Quiero insistir en esta idea: en los países occidentales tenemos problemas que nos abocan al desastre y carecemos de capacidad para solucionarlos.
La cancioncilla socialdemócrata
Si identificamos izquierda con una actitud anticapitalista, a veces parece que la izquierda habla, pero lo que se oye es propio de una derecha socialdemócrata. Valgan como ejemplo dos artículos que ha publicado Monedero en Público el 17 y el 24 del mes pasado: Lo llaman democracia y no lo es y Volver a pensar la revolución.
En el primero no se sabe bien si cree que la democracia existe o que no existe.
En el segundo habla de los retos que tiene el mundo por delante, declarando que sobre ellos hay consenso entre los «demócratas», a los que identifica, de manera vaga, como la gente que acepta que sus objetivos de vida no deben perder de vista los del resto de la humanidad.
Cita estos seis retos:
-El calentamiento global y sus urgencias devastadoras.
-El desarrollo tecnológico, principalmente de la Inteligencia Artificial (IA).
-La rearticulación geopolítica del mundo y la crisis de gobernanza mundial, con el declive americano y europeo en edad, tecnología, economía y defensa, y el ascenso del mundo BRICS.
-La lucha contra las desigualdades (de género, clase y raza, tanto dentro de los países como en el ámbito internacional).
-El agotamiento de los recursos naturales, incluyendo el agua.
-La pérdida de confianza en la democracia, el auge de la extrema derecha y el crecimiento del iliberalismo, especialmente en las fuerzas de derecha y extrema derecha.
Casi todo lo que dice Monedero es aceptable desde una sensibilidad de izquierdas. Por ejemplo que el cambio climático es evidente y que con salidas neoliberales, que priman el beneficio en el corto plazo y niegan el problema, es imposible darle una buena solución sino, muy al contrario, es seguro agravarlo.
También es cierto que los avances tecnológicos, sobre todo los relacionados con la IA, plantean un reto decisivo en la medida en que pueden ir en una dirección beneficiosa para la humanidad o en la contraria. Y también que el dominio de EE UU está en declive y que eso origina tensiones mundiales de incierto futuro.
Pero en la relación de Monedero veo dos cosas criticables: las acotaciones con que ha ido caracterizando algunos de estos retos y la inadvertencia de los retos básicos. Y una consecuencia: que cree que hay soluciones en nuestro mundo occidental.
Malas caracterizaciones
1. Es ambiguo decir que el crecimiento de las guerras en casi todos los continentes tiene como una de sus explicaciones la “rearticulación geopolítica del mundo, que dificulta las relaciones norte-sur tal y como se han desarrollado en el siglo XX”. Podía haber dicho Monedero, de manera mucho más clara y verdadera, que las guerras en casi todos los continentes están instigadas por EE UU con el fin de mantenerse como dueño del mundo. Por otra parte es propio del pensamiento conservador considerar un reto la decadencia de EE UU y el ascenso del mundo BRICS, cuando en realidad es una bendición.
2. Respecto a la pérdida de la confianza en la democracia debería haber dicho que se va perdiendo la confianza en la dictadura del capital, es decir, en la plutocracia disfrazada. Que yo sepa, no se puede perder la confianza en algo que no existe. Los socialdemócratas creen que la democracia es una virtud social que caracteriza a Occidente. ¡Pues mire usted qué bien! Pero entonces ¿cómo es que Monedero titula uno de sus artículos “la llaman democracia y no lo es”? ¿Qué es entonces? Y si no lo es, ¿por qué llamarla democracia, como hace cada vez que se le va el santo al cielo? Debido a que es un socialdemócrata que conserva cierto sentido crítico quiere creer que vivimos en una democracia, pero no puede ignorar tantos síntomas de lo contrario. Por ello incurre en contradicciones cada vez que toca este tema.
Luego resulta que hay dos democracias, la liberal y la iliberal, último invento de los insignes politólogos conservadores, que definen la democracia iliberal como un sistema de gobierno autoritario en el que, aunque se celebren elecciones, los ciudadanos no tienen libertades civiles y por ello desconocen las actividades de quienes ejercen el poder real.
