No me refiero a esas imágenes de abrumadora felicidad navideña, preámbulo para pedir que compres algo, sino a cosas que he leído en los últimos días.
El vicio de teorizar sin definir
Voy a hablar de los litigios entre Podemos y Sumar y también del feminismo de izquierdas, y por ello, para evitar malentendidos, repito con qué criterio distingo entre derecha e izquierda. Salvo que pensemos que es de izquierdas el que dice serlo, tendremos que establecer algún criterio objetivo que justifique la clasificación.
El criterio que me parece intelectualmente rentable es éste: son izquierda quienes propugnan un cambio de capitalismo por socialismo, y son derecha quienes defienden el capitalismo y se oponen a ese cambio.
Este criterio no es baladí, dado que el capitalismo es un sistema criminal tanto en su versión neoliberal como en la socialdemócrata. Y digo criminal no en sentido figurado, sino literal, porque es causa necesaria de mucha ignorancia, mucha pobreza, mucho sufrimiento y muchas muertes que serían evitables. Es responsable además de un falso “desarrollo” que consiste en producir mucho más de lo necesario, inducir a un consumo irresponsable y agredir así al medio ambiente de manera tal vez irreversible. Que se esté a favor o en contra de este sistema tiene por tanto una influencia política decisiva.
Si se sigue este criterio hemos de concluir que en España tenemos una derecha partidaria de un capitalismo más o menos socialdemócrata (PSOE, Sumar, Podemos, IU) y una extrema derecha de capitalismo neoliberal (PP y Vox).
El drama de la llamada izquierda alternativa
Los líderes de Podemos, no muy sobrados de teoría, llegaron a la conclusión de que, si la izquierda no consigue poder en las instituciones, queda condenada a ofrecer consejos desde atalayas morales, a ser un “pitufo gruñón” o un “Pepito Grillo” inefectivo. Para conseguir ese poder creyeron que bastaba presentarse como enemigos de la casta política. Ellos eran otra cosa. Consiguieron un éxito fulgurante, pero por su electoralismo y la inmadurez y afán de poder de sus líderes han dilapidado toda la confianza que en ellos depositó inicialmente una gran parte de la población. Les ha perjudicado su falta de ideas, un sentimiento de superioridad moral con menosprecio de quienes disintieran de sus opiniones y el olvido del funcionamiento democrático interno. Los que empezaron abominando de “la casta” terminaron en casta, algo inevitable una vez que redujeron su actividad a la lucha por el poder.
Pablo Iglesias decidió nombrar sucesora a Yolanda Díaz sin contar con las bases y luego se dedicó a criticarla cuando vio que no era manejable. De mala gana Podemos se integró en Sumar, sólo porque temía una debacle electoral si iba por libre. A la hora del reparto de cargos Belarra y los suyos han estado luchando para que fuera ministra Irene Montero, a la que consideran una especie de Juana de Arco, pero ni el PSOE ni Sumar la han querido tener en el gobierno, y no porque sea demasiado de izquierdas, sino por su incapacidad para reconocer errores, su fanatismo y su intransigencia. Resignados a quedarse sin ministerios, los de Podemos han luchado luego por portavocías, todo en vano porque Yolanda Díaz se ha empeñado en dejarlos fuera de juego. La gota que colmó el vaso, dicen los de Podemos, fue la negativa de Sumar a que pudiera intervenir Belarra en el debate sobre la situación de Palestina.
Pero resulta que ahora, una vez que han decidido salir de Sumar e ir al grupo mixto, ven su situación como “un alivio”. “Ahora podemos hacer política”, afirman.
La pregunta es obvia: si estar en el gobierno (sea directamente, sea a través de Sumar) impide hacer política ¿por qué entraron en el gobierno en la anterior legislatura? ¿Y por qué se han empeñado ahora con tanto ahínco en entrar de nuevo?
