Para convertir a Rusia y China en enemigos potenciales, de los que debemos defendernos, algunos han encontrado una fórmula tranquilizadora: son enemigos porque Europa es la heredera del espíritu de la Ilustración. Están enfrente porque somos los buenos.
Pero si nos preguntamos por el significado de la Ilustración, y por sus auténticos herederos, llegaremos a un resultado injustamente silenciado, y que por eso a muchos puede sorprender.
El espíritu de la Ilustración
En siglo XVII John Locke defendió el conocimiento empírico frente a las creencias metafísicas. En el XVIII, el llamado Siglo de las Luces, Voltaire defendió la libertad de pensamiento e hizo críticas muy divertidas de los disparates de la Biblia al hilo de su argumento contra la intolerancia religiosa; Jean-Jacques Rousseau defendió la idea de un estado democrático que garantizase la igualdad para todos; Denis Diderot y Jean d´Alembert intentaron reunir en una enciclopedia el conocimiento que en su tiempo podía darse por racionalmente seguro.
En su defensa de la Razón frente a la visión teocéntrica, dominante desde la Edad Media, estos filósofos quitaron a dios y pusieron al hombre en el centro del universo y se opusieron al poder absoluto de la monarquía y a los privilegios de la nobleza y el clero, así como a las interferencias de todos ellos en las cuestiones económicas. Pensaban que el hombre es naturalmente bueno, pero corrompido por una sociedad injusta, de modo que si todos formasen parte de una sociedad justa, con derechos iguales para todos, se lograría un estado de felicidad compartida. De esta manera unificaron el conocimiento y la empatía en el mismo propósito ilustrado.
Influyeron en la Revolución Francesa y también en otros movimientos sociales como la independencia de las colonias inglesas en América del norte, pero acabaron favoreciendo una nueva sociedad injusta. Los burgueses, que en el antiguo Régimen eran subordinados, aumentaron su libertad comercial para ampliar negocios y consiguieron capacidad legislativa para asegurar la explotación de quienes trabajaban en sus fábricas. Todo ello legitimado con una forma democrática a la que no faltaba el adorno de la división de poderes propuesta por el aristócrata ilustrado Montesquieu. El lema “Libertad, Igualdad y Fraternidad” que había inspirado la Revolución Francesa quedó convertido en retórica. El desarrollo del capitalismo aumentó las desigualdades y el odio entre clases sociales y cada cual no tuvo más libertad que la que le proporcionaba su dinero.
El verdadero heredero de la Ilustración
Fue en el siglo XIX cuando Marx trató de describir la sociedad capitalista de manera científica, libre de mitos e ideas interesadas, y puso ese conocimiento al servicio de una actitud emancipadora. Desde una Razón ilustrada y libre (libre de intereses particulares) percibió bien que el llamado “espíritu” o “alma” de la persona (es decir, las ideas, los sentimientos, los propósitos que la gente tiene), no son más que un efecto de las relaciones sociales de producción, es decir, de la forma en que la sociedad se organiza. Fue consciente de que el orden social determina la ideología de las personas según su clase, determina también la medida en que cada cual puede realizar sus propósitos. Movido por la objetividad científica reconoció el progreso que supuso la revolución burguesa sobre el feudalismo, pero para concluir que, una vez cumplido ese papel de progreso, la sociedad capitalista era causante de la deshumanización moderna. Llegó así a la conclusión de que no cabe una vida buena social en un sistema que niega conocimiento a los proletarios, ampara su explotación e impide que se generalice una actitud generosa hacia los demás.