¿Pero acaso en las llamadas democracias liberales tienen conocimiento los ciudadanos de las actividades de quienes ejercen el poder real? Habría que concluir que todas las llamadas “democracias” son iliberales, o dicho de manera más clara, no son democracias aunque haya elecciones. Esto sin contar que, como ya dije en una entrada anterior, las elecciones en Occidente están todas trucadas por las leyes electorales y la incidencia del dinero.
En general todas las palabras derivadas de “libertad” tienen un mal de origen, y es que quienes abusan de ellas nunca se han tomado la molestia de definir el concepto de libertad que manejan. Se refieren siempre a la libertad del alma, es decir, a un mito.
El caso es que Monedero habla de la democracia como si existiera, pero amenazada de muerte. “Las democracias de corte occidental -nos dice- están agonizando vaciadas y mutadas en oligarquías de partido. Con el agravante, como hemos visto en EEUU, de que empresarios millonarios o gente famosa pueden comprarse los partidos, como ha hecho Trump con el Partido Republicano o hizo Beppe Grillo con 5 Estrellas”.
Frente a esta manera de ver las cosas, la percepción marxista está cada día más refrendada por los hechos. Las llamadas “democracias liberales” nunca han sido democracias, siempre han sido disfraces, “democracias formales”, no sustantivas, y eso desde los orígenes de la democracia estadounidense.
James Madison, cuarto presidente americano y reconocido padre de la Constitución, dejó bien sentado que la primera responsabilidad del gobierno es “proteger la minoría de los opulentos frente a la mayoría”, principio que ha guiado al sistema político americano desde sus orígenes hasta hoy, lo mismo que a los sistemas políticos que lo han tomado como modelo. Con apoyo en numerosa documentación N. Chomsky ha demostrado que la Constitución americana fue intrínsecamente un texto legal aristocrático “pensado para refrenar las tendencias democráticas de la época”, esto es, para entregar el poder a los “buenos” y excluir a quienes no fueran ricos, bien nacidos ni prominentes por haber ejercido el poder político.
Por eso los ciudadanos no tienen conocimiento de las actividades de quienes ejercen el poder real, es decir, de los que manejan a los políticos en el teatro de marionetas.
El agravante de que habla Monedero no es nuevo, ha existido siempre, siempre el dinero ha controlado a los partidos que llegaron al poder.
Los retos básicos que Monedero no menciona
Dejando aparte los titubeos y contradicciones de Monedero, me interesa más referirme a los retos que olvida. Cierto que admite que su lista no es exhaustiva, pero lo significativo es que se ha dejado fuera los tres grandes problemas a los que me he referido muchas veces y de los que son mero efecto los que cita:
1. Amparo legal a la riqueza privada sin límites.
2. Propiedad privada de medios de comunicación, de centros educativos y de otros ámbitos que satisfacen necesidades básicas de la población.
3. Desastre de la educación, es decir, de la fábrica de las poblaciones del mundo occidental.
Estos tres hechos (que no son retos, sino problemas irresolubles en nuestras sociedades), deben ser tratados como uno sólo, pues ninguno puede describirse sin referencia a los otros dos. Es su interacción, de la que no se habla, la que causa los males de los que algunos hablan.
El criminal reparto de la riqueza y el truco de llamar libertad a la esclavitud
Los biempensantes se limitan a proclamar, como Monedero, que hay que luchar contra las desigualdades de género, clase y raza, tanto dentro de los países como en el ámbito internacional, desigualdades que dan lugar, entre otros muchos efectos, a las migraciones. Pero ¿cómo luchar contra las desigualdades si no se localiza la causa? Y la causa es que nuestras leyes permiten y defienden, con policía y tribunales, la hiperriqueza de unos pocos, leyes promulgadas por los testaferros políticos de los ricos, testaferros incapacitados a su vez para modificarlas (saben que no tendrían éxito si lo intentaran y que perderían el puesto). El gran problema es el respaldo legal a la economía de mercado que da a los ricos su disparatada riqueza, y a la sacralización del derecho de los ricos a hacer con su riqueza lo que quieran. Este es el verdadero problema, la legislación sobre la propiedad. Al llegar a este problema a Monedero se le ha comido la lengua el gato.