Una vez que no lo han conseguido acaban de descubrir que una de las principales tareas de Podemos es que el PSOE no vuelva al bipartidismo, y para ello quieren convertir el Parlamento en el lugar donde, de verdad, se evalúe al Gobierno. Pero para evaluar con solvencia a un gobierno hay que tener una tabla de valores integrada en un proyecto de sociedad. ¿Tiene Podemos algo que se parezca a eso? No. Desde el grupo mixto oiremos a Podemos hablar más claro respecto a la política de Sánchez con Marruecos y los saharauis, le oiremos exigir la ruptura de relaciones con Israel, pero no le oiremos la crítica que nunca ha hecho al sistema capitalista, ni al papel que juegan en la defensa de ese sistema los conflictos sangrientos que Estados Unidos y la UE provocan y amparan.
¿Qué decir de Sumar? Que es un Podemos a la baja. Si Podemos pudo hacer muy poco desde el anterior gobierno, Sumar podrá hacer aún menos y a cambio estará muy empeñado en cambiar las verdades incómodas por sonrisas complacientes.
Feminismo
Aunque sólo he leído tres o cuatro artículos suyos, me alivia citar otra vez a una feminista radical que, en términos que me parecen razonables, ha escrito sobre el papel antifeminista de Irene Montero y se ha referido también a dos efectos de machismo a los que llama, con razón, el elefante en el salón: los zapatos de tacón y las uñas.
Tengo que reconocer que no sé mucho del feminismo radical, salvo que sus inspiradoras, Kate Millett y Shulamith Firestone, acuñaron en el espacio teórico del marxismo y el psicoanálisis conceptos muy utilizados luego, como patriarcado, género y casta sexual.
Por mi parte prefiero distinguir entre feminismo de derechas y de izquierdas. El feminismo de derechas es mayoritario y pretende algo racional y justo: que las mujeres tengan los mismos derechos que los hombres y gocen de su misma seguridad. Ahora bien, dado que este feminismo acepta el sistema capitalista, su pretensión se traduce así: que las mujeres tengan el mismo derecho a ser explotadoras que los hombres y derecho a no ser más explotadas que los hombres. Pero aceptan que sean tan explotadas como los hombres. Tienen además el grave problema de que en la sociedad capitalista que aceptan es imposible atajar la violencia machista, porque sólo se dispone del arma punitiva, que es inefectiva. Cuando se apela a la educación se ignora que una adecuada educación es imposible en esta sociedad. Prueba de ello es que la violencia machista aumenta pese a todas las políticas con que se intenta reducirla.
En cambio el feminismo de izquierdas, tan minoritario o tan tímido que apenas se hace oír, pretende que ni mujeres ni hombres sean objeto de violencia o injusticia, y que puedan vivir en una sociedad en la que no haya explotados ni explotadores. Este feminismo puede compartir con el de derechas la oposición a la prostitución, a los vientres de alquiler y a la violencia machista en cualquiera de sus formas (también en la forma porno), pero con la ventaja de saber que sus objetivos son inalcanzables en una sociedad capitalista y que por ello tienen que ir ligados a los objetivos de la lucha de clases. Esto ya es mucho, es el punto de partida imprescindible.
Puesto que el feminismo de izquierdas puede coincidir con el radical en muchas cosas, la feminista radical Barbijaputa coincide en algunos puntos con lo que vengo defendiendo en este blog.
Por ejemplo, acusa a Irene Montero de haber llegado al ministerio con ignorancia y fanatismo, de no haber hecho nada para abolir la prostitución, ni para acabar con la compra de vientres de alquiler en el extranjero, y de haber hecho mucho para destruir el concepto de mujer con su ley Trans.
Sobre las uñas dice: “Si podemos hablar de la presión sobre nuestro cuerpo, el peso, las curvas, el pecho, la celulitis, el pelo, el vello, la dentadura, el tamaño de nuestra nariz… si hablamos de, y denunciamos incluso, cómo la industria pornográfica está presionando a muchas mujeres a operarse para “rejuvenecer” la vagina o blanquearse el ano, ¿por qué no estamos hablando del elefante en el salón? ¿No es obvio y alarmante que cada vez gastamos más dinero y tiempo que no tenemos en lucir uñas falsas, pegadas a nuestros dedos mediante técnicas que nos joden las manos? ¿No es importante que nuestras herramientas de trabajo, las manos, cada vez lucen uñas más largas, esmaltadas, con incrustación y dibujos imposibles que nos ralentizan, nos impiden realizar tareas simples como escribir de forma cómoda en el teclado de un ordenador? ¿No estamos viendo la forma en la que las mujeres empiezan a adecuar sus movimientos a unas muecas extrañas para conseguir rascarse el ojo sin saltárselo o abrir un paquete de patatas sin hacerse daño a ella o al paquete?”
