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DOS PUNTOS DE VISTA SOBRE LO QUE VA OCURRIENDO

En el último mes se ha hablado mucho en los medios de la guerra de Ucrania, de los caprichos del autócrata Trump que conmocionan al mundo, de las sospechas de lawfare o de actividades irregulares de la UCO, de divisiones en el movimiento feminista y en la llamada izquierda, de grandes criminales de pederastia y violencia vicaria. Pero sobre todo, del genocidio israelí al que algunos llaman “guerra de Gaza”.

A cualquier lector de este blog le resulta fácil imaginar mi opinión sobre estos temas y por ello no me interesa tanto entrar en ellos como analizar los supuestos que están a la base de los comentarios que oigo a personas de distintas ideologías políticas.

Cualquier tema social puede abordarse desde un enfoque tradicional sobre la persona (del que deriva el enfoque tradicional sobre la sociedad) o desde un enfoque científico.

El enfoque tradicional es el habitual en la derecha y en la izquierda. El científico es rara avis.

¿En qué se diferencian?

No me parece tiempo perdido el dedicado a reiterar (ya he hablado de ello en otras entradas de este blog) que esos enfoques se diferencian fundamentalmente en que mientras la ciencia no toma en cuenta entidades espirituales, el enfoque tradicional postula su existencia y les da un papel causal fundamental.

Las entidades espirituales en que cree la gente occidental son el dios de la Biblia, las almas, los demonios y los ángeles (por ejemplo el ángel de la guarda que ayuda a aparcar al exministro Jorge Fernández Díaz).

La iglesia católica nos dice que la dignidad de la persona humana radica en que ha sido creada a imagen y semejanza de Dios, dotada de alma espiritual e inmortal, inteligencia y libre voluntad. Una consecuencia de este planteamiento es que todos nacemos ya personas, con nuestra alma dentro del cuerpo, autónoma por tanto de la sociedad por más que nuestro cuerpo no lo sea.

Y puesto que nuestras acciones vienen causadas por la voluntad libre de nuestra alma, quien actúa mal es porque su alma libre así lo ha querido y es por tanto culpable y merecedor de una pena. La inmortalidad del alma es aprovechada por la crueldad divina para imponer penas eternas. Esta concepción de pecado y castigo ha sido traducida a leyes que convierten el pecado en delito y el infierno en cárcel temporal o perpetua (pero no eterna, el cuerpo no lo es).

Que este mito sea generalmente aceptado es sorprendente porque no tiene ninguna prueba a favor, más bien muchas pruebas en contra.

Si dios existiera ¿cómo conciliar que sea todopoderoso, y que nos ama, con el hecho de que permite tanto dolor en el mundo con lo fácil que le sería evitarlo? ¿Cómo exigir que se le ame sobre todas las cosas en lugar de tomarle por enemigo de la Humanidad?

En cuanto al alma, quien afirma su existencia debería sentirse comprometido a ofrecer alguna forma imaginable de conexión del alma con el cerebro, indicando en qué punto y a través de qué mecanismos puede producirse una conexión entre algo espiritual y algo material. Y tendría que explicar por qué es el alma tan dependiente del cerebro, por qué pierde facultades y memoria si el cerebro pierde conectividad o neuronas en suficiente número, por qué no puede manifestar conocimiento o habilidades sin aprendizajes previos del cerebro, incluso más, por qué el alma del niño carece de toda capacidad propiamente humana hasta que el cerebro va aprendiendo la lengua del grupo. Broca descubrió que pacientes que podían comprender el lenguaje, pero no hablar, tenían todos una lesión en la tercera circunvolución frontal del hemisferio izquierdo, mientras Karl Wernicke encontró que pacientes que podían hablar, pero no entender, tenían todos una lesión cerebral en la parte posterior del lóbulo temporal izquierdo, en la encrucijada con los lóbulos occipital y parietal. O sea, que no es nuestra alma quien habla y entiende, sino el hemisferio izquierdo. El dualista tendría sobre todo que explicar por qué los que tienen dañada la corteza órbito frontal tienen dificultades para saber qué está bien y qué está mal, como ha demostrado el caso de Phileas Gage, quien tras recibir una herida en el cráneo perdió el respeto por sí mismo y no atendía a ninguna convención social, siendo en todo lo demás normal. Este caso, estudiado por el doctor Harlow, demostró que la conexión de la corteza órbito frontal, encargada de la lógica y el razonamiento, con la amígdala, encargada de las emociones, estaba implicada en la capacidad crítica del humano para evaluar correctamente su comportamiento y juzgar sus propias acciones. Quienes creen que la agresividad es un estado del alma tendrían que explicar cómo es que se relaciona con un nivel bajo de serotonina; o por qué el alma del asesino en serie está relacionada con un vacío de actividad en la parte racional del cerebro y exceso de actividad en la parte emocional; o cómo es que el amor romántico está ligado a la feniletilamina, que tiene efectos parecidos a una anfetamina y plazo de caducidad, mientras que el amor pausado de madurez se relaciona con las endorfinas; o por qué la depresión depende de que se inactiven los mecanismos bioquímicos que hacen que una sensación sea agradable, y desaparece introduciendo en el cerebro la química que los reactiva; o por qué la tristeza del alma se corresponde con una mayor segregación de cortisol, o niveles más altos en sangre de interleucina 6 o de la proteína C reactiva.

