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DE MENTIRAS Y MIEDOS (19 de febrero de 2020)

He hablado en otras ocasiones de las mentiras conceptuales del conservadurismo (entre ellas afirmar que vivimos en democracia, que la actual forma de globalización es inevitable, que hay leyes económicas que obligan a los recortes sociales, que sólo la economía de mercado, es decir, el capitalismo, es compatible con la libertad y la eficacia, que el marxismo y el comunismo son perversiones que terminan en el totalitarismo y la pobreza, etc.).

La actualidad nos va dejando temas que hunden sus raíces en esa gran mentira conceptual, entre ellos los siguientes, en el fondo relacionados entre sí:

El Foro de Davos se propone renovar el capitalismo.

Ariel Cohen, analista político del think tank Atlantic Council, argumenta sobre el peligro que representa China y la necesidad de que estemos todos unidos bajo Estados Unidos ante esa amenaza.

Se concede el Premio Primavera de Novela 2020 a Peridis por El corazón con que vivo, una novela confeccionada a partir de recuerdos y relatos de la Guerra Civil y que apuesta por «el inmenso valor de la reconciliación».

El Fofo de Davos

1. El lema de la 50 edición del Foro de Davos ha sido “La movilización de los grupos de interés por un mundo cohesionado y sostenible”.

«Somos muchos los que hemos visto que esta forma de capitalismo ya no es sostenible», ha dicho Klaus Schwab, uno de los fundadores del Foro. Hay consenso en que el capitalismo tal y como lo conocemos está generando violentos antagonismos, peligrosos desórdenes como la inestabilidad laboral, la creciente desigualdad y el rápido y fuerte deterioro medioambiental.

Volvemos a oír la vieja frase, repetida en todas las crisis y en seguida olvidada, de que para que el capitalismo sobreviva debe reinventarse. Se pretende defender la globalización en su forma actual y al mismo tiempo cumplir el Acuerdo de París y la Agenda 2030. Y ello a base de que el «capitalismo de los grupos de interés» abandone el rendimiento económico como único objetivo y busque el beneficio del total de la sociedad. El presidente del foro exhorta a las grandes empresas a que «paguen un porcentaje justo de impuestos, se muestren cero tolerantes con la corrupción, respeten los derechos humanos en sus cadenas globales de suministro y defiendan la competencia en igualdad de condiciones». Las empresas deben ganar, pero la sociedad debe percibir parte de ese desarrollo (el llamado modelo “win-win”).

El mismo FMI defiende ahora un aumento del gasto social ante el repunte de las protestas, abandona la defensa a ultranza de la austeridad y defiende la política fiscal como vía para aumentar la inclusividad y la cohesión.

2. Se habla de capitalismo progresista (Joseph Stiglitz), socialismo participativo (Thomas Piketty), Green New Deal (Alexandria Ocasio-Cortez) o democracia económica (Joe Guinan y Martin O’Neill).

Por mentira que parezca las críticas actuales al capitalismo no vienen de la izquierda, sino de los representantes de las oligarquías financieras más poderosas del planeta.  Ello parece que ha abierto la veda y son cada vez más abundantes los artículos que aparecen en la prensa afirmando que el capitalismo en su forma actual es inviable. Para los pocos que venimos muchos años diciendo que el capitalismo es un sistema irracional e injusto, y en modo alguno inevitable, es una suerte que otros vayan llegando a descubrir esta verdad elemental, aunque sólo a medias (sólo se refieren al capitalismo neoliberal imperante).

La previsible respuesta conservadora, aparte dar buenos e inútiles consejos a las grandes empresas depredadoras, será convertir en un nuevo negocio el paso a energías limpias y promover políticas que atenúen la pobreza de grandes masas de la población mundial, incluso aunque para ello los ricos tengan que aceptar un ligero aumento de la presión fiscal.

Una medida complementaria puede ser el favorecimiento de las extremas derechas como dique de contencion frente a las izquierdas del mundo.