Y añade: “El patriarcado, que todo lo absorbe, lo mastica y lo escupe en forma de regalo deseable, ha cogido el término “auto-cuidado” y lo ha comercializado. Por eso, pasar la mañana en un centro de estética poniéndote uñas falsas, pesadas y que, literalmente, te joden los dedos, es considerado como una mañana de “auto-cuidado”. Más bien, lo que ocurre después de una sesión de manicura y pedicura (que aquí también hay pasta, pero en su mayoría en verano, que es cuando la gente nos ve los pies) es que te quitas un ítem de la lista de la carga mental. El alivio que sentimos al “arreglarnos” las uñas es poder olvidarnos de una cosa que tenemos que hacer. Nos hemos dado 15 días de no mirarnos las manos y pensar: “madre mía, cómo tengo las manos, a ver si encuentro tiempo”. Y, eso, ese alivio, ese mirarnos el pegote puesto encima de nuestras uñas reales, eso se llama presión social para adherirse a los estándares de belleza que marca el sistema que nos jode la vida.”
También se refiere a los zapatos como símbolo de feminidad impuesto por el sistema. “Igual que los tacones. Hemos hablado tanto de los tacones, del elemento de tortura que significan para nosotras, que nos duelen, que nos joden los gemelos, que nos impiden huir, que es lo primero que nos quitamos al llegar a casa.”
Tacones, uñas y muchas otras cosas que lastran a la mujer están relacionadas con la mayor de las insidias machistas: el concepto de “bello sexo”. Me remito a lo que sobre este asunto dije aquí.
La masacre bíblica
Nuestros medios llaman guerra a la masacre de palestinos que está ejecutando Israel, masacre que está poniendo al Estado judío y al Occidente que lo apoya en su verdadero sitio.
Decía Miquel Ramos en Público de 6 de diciembre que “es imposible, o al menos eso queremos pensar, que la humanidad permanezca impasible ante tamaña ignominia, ante esta masacre televisada y la complicidad de nuestros gobiernos. Es insostenible ningún orden o equilibrio basado en la eterna impunidad de Israel y su habitual menosprecio a las mínimas reglas internacionales que se le exigen a otros bajo amenaza de guerra, bloqueo, sanción o invasión. El doble rasero de Occidente no puede estar más a la vista estos días, cuando todo lo que se pretendía vender sobre la necesidad de actuar en Ucrania, se esfuma o se alinea directamente con el agresor en el caso de Palestina. Esto no hace sino todavía más insostenible el proyecto sionista, mantenido casi en exclusiva por Occidente, pero inmerso en una eterna psicosis colectiva que, tras estos meses, será difícil de sanar.”
Entretanto la extrema derecha se rasga las vestiduras porque Pedro Sánchez se ha atrevido a un tímido desacuerdo con la actitud brutal israelí, e Israel llama enemigos de la paz a los que le reprochan la masacre sistemática a que se está dedicando.
Se ha intentado justificar este genocidio diciendo que Israel está luchando en defensa de los valores occidentales por el bien del mundo entero. Nos está librando a todos de una amenaza yihadista global. Pero todo el mundo sabe que en Gaza y Cisjordania la oposición de los palestinos a Israel no tiene otra causa que el permanente intento del sionismo de acabar con ellos.
El sionismo parte de la creencia de que Israel es el pueblo elegido por dios, al que entregó la tierra prometida, tierra que les pertenece por designio divino, no importa que esté habitada por otros. Destruir a los otros sin piedad es algo que se aprende leyendo la biblia. Sabemos que cuando el dios bíblico se enfurece produce genocidios indescriptibles (el diluvio universal, Sodoma y Gomorra, las plagas de Egipto) y su sadismo es tan grande que mata a todos los primogénitos egipcios sólo para demostrar que tiene más poder que las deidades egipcias. Pero a veces ordena que los crímenes los cometan otros, como cuando dice a Saúl: “Ve ahora, y ataca a Amalec, y destruye por completo todo lo que tiene, y no te apiades de él; antes bien, da muerte tanto a hombres como a mujeres, a niños como a niños de pecho, a bueyes como a ovejas, a camellos como a asnos.”