Precisamente por la imposibilidad de probar la existencia de las entidades fabulosas en que se basa su doctrina, las iglesias han tomado la precaución de afirmar que la creencia en dios y en las almas es una cuestión de fe, una de las tres virtudes teologales. No es la comprobación empírica sino la fe la que sostiene esa creencia.

Pero el mito sobrevive invulnerable

El caso es que, pese a su carácter gratuito, tal creencia está tan incrustada en las certidumbres tradicionales que funciona incluso en muchos que se dedican a la ciencia social y también en muchos que se declaran materialistas.

Y es que la convicción ilusoria en la libertad metafísica (la libertad del alma) viene apoyada por nuestra forma intuitiva de percibir nuestra conducta. La introspección sólo accede a la conciencia, no puede bajar al sistema que subyace, que es donde funciona la red causal que determina nuestro “quiero hacer esto” y nuestra posterior acción. Puesto que sólo podemos tener conciencia de nuestra voluntad de hacer, cada vez que hacemos algo tenemos conciencia de que lo hemos hecho porque hemos querido, y que podríamos haber hecho otra cosa. Y nos hacemos culpables de haber hecho lo que no debimos hacer. Es decir, hay una evidencia intuitiva de que tenemos un alma libre… basada en la ignorancia.

¿Cómo se explica desde el punto de vista tradicional un asunto tan insoportable como el genocidio israelí televisado?

Los sionistas tienen una justificación bíblica para apoderarse de las tierras de los palestinos. Podemos leer en la biblia que Moisés dice a dios: Acuérdate de Abraham, y de Isaac y de Israel, tus siervos, a los cuales les juraste por ti mismo y a quienes dijiste “multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas de los cielos, y toda esta tierra que os tengo prometida la daré a vuestra descendencia y la heredarán para siempre”. Los sionistas tienen también justificación bíblica para el genocidio: el pueblo elegido es alentado por dios a destruir a sus enemigos, que merecen el exterminio. Josué va conquistando las ciudades de Jericó, Hai, Maquedá, Libná, Laquis, Eglón, Hebrón y Debir y en todas ellas extermina «todo lo que tenía vida, como Yahveh, Dios de Israel, se lo había mandado». En nombre de dios su profeta Samuel dijo a Saúl que el Señor había decidido castigar a los amalecitas y que le ordenaba que fuera y los atacara destruyendo por completo todo lo que les perteneciera, que los matara a todos sin compasión, hombres y mujeres, niños y recién nacidos, toros y ovejas, camellos y asnos. ¿Acaso no son los palestinos un pueblo enemigo, un pueblo de bestias? ¿Acaso no cometieron un atentado terrible que da al Estado de Israel derecho a defenderse con todos sus medios?

Fuera del sionismo, entre los testigos del horror hay una actitud de extrema derecha y otra progresista, ambas basadas en un enfoque tradicional.

No sólo los sionistas han recibido grandes influencias de la biblia. También los cristianos, para quienes la biblia es un libro sagrado. Sus redactores concibieron un dios único con poder para derrotar a todo enemigo y dotado de rasgos muy negativos: es un vanidoso enfermizo, un sádico tan cruel que pide a Abraham que le sacrifique a su hijo para comprobar que le ama sobre todas las cosas, un vengativo que no olvida una ofensa y castiga la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera generación, un genocida capaz de asesinar a todos los primogénitos de hombres y bestias de Egipto sólo para demostrar que es más poderoso que los dioses egipcios del sol y del río, que elimina con un diluvio a toda la población de la tierra, menos a la familia de Noé, que arrasa Sodoma y Gomorra porque su población es adicta a la sodomía, etc., etc., etc., etc… Otros pueblos han tenido la suerte de religiones como el confucionismo o el budismo que son más bien códigos morales benéficos, y así se han librado de la terrible opresión mental que ejercen las enseñanzas de la Biblia.