Por ello frente a este propósito de enmienda conservador conviene insistir en que no sólo el capitalismo neoliberal, sino todo capitalismo, incluido el moderado por políticas socialdemócratas, tiene los siguientes vicios:

a) Conceder a la lógica del mercado la facultad de organizar la producción y distribuir la riqueza, con dos efectos inevitables: que no se produce para satisfacer las necesidades legítimas, sino para obtener beneficios, de forma que la asignación de recursos depende de la capacidad adquisitiva de los consumidores. Esto no sería nefasto si la riqueza estuviera justamente repartida. Pero resulta que otro efecto de la lógica del mercado es que los ricos van siendo cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. De manera que hay recursos para satisfacer los lujos más obscenos, pero no para dar a millones de personas alimentos, vivienda, educación y sanidad. Con el agravante de que su riqueza da a los ricos un poder irresistible para hacer ilusoria la democracia, dirigiendo en su beneficio la legislación. De esta forma el sistema irracional e injusto se blinda a sí mismo haciendo imposible cualquier cambio por beneficioso que sea para la mayoría. Acabo de leer que los algoritmos han empezado a controlarnos. No temo nada de los algoritmos, sino de las empresas privadas que utilizan los algoritmos. Son ellas las que llevan mucho tiempo controlándonos.

b) El capitalismo cae en crisis periódicas y para evitarlas en lo posible se ve obligado a un crecimiento permanente de prodeucción y consumo haya o no necesidades legítimas que satisfacer. Ello no sólo exige un exceso de energía contaminante, sino que afecta de manera imprudente a los recursos naturales. Con la secuela de que para promover un consumo innecesario es imprescindible un mecanismo de publicidad cada vez más atosigante y tóxico.

Todo esto indica que, frente a la respuesta cosmética conservadora, la verdadera solución, si queremos vivir en democracia y salvar el planeta, requiere estas medidas:

-Nacionalizar todos los espacios de interés público (comunicaciones, energía, sanidad, educación, entidades financieras, empresas farmacológicas, alimentación), de tal forma que la producción y distribución pueda ser diseñada racionalmente, lo que exige legislar contra la producción y el consumo irresponsables y poner coto a la publicidad hasta conseguir que prácticamente desaparezca.

-Armonizar mundialmente producciones y consumos bajo una legislación internacional a cargo de una ONU con poderes ejecutivos y en la que no funcione el derecho de veto. Eso, y sólo eso, sería una globalización correcta.

-Poner un límite razonable a la riqueza privada (por ejemplo, entre 5 y 10 millones de euros) con impuestos del 100% por encima de ese límite.

¿Imaginan cómo sería el mundo?

Estas medidas imprescindibles son hoy por hoy imposibles, pero sólo por la oposición frontal del poder económico. Sería sin embargo un paso que la izquierda parlamentaria hablara de ello a la gente desde los púlpitos que las instituciones le conceden.

Venezuela, Venezuela

¡La que se ha armado porque el ministro Ávalos fue al aeropuerto a hablar con la vicepresidenta de Venezuela Delcy Rodríguez! El furor impostado de la derecha ha alcanzado cotas ridículas, sólo justificables si el ministro Ávalos hubiera ordenado un genocidio. Se puede tratar con Guaidó, con Bolsonaro, con los jeques del Golfo Pérsico, con el rey de Marruecos o con dignatarios estadounidenses, y nada de esto contamina, pero no cabe relación alguna con Maduro y su gente. Cualquier relación con ellos se presenta como traición a los valores occidentales. La derecha se parodia a sí misma, pero es necesario repetir que, si no fuera lastimoso el estado cognitivo de la población española, esa derecha no podría llegar tan lejos por el camino de la desvergüenza impune.

La culpa del PSOE no está en que un ministro socialista haya hablado en Barajas con la señora Rodríguez, sino en haberse apresurado a reconocer a Guaidó como presidente en funciones sólo para seguir servilmente las indicaciones de Estados Unidos.