Así se comprende mejor lo que está ocurriendo en Gaza y Cisjordania. Se juntan el afán exterminador del dios de la biblia, ahora interpretado por los judíos, con los intereses geopolíticos estadounidenses.
El problema de los que mandan en el imperio capitalista es que no ven más allá del corto plazo. No se dan cuenta de que lo que hacen hoy les resuelve un problema que tienen hoy, pero les generará problemas mucho mayores en el futuro.
La amnistía
Estoy a favor de la ley de amnistía. Ya sé que Pedro Sánchez la ha propuesto porque no ha tenido más remedio y pese a que en el pasado afirmó que una ley de amnistía es contraria a la Constitución. Sé que en su programa electoral no iba esta ley, pero nada de esto me parece que tenga importancia en el simulacro de democracia en que vivimos. Que Pedro Sánchez haya dicho que la ley de amnistía es anticonstitucional no pasa de mera opinión. Hay expertos en derecho constitucional que dicen eso y otros que dicen lo contrario. El derecho es en gran parte asunto de interpretación, y en España de interpretación creativa. Cambiar de opinión según conviene es algo que hacen todos los políticos conocidos.
Estoy de acuerdo con esa ley porque creo que los independentistas catalanes no cometieron los delitos por los que fueron juzgados.
En 2006 el nuevo Estatuto de Cataluña fue aprobado por el Congreso de Diputados, luego por el Senado y finalmente por un referéndum en Cataluña con el apoyo del 72,9% de los votos. Pero el PP acudió a un Tribunal Constitucional mayoritariamente conservador que, tras tres años y medio de deliberaciones y por seis votos a cuatro, declaró inconstitucionales14 artículos, algunos de ellos vigentes en otros Estatutos de Autonomía.
En vista de ello el independentismo creció a impulsos de una justa indignación y exigió un referendum para que los catalanes manifestaran si querían o no la independencia. Dado que ese referendum se les negaba so pretexto de que era anticonstitucional (¡pues cambien la Constitución!), decidieron hacerlo por su cuenta y declararon una Cataluña independiente, declaración que no tenía efectos legales. Hicieron todo esto con un pacifismo encomiable, aparte algunos excesos individuales inevitables. Casi toda la violencia que hubo fue la que empleó la policía contra pacíficos e indefensos votantes.
Desde aquel momento hemos ido asistiendo a un caso del llamado lawfare, denunciado con todo detalle por juristas como Pérez Royo. Un juicio injusto, por un tribunal que no era el competente, que inventó hechos para adjudicar delitos y que terminó en condenas ejemplarizantes.
No veo mejor forma de reconducir los hechos a una situación razonable que la amnistía.
¿Un poder judicial independiente?
1. Oímos citar la división de poderes de Montesquieu como si fuera el axioma del que debe partir todo razonamiento sobre la democracia. Montesquieu trataba de combatir el despotismo a base de evitar que los poderes ejecutivo, legislativo y judicial cayeran en manos de una sola persona o Institución. Pero el despotismo es imposible en una sociedad realmente democrática. Por tanto algo falla cuando se liga democracia con división de poderes.
Para que haya verdadera democracia son necesarias dos condiciones: que la riqueza esté repartida con justicia (con la consecuencia de que nadie tenga riqueza para controlar la vida pública) y que la población haya recibido educación suficiente para saber de qué va.
Estas dos condiciones no se dan en los países occidentales y por tanto no hay democracia en ellos. Todos viven bajo dictaduras del capital disfrazadas.
Si se dieran esas dos condiciones no habría tres poderes, sino sólo uno, el ejercido por el pueblo, sea directamente (ahora que la tecnología lo hace posible y fácil), o a través de representantes elegidos. Este único poder legislaría, decidiría un programa político, nombraría y controlaría al gobierno encargado de realizarlo, y nombraría a los jueces y controlaría su comportamiento. Bien se ve que una verdadera democracia queda lejos del dichoso Montesquieu y de los simulacros occidentales.
