Se está hablando y escribiendo mucho estos días sobre asuntos que se presentan como importantes: Coldo, Ábalos, la entrada de Cerdán en la cárcel, la situación en el PSOE, el 5% del presupuesto en gasto militar, Pedro Sánchez plantando cara al matón mafioso o cediendo como los demás, que si eso le beneficia o le perjudica de cara a unas próximas elecciones, que a ver qué va a pasar, que si moción de censura o de confianza, que si elecciones anticipadas, que si viene la extrema derecha… Desde mi punto de vista, si se pretende analizar la actualidad política a un nivel más profundo que el usado por los llamados politólogos, los asuntos citados no tienen importancia salvo para pasar un rato de cotilleo político.
Hay que añadir que casi todos los comentaristas hablan como si los asuntos de España se pudieran resolver en España y como si el mundo occidental fuese “El Mundo”, descuido conceptual que invalida casi todo lo que dicen.
Entretanto se ha celebrado en Río de Janeiro una cumbre de los BRICS, organización que incluye como miembros de pleno derecho a Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, Arabia Saudí, Etiopía, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Indonesia e Irán, además de nueve países asociados: Bielorrusia, Bolivia, Cuba, Kazajistán, Malasia, Nigeria, Tailandia, Uganda y Uzbekistán.
El Sur Global, que se ve con fuerzas para irse desenganchando de Occidente y acercando sus políticas a Moscú y Pekín, alerta contra las medidas unilaterales de EEUU y reclama la reforma de la ONU, el FMI y el Banco Mundial, pero esto a nuestros comentaristas debe parecerles asunto menor. Tampoco veo que nuestros intelectuales, periodistas y tertulianos pongan su diario foco de atención sobre los principales problemas de nuestro mundo:
- La sumisión europea a los intereses de un imperio en caída libre.
- La mala calidad de la población fabricada por el capitalismo.
- La inexistencia de una izquierda anticapitalista eficiente.
LOS INTERESES GEOPOLÍTICOS DE UN IMPERIO EN DECLIVE
En el documento oficial de la OTAN publicado tras su última cumbre se acusa a China de “mantener ambiciones opacas y coercitivas que socavan el orden internacional basado en reglas” y de “expandir rápidamente sus capacidades nucleares y militares sin transparencia ni control externo”. Además se afirma que “la profundización de la asociación estratégica entre la República Popular China y Rusia va contra nuestros valores e intereses”.
De estas afirmaciones parece deducirse que Occidente actúa sin ambiciones opacas y coercitivas, que defiende un orden internacional basado en reglas y que mantiene sus capacidades nucleares y militares con transparencia y control externo. ¿Acaso se puede llamar “orden internacional basado en reglas” al orden que ha impuesto EE UU basado exclusivamente en sus intereses? ¿La capacidad nuclear israelí es un caso de transparencia y control externo? Nuestros representantes y dirigentes han de tener una cualidad para permanecer en sus cargos: cara de cemento.
Aumenta la perplejidad cuando nos hablan de “nuestros” valores e intereses, pues los verdaderos intereses de las poblaciones son ignorados por sus dirigentes, y “nuestros valores” supongo que son ésos que proclamamos cien veces e incumplimos otras tantas, ésos que, por ejemplo, inspiran la oposición de Occidente a medidas y políticas que pretenden, en defensa de la justicia económica global, limitar el poder corporativo y responder a las crisis actuales. Así se ha visto en la cuarta Conferencia Internacional sobre financiación del Desarrollo de la ONU realizada en Sevilla entre el 30 de junio y el 3 de julio. Estados Unidos no ha querido acudir y, de los asistentes, los países bloqueadores de las negociaciones han sido la Unión Europea, Reino Unido, Suiza y el grupo CANZ (Canadá, Australia y Nueva Zelanda), que se han opuesto a demandas justas y razonables, como la necesidad de crear un convenio-marco de Naciones Unidas vinculante sobre Deuda Soberana, y otro para la cooperación internacional al desarrollo; la necesidad de democratizar el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, dando voz y veto a los países del Sur Global; la necesidad de controlar los poderosos fondos de inversiones privados (como Blackrock, JP Morgan, etc.) y regular las agencias de rating (como Moody’s, Standard & Poor’s, Fitch Rating).
