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LA UNIDAD DE LA IZQUIERDA Y OTRAS CUESTIONES (15 de junio de 2015)

Las últimas elecciones y las negociaciones entre partidos para establecer mayorías vienen dando mucho que hablar. Se me ocurren estos comentarios:

El electorado no puede enviar mensajes


Es un lugar común, falso, que el electorado ha decidido esto o aquello, que ha enviado este o aquel mensaje. El electorado no es un sujeto que tome decisiones o se comunique con la clase política. Es un mero conjunto de votantes y cada votante sólo decide una cosa, el sentido de su voto. Quien vota a un partido carece de idea acerca del resultado final y por lo general lo que desea es que su partido consiga el mejor resultado, la mayoría absoluta si es posible. De manera que es falso que la sociedad haya decidido el fin de las mayorías absolutas o una política de pactos. Eso ha sido el resultado de voluntades que en su mayoría no querían eso, sino un resultado diferente. Lo que sí es cierto es que muchos votantes han abandonado al PP y al PSOE y han optado por partidos nuevos, y esto ha de tomarse no como un mensaje, sino como un hecho interpretable. El supuesto mensaje lo fabrica cada político al analizar los resultados.
Por lo demás utilizar, como hace un editorial de El País, la frase “aspiraciones expresadas por la sociedad” no deja de ser un camelo. Algunos parecen creer que las sociedades (por ejemplo, la griega, la española, la europea) son, al igual que los electorados, entidades unitarias, sujetos de gran formato. Se intenta así, por ejemplo, contraponer Grecia a Europa, como si hubiera un conflicto entre esas dos entidades, una insensata, Grecia, y otra razonable, Europa. En realidad negocian por una parte no Grecia, sino un gobierno griego que trata de recuperar la dignidad del país y salir del desastre social a que lo han llevado los sinvergüenzas de dentro y de fuera, y por otra parte no Europa, sino las instituciones europeas y mundiales controladas por la derecha neoliberal.

Una sociedad elitista no es un sujeto, sino un campo de batalla. Poco tienen que ver las aspiraciones de un votante de derechas con las de un votante de izquierdas, salvo que son contrarias. Mayor desigualdad significa mayor beneficio para los menos, mayor perjuicio para los más, y son los menos, no los más, quienes deciden. Por eso la desigualdad aumenta.

Primer efecto interesante


La irrupción de Podemos ya ha tenido un efecto: el corrimiento de otros partidos hacia la izquierda. Ha conseguido que el PSOE recuerde que es socialdemócrata (lo olvidó muy pronto), y que IU recuerde que lleva dentro un partido comunista (durante muchos años ha ocultado o disimulado el anticapitalismo como si fuera un secreto de familia vergonzoso).

Esperemos que lo ocurrido en Grecia y España tenga también alguna influencia en las dormidas poblaciones y en las socialdemocracias europeas, claramente derechizadas.

Podemos no gusta a la gente del dinero


La gente del dinero (oigan a representantes de la banca) está alarmada por el éxito de Podemos y sobre todo por lo que ese éxito pueda dar de sí más adelante, que más adelante hay más, relacionado ya con el Parlamento y el gobierno de la nación. Si se hiciera caso a algunos representantes políticos del dinero resultaría que Podemos tiene dentro las maldades del estalinismo, del nazismo e incluso del Estado Islámico, y además poderes inconmensurables, tanto como para acabar con la democracia europea. Altos dirigentes del PP ya han hecho saber al PSOE que pactar con Podemos es un signo de radicalismo inaceptable, una traición al sistema que nos hemos dado los españoles. Hasta la derecha venezolana se toma la molestia de advertirnos del gran riesgo que corremos.

Claro que así hacen un favor a Podemos, porque dejan claro que, hoy por hoy (mañana ya se verá), votar a ese partido es lo correcto si no se quiere ser cómplice del estropicio que los viejos partidos han ocasionado.
Dicen algunos, en réplica a los dirigentes del PP, que lo que de verdad daña a la democracia es la corrupción. Pero habría que matizar: la corrupción daña a la democracia si esta existe. Lo que no existe no puede ser dañado. Y resulta que los dos grandes partidos han venido impidiendo la democracia al legislar y gobernar sometidos al poder económico y a su servicio.

Desde su punto de vista tienen razón cuando nos dicen ahora que Podemos, que no está controlado por el poder económico, es un peligro para la democracia. Para su “democracia”. Felipe González no quiere ni espera que se cambie el régimen por una aventura alternativa. Llama régimen a un tinglado político diseñado para legislar y actuar al servicio del capital, y a salir de ese régimen lo llama aventura (en sentido peyorativo).

Al mismo tiempo se dice que todos son iguales


Pero por otra parte, cuando conviene, se afirma lo contrario: en tertulias y análisis de periodistas y especialistas se ha venido llegando a la conclusión de que Podemos es como los viejos partidos y actúa igual que ellos. Por ejemplo: Pablo Iglesias se ha reunido con Pedro Sánchez en un reservado de un hotel. Escándalo. ¿Acaso no condenaba Iglesias la política que se hace en reservados? Así funciona la cabeza de esta gente. Toman una frase al pie de la letra y de ahí derivan un mundo. Ninguna política ha hecho todavía Podemos en ningún reservado. Es que todavía no ha hecho ninguna política. Vuelvo a decir: esperemos para criticar a que haya motivo. Y no son todos iguales. Si lo fueran, los del dinero no estarían alarmados. A los del dinero para nada les alarman los viejos partidos y, claro está, tampoco, o menos, Ciudadanos.
Lo que ha de distinguir a la nueva de la vieja política no es si unos y otros se reúnen aquí o allí, si hablan con estos o con aquellos, si cambian cromos o hacen estos o aquellos pactos, sino cómo legislan por relación con el reparto de la riqueza. ¿Legislan al dictado del capital? Vieja política. ¿Legislan al servicio de la mayoría? Nueva política. Esperemos a ver.