Influido por ideas hegelianas tenía la visión optimista de que las leyes de la evolución histórica impulsan hacia un orden nuevo en el que será posible la plena realización de las personas: la sociedad comunista. En ella la división del trabajo habrá sido superada y, en consecuencia, desaparecerán los problemas de la disciplina y la motivación, no existirán los conflictos entre el interés general y el interés parcial ni los complejos problemas de la centralización/descentralización. Al haber sido eliminado el individualismo que incita a la lucha de todos contra todos en busca del medro personal, habrán desaparecido las causas de colisión fundamentales entre las personas, las que llevan a la violencia, la explotación y la crueldad. Esa sociedad creará personas nuevas dotadas de un desarrollo mental libre, pleno y armónico: todas con amplia capacitación, conocimiento de las bases científicas de la producción, pensamiento universal favorecedor de la plena satisfacción de las necesidades materiales y un alto desarrollo estético y moral. En otras palabras, imaginó al “hombre nuevo” como brillante, sumamente racional, libre de egoísmo personal, codicia y competitividad. Y además multidimensional. No todos serán capaces de pintar como Rafael, pero todos serán capaces de pintar sumamente bien.
Es indudable que, al concebir Marx el comunismo como la realización de la igualdad, la fraternidad y por tanto la libertad de todos, fue él, y no la democracia burguesa, quien heredó los principios y valores de la Ilustración.
Fracaso
Se objetará que hay que distinguir entre el comunismo como proyecto ideal y sus realizaciones concretas, por ejemplo en la URSS o en Cuba, y también en China, donde se está intentando un camino propio. Pero esas realizaciones no han sido tan funestas como se pregona.
En la URSS ocurrió que, por más que terminara en fracaso, impulsó un impresionante desarrollo económico y social durante los primeros decenios tras la Revolución, demostrando las ventajas de la planificación central comunista sobre el mercado.
Lo mismo ocurrió en Cuba: dejó de ser el prostíbulo de EE UU que era bajo Batista, mejoró la vida de los pobres y creó médicos y maestros que, resueltas las necesidades cubanas, iban luego a ayudar a otros países en vías de desarrollo.
Los poderes capitalistas se sintieron muy motivados a impedir que estos éxitos fueran un modelo a seguir y lo consiguieron en ambos casos. Mi opinión sobre por qué el comunismo acabó fracasando en la URSS la he expuesto aquí.
En Cuba ocurrió que su economía dependía del comercio con EE UU y que EE UU decretó un embargo que hubiera acabado en poco tiempo con cualquier país en sus condiciones, pero que la población cubana supo resistir de manera heroica y festiva al mismo tiempo. A Cuba le quedó prohibido usar el dólar en sus transacciones, tener cuentas bancarias en terceros países en esa moneda, acceder a créditos de bancos estadounidenses o sus filiales en otros países, ni de instituciones internacionales como el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo. En el ámbito sanitario el criminal embargo afectó a la llegada de medicinas, equipos e implementos médicos, y acabó extendiéndose a alimentos, con sanciones a terceros países que acogieran a subsidiarias de empresas cubanas y a barcos que comerciaran con Cuba. Qué duda cabe que esta brutal ofensiva deterioró la vida de la población cubana e hizo necesario un endurecimiento defensivo del gobierno comunista.
Los analistas y teóricos conservadores se apresuraron a concluir que, puesto que el comunismo ha fracasado allí donde se ha aplicado, queda claro que ha fracasado absolutamente. Por tanto la sociedad aceptable es la capitalista, única donde cabe libertad, progreso económico y democracia.
Uno de estos observadores inteligentes es Vargas Llosa; la revolución cubana, que le había entusiasmado en sus inicios, le desilusionó por la deriva autoritaria que descubrió en el encarcelamiento del poeta Heberto Padilla en 1971. De ahí dedujo en seguida que el comunismo real, aplicado en la práctica, deriva en represión, uniformidad ideológica y destrucción de la libertad individual. Así que pasó a ser un defensor declarado del liberalismo político y económico, que es el nombre que muchos dan al capitalismo salvaje.
Sorprende que si el encarcelamiento de un poeta le pareció insoportable, en cambio no encontrara insoportable la represión, uniformidad ideológica (anticomunista) y ausencia de libertad que tanto abunda en los países capitalistas (por ejemplo, materializada en el carácter criminal del embargo estadounidense y de su aceptación por los países sometidos al imperio).