De hecho, el impacto destructivo de la política de Trump ya ha tenido reflejo en la disminución de sus presupuestos de ayuda al desarrollo en algunos países europeos: un 10% en Alemania, un 18,6% en Francia y un 6,5% en Reino Unido. La CONGDE (Coordinadora de las Organizaciones Gubernamentales para el Desarrollo) denuncia que más de 60 países se ven obligados a dedicar más dinero a pagar deuda que a proporcionar a su gente servicios básicos como agua potable, comida, educación y sanidad. Y que mientras los países ricos no aportan los 4 billones de dólares anuales que se necesitan para cumplir la Agenda 2030, es decir, para garantizar una vida digna a toda la población mundial, se calcula que hay 25 billones de dólares escondidos en paraísos fiscales, sin pagar impuestos y sin que los gobiernos hagan nada (lógico, porque están al servicio de los dueños de esos 25 billones).
En fin, todo según lo previsible. “Nuestros valores” quedan bien representados por Netanyahu proponiendo desde la Casa Blanca a Trump para el premio Nobel de la Paz mientras el secretario de Estado Marco Rubio impone sanciones a Francesca Albanese, relatora especial de la ONU sobre los derechos humanos en los Territorios Palestinos ocupados desde 1967. La acusa de «antisemitismo descarado» y de llevar a cabo una campaña contra Israel que ya no será tolerada, cuando la relatora de la ONU se ha limitado a informar sobre las heridas del colonialismo que aún supuran y a exponer las dinámicas de opresión y exterminio que Tel Aviv impone a los palestinos. Mientras Estados Unidos la sanciona, la mayoría de Estados miembros de la ONU votaron en abril a favor de renovar su mandato hasta 2028.
Estados Unidos contra el mundo, seguido por la pobre Europa, incapaz de rebelarse.
La causa de la decadencia y la imposibilidad de remedio
Nuestros dirigentes repiten que Rusia y China son nuestro enemigo, del que hemos de defendernos porque estamos en peligro. Claro que estamos en peligro, pero no porque Rusia y China estén ahí, sino porque nuestro sistema económico es insostenible y nuestras poblaciones inconscientes.
El polémico plan fiscal de Trump, que recorta impuestos a los ricos, suprime subsidios a las rentas bajas y recorta programas sociales, es presentado por el matón mafioso como un “gran y hermoso proyecto de ley” que va a impulsar a EEUU “como un cohete”. Tal vez sí, pero en dirección al desastre, que está garantizado haga lo que haga la administración americana.
Y es que el sistema capitalista, gobernado por la codicia de sus élites y la irracionalidad del mercado, no puede sobrevivir a la larga si tiene que competir con una economía como la china planificada y dirigida por el Estado (no olvidemos que, entre otras cosas, ha sacado en pocos decenios de la pobreza a más de 800 millones de personas y en poco tiempo se ha puesto a la cabeza del mundo en tecnología, por ejemplo en inteligencia artificial, supercomputación y fabricación avanzada de semiconductores). Es así de sencillo.
Una vez que han entrado en escena los BRIGS y ha emergido el llamado Sur Global, Estados Unidos no puede resolver al modo antiguo el problema de su deuda. Pero necesita endeudarse aún más para soportar su tremendo gasto militar, con más de 800 bases militares esparcidas por todo el mundo. Por eso Trump da palos de ciego a la desesperada y las élites que podrían pararle no tienen claro qué hacer.
Por ejemplo, Trump anuncia en las redes aranceles adicionales de un 10% a los países que se alineen con los BRICS y esa amenaza une más a esos países y deja en evidencia la forma de actuar de un emperador loco. Trump amenaza con aranceles del 50% a Brasil por estar juzgando a Bolsonaro por golpismo (lo que a su juicio es un malicioso ataque a la libertad electoral) y porque el Tribunal Supremo de Brasil ha amenazado a las plataformas de redes sociales estadounidenses con multas y la salida del mercado brasileño (lo que a su juicio es un ataque a los derechos fundamentales de libertad de expresión). Pero esto separa más a Brasil del mundo occidental y lo integra más firmemente en los BRICS.
