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¿MANCHARSE LAS MANOS PARA SOLUCIONAR LOS PROBLEMAS DE LA GENTE?

En el ámbito de la llamada izquierda se utiliza con frecuencia un argumento a favor del electoralismo que se ha convertido en una matraca. Consiste en contraponer dos actitudes como si fueran las únicas posibles: o mancharse las manos para resolver los problemas de la gente o aislarse en la pureza doctrinal, no hacer nada y no resolver problema alguno.

¿De qué se está hablando? Con precisión de nada, pues no está claro que es la gente, cuáles son sus problemas, qué es mancharse las manos y que es vivir aislado en el castillo de marfil de los principios.

Por el contexto de uso podemos suponer que mancharse las manos es, por ejemplo, formar parte de un gobierno de coalición con el PSOE.

Con el término gente se hace referencia a la población del país, pero esa población no es uniforme ni tiene los mismos problemas. Incluso más, tiene problemas e intereses antagónicos.

Pero podemos aceptar que hay problemas muy generales que se pueden solucionar, o al menos aliviar, desde un gobierno. Por ejemplo, los que afectan a la mayoría de las mujeres: desigualdades persistentes en orden a salarios y promoción profesional, escasas ayudas por lo que concierne a las cargas derivadas del sexo biológico (regla, embarazos, partos, crianza, menopausia), etc. Estos problemas están en vías de solución no importa si gobierna la derecha o la izquierda, pues la solución no depende de que la izquierda se manche las manos, sino de la fuerza de los movimientos feministas. En cambio es más difícil eliminar la violencia machista, porque esto no depende tanto de leyes punitivas como de la educación. Y respecto a la educación ¿ha valido de algo mancharse las manos?

Hay luego grupos que viven en pobreza o pobreza extrema, parados, trabajadores pobres, inmigrantes. No pueden solucionarse sus problemas en esta sociedad, pero al menos son posibles leyes que alivien algo su situación (salario mínimo, condiciones de trabajo, despido, subsidios de paro, ingreso mínimo vital) y servicios de inspección para que esas leyes se cumplan. Es todo lo que se puede hacer por ellos desde un gobierno progresista.

Están luego los problemas de la sanidad, la educación, la vivienda, el futuro de las pensiones, el futuro de los jóvenes, que pueden empeorar si gobierna la derecha y pueden mejorar algo si gobierna la izquierda, pero que no admiten una buena solución en nuestra sociedad por mucho que políticos de izquierda se manchen las manos. A lo más a que se puede llegar es a paliarlos con medidas políticas muy tímidas.

Aceptemos que la presencia de UP en el gobierno de coalición ha presionado al PSOE para adoptar medidas que no hubiera adoptado por sí solo: subida (aunque insuficiente) del salario mínimo y mejora de las condiciones laborales, pero sin la necesaria inspección para evitar incumplimientos, ley del “sólo el sí es sí”, que era necesaria, pero que el PSOE ha modificado pactando con el PP,  ley sobre las pensiones, que parece buena pero sólo porque la alternativa era peor, una ley de la vivienda que según expertos tiene agujeros que la pueden convertir en inefectiva y una ley trans que no sólo defiende los derechos de las personas trans (lo cual es de justicia), sino que se lanza a establecer realidades ontológicas en desacuerdo con la biología y que ha ocasionado una gran brecha en el movimiento feminista. No se ha derogado aún la ley mordaza, no se creó una banca pública cuando hubo ocasión, no se ha creado una empresa pública de energía.

¿Se puede conseguir más sin mancharse las manos?

Creo que UP podría haber conseguido beneficios mayores mediante un pacto de legislatura detallado (con proyectos de leyes y fechas), que le habría dado más capacidad de presión sobre el PSOE mediante la amenaza de retirar el apoyo parlamentario. Y ello sin la pérdida de libertad que se sigue de la pertenencia al gobierno.

Los enormes esfuerzos a que UP se ha sometido por su ocupación de ministerios habrían quedado disponibles para otras tareas fuera de las instituciones. Claro está, UP habría perdido los muchos cargos que consiguió.

