso la crisis de la gran ocasión, renunciara a la crítica y se amarrara a la mentira sistemática que practica el PSOE.

El hecho de que quienes deciden en UP no hayan tomado esto en cuenta es síntoma de que están perdidos en los vericuetos de la derecha socialdemócrata e insensibles a las variables ideológicas.

La actitud razonable hubiera sido apoyar la investidura del PSOE sin exigir a cambio nada que pueda disminuir la libertad para una actividad educadora de la gente engañada (una actividad, por tanto, antisistema). Pero el electoralismo está tan interiorizado en los aparatos partidarios, en los militantes y en los votantes que el único resultado satisfactorio es para ellos el éxito electoral y la conquista de poder político. ¿Para qué?, habría que preguntarles. ¿Hasta dónde se puede llegar por ese camino sin el apoyo de una población dispuesta a ir más allá de las conquistas socialdemócratas hoy rebajadas? Basta mirar a los bandazos de la población de Brasil, Argentina, Ecuador y ahora de Bolivia, donde, tras más de diez años de políticas a favor de la gente, Evo Morales ha pasado de más de un cincuenta por ciento de apoyo popular al treinta y tantos que le dan algunas encuestas y que pone en riesgo su reelección el próximo octubre.

2. Todo esto nos advierte de la necesidad de una izquierda que en España no existe y que es imprescindible para los intereses progresistas. Una izquierda que integre a IU y a la parte anticapitalista de Podemos y que, tras soltar el lastre socialdemócrata (buena ocasión para ello la que Errejón ofrece), desprecie el electoralismo de los partidos prosistema y se atreva a llamar al pan pan y al vino vino. Que sea reconocible por el trabajo incesante y bien orientado en el tejido social, único del que se pueden esperar beneficios a largo plazo para la mayoría de la población y al que debe supeditarse la (también necesaria) actividad en campañas electorales y en las instituciones.

No vale criticar a la casta política si al mismo tiempo no se critica al sistema que la crea y que se sirve de ella. Sin romper con el sistema (y ni la IU heredera del eurocomunismo ni Podemos han roto con él) a lo más a que se puede llegar es a recoger algunas migajas del banquete y contentar con ellas a un pueblo que seguirá siendo explotado, dominado y educado en el individualismo egoísta y en la ignorancia. ¡Pues qué bien! ¡Adelante tras el líder carismático en el propósito erróneo! Adelante con los que piensan que el valor de una izquierda sin poder político es meramente testimonial. No ven más allá de lo que tienen ante los ojos.

Para no insistir me remito a lo dicho en Sobre el fracaso de Podemos en las elecciones y en Refundar Podemos ¿En qué dirección?

Si quiere hacer algún comentario, observación o pregunta puede ponerse en contacto conmigo en el siguiente correo:

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