Si añadimos el respeto a la “sagrada” libertad de expresión resulta que todo el mundo tiene derecho a poner en pie imperios mediáticos y a controlar redes. ¡Qué curioso que no ejerza este derecho el dulcero de la esquina, sino sólo los opulentos!
A su vez, esas dos características de Occidente hacen imposible una adecuada educación de sus nuevas generaciones. Se autoriza que haya educación privada y se infradota a las escuelas públicas, al punto que no llegan a algo tan ridículamente superficial como sacar buenas puntuaciones en el Informe PISA. El fracaso escolar de los alumnos que tienen peor índice socioeconómico y cultural está garantizado por las razones que acreditaron investigaciones de sociolingüística de los años 60 (Basil Bernstein, William Labov), de las que nadie quiere hablar porque desacreditan todo lo que se dice sobre igualdad de oportunidades (dogma legitimador de nuestros sistemas políticos). Resulta preferible disimular el enorme fracaso escolar de esos estudiantes bajando el nivel todo lo necesario para que terminen sus estudios aunque no sepan entender un texto fácil. Por supuesto que el remedio no es subir el nivel para dejar fuera a los alumnos de códigos restringidos. El remedio sería que todo niño o niña, sea de la familia que sea, viva un baño lingüístico rico desde los primeros meses de su vida en escuelas de infancia adecuadas, algo ilusorio en nuestra sociedad.
Pero el fracaso escolar en conocimientos no es lo peor, sino el inmenso fracaso en una buena educación sentimental, que es la básica, de la que deriva incluso la motivación para estudiar. Dejando aparte el porcentaje de los que tienen un ámbito familiar favorable o alguna circunstancia excepcional, los alumnos no están en su mayoría interesados en aprender, el estudio se les hace insoportable. En cuando a deseos y valores, su socialización se hace en familias que muchas veces son ámbitos perjudiciales sin control, pero sobre todo en el grupo de iguales y en las redes. Sus referencias son personajes famosos y ricos, sean deportistas, modelos o cantantes, con el añadido de youtubers e influyentes. Respecto al sexo las redes les ofrecen porno duro. La publicidad, que en una sociedad sana no tendría espacio, es omnipresente en nuestras sociedades insanas, trivializa cualquier tema, induce a un consumismo vacuo y fabrica muchos de los valores que se respiran. Contra estos eficaces agentes de socialización nada puede la escuela.
Cada joven tiene su teléfono para conectarse ávidamente a una información que incapacita su mente, y desea y envidia riqueza y fama, o espera la riqueza en último caso mediante un golpe de suerte. Eso mantiene a muchos perdedores aplacados, pero con un nivel de frustración creciente conforme el tiempo pasa y la esperanza decae. Entonces se suman a la población resentida y propensa al odio.
Esta es una causa del voto creciente a la extrema derecha, que por otra parte revela un nivel intelectual bajo mínimos.
Otra causa es la falsedad del discurso público: se alega que la extrema derecha atenta contra la democracia cuando en realidad atenta contra un sistema fraudulento, cuya ley de leyes (la Constitución) consagra el derecho a la vivienda, a un trabajo digno, a la igualdad de todos ante la ley y al carácter social de la propiedad sin que algo de esto tenga reflejo en la actividad de policías, jueces, legisladores y gobernantes.
A partir de este estado de cosas la gente progresista lo tiene todo perdido. Valga añadir que con la anuencia de la fraudulenta declaración de Derechos Humanos redactada y aprobada por representantes de países capitalistas (ver aquí).
Por qué digo que no hay esperanza
Los problemas indicados carecen de solución entre nosotros a corto plazo, digamos lo que digamos y nos pongamos como nos pongamos. Y ello porque los principales beneficiarios del capitalismo lo tienen todo muy bajo control, disponen de un sistema de premios y castigos que hace que nadie alce la voz, como si todo estuviera bien, como si pequeñas migajas tranquilizaran a los que se llaman progresistas. La gran oligarquía carece de enemigos. Tras la llamada “izquierda” no hay un pueblo, porque ha sido defraudado. Los políticos progres se han quedado solos, contándonos sus batallitas como si fueran batallas épicas.