Afortunadamente Estados Unidos no es ya dueño del mundo y, salvo una hecatombe (por ejemplo, una tercera guerra mundial), ni siquiera podrá mantenerse, haga lo que haga, como dueño del medio mundo en que vivimos. Va perdiendo poder y prestigio a marchas forzadas.
El ilustre intelectual Adam Przeworski, profesor de ciencia política en la Universidad de New York, se ve obligado a escribir lo siguiente sobre la situación americana (en Ctxt el pasado 6 de julio):
“Me sorprende la crueldad sin paliativos de este Gobierno. Los inmigrantes viven cada momento con miedo, no sólo a ser deportados, sino a ser enviados a El Salvador o Sudán. Los estudiantes extranjeros de buena fe, jóvenes a miles de kilómetros de sus padres, sienten pánico por sus contratos de alquiler, temen no poder volver si regresan a casa en verano; algunos no tienen adónde regresar debido a la represión en sus países de origen. Los niños estadounidenses se preguntan qué van a comer cuando ya no haya almuerzos escolares. Los discapacitados temen recortes en sus servicios y ayudas. Los empleados federales despedidos se pelean por encontrar trabajo. Los transexuales se encuentran sin lugar en una sociedad en la que no existen por decreto gubernamental. Ni siquiera se intenta que parezca legal […] el gobierno no se contiene. Lanza una acción ilegal tras otra, contra inmigrantes, contra bufetes de abogados, universidades, agencias gubernamentales, individuos”.
Pero el ingenuo Przeworski parece creer que este deterioro se debe a Trump. No entiende que Trump es un mero síntoma de la descomposición de la sociedad occidental y del inevitable desconcierto de sus élites.
POBLACIONES DE EXTREMA DERECHA
Vengo insistiendo en que la crítica más grande que se puede hacer al capitalismo es el tipo de población que fabrica (y que no puede dejar de fabricar). Por supuesto, el capitalismo es criticable por ser un sistema de explotación que aumenta la riqueza de unos pocos de manera obscena a costa del trabajo (y por tanto de los ingresos) de una mayoría. Pero lo peor no es que los explotadores vivan en la opulencia a costa de lo que van extrayendo del bolsillo de los demás. La consecuencia peor, de la que se habla menos, es que la minoría explotadora dispone de capital para controlar todos los procesos sociales, entre ellos los políticos (legislativos y ejecutivos) y los comunicativos. Lo cual tiene dos efectos:
Uno, que la democracia que tanto se proclama es ilusoria, un mero disfraz de la plutocracia real. Sabemos de sobra que los Parlamentos están incapacitados para legislar a favor de los pueblos, y lo sabemos porque de hecho nunca han intentado legislar de forma que incomode a los poderes económicos. Son rápidos para privatizar pero ponen pretextos para no actuar cuando es necesario nacionalizar sectores productivos o controlar el mercado.
El segundo efecto es que la gente tiene un diseño de fábrica que deja mucho que desear, pero que va muy bien al sistema. Es natural que la minoría rica, egoísta e insolidaria se oponga a cualquier cambio que disminuya sus privilegios, e incluso que, impulsada por una codicia suicida, busque aumentar la explotación hasta un punto que pone en peligro el sistema. Pero no es natural que la mayoría de la población secunde en su propio perjuicio los designios de esa minoría. Y sin embargo lo hace.
La mentira permanente que necesita el sistema sólo puede ser efectiva si se fabrica una población cuya mayoría ignorante cree lo que le dicen y no reacciona ante la injusticia. Esto se consigue neutralizando a la escuela pública (por ejemplo, prohibiendo como adoctrinamiento que en ella se enseñe la crítica marxista al capitalismo, mientras no se considera adoctrinamiento que se identifique cada día capitalismo con democracia y libertad). Tenemos así un sistema educativo sin capacidad para enfrentarse con éxito a las verdaderas agencias de socialización: publicidad, medios y redes sociales. Al control por el capital de estos espacios lo llaman “libertad de expresión”. El capital controla además cualquier conato de rebeldía, haciendo saber que el que pase cierta raya roja será destruido de una forma u otra. Ello explica que una mayoría de la población adquiera rasgos que favorecen su propia explotación. Los jóvenes comienzan adheridos a la falsa promesa de que pueden subir alto si se esfuerzan y tienen suerte, y acaban cayendo en la frustración, el resentimiento y la tendencia al odio. La derecha es muy activa y dispone de innumerables medios para canalizar ese odio contra personas, ideas y cosas respetables: palestinos, homosexuales, feministas, “progres” (a los que descalifican llamándoles comunistas, con lo lejos que están de serlo, pero es que para los de extrema derecha “comunista” no es el nombre de algo, sino el peor de los insultos).