Las personas de extrema derecha han asimilado, aun sin leer la biblia, el culto al poder brutal, el odio inmotivado y el desprecio al enemigo que brilla en el libro sagrado, y dirigen su odio a enemigos imaginarios: comunistas, separatistas, homosexuales, personas trans, negros, islamistas, moros, etc. Así que aceptan de buen grado los argumentos del sionismo y justifican el daño que los judíos están haciendo a los palestinos.

Personas progresistas (también las hay en Israel) condenan la actual fase del genocidio, pero atribuyéndola a la libre voluntad de personas siniestras, a Netanyahu por acción, a Trump por favorecerla, a los dirigentes europeos por ser cobardes que miran a otra parte. Están luego las poblaciones que ven cada día las escenas televisadas y siguen tranquilamente con su vida, o se limitan a decir “¡qué horror, esto hay que pararlo!”, a las que no se sabe de qué culpar. ¿Remedio? Que se pare a Netanyahu y se le lleve a los tribunales internacionales, que se apliquen sanciones a Israel.

ENFOQUE CIENTÍFICO

Gracias a quienes se han tomado la molestia de abandonar mitos e investigar la realidad sabemos que nacemos con un equipaje mental mínimo: tendencia a mantenernos en el placer y rehuir el dolor, capacidad para memorizar situaciones placenteras y dolorosas y para convertir en signo de placer o de dolor aquellos estímulos que antecedan reiteradamente a un placer o un dolor. Nacemos también, y esto nos diferencia de los restantes homínidos, con capacidad para adquirir el lenguaje del grupo. A partir de ahí el nacido de humanos no se diferencia de una cría de chimpancé porque tenga alma, sino porque tiene un cuerpo capacitado para que se vayan instalando en su memoria palabras pronunciadas por los adultos que lo rodean, y para que vaya aprendiendo a pronunciarlas, palabras asociadas a imágenes de las cosas a que se refieren y de la situación en que esas cosas se dan, asociadas también a los afectos y a las pautas de acción correspondientes.

Los contenidos cerebrales (cognitivos, afectivos, motores) que, como en los restantes mamíferos, empiezan siendo un conjunto de módulos incomunicados entre sí, cada uno de ellos sólo válido para conectar un tipo de estímulos con un tipo de respuestas, van siendo conectados por la red verbal hasta formar un sistema en el que cualquier elemento puede conectar con cualquiera otro. Así, paso a paso, mientras aprende su lengua materna el niño se va convirtiendo en persona, con un sistema psíquico que tiene todas las capacidades y funciones que el dualista atribuye al alma.

Si por alguna circunstancia el niño no adquiere el lenguaje del grupo (caso de los llamados “niños ferales”), su comportamiento no diferirá mucho del de un chimpancé. A lo que hay que añadir que, según han demostrado las investigaciones de los sociolingüistas B. Bernstein y de W. Labov (de las que nadie se quiere acordar porque deslegitiman el mito de la democracia), la capacidad cognitiva y conductual depende del nivel de lenguaje adquirido. Quienes nacen y crecen en un ambiente cultural bajo adquieren códigos lingüísticos restringidos que no les permiten entender y pensar innumerables ideas, ni realizar múltiples conductas que sí son asequibles a quienes han aprendido códigos elaborados.

Determinismo

En enfoque materialista, puesto que no concede papel causal a ninguna entidad espiritual, coloca la causa de cada acción en el estado del sistema cerebral en el momento de la acción. De manera que cuando alguien ha hecho algo, en ese momento no pudo hacer otra cosa, dado que el estado de su sistema cerebral era el que era.

Esta concepción recibe apoyo indudable de una consideración genética: cuando el niño nace es un sistema psicobiológico que funciona de manera determinada y no ha elegido libremente ser lo que es. A partir de ese momento cada estado de su psiquismo será resultado de la interacción del precedente con los efectos que produce la entrada sensorial, y así hasta llegar al momento de cualquier acción.

Libertad

¿Significa esto que para el materialista la libertad no existe? En absoluto. Para el materialista no existe la libertad metafísica (la libertad del alma), pero sí la libertad empírica, concebida como una forma de determinación: nos llamamos libres cuando la causa de la acción ha sido el estado mental que representa nuestro propósito, y nos consideremos no libres cuando la causa, actúe desde fuera o desde dentro, contradice la que se seguiría de ese estado mental. Alguien siente que no es libre cuando no puede hacer lo que desearía, sea por un obstáculo externo (está en la cárcel), sea por una pasión que le esclaviza (se propone dejar de fumar pero no puede). La libertad empírica es lo opuesto a cárcel, a la opresión de una dictadura, al sometimiento a la opinión o voluntad ajenas. Es también empírica la libertas a miseria (ser libres de la miseria) y la libertas a ignorantia (ser libres de ignorancia).