A plazo medio podría tal vez mejorar la situación si la izquierda estuviera haciendo su papel, que no es el caso. Los dirigentes de partidos a la izquierda del PSOE justifican su entrada en gobiernos de coalición diciéndonos que hay que tener poder porque sin poder no se puede cambiar nada, y no captan que llaman poder al no-poder. Claro que sin poder no se puede hacer nada, pero estar en el gobierno no es tener poder, como bien comprobó Pablo Iglesias. Tener poder es tener medios de comunicación, escuelas infantiles, centros en los barrios, y sobre todo, valor para decir verdades, justo de lo que carecen. Por eso apenas si cambian nada cuando consiguen altos cargos públicos, salvo su estatus personal.
Dice Monedero que la IA puede hacer real el sueño de la humanidad de trabajar menos horas, repartir la productividad, democratizar la tecnología, crear una comunicación libre, veraz, plural y objetiva, mejorar la sanidad, luchar contra las desigualdades, terminar con la corrupción en los Estados, etc. Dice que todos estos avances terminarían radicalmente con los privilegios de los que ahora mismo controlan los principales monopolios del mundo (tecnológico, armas, información, finanzas, medicinas, energía, alimentos, auditoria, consultoría y servicios fiscales). ¡Pero hombre! Precisamente por eso la IA se utilizará para todo lo contrario, pues está en manos de los que controlan los principales monopolios del mundo. Servirá para lo que Monedero prevé como alternativa, es decir, servirá junto con el resto de desarrollos tecnológicos para aumentar la vigilancia en manos de gobiernos autoritarios, aumentar la condición mortífera de las armas, destruir al menos el 70% de los empleos existentes y construir monopolios invencibles que van a hacer imposible la competitividad de, prácticamente, cualquier empresa en cualquier país que no cierre su economía.
“Si fuéramos inteligentes -insiste Monedero-, nos adelantaríamos a los tiempos y buscaríamos soluciones antes de que todo salte hecho pedazos. Y podríamos empezar asumiendo que hay que inyectarle formas democráticas a nuestros gobiernos representativos”.
¿A quiénes se refiere con ese “nosotros” implícito? Quitarles los monopolios a sus dueños exigiría una revolución, y una revolución requiere el impulso de un pueblo revolucionario con ideas muy claras y muy dispuesto a asumir riesgos.
Irene Montero, durante el acto central de la Universidad de Otoño, dijo que Podemos está ahí para “cambiar todo lo que no podemos aceptar”. Entonces tendremos que concluir que los de Podemos pueden aceptar los males sociales que acabo de enumerar, pues sobre ellos nada han intentado cambiar. Y si lo hubieran intentado habrían chocado contra un muro.
Los dirigentes europeos reciben y cumplen órdenes. Con más de 800 bases militares desplegadas en más de 70 países Estados Unidos es nuestro amo y punto. Extraña que Monedero no mencione este hecho en su análisis.
Por ello dentro de nuestras sociedades capitalistas no hay nada que esperar en el terreno de la revolución, ni siquiera en el de las reformas. Se irán cambiando pequeñas cosas cuando los que mandan vean que su propio beneficio lo exige, no por la fuerza de un pueblo inerte.
En fin, que como no tenemos poder para cambiar nada decisivo todo seguirá como está, pero a peor. El futuro es negro y parece abocado a que más pronto que tarde salte todo hecho pedazos, como teme Monedero. Coloquemos la inscripción abandonad toda esperanza en las puertas del mundo occidental.
La condición imprescindible para pensar en una solución
Para cualquier cambio significativo en la buena dirección es imprescindible que Estados Unidos decaiga. Ya ha perdido el papel de amo del mundo, pero sigue siendo amo del mundo occidental. Es necesario que decaiga también como jefe que mantiene disciplinada a Europa.
Nuestra única esperanza es que las medidas que proponen los BRICS (desdolarización y una alternativa a las instituciones financieras impuestas al mundo) aceleren el declive económico y moral de EE UU, y que esto le vaya obligando al cierre de las bases militares que tiene distribuidas por todo el mundo y a abandonar su política de intimidación. Sólo entonces podremos quitarnos las bridas y con suerte emprender un camino, que será muy largo, hacia la democracia, la igualdad y la libertad. Monedero no se atreve a decir esto, se limita a decir que estamos en la “rearticulación geopolítica del mundo y la crisis de gobernanza mundial, con el declive americano y europeo”.