Sobre la situación de Venezuela cuando Guaidó se autoproclamó presidente nos ilustran varios artículos publicados en enero y febrero del pasado año en Público y en Diario.es (La estrategia del terror contra Venezuela: carta abierta al presidente del gobierno Pedro Sánchez, de Andrés Piqueras; Venezuela: la crisis moral de la prensa española (I, II y III) de Asier Arias; Las nueve razones de EEUU en declarar la guerra a Venezuela, de Nazarnín Armanian; y La nueva Guerra Fría y Venezuela, de Boaventura de Sousa Santos), por no citar el informe del experto independiente de la ONU Alfred de Zayas, o la opinión de Rodríguez Zapatero como mediador en el conflicto venezolano.

El enorme pecado de la revolución bolivariana fue convertir al Estado en gestor de los recursos naturales en beneficio del pueblo, algo que iba en perjuicio de las multinacionales petroleras y de la burguesía explotadora venezolana. Chávez hizo una revolución que beneficiaba grandemente a capas de la población hasta entonces marginadas, que pudieron acceder a una vivienda, a educación y a medicina. De manera que era necesario acabar con semejante ensayo.

Es lo que ha venido haciendo Estados Unidos en América latina ante cualquier intento progresista. En Cuba y Venezuela no ha tenido por el momento éxito completo, pero ha conseguido asfixiar la economía de estos países mediante represalias económicas y políticas secundadas por los países vasallos, y ha amparado económica y políticamente todo intento interno de subversión. Sean cuales sean las críticas que cabe hacer al régimen de Maduro no es decente hacerlas sin mencionar a Estados Unidos y su poder corrosivo. Sin embargo los medios españoles sacan a colación el tema de Venezuela como si Estados Unidos no existiera.

Las bases americanas y la Otan para defendernos de China

1. Desde El País nos dice el antes citado Ariel Cohen que la confrontación global entre Estados Unidos, la superpotencia preponderante, y China, la máxima competidora, será el elemento decisivo del sistema político internacional de las próximas décadas, y que por tanto es un requisito vital conseguir coaliciones. Entre los apoyos de Estados Unidos están Japón, India y Australia, pero se cuestiona si podría contar con Europa. Por ello es un reto aún pendiente para Washington y Bruselas que los países de la Unión Europea apoyen a Estados Unidos y reconozcan la amenaza que China representa para su seguridad y prosperidad. Europa y Estados Unidos deben definir con claridad sus intereses y tienen que reconocer y defender el sistema político democrático y la civilización occidental. Eso, señala Cohen, debe conseguirse redoblando la colaboración estratégica occidental, incluyendo el apoyo europeo a la posición de Estados Unidos frente a Rusia e Irán. Del fortalecimiento del vínculo entre Europa y América depende el futuro de Occidente, concluye el autor.

Cohen argumenta su tesis recordando una reciente investigación sobre espionaje de dos ex altos cargos comunitarios sospechosos de trabajar para Pekín, débil argumento, puesto que todos los países tienen sus espías aquí y allí. Añade que China tiene como importantes activos estratégicos su alianza con Rusia y el apoyo prestado por Pakistán, a lo que añade su poderío nuclear y la capacidad de explotación de materias primas. Pero esta es razón poco convincente porque hay otros países con alianzas, poderío nuclear y explotación de materias primas, así que Cohen termina diciendo que Pekín pisotea la propiedad intelectual y subvenciona generosamente sus sectores económicos. Y para demostrar que el sistema político chino es incompatible con el occidental se refiere a la represión de los enemigos políticos del presidente Xi Jinping o de los musulmanes de la región de Xinjiang.

¿Se puede llegar más lejos en la pobreza argumental? 

2. Vamos a ver: lo que el poder militar de Estados Unidos defiende, con la OTAN subordinada a él, es su predominio imperial.