De ahí que no esté el problema en el crecimiento de los partidos de extrema derecha, que es donde se suele situar, sino en su causa, la propensión de una gran parte de la población a identificarse con el discurso de esos partidos.
INEXISTENCIA DE UNA IZQUIERDA ANTICAPITALISTA EFICIENTE
Y aquí viene la tercera causa profunda de lo que está ocurriendo en nuestras sociedades: la antigua izquierda anticapitalista ha sido sustituida por eso a lo que llaman “izquierda alternativa”, que es, simplemente, una nueva edición de la derecha socialdemócrata aguada (por la que andan Podemos y los que integran Sumar, entre ellos nada menos que un partido que sigue llamándose Partido Comunista). Algo más a la izquierda se encuentra Izquierda Anticapitalista, así que vale la pena comparar lo que han dicho (en entrevistas en Diario Público el 27 de junio y 2 de julio pasados) Antonio Maíllo, en nombre de Izquierda Unida, y Miguel Urbán, en nombre de Izquierda Anticapitalista.
El análisis de Antonio Maíllo
Al Partido Comunista no se le oye analizar la situación política mundial, pero a veces alguno de sus dirigentes dice algo, y entonces es peor. Una buena prueba de lo que es el PCE desde que Carrillo lo desactivó, nos la da Antonio Maíllo cuando habla de la gravedad del momento. ¿Acaso se refiere a que Occidente se está hundiendo? No, sólo a la posibilidad de que lleguen al poder el PP y Vox. ¿Y cuál es su solución? Simplemente decir qué harán al día siguiente de que puedan estar en un gobierno. “¿Qué hacemos en política educativa? ¿Cómo garantizamos y blindamos la sanidad? ¿Qué acuerdo vamos a tener sobre política de vivienda, sobre defensa o sobre la causa del Sáhara? Después hablamos sobre si hay antagonismo o no [entre los distintos partidos a la izquierda del PSOE]. Lo demás es salseo, son posicionamientos tácticos para ocupar espacio, y yo creo que la gravedad del momento es de tal calibre que esos marcos de debate político son algo cortos de vista y de perspectiva”.
Ahí acaba todo. Maíllo no hace un análisis y una crítica potente del sistema capitalista a corto y medio plazo, no, claro. Sea por falta de teoría o porque el Estado Profundo no persigue a IU (precisamente porque la ve carente de peligro) parece dar por bueno que vivimos en una democracia, eso sí, en peligro de ser controlada por la extrema derecha. ¿Pero es que Maíllo no sabe que la extrema derecha lleva gobernando España sin pausa desde el final de la guerra civil? ¿No sabe que la ejemplar Transición dejó a la extrema derecha en el poder económico, funcionarial, judicial, policial, ideológico? ¿No sabe que lo malo no es que Vox llegue al poder, sino que una parte suficiente de la población esté conforme con esa llegada y la haga posible mediante sus votos? Pues nada, harán alguna propuesta de mejora de la enseñanza que la dejará más o menos como está (una buena educación es imposible en el sistema capitalista), dirán algo sobre sanidad y harán alguna declaración sobre el Sáhara. De la tarea básica de un Partido Comunista, que consiste en trabajar, al margen del poder institucional, para conseguir que la población vaya siendo más consciente de sus intereses y por tanto más enemiga del capitalismo que la esclaviza, Maíllo no dice nada, porque su partido no tiene nada que decir.
El análisis de Miguel Urbán
En una entrevista similar las respuestas de Miguel Urban no son tan deprimentes, y dice cosas interesantes sobre diversos temas, pero creo que de poca efectividad.