Nuestra única esperanza es China, así como suena. Si lo quieren de una manera menos provocativa nuestra esperanza está en que los BRICS se impongan.
Es por eso escandalosa la esclavitud e imbecilidad de los gobernantes europeos que en la reunión de la OTAN que se celebró en España declararon a China enemiga sistémica de Occidente, para vergüenza de Pedro Sánchez que parecía muy satisfecho, y de su gobierno. China es, efectivamente, el enemigo sistémico, pero no de las poblaciones occidentales, sino de la oligarquía que las esclaviza.
¿Sin guerra mundial?
Ahora bien, no es seguro que Estados Unidos se vaya hundiendo acelerada, pero suavemente, y que lo haga sin provocar una guerra mundial. He comentado algunas veces que la URSS cayó sin violencia porque sus dirigentes perdían el poder político pero se repartieron las riquezas públicas, se convirtieron en oligarcas. En cambio la caída del imperio estadounidense no reportará ningún beneficio a sus dueños, más bien los desposeerá de los enormes privilegios y del enorme poder de que disfrutan. ¡Que haya suerte!
Un alivio personal
Redactada esta entrada he leído algo reconfortante. Llevo años viendo negro lo que otros veían blanco y que ahora los pesimistas empiezan a ver gris. ¿No es suficiente para pensar que ando equivocado? El lector inteligente puede comparar mis argumentos con los de otros. En todo caso me ha servido de alivio leer un artículo del filósofo y activista italiano Franco Berardi, del día 8 pasado, cuyo título resume su contenido: El fin. La desintegración del mundo occidental.
En él dice que suponiendo que alguna vez existió la democracia estadounidense (cosa que no cree), la llegada de la pandilla Trump-Bannon-Musk representa su liquidación total, “entierra para siempre la credibilidad de la democracia de ese país y cuestiona la credibilidad misma del concepto de democracia en sí”. No es tanto como lo que yo digo, pero se acerca.
Berardi continúa diciendo que la esclavitud forma parte del patrimonio cultural de la nación americana, al igual que el genocidio de los primeros habitantes del territorio. Cita a Jamie Raskin, profesor de Derecho Constitucional y miembro del Congreso estadounidense, que en su libro Unthinkable: Trauma, Truth, and the Trials of American Democracy dice : “Siete de nuestros primeros diez presidentes eran dueños de esclavos. Estos hechos no son accidentales sino que surgen de la arquitectura misma de nuestras instituciones políticas”.
¿Puede Estados Unidos descartar la violencia, si la historia estadounidense se basa en la violencia, la esclavitud y el genocidio? -se pregunta Berardi-. ¿Cómo puede esta nación pretender ser vista como un ejemplo? Añade que la memoria estadounidense está tan cargada de horror que ninguna evolución política puede borrar esta verdad elemental del inconsciente colectivo de esa nación, por lo que es un peligro para la supervivencia de la humanidad.
A juicio de Berardi la desintegración es la tendencia que está surgiendo en todo el mundo occidental y que se acelerará por la elección de Trump. En Estados Unidos tomará la forma de guerra civil de una población demente, con una multiplicación de tiroteos racistas y de masacres, lo que significa simplemente que tendremos lo que ya existe, pero cada vez más generalizado, duro y violento. La deportación masiva prometida por Trump es imposible, así que tomará la forma de una reaparición del Ku Klux Klan en muchas zonas del país. La violencia, el miedo y la agresividad acabarán persuadiendo a muchos inmigrantes a marcharse.
No cree Berardi que tenga razón Slavoj Žižek cuando supone que, después de décadas de derrotas militares, la superpotencia reconocerá que no puede continuar con la política de hegemonía global y que debe retirarse antes de tiempo, aceptando, sin admitirlo, una posición de poder local en igualdad de condiciones con otras potencias locales, como Rusia, China e India. Cree, por el contrario, que no podemos esperar una desintegración pacífica del poder estadounidense. Teme que el bastión del supremacismo blanco no aceptará su decadencia sin una reacción de furia imprudente, que puede ser apocalíptica.
Lo dicho, que haya suerte.