2. De entre estos simulacros el caso español es especialmente grave, porque nuestra malhadada Transición fue un cambalache en el que se amnistiaron los crímenes del franquismo, se dejó intacto el poder franquista en la policía, el ejército, la judicatura, la economía y el alto funcionariado, y se restableció una monarquía con el franquista Juan Carlos como rey. En este cambalache participó el Partido Comunista, no sé si por ceguera de Carrillo y los suyos, por ambiciones personales o por ambas cosas. Y así fue como este partido, que antes era de izquierdas, se convirtió en el partido de derechas que es ahora.
Se nos dice que la correlación de fuerzas a la muerte de Franco no permitía otra salida, y es falso. El partido comunista no estaba obligado a legitimar aquella rendición sin condiciones al poder económico y político franquista. Pudo haber puesto condiciones: entre ellas depurar policía, ejército, judicatura y funcionariado, llevar ante la justicia a todos los que hubieran cometido crímenes políticos o se hubieran lucrado económicamente de ellos durante la dictadura y hacer un referendum sobre la monarquía. Por supuesto que estas condiciones no se habrían aceptado, pero el Partido Comunista hubiera quedado libre para denunciar a cada paso el régimen monárquico creado por aquella Transición. No habría sido cómplice de él.
De aquellos polvos vienen los actuales lodos.
3. La realidad es que los jueces de la dictadura franquista siguieron en sus puestos y han seguido controlando, por la vía de los tribunales de oposiciones, la incorporación de nuevos jueces, que no se eligen entre personas que hayan acreditado experiencia, buen juicio y honestidad, sino entre recién licenciados en Derecho que han aprendido de memorieta 320 temas para “cantarlos” bien, cinco en una prueba y cinco en otra, a un cuarto de hora como máximo por tema, lo que por sí solo garantiza en muchos de ellos un inevitable deterioro mental.
Este es el contexto en que se están discutiendo dos cuestiones relacionadas entre sí. Una es el citado lawfare (la intromisión de los jueces en la política), otra es la intromisión del poder político en los nombramientos de los puestos judiciales más influyentes.
Algunos jueces han puesto el grito en el cielo cuando se ha hablado de lawfare, como si les acabaran de ofender de forma insoportable. Y al mismo tiempo que se rasgaban las vestiduras no dejaban de practicar lawfare con declaraciones y manifestaciones políticas que extralimitaban sus competencias.
No es buena solución que los dos partidos políticos principales (PP y PSOE) se repartan los nombramientos clave de la judicatura, pero tampoco que los jueces, casi todos conservadores, nombren a los jueces y todo quede en manos de una judicatura de derechas que carece de la legitimidad que dan los votos.
¿Tiene esto remedio? Sólo relativo, pero para ello sería necesario depurar la judicatura española, cambiar el procedimiento de selección, eliminando la oposición y generalizando el llamado ‘cuarto turno’ (reservado para juristas de reconocida competencia con más de diez años de ejercicio profesional) y someter a cada juez a una evaluación continua. Algo por ahora imposible. En España cualquier camino que se elija será malo.
Entretanto los que se llaman constitucionalistas se han negado durante cinco años a renovar el Consejo General del Poder Judicial porque ahora tocaría mayoría “progre” y eso les haría al perder el control sobre los nombramientos que más les preocupan, de los que depende precisamente, por decir algo, que el juez competente no tenga idea de quien puede ser ese enigmático M.Rajoy.
Seguirá ocurriendo que los abogados defensores de una mujer maltratada ya saben, según el juez al que ha tocado el asunto, si se van a atender o no sus peticiones de medidas provisionales. ¿Cómo es posible que jueces de los que se conoce su misoginia no sean investigados y cesados en su puesto? ¿Cómo es posible que ciertos jueces den continuamente indicios de que están al servicio de un partido (el PP) o en contra de otro (Podemos) sin que se les investigue penalmente?
Pues eso.