La farsa de la democracia capitalista
Anticapitalistas se adaptó inicialmente a las reglas de la democracia liberal, pero el Estado profundo les demostró que esa democracia es una farsa y que cuando alguien cuestiona los privilegios de la minoría están dispuestos a todo, a traspasar cualquier límite. La Operación Cardenal consistió en denuncias falsas de financiación ilegal de Podemos y Anticapitalistas con dinero proveniente del tráfico de cocaína. A Urbán se le hicieron seguimientos, interceptaron sus cuentas bancarias y las de su entorno a través del Banco de España de forma ilegal, todo ello sin ningún tipo de orden judicial. Ha sufrido entradas en su casa, un ataque a la casa y al coche de sus padres, amenazas, seguimientos… “Esto fue entre noviembre del 2015 y julio del 2016 y ya existían el Informe Pisa, Bolívar, lo de las Granadinas…, casos sobre todo muy vinculados a Pablo Iglesias”. Se puede hablar además de las seis de La Suiza, los seis de Zaragoza, los tres del SAT de Andalucía, de los infiltrados en movimientos sociales en Catalunya, en Valencia, en Madrid y en colectivos vecinales, ecologistas… Han considerado que una organización como Futuro Vegetal es una organización criminal. Si esto es permitido, incluso con el Gobierno más progresista de la historia, ¿hasta dónde pueden llegar? Urbán indica que lo mismo ocurre en Francia, en Alemania, ahora en Italia con Potere al Popolo. Se han descubierto cinco infiltrados policiales dentro de ese partido en cuatro ciudades distintas. Cualquiera que, por mínimo que sea, cuestiona sus privilegios, está en el punto de mira de ese Estado profundo, que no es solamente la llamada policía patriótica. El Estado profundo va mucho más allá: son jueces, poderes económicos, poderes mediáticos… Son los del «no se pueden cambiar las cosas», dispuestos a todo para defender los privilegios de los de siempre en todo momento.
Habría que replicar a Urbán que cualquier marxista sabe que, aunque no actuara el Estado Profundo como lo hace, esta llamada “democracia liberal”, es decir, la democracia capitalista, sólo tiene de democracia el nombre.
Los errores propios
Urbán reconoce que si se quiere explicar la decadencia de Podemos no basta apelar a la presión externa, por mucho que haya influido. Hay que tener en cuenta errores propios:
“En un momento de radicalidad política, en un momento de conflicto… lo peor que puedes hacer es moderarte y centrarte. Y cada vez nos hemos moderado y nos hemos centrado más, cuando la derecha ha tirado cada vez más para la derecha. Es como si nos hubiera arrastrado a todos”.
Dejaron de hablar de nacionalización de sectores estratégicos o impago de la deuda, temas que estaban presentes en las primeras elecciones europeas, incluso en el debate Vistalegre I. Dejaron de hablar de procesos constituyentes que hubieran conectado perfectamente con lo que estaba pasando en Catalunya. Titubearon en torno también a los procesos de desobediencia civil que se estaban viviendo en ese momento allí. No supieron expandirlos al conjunto del Estado y hablar de «repúblicas» en plural.
Un segundo fallo fue normalizarse, parecerse al resto de partidos con todo lo que eso conlleva. “Nosotros dijimos que las elecciones no las ganan ni uno, ni dos, ni tres secretarios generales. Las gana la gente. Pero empezamos a tener secretario general, a acabar con la lógica de desborde y de de autoorganización popular en torno a los círculos…
Cree Urbán que la maquinaria de guerra electoral acabó con un proceso de autoorganización popular desde abajo, que era una de las grandes señas de identidad de Podemos y también de las candidaturas municipales del cambio.
La entrada en el gobierno
Dice Urbán que entendían que llegar al Gobierno no era un fin, sino que era un medio para generar conflicto. Conflicto con la Unión Europea de la austeridad, conflicto con las reglas de gasto, conflicto con la gran banca, conflicto con el oligopolio energético. Pero no era eso lo que pretendía Podemos. Los Anticapitalistas se marcharon porque entendían que entrar en un Gobierno con el Partido Socialista era servirle de muleta a cambio de unos ministerios, subordinarse a una agenda y a un partido “que no es el nuestro, que no defiende nuestros intereses y que es uno de los pilares del Régimen de 78”.