La causa profunda del fracaso
Pero la causa del fracaso de los regímenes comunistas no ha sido sólo la tremenda oposición que encontraron desde fuera. Si miramos más allá o por debajo de los acontecimientos encontramos que los partidos políticos que tomaron la teoría marxista como guía, no apreciaron que, aunque esa teoría tiene notables aciertos tiene también un fallo.
De los aciertos ya he hablado: la idea de que las personas son fabricadas por el sistema social a partir del nacimiento, la idea de que bajo el capitalismo no cabe una vida buena generalizable y la idea de que no cabe socialismo sin una población que sea compatible con ese orden, una población nueva.
El error fue pensar que hay una evolución natural hacia el comunismo determinada por leyes de la Historia (nadie ha podido probar que esas leyes existan), y sobre todo que esa evolución puede ser acelerada mediante una revolución que dé al proletariado el poder para expropiar a la burguesía los medios de producción y establecer su propiedad colectiva, de forma que el nuevo modo de producción fabricará a las personas nuevas de una manera casi automática. De ahí que la dictadura del proletariado se concibiera como provisional y breve.
No estoy queriendo decir nada contra las revoluciones violentas. A veces la explotación que sufren las clases dominadas es tan inmisericorde y causa tanto sufrimiento que una revolución violenta es inevitable. No es por tanto condenable la clase social que la realiza, sino la clase social que la hace inevitable, la de los explotadores. Lo que estoy diciendo es que, con las poblaciones actuales, una revolución violenta nunca será puerta de entrada a la sociedad imaginada por Marx. Con las poblaciones actuales la dictadura del proletariado tendrá que perpetuarse y acabará degenerando, sobre todo si tiene que actuar en un mundo en el que las oligarquías capitalistas ejercen todo su poder para abortar un orden social contrario a sus intereses. Eso es lo que ocurrió en la URSS y lo que viene ocurriendo en Cuba.
China ha comprendido los problemas de imponer el comunismo a poblaciones todavía no adaptables a ese ideal, y ha optado por un sistema mixto: economía de mercado, pero planificada y controlada desde el centro por el partido comunista. Se acusa a China de no respetar los derechos humanos y de ser un régimen autoritario, no democrático, pero, como ya he dicho en otras ocasiones, allí manda el partido comunista a cara descubierta, aquí el capital a escondidas y disfrazado, allí en beneficio del pueblo, aquí en beneficio de las oligarquías, allí se saca de la pobreza a 800 millones de ciudadanos, aquí aumentan las desigualdades y la pobreza, allí la población tiene un grado de conformidad con el gobierno muy alto, aquí muy bajo, allí la población tiene un nivel cultural superior al de las poblaciones occidentales. No es una sociedad comunista, pero se acerca más que las occidentales y por eso les lleva una gran ventaja. Está más cerca que las occidentales de encarnar los valores de la Ilustración.
Aun aceptando todas las críticas que pueden hacerse a los regímenes comunistas, su ventaja sobre el capitalismo es tan indudable que parece mentira que quienes militan en partidos comunistas no se atrevan a defender esta verdad elemental y callen cuando dirigentes de derechas usan el término “comunista” como el peor insulto.
Utopía
Vayamos a otra forma de crítica. Consiste en aceptar las grandes ventajas que tendría una sociedad comunista, pero rechazarla por utópica, lo que quiere decir que cualquier intento de realizarla, no importan las circunstancias, estará condenado al fracaso y traerá malas consecuencias.
Pero este argumento sólo valdría si el comunismo fuera un propósito contrario a leyes científicas (físicas, psicológicas, sociológicas). Sin embargo nadie ha mencionado una ley científica que determine ese fracaso. No vale decir que la naturaleza humana es contraria a ese orden utópico y que por ello sólo se puede imponer y mantener mediante la dictadura. Pues resulta que no existe una “naturaleza humana” previa. La naturaleza humana se va construyendo socialmente y son ilimitadas las posibles variedades. Lo acertado es pensar que el propósito puede ser irrealizable en unas circunstancias, realizable en otras.