¿Partidos o movimientos sociales?


A Manuela Carmena no le gustan los líderes, pero, mal que le pese, ella es una líder. Alguien es líder porque los demás lo deciden. La cuestión es cómo se ejerce el liderazgo, si como autócrata o como ciudadano que atrae y arrastra por la verdad de sus ideas y la ética de su comportamiento.

Carmena cree que un gran error del movimiento 15M es que haya decidido consolidarse en un partido. Ella aboga por la forma de movimiento-partido con menos estructura vertical y pegada a la calle y a los movimientos sociales.

La forma de actuar de los viejos partidos no es aceptable, y sin embargo algún tipo de organización deben darse los movimientos sociales si quieren tener efecto duradero. La tendencia anarquista es muy tentadora, pero sólo podrá tener éxito cuando la población sea muy distinta a la de hoy. Por eso es compatible desestimar el comportamiento de los partidos tradicionales y crear uno con la determinación de que no caiga en los vicios de ellos.

Esto requiere, a mi juicio, dos condiciones básicas a las que me he referido en otras ocasiones: por una parte mantener activa la conexión con los movimientos sociales de los que ha surgido el partido, de manera que esos movimientos controlen la actividad partidaria, puedan en todo momento revocar los cargos en las instituciones, decidan la línea política y apoyen su ejecución con toda la fuerza que sin duda será necesaria. Por otra parte, que el paso por los cargos sea temporal. Ya sabemos que si un líder tiene un gran tirón electoral puede ceder a la tentación de decir “yo o el fracaso”, y convertirse en líder carismático por encima del partido, poniéndolo al servicio de sus ideas o caprichos. Es lo que hicieron González, Aznar y Zapatero. En un partido dependiente de un movimiento social esta deriva es más difícil. Pero podría ocurrir que entre la gente de ese movimiento resultara demasiado atractiva la idea de ganar elecciones, y que entonces no tuviera inconveniente en soportar un líder autócrata con tal de que su gran tirón electoral mantuviera al partido en el poder. He aquí el peligro más grande, algo a evitar incluso a costa de perder votos y poder.

En cualquier caso conviene recordar que la influencia sobre los electores se puede ejercer aunque no se tenga cargo alguno. Monedero ha renunciado a su cargo y sigue trabajando para Podemos y puede participar en campañas electorales. De manera que disponer de normas que impidan que alguien se perpetúe en cargos (ahora uno, luego otro, etc.) no es dilapidar ningún activo, al contrario, es aumentarlo con una buena práctica que, a la larga, será recompensada.

La unidad de la izquierda


Podemos ha tenido mejores resultados, con gran diferencia, donde no ha ido con su nombre, sino integrado en agrupaciones electorales de izquierda.


¿Avala este hecho la estrategia de que ese partido vaya a las elecciones generales integrado en agrupaciones electorales frente a la estrategia de que vaya con su propio nombre? Apoyándose en un acuerdo tomado antes de las últimas elecciones la dirección advierte a Izquierda Unida de que irá a las generales con su nombre y logo, y que descarta todo proyecto de convergencia que suponga una disolución de sus siglas o un giro en su “hoja de ruta”. Sergio Pascual ha usado en esa advertencia la expresión “con total rotundidad”, desagradable y propia de otra clase de gente. Supeditar el proceso de confluencia a que los electores encuentren la papeleta y el logo de Podemos en los colegios electorales parece conceder al partido una sacralidad inútil. Exigir a otros que, si quieren la unidad de la izquierda, salgan de sus partidos y se presenten a las primarias de Podemos, equivale a boicotear con mal estilo la unidad de la izquierda que tanta gente desea. Parece más sensata la actitud de IU, dispuesta a renunciar a sus siglas en las papeletas en beneficio de esa unidad, actitud compartida por un importante grupo de dirigentes de Podemos que ha firmado un manifiesto en ese sentido.

Este es un asunto importante, por sí mismo pero sobre todo como síntoma, y merece una reflexión colectiva y una nueva toma de decisiones a la vista de los hechos sobrevenidos.

Los partidos deben tener carácter instrumental y por ello no debería ser importante si se conservan o no siglas y logos, o bajo qué nombre se presenta cada organización. Lo cierto es que, si se tiene en cuenta que unida toda la izquierda puede ganar las elecciones y que en otro caso se perderán muchos miles de votos (dado un sistema electoral ideado para primar escandalosamente a los dos primeros), sobran los partidismos y los personalismos. ¿Es irrenunciable que pertenezca a Podemos el candidato de izquierdas a presidente de gobierno? Lo que interesa es que sea persona competente y comprometida con los valores y propósitos de la izquierda. Y sería un detalle coherente con esos valores y propósitos ceder esa candidatura, si mereciera la pena, pudiendo ostentarla.

Si quiere hacer algún comentario, observación o pregunta puede ponerse en contacto conmigo en el siguiente correo:

info@jmchamorro.es