¿Debería Sumar salir ahora del Gobierno? A los que dicen que eso sería el camino más corto para que la extrema derecha llegue al poder Urbán les responde que ya se han sentado las bases para que haya un Gobierno de Abascal con Feijóo. Pero además, se puede salir del Gobierno y no tiene por qué caer el Gobierno. No todas las organizaciones que lo sostienen están en el Gobierno y para cuestionar el rearme o la corrupción y para conseguir más cosas, desde fuera se tiene una independencia mucho mayor que sentado en el Consejo de Ministros.
Pone el ejemplo de la empresa vasca Sidenor, que estaba vendiendo acero imprescindible para la fabricación de armas utilizadas en el genocidio en Palestina y ha suspendido esa venta, pero no por la acción del Gobierno. Han sido los sindicatos vascos, ha sido el Movimiento BDS o las organizaciones sociales las que lo han parado. Entretanto todavía Óscar Puente no se ha decidido a parar el barco que va a llevar el acero a Israel. A la hora de frenar, no lo ha hecho el Gobierno lo ha hecho el movimiento popular y la autoorganización. El gobierno se ha limitado a tuits o declaraciones.
Los atajos electorales
Se queja Urbán que cuando los partidos de la izquierda alternativa están derrotados es cuando más atajos buscan. Ahora sólo hablan de unidad, de sumas, de previsiones electorales y se olvidan de reconstruir el tejido social y el tejido político, de volver a enraizarse, de volver a construir procesos de lucha. Podemos aprovechó un momento político que pertenecía a mucha gente. No se puede entender el proceso de Podemos y el proceso de las candidaturas del cambio sin el ciclo abierto por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), por el 15-M, por las mareas, por las huelgas generales previas, por todo un proceso de removilización social, de reconstrucción de tejido sindical, laboral, social, vecinal, por redes de apoyo mutuo. El proceso electoral que se vivió después no es entendible sin eso, no salió de la nada ni de un laboratorio.
De manera que lo importante son las victorias políticas que construyen poder popular, la victoria de las ideas, la que, por ejemplo, cree que van a tener los compañeros del metal en Cádiz, la victoria que consiste en parar un desahucio, la victoria que pueda dar la lucha contra la turistificación en defensa del territorio. Se ha visto en Canarias, se está viendo también en la lucha del sindicato de inquilinos… Ahí está realmente la fórmula: volver a construir tejido y una sociedad densa, fomentar procesos de autoorganización popular. Si se consigue eso, vendrán las victorias sociales y las victorias sociales llevan a victorias políticas y, a veces, no siempre, las victorias políticas llevan a victorias electorales. Nunca al revés.
La cuestión es cómo hacer frente a la crisis climática, ecológica, social y económica a la que nos estamos enfrentando, una auténtica crisis de régimen, cómo reconstruir un horizonte de superación del capital, un horizonte ecosocialista. Y lo más difícil: ¿cómo andamos el trecho entre hoy y ese horizonte ecosocialista? Esas son las preguntas importantes.
Un comentario
Estoy de acuerdo con muchas de las cosas que dice Urbán. El problema es que los Anticapis no han nacido ahora, llevan en activo más de 30 años y ¿qué han conseguido, qué presencia tienen hoy en España, qué se puede esperar de su programa? Lo primero que han mostrado es un titubeo constante. El 1993 una parte de los militantes de la extinta Liga Comunista Revolucionaria se integró en IU con el nombre de Izquierda Alternativa, que desde 1995 actuó como colectivo crítico con el nombre de Espacio Alternativo. En 1998 se constituyó como corriente organizada dentro de IU y, a la vez, como organización política. Estuvo en IU hasta 2007. En 2008 cambió el nombre por Izquierda Anticapitalista, y tras el 15M, en enero de 2014, lanzó junto con otros sectores el manifiesto “Mover ficha: convertir la indignación en cambio político” con el que nace Podemos. Participaron en la organización del llamado “bloque del cambio” en un intento de romper con los partidos de la clase dominante y el régimen del 78, defendiendo la democracia interna y colectiva, y un programa en defensa de los intereses de la clase trabajadora. A partir de enero de 2015, pasaron a denominarse Anticapitalistas y en 2020, ante la entrada de Unidas Podemos en el gobierno “progresista”, se desvincularon de Podemos, apostando por fortalecer su organización y revitalizar la construcción de un proyecto político transformador independiente, anticapitalista, ecosocialista y feminista.