¿Nadie es culpable de nada?

Es evidente que si actuamos determinados a hacer lo que hicimos, y no pudimos hacer otra cosa, quedan eliminados los conceptos de pecado y culpa.

En seguida los partidarios de la concepción tradicional dirán que si se acepta que no somos culpables, entonces la vida social será imposible, porque a cada cual, al no ser culpable de nada, todo le estará permitido y podrá hacer lo que le convenga sin límites ni restricciones. Esta objeción incurre en error por no haber entendido el argumento determinista. Nadie es culpable de sus actos, pero sí responsable. La responsabilidad se puede definir como la previsión de las consecuencias de la acción para otros y también para uno mismo. Todo el que tenga un cerebro bien construido estará determinado a actuar con responsabilidad aun si sabe que nadie es culpable de sus malas acciones.

Otra objeción es que si no hay culpa tampoco hay mérito. El héroe estuvo determinado a serlo. El que se esfuerza está determinado a esforzarse. Bach estuvo determinado a hacer su música. ¿Pero pasa algo porque no podamos presumir de ser maravillosos? La acción heroica salvó vidas, el que se esforzó consiguió lo que quería, la música de Bach nos emociona.

Una gran ventaja de encarar la conducta ajena con un criterio científico es que el rencor y el odio pierden sentido incluso cuando hay justificaciones. No tiene sitio el odio a dictadores, genocidas y criminales de la peor especie. Sólo compasión por el papel que necesariamente han de ejecutar dada la forma en que su cerebro se fue configurando.

¿Tienen entonces algún remedio los males del mundo?

La actitud científica analiza, explica y permite la comprensión de lo que ocurre, así como la forma de evitar lo que nos parece inaceptable. Y la forma nunca será considerar que los facinerosos tienen almas malignas o incluso demoníacas y que ahí está la causa de lo que han hecho. Tampoco fiarlo todo a imponer penas más grandes. Puesto que no son ellos los culpables, sino que la causa del mal está en el orden social que fabricó sus cerebros, a corto plazo no hay solución. Pensando en el largo plazo son imprescindibles dos condiciones para que el mal social disminuya (y sería bueno que los cerebros de los progresistas estuvieran determinados a conseguir que esas condiciones se cumplan):

Una es que cobre fuerza la idea marxista de que la religión es el opio de los pueblos y que en consecuencia la concepción religioso-tradicional sobre el individuo vaya siendo sustituida por una concepción científica, que ponga de manifiesto que somos socialmente fabricados, que el individuo no es autónomo de la sociedad, que nadie se convierte en humano sin la interacción social, que debe a la sociedad más que a sí mismo. Entonces habrá menos narcisismo y más individuos determinados a actuar a favor del bien colectivo. Pero esta condición no sólo está lejana, sino que ni siquiera es contemplada por quienes quieren otro mundo.

La segunda condición es que decaiga el sistema capitalista, y para ello es necesario que el declive de EE UU se vaya haciendo más y más pronunciado hasta que llegue a un punto en que no pueda sostener su imperio militar, económico e ideológico sobre el mundo que controla, al que pertenecemos los europeos. Esta condición va avanzando más aprisa de lo esperable, pero aún queda mucho y su desarrollo es incierto. Esperemos que no desemboque en una guerra mundial.

Si algún día se dan estas dos condiciones será posible en el mundo una trama de interacciones sociales que vayan eliminando la explotación de unas clases sociales por otras y que faciliten que todos los nacidos reciban una adecuada educación en los aspectos cognitivo, afectivo y comportamental.

En todo caso, aun así el remedio no sería inmediato, porque los cerebros de muchos adultos no podrán cambiar en sus estructuras profundas y será necesario esperar a nuevas generaciones, cuyos miembros sean fabricados para conductas alegres, cooperativas y tendentes a todo lo bueno.

Hay algo esperanzador y emocionante. Y es que, aunque la secular interacción entre humanos ha convertido a muchos en actores de las mayores ignominias, crueldades, sadismos e indiferencias ante el dolor ajeno, también ha determinado a otros a amparar a los débiles, a cuidar de ellos con sacrificio propio y, si miramos la historia, ha ido forzando a las sociedades a dictar normas que prescriben conductas favorables a los que nada pueden exigir y con nada pueden pagar.

Esperemos que esa línea histórica de progreso moral no se interrumpa por más que tenga malos momentos como el presente. Todos los que están determinados a actuar en esa dirección de progreso moral han tenido la suerte de que les ha tocado un buen papel.

Si quiere hacer algún comentario, observación o pregunta puede ponerse en contacto conmigo en el siguiente correo:

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