Hay dos obstáculos que impiden que hoy pueda establecerse con éxito el comunismo (es decir, el ideal de la Ilustración). Uno ya comentado es que una gran parte de la población se resistiría a abandonar las ilusiones de egoísmo individualista con que fueron fabricadas y al que son continuamente alentadas. Por ello el paso a una sociedad comunista ha de ir precedido de un largo proceso de educación de la gente en los valores ilustrados, algo que exigiría poner todo el poder político y gran parte de los recursos al servicio de ese cometido. Es decir, es necesario invertir el método: primero transformar a una mayoría de la población, para que sea luego ella la que defienda con determinación el comunismo.
Es aquí donde entra en juego el segundo obstáculo: el poder económico es dueño de los recursos y controla medios de comunicación, partidos políticos, leyes de educación, financiación de las escuelas, enseñanza privada, etc. El comunismo, es decir, la herencia de la Ilustración, es imposible mientras detenten el poder quienes se han adueñado de la riqueza social. No hace falta pensar en Trump y la corte de billonarios que le secundan. Piensen en los dirigentes occidentales más presentables. Se opondrían con fuerza más que suficiente.
Podemos fantasear acerca de cómo podríamos salir de esta situación y con qué resultados. Una imaginaria mirada retrospectiva hecha desde un futuro distante queda descrita aquí.
Matización
Llegados a este punto es grande la tentación de decir que Europa no sólo no es heredera de los valores de la Ilustración, sino que es su enemiga acérrima. Pero Europa no es una entidad uniforme sino que comprende países diferentes con intereses diferentes y además divididos en clases, cada una con valores y creencias diferentes.
Pero si con el término “Europa” nos referimos a las instituciones europeas y al Poder económico que las controla, podemos afirmar que Europa es enemiga acérrima de los valores de igualdad, libertad y fraternidad, algo que avalan estos hechos:
1. Europa viene provocando desigualdades crecientes y tiene una falsa democracia porque se niega a aumentar los impuestos a los ricos y a los riquísimos en cuantía tan grande como sea necesaria para mejorar los servicios públicos e impedir el control de una minoría sobre la sociedad. Sin llegar tan lejos, eurodiputados progresistas han propuesto una tasa de sólo el 3% a las fortunas superiores a 100 millones de euros, que permitiría recaudar anualmente casi 200.000 millones, más que la deuda propuesta por Bruselas para gasto militar, pero se oponen la Comisión Europea y los dogmas económicos que defienden los gobernantes de los Estados miembros.
2. Europa colabora a los genocidios de los que es responsable EE UU. Países europeos mantienen un mercado de armas con Israel, Alemania arresta y deporta a estudiantes por manifestarse contra el genocidio en Gaza, Francia disuelve organizaciones solidarias con Palestina y en España se juzga a activistas y periodistas por delito de odio por criticar y denunciar los crímenes de Israel.
3. Ascienden los partidos de extrema derecha en Europa, pero no de manera mágica o milagrosa, sino porque hay una gran parte de la población que es sensible a sus propuestas. Lo que quiere decir que Europa es un sistema político-económico que fabrica de manera creciente poblaciones enemigas de los valores de la Ilustración.
4. La Comisión Europea quiere aplicar el “modeloMeloni”, que consiste en dos centros de internamiento de extranjeros en territorio albanés para gestionar y devolver mediante un procedimiento “acelerado” a los migrantes varones adultos procedentes de “países seguros” rescatados en el mar. Se trata de un modelo que vulnera derechos, es legalmente controvertido y de resultados económicamente negativos (según el diario italiano La Repubblica, cada centro de Albania cuesta 297 euros al día por cada solicitante de asilo, es decir, casi diez veces más que si la recepción se hiciera en Italia, que costaría 35 euros). Algunos se preguntan por qué la Comisión quiere aplicar una política xenófoba y racista de este tipo. ¿Que por qué? ¡Qué ingenuos! Soplan vientos de extrema derecha respecto a la inmigración y la Comisión no quiere oponerse a ellos. De manera que ¡viva el respeto de Occidente a los derechos humanos!
Conclusión
El comunismo es la única herencia reconocible de la Ilustración. El capitalismo es su negación brutal y sin complejos. Y eso es hoy el Occidente que se hunde.