Se ve que han faltado ideas claras, y de ahí el continuo cambio. Una izquierda que pretenda ser efectiva no puede ceñirse al corto plazo, sea electoral o de autoorganización popular en torno a problemas concretos. Debe dotarse de medios para que a largo plazo pueda percibirse su influencia ideológica en amplias capas sociales. Esos medios son una adecuada organización y luego presencia en la investigación, en la enseñanza y en la comunicación. La izquierda debe defender una única escuela pública e igual para todos, pero mientras exista la enseñanza concertada es muy torpe dejarla toda en manos de la derecha. Tampoco basta una Universidad de Verano al estilo de las existentes, sino una universidad popular que trabaje todo el año, un Instituto de Investigación Social conectado a los centros de enseñanza y a la actividad cultural en los círculos, etc. En cuanto a los medios de comunicación no basta con tener periódicos de partido, como Poder Popular o Combate estudiantil, es necesario disponer de medios y actividades en redes que sean atractivas para los no interesados en la política, incluso para los contrarios a la política de izquierdas por falta de información y de conocimiento. La actividad electoral y la presencia en las instituciones nunca debe ser un fin, sino un medio para mostrar ante la población la mentira del entramado institucional, lo que exigiría otra forma de actuar (no más de 4 años en cargos y luego a la base, sin posibilidad de hacer carrera política). Si todo esto se hubiera empezado a hacer hace 50 años, ahora ya habría mucho hecho. Y habría prestigio y atracción. Lo que no quiere decir que se pudiera conseguir todo lo deseable mientras Estados Unidos mantenga su poder sobre Occidente y una gran influencia sobre el resto del mundo. Pero se estarían generando significados liberadores en muchas personas y eso podría ayudar a cambios si llegan momentos propicios.
LOS QUE VAMOS POR LIBRE
Alivia oír a José Miguel Villarroya afirmar que es comunista y marxista y llamar mentirosos a sus contertulios defensores del capitalismo. La estrategia de los conservadores es considerarle una persona entrañable, que grita e insulta, pero al que no se puede tomar en serio.
Sin embargo lo que el caso Villarroya demuestra es que la verdad tiene una fuerza incontestable. Los que mienten por sistema pueden hacerlo porque no se encuentran frente a alguien que diga verdades. Cuando la verdad comparece, los embusteros (casi todos los que nos hablan desde los medios) enmudecen furiosos y avergonzados.
Cuando preguntan a Villarroya cuál es la solución a los males que describe responde siempre: la revolución.
Pero no podemos quedarnos en las verdades del marxismo clásico, que siguen siendo verdades, pero que ahora han de completarse con el conocimiento aportado por las ciencias sociales en el último siglo y por experiencias históricas, por ejemplo el conocimiento sobre las perspectivas de una revolución violenta cuando la población no acompaña. Una revolución que dé el poder a los explotados es hoy por hoy impensable, pero además serviría de poco si la mayoría de la población no es revolucionaria. Antes de hacer la revolución hay que conseguir eso, que una mayoría suficiente de la población sea revolucionaria. Y eso no es tarea para individuos, sino para una organización fuerte y bien orientada que lleve a cabo a lo largo de mucho tiempo tareas como las que he indicado.
En el partido comunista pude comprobar que muchos dirigentes ni eran comunistas (casi todos han ido corriéndose hacia la derecha) ni creaban un ambiente estimulante. Se oponían a cualquier idea que no perteneciera a su catecismo. Lamento que no haya un partido comunista en el que la carrera política sea imposible y el dogmatismo esté en desuso, condición imprescindible para que sea un espacio respetable y acogedor. A falta de esa organización sólo queda el remedio de luchar por libre, aunque sea sin eficacia. Paciencia.