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EL ATENTADO TERRORISTA EN PARÍS (15 de febrero de 2015)

Entre los muchos que han opinado sobre ese atentado, algunos han buscado la causa y la han encontrado en que los países de religión islámica no han pasado por nuestra Ilustración, que confinó la religión a la esfera privada. En consecuencia, la religión es allí más determinante y con efectos más peligrosos. Dicen otros que, fracasados en nuestros países el comunismo y el catolicismo, ha quedado el campo libre para predicadores de un dios beligerante (y de ahí que algunos de los nuestros se enrolen en el yihadismo).

En todo caso, y buscando concausas, se discute si es aceptable que una revista satírica hiera los sentimientos de millones de personas humillando o insultando a una religión, un dios o un profeta. En general predomina la defensa de la libertad de expresión y la repulsa al intento de los yihadistas de imponernos su atrasada concepción de mundo. Son mayoría los que han hecho suya la expresión Yo soy Charlie.

A mí se me ocurren estas reflexiones:

1.- Debería repugnarnos oír a cada paso la encendida defensa de la libertad de expresión por aquellos que no toleran una crítica (véase la ira de miembros del PP por un sketch de Facu Díaz sobre ese partido), pero sobre todo porque afirmar que en nuestro distinguido Occidente disfrutamos de libertad de expresión es una mentira tanto más odiosa cuando más se reitera con trémolos solemnes. Libertad de expresión quiere decir que nadie pueda ser castigado por expresar sus opiniones o creencias, pero además que los medios de comunicación estén bajo control social (no bajo control de los gobiernos ni bajo control de sus propietarios, que es como están casi todos los medios en nuestros países). Así que dejémonos de cuentos.

2.- Dicho esto, es tema a discutir si toda opinión, creencia o juicio de valor debe disfrutar del amparo de la ley o si la libertad de expresión puede y debe tener límites legales. Entre nosotros no está permitido hacer apologías de la violencia, el terrorismo o el nazismo, ni injuriar o calumniar. Tampoco se acepta que las televisiones tengan en ciertos horarios contenidos que puedan afectar al desarrollo físico, mental o moral de los menores. De manera que se admite que la libertad no es total y tiene límites.

3.- ¿Sería adecuado que la ley impidiera expresamente toda crítica o expresión que pueda ofender a las religiones? Creo que no, porque si está permitido ofender a gobiernos e ideologías políticas, preservar a las religiones equivaldría a concederles una posición de sacralidad. Tampoco parece correcto prohibir expresiones que ofendan las íntimas convicciones de alguien. Es preferible que el que tiene convicciones íntimas se acostumbre a que otros las consideren dignas de crítica.

4.- ¿También dignas de burla? En otra ocasión, y en este blog, he hecho una dura crítica del papel de las religiones monoteístas y bien que me gustaría que desaparecieran del mundo. Pero no se me ocurriría ridiculizar o humillar a católicos, judíos o musulmanes con chistes o sátiras so pretexto de estar defendiendo a la Razón, atacando a la barbarie y ejercitando un sagrado derecho. Esto es una cuestión de gusto personal, pero muestra que hay razones diversas por las que puede uno negarse a proclamar “yo soy Charlie”. Para que progresen los que nos parecen atrasados de poco valen las burlas. Si algo puede valer, será apelar a la razón con argumentos pero, sobre todo, cambiar sus condiciones de vida.

5.- En cualquier caso, quien se expresa públicamente debe imponerse un autocontrol teniendo en cuenta las consecuencias, y es responsable de las previsibles (los caricaturistas y el semanario satírico no son responsables del atentado, pero sí de la ira provocada). Si a alguien se le ocurre un chiste que convierte en objeto de burla a una víctima del terrorismo, o a una mujer violada, el comportamiento correcto es abstenerse de publicarlo. El semanario francés ha publicado caricaturas no sólo de Mahoma, también del papa, pero no es asunto comparable. La cultura musulmana prohíbe las representaciones de Mahoma, nuestra cultura no tiene una prohibición equivalente. De manera que con las caricaturas de Mahoma se hace a los musulmanes un doble agravio, por la mera caricatura y además por la burla. ¿Por qué no funcionó aquí el autocontrol de los dibujantes o del semanario, sabiendo además que en muchas poblaciones musulmanas hay susceptibilidad y gran resentimiento contra nosotros? Ignoro las causas, pero creo que en el fondo hay desprecio a una cultura que consideramos inferior. ¿Se atrevería algún medio de comunicación andaluz a publicar chistes pornográficos sobre la Macarena o la Virgen del Rocío? Seguro que no y que, si lo hiciera, ni el medio ni el chistoso tendrían sitio seguro en que esconderse de la ira de innumerables devotos. No musulmanes, sino católicos.

6.- Decir que los terroristas son asesinos y no héroes sirve de poco, porque son héroes para muchos testigos. La alcaldesa de París ha reconocido que jóvenes de algunos barrios ven como héroes a los asesinos y que es preocupante que algunos liceos se hayan negado a guardar un minuto de silencio por las víctimas del atentado. Sólo queda que nos preguntemos por qué actúan así unos muchachos nacidos en Francia y educados en las escuelas francesas.

7.- Culpar a la religión choca con el hecho de que muchos practicantes del Islám no son violentos. Practicando la misma religión se da el caso de que padres de terroristas islamistas están en completo desacuerdo con lo hecho por sus hijos. Si acusamos no ya a la religión, sino al integrismo religioso, encontramos que los fanáticos cristianos son menos propensos que los musulmanes a cometer atentados sangrientos, mientras que en el pasado eran todos parecidos. En Occidente hay cristianos que odian a judíos y a musulmanes, pero con menos fuerza (hay menos motivos) y no de manera tan incondicional: a la hora de la verdad el cristiano no está por correr riesgos y el musulmán es capaz de inmolarse. Ello quiere decir que hay más coherencia en el musulmán a la hora de vivir su religión y que en el cristiano el fervor combativo propio de las religiones monoteístas, tan peligroso, se ha enfriado. ¿Se debe ello a que por nosotros ha pasado la Ilustración y por ellos no, o más bien a diferencias de desarrollo económico?

8.- La Ilustración se caracteriza, ante todo, por la confianza en la razón y en el progreso que de ella se sigue. Una consecuencia es la idea optimista de que, teniendo todos los humanos la misma razón, podemos llegar a conclusiones semejantes (esto es, a valores universales); es otra el repudio a vivir obedeciendo tradiciones irracionales (y de ahí el ataque a los dogmas religiosos y a los deberes que esos dogmas establecen, frente a los que se alza la secularización del Estado y el concepto de derechos del hombre y del ciudadano). Los ilustrados del XVIII defendieron mediante el argumento racional la igualdad, la fraternidad, la tolerancia y la libertad basada en la autonomía personal. ¿Está todo esto vigente entre nosostros, los occidentales actuales?

9.- Recordemos, por ejemplo, que para el papa anterior la Ilustración es el origen de todos los males modernos, algo comprensible dado el ataque de los ilustrados a la superstición religiosa y al dominio de las iglesias sobre la conciencia de sus fieles. Los terroristas del atentado de París eran franceses inmigrantes de segunda generación, nacidos y educados en Francia, se supone que en los valores republicanos e ilustrados. Quien apela a la Ilustración parece ignorar que una gran parte de la población occidental ni sabe qué es, ni vive sus valores, y que en los espacios públicos en que suponemos que predominan esos valores hay contradicciones profundas. Nada hay tan contrario a la Ilustración como los fanatismos, sean religiosos o políticos, y de ellos no estamos libres los occidentales. El fanatismo católico se hace presente en nuestro país cada vez que una ley no se acomoda a la moral que dictan los obispos, mientras el fanatismo político de la extrema derecha, por lo general islamófobo, está teniendo éxitos electorales en países como Austria, Francia, Grecia, Noruega, Dinamarca, Suecia, Países Bajos o Suiza. Nuestra realidad es que, aunque oficialmente vivamos en Estados de Derecho comprometidos a respetar los derechos humanos, y en los que los súbditos creen haberse convertido en ciudadanos, esto no pasa de ficción mediocremente representada. La libertad basada en la autonomía y emancipación del pensamiento ¿cuántos occidentales la disfrutan? ¿Y acaso somos en Occidente libres de los poderes económicos que nos dominan desde las sombras? Los valores de igualdad y fraternidad ¿por dónde andan entre nosotros que no se los ve?

10.- Más bien las diferencias entre los fundamentalistas católicos y los musulmanes se deben a que, a partir de un nivel de desarrollo económico, al que nosotros hemos llegado y los países musulmanes no, disminuye el grado de influencia de la religión, es imposible oponerse a la emancipación de las mujeres y, aunque sea con engaños, hay que ceder a las exigencias de democratización. Nosotros hemos llegado y ellos no, pero porque hemos utilizado la fuerza contra ellos de muchas formas y hemos crecido económicamente en parte a su costa.

O sea

Maravilla ver que desfilan por los medios de comunicación expertos e intelectuales para analizar y diagnosticar problemas, hoy uno, mañana otro, pero como si fueran aislables, independientes unos de otros y todos ellos del sistema social. Con tal enfoque las soluciones que se proponen son ilusorias.

Pienso que un testigo sabio e imparcial quedaría perplejo al ver que la causa básica de casi todos los males sociales nunca se menciona. En los debates radiofónicos y televisivos y en las muchas páginas de prensa referidas a la violencia no se utiliza la palabra “capitalismo”, menos aún para afirmar algo tan elemental como esto: “en el capitalismo abandonad toda esperanza”. No cabe hacer tortillas sin romper huevos. Quien acepta este tipo de sociedad y la defiende, quien ataca a sus críticos diciendo que son antisistema y populistas, debería saber que está defendiendo no sólo una manera injusta y demencial de organizar el trabajo y la producción y de repartir la riqueza social, sino también sus consecuencias en la configuración de las mentes de la población.

Lo hasta aquí dicho no es una justificación de nada, pretende más bien aludir a causas. Desafortunadamente si alguien habla de causas se le intenta destruir acusándole en seguida de justificar el crimen. Tampoco estoy en disposición, dado lo que pienso, de condenar los actos violentos. Son muchos los que los condenan al tiempo que defienden su causa última. Me limito a lamentarlos y me parece preferible que la conclusión sea: si no quieres esto, lucha para salir del sistema social que padecemos.

Si quiere hacer algún comentario, observación o pregunta puede ponerse en contacto conmigo en el siguiente correo:

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