Problemas primarios

Los “problemas de la gente” antes mencionados son derivados. El gran problema colectivo es que el poder de gobiernos y parlamentos poco puede contra el verdadero Poder, que controla entidades financieras, medios de comunicación, redes sociales, partidos políticos e instituciones económicas, políticas y judiciales.

Éste es el panorama de cualquier gobierno en una sociedad capitalista.

Una cosa es hacer algo por los más necesitados y otra muy diferente resolver los problemas de la gente. Lo primero es posible porque al mismo poder le interesa, y por eso lo puede realizar tanto un gobierno socialdemócrata como uno de derechas si cree que le conviene. No hay más que ver el giro que está dando Joe Biden en EE UU. Lo segundo no.

Por tanto si nos proponemos resolver los problemas de la gente tenemos antes que apartar el obstáculo, es decir, resolver el problema primario, que es el sistema capitalista.

Pero abramos los ojos. Para que no sea el capital el que gobierna, un paso previo es que no sean posibles las acumulaciones de capital que dan a una minoría el poder real en la sombra (y a los gobernantes y legisladores sólo un poder vicario). Y para esto es necesario un sistema fiscal que ponga un límite razonable a la riqueza privada.

Requiere también que la población reciba una educación que la dote de empatía y de conocimientos suficientes acerca de los procesos sociales y políticos. Y para esto es necesario:

-Que se ponga en marcha un sistema educativo igual para todos y muy diferente al que existe en los países capitalistas (por supuesto, mucho más caro).

-Que medios de comunicación y redes sociales (que son una antiescuela mucho más poderosa que la escuela) sean de propiedad pública y controlados democráticamente.

¿Son posibles estas condiciones?

Lo serían, aunque no a corto plazo, si hubiera mayorías sociales que se propusieran de verdad ir cambiando las cosas, es decir, si la mayoría de la población se uniera con determinación en un propósito de cambio. En otro caso no son posibles.

Nuestra sociedad (aún más que otras europeas) acumula tanta ignorancia política que es fácilmente manipulable (y no tanto por las noticias falsas como por los medios que se consideran respetables), de manera que cualquier intento de cambio no va a tener suficiente apoyo popular cuando el poder económico pase a la contraofensiva. Incluso aunque los partidos que se sitúan a la izquierda del PSOE obtuvieran mayoría absoluta, el verdadero Poder sabría cómo atarlos de pies y manos. Ya lo vimos en la España republicana, en Chile, Argentina, Brasil y Grecia. Y cuando eso ocurre la mayoría de los votantes de izquierda se resignan y los votantes de derecha se crecen.

Puesto que no se dan las condiciones necesarias, no es posible resolver los problemas de la gente, así que mejor será que los que se consideran teóricos y políticos de izquierda olviden esa monserga.

El electoralismo de la izquierda

Lo mucho que hoy se puede leer y oír en los medios sobre la política nacional consiste en diferentes variaciones sobre un monotema. El monotema son las próximas elecciones autonómiccas y locales, y las elecciones generales. Las variaciones son la unión o desunión de la izquierda, los posibles pactos, las encuestas, el peligro de la extrema derecha, los culpables de la desunión, las palabras de Yolanda, las palabras de Pablo.

A esto es a lo que vengo llamando electoralismo, que no consiste en acudir a las elecciones, sino en la forma en que se conciben las elecciones y sus efectos institucionales.

Hay dos formas posibles de acudir a las elecciones, una para blanquearlas como si fueran certificado de democracia, y otra para denunciar hasta qué punto son un mero disfraz.

Los partidos procapitalistas han sido diseñados y son financiados para la primera forma, los partidos anticapitalistas deberían elegir la segunda. Pero desde los tiempos de la transición la izquierda ha elegido el primer camino y nunca se ha atrevido al segundo.

El electoralismo de la izquierda consiste en centrar su tarea en ganar elecciones bajo la idea errónea de que desde el poder político se puede llegar al socialismo. Esto supone aceptar la ideología conservadora sobre la democracia e infligir un daño irreparable a la ideología de izquierdas. Es, en suma, un escandaloso blanqueo del capitalismo, sus crímenes y sus disparates. ¿A cambio de qué?

Si el PCE no hubiera estado dirigido en los años 70 por oportunistas (Carrillo, Tamames, que de comunistas tenían poco) nunca hubieran cooperado a aquella inicua transición de las que tantos males se han seguido. Con el argumento de que eso era bueno para resolver problemas de la gente, el PCE se manchó las manos y abandonó ideas básicas, en especial la idea marxista de que las democracias burguesas son democracias formales. Aceptaron esta “democracia” como si fuera real, aceptaron el silencio sobre el pasado, dejaron que los franquistas mantuvieran su poder económico y su control de las instituciones del Estado. Puesto que los dirigentes eran oportunistas esperaban beneficios personales, pero ya vemos que los problemas de la gente no se resolvieron y que el Partido Comunista inició el camino de su progresivo hundimiento. Hoy sus miembros ni siquiera se atreven a declararse comunistas, o a contradecir a Ayuso cuando dice “comunismo o libertad”. Camuflados andan bajo las siglas de Izquierda Unida y silenciosos, como si no tuvieran nada que decir sobre todo lo que va ocurriendo en España y en el mundo.

Las formas de administrar el resultado electoral

El modo electoralista consiste en administrar los puestos de poder o influencia institucional conseguidos, repartiéndolos entre los fieles a la cúpula dirigente, que acaban convertidos en políticos profesionales de por vida. Todo para terminar comprobando que el Poder está en otra parte y que el papel del partido de izquierdas electoralista se limita a servir al Poder desde los cargos vicarios institucionales. ¡Pero qué agradable parece resultarles mantener o aumentar esos cargos!

Otra forma sería utilizar los puestos conseguidos al servicio de la tarea principal, la integración y el trabajo en la sociedad con el fin de aproximarse, aunque sea a largo plazo, a la condición necesaria para un cambio real: ir sacando a la mayoría de su “falsa conciencia”, transformación ideológica sin la que los objetivos de la izquierda no son posibles.

El triste espectáculo de la supuesta izquierda desunida

Quienes dicen que la izquierda debe unirse se refieren a los partidos que están a la izquierda del PSOE. Pero a la izquierda del PSOE encontramos partidos socialdemócratas y algún partido anticapitalista, y poco tienen que ver unos con otros. Incluso podemos discutir si los partidos socialdemócratas son partidos de izquierda.

Por otra parte cuando se dice que esa unión es necesaria para que no llegue al poder la extrema derecha ya se está haciendo una declaración de principios electoralistas. Tampoco debe ser finalidad de la unión de la izquierda que Yolanda Díaz sea jefa de Gobierno.

El proceso electoralista iniciado por Sumar está dando de sí lo que cabía esperar: mucha gente que suspira por la unidad y que se encuentra con dos facciones, la de Podemos y la de Sumar, enfrentadas por el reparto de influencia en la entidad que resulte. Personalismos, descalificaciones, oportunismos y ningún programa que valga la pena, que contemple el corto, el medio y el largo plazo a fin de conseguir lo fundamental: ir abriendo los ojos a la mayoría engañada, la que vota a una derecha y a una extrema derecha que la perjudican. Ello requiere mantener principios básicos y guiar la acción por una teoría solvente, no por oportunismos. ¿Qué es la transversalidad de que habló Errejón y ahora Díaz? Una estrategia para ganar votos de aquí y de allá a base de no hablar claro, de no decir nada que espante a posibles votantes. Y esto, que puede ser bueno para sus promotores si lo que buscan es convertirse en testaferros del Poder, es malo para la izquierda.

Siendo tan necesaria, ¿habrá algún día una organización de izquierdas en España que no naufrague en el electoralismo? He leído que Pablo Iglesias está saboteando el proyecto de Yolanda Díaz a riesgo de provocar una debacle de la izquierda en autonómicas y municipales, y después en las generales. ¿Una debacle de la izquierda? ¿De qué izquierda?

Sobre la que echo de menos me remito a lo dicho aquí.

Si quiere hacer algún comentario, observación o pregunta puede ponerse en contacto conmigo en el siguiente correo:

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