Las flotas americanas surcan todos los mares con armamento atómico y enorme poder defensivo y ofensivo de armas convencionales, utilizando para ello bases militares en países vasallos, España entre ellos. Si cualquier país en el mundo pone en peligro el predominio estadounidense será adecuadamente escarmentado. Y para eso, para el “América primero” de Trump, tenemos que actuar como peones útiles, pero sin voz, voto ni ventajas. Sólo desventajas e indignidad.

El problema de Estados Unidos es que hay otros países que tienen un poder militar suficiente para defenderse, incluido el armamento atómico. Especialmente Rusia y China. Y que China progresa económicamente a tal velocidad que es previsible el momento en que deje atrás a Estados Unidos. Pero que China se configure como el enemigo principal de la hegemonía estadounidense no quiere decir que sea un peligro para nosotros. Estados Unidos exige a Europa que actúe contra Huawei alegando que no se puede dejar en manos chinas la tecnología 5G. Es natural que Estados Unidos quiera que Occidente dependa de la tecnología 5G estadounidense, por ahora más atrasada, pero ¿resulta para Europa más peligrosa la tecnología china que la americana?

Nada tenemos que temer de China que no debamos temer de Estados Unidos, porque cuando dicen que China es el principal enemigo de Occidente no se refieren a nosotros, sino a las multinacionales occidentales, en especial a las estadounidenses.

Lo que por ahora sabemos es que China organiza su influencia en el mundo de manera menos agresiva y explotadora que lo hicieron los países occidentales imperialistas y que lo sigue haciendo Estados Unidos.

3. La palabra “libertad” se utiliza para sacralizar el sistema político occidental y demonizar a todo el que se le enfrente. Tú eres libre, se dice al menesteroso que tiene que pedir limosna. Y es cierto, el menesteroso es libre para pedir limosna allí donde no estorbe demasiado. Se dice al ciudadano: eres libre para crear un partido político y para votar al partido que quieras, y es cierto, sólo que ello no impedirá que gobiernen los partidos procapitalistas, porque cualquier opción antisistema ha sido previamente desactivada y si a pesar de ello llega al poder será derrocada. Vean el caso de Grecia y los numerosos casos de América Latina. Sois libres, se dice a los padres, para elegir la educación que dais a vuestros hijos, pero los pobres no pueden dar a sus hijos ni siquiera el lenguaje imprescindible para que pasen con éxito la educación obligatoria y lleguen a la universidad. Sois libres para enseñar, se dice a los maestros, pero si un maestro habla de lo que no conviene se le acusa de adoctrinar, mientras se subvenciona a los adoctrinadores habituales. Sois libres para montar imperios mediáticos, se dice a todos aquellos que no tienen dinero ni para comprar un periódico en el kiosko. En fin.

En Occidente triunfa la libertad (salvo en Cuba y Venezuela) y esa libertad no existe en China ni en Rusia. Pero en Occidente gobiernos, parlamentos y jueces acatan el poder imperial y aceptan las sanciones con que el sátrapa de turno castiga desde la Casa Blanca a los países que no se someten a su interés. Y todos los medios de comunicación influyentes hablan de esas sanciones, pero sin discutir su legitimidad, como si no fuera la ONU, sino Estados Unidos quien puede imponerlas. Es Estados Unidos el que decide si un país puede tener o no armamento atómico, si se ha hecho merecedor o no de sanciones económicas. Es Estados Unidos el que, con una retórica de teología infantiloide, habla de un Eje del Mal para caracterizar a algunos países sólo porque no los controla.

Y los demás países de Occidente carecen de libertad para decír ¡Ya está bien! Ahora el gobierno español quiere algo tan razonable como establecer una tasa Tobin y un impuesto sobre los beneficios que obtienen en España los servicios digitales de plataformas. Y ya Trump nos ha hecho saber que responderá con mucha dureza. ¿Nos atreveremos nosotros a responder a esa dureza exigiendo la devolución de las bases militares?

Desafortunