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LA INFANTA, EL REY Y LA HIPOCRESÍA OFICIAL (19 de febrero de 2014)

La pobre mujer no sabía de dónde le venía el dinero, y debe ser inocente, porque a su favor se han movilizado el fiscal y unos técnicos de Hacienda que oportunamente fueron puestos ahí para que hicieran un informe contrario al que hicieron los técnicos que estaban ahí antes. En fin.

Pero no me quiero referir a este asunto judicial, del que poco queda por decir tras las infinitas noticias, comentarios, suposiciones, pronósticos, evaluaciones y otras figuras que los medios de comunicación han producido acerca del paseíllo de la infanta hacia el juzgado, si a pie o en coche, si pasando por el arco detector o eludiéndolo, con qué ropa, con qué saludos, con qué desmemoria, con qué tipo de sonrisa, si estudiada, si hay derecho a decir que estudiada, etc. Entretanto la realidad social ha seguido y sigue el camino trazado, amén.

Quiero decir que los medios de comunicación y los políticos han coincidido, como puestos de acuerdo, en comentar el caso omitiendo lo principal: su propio medio ambiente. El señor Urdangarín no hacía sus negocios por ser exjugador de balonmano, sino por ser yerno del rey.

Circulan por la Red noticias alarmantes acerca del comportamiento del rey durante el golpe de Estado de Tejero, noticias escandalosas acerca de su conducta con la reina, sobre sus amistades peligrosas y sus negocios y su fortuna. Recordemos que los amigos del rey no suelen ser intelectuales, ni hombres de ciencia, ni profesionales de clase media, ni mera buena gente sencilla, sino grandes ricachones y negociantes, y que algunos de ellos han terminado en la cárcel, como Javier de la Rosa, Mario Conde o José María Ruiz Mateos. También terminó en la cárcel Manuel Prado y Colón de Carvajal, que era quien se encargaba de los negocios privados del rey y al que por ello se apodaba Jefe de la Casa bis. Desde que cayó Prado, nadie sabe quién se encarga de la Casa bis ni cómo opera.

Mediante un pacto con los medios de comunicación se ha tratado de que todo esto no llegue a la población española, apelando a razones de Estado. El ministro de Asuntos Exteriores, García-Margallo, ha recordado que “la Corona es, en un momento de tensiones territoriales, el único clavo que sostiene las varillas del abanico”.

Esta ha sido la razón de que se haya intentado fabricar una imagen pública del rey (campechano, bonachón, héroe salvador de la democracia, familiar, excelente representante exterior de los intereses de España y de sus empresas) que poco tiene que ver con la realidad. Ya sabemos que cuando hay razones de Estado (y los dirigentes políticos interpretan esas razones a la carta) todo está permitido, incluso lo nefando, y por tanto es obligatoria la mentira y la hipocresía. De ahí que, habiendo razones de Estado por doquier, estemos sumidos en la Gran Mentira y la Gran Hipocresía, y que, por razones de Estado, se llame democracia a esas dos grandezas, que son las que encubren el reguero de arbitrariedades necesarias.

Contradiciendo la imagen inventada, ya dio muestras el rey de su carácter irascible y altanero cuando mandó callar a Chávez, por más que aquel gesto cayera bien a cierta gente y se le elogiara por la derecha fachosa. Pero han venido luego los escándalos de la cacería de elefantes, y de las amantes, y de las relaciones inexistentes con la reina y, como colofón apropiado, el asunto infanta-Urdangarín. No creo que ahora ya, destrozada la imagen que se inventó, sea el rey el único clavo que sostiene las varillas del abanico, porque entonces mejor cambiar de abanico. ¿Renunciará alguien a la separación de España sólo para seguir teniendo a este señor como jefe del Estado, o más bien perderlo de vista será un nuevo acicate para el separatismo?

Si las informaciones que circulan fueran ciertas ocurriría que la corrupción que en España se ha extendido como una metástasis está instalada en lo más alto de las instituciones. De manera que lo que deberíamos saber, para despejar toda duda, es qué hay de cierto y qué de falso en esas informaciones. ¿Es cierto que el patrimonio del rey llega a 1.800 millones de euros, como han afirmado Forbes y  la desaparecida Eurobusiness? ¿Es cierto que el Rey ha comprado en los últimos años, en España y fuera de nuestro país, inmuebles y valiosas obras de arte, además de haber invertido en bolsa importantes cantidades, y que tanto esas propiedades inmobiliarias como las cotizadas pinturas e inversiones financieras no figuran a su nombre? ¿Es cierto que ha recibido grandes cantidades de sus amigos ricachones españoles y extranjeros, y a cambio de qué?

The New York Times afirma que sigue siendo un secreto cómo don Juan Carlos ha amasado su considerable riqueza personal cuya cuantía es difícil conocer con exactitud porque, a diferencia de ministros, altos cargos y diputados, el jefe del Estado no está obligado a revelar su patrimonio. Dicho periódico ha resaltado que cuando el Rey aparece en listas de los personajes más ricos, siempre alcanza una cifra muy por encima de lo que cabría suponer habida cuenta de que sus bienes a la llegada al trono, tras la muerte del general Francisco Franco, equivalían a “prácticamente nada”, y que el presupuesto anual de la Casa Real (alrededor de 8 millones de euros) no da para ahorrar esa fortuna.

Siendo estos los antecedentes, ¿no es muy torpe que se quiera excluir a la familia real de la ley de transparencia? Da la impresión de que nuestros políticos piensan que si se la incluyera ocurriría una catástrofe (en el abanico). Por ello ya no vale que la Casa del Rey se niegue a desvelar la cuantía de la fortuna del monarca con el argumento de que su patrimonio personal es un asunto privado, porque esa actitud no hace sino confirmar las sospechas. Mientras no haya transparencia no cabe reprochar a nadie, por ejemplo, que sospeche que el rey estaba al tanto de los negocios de su yerno y que los apoyaba, directa o indirectamente, incluso más, que no podía repudiarlos puesto que eran del mismo tipo que los que se dice que ha venido haciendo él.

Por otra parte la negativa de la Casa del Rey entra en contradicción con el compromiso adquirido por don Juan Carlos con todos los ciudadanos en su discurso de nochebuena: “Asumo la obligación de ejemplaridad y transparencia que hoy reclama la sociedad”. ¡Qué manera tan sencilla tiene de demostrar que las informaciones sobre su fortuna son falsas, simplemente publicando los datos verdaderos!

Está claro que, si en este país hubiera una decencia mínima, el caso Infanta-Urdangarín debiera ser el caso “familia real” con el rey a la cabeza. Pero como esa decencia no existe, ya podemos predecir el final: Urdangarín cargará con sus culpas y las ajenas, como antes Colón de Carvajal por unas cosas y el general Armada por otras. Y aquí paz y después gloria. Razones de Estado.

Eluden el tema quienes siguen hablando de si la infanta dio 13 ó 14 pasos del coche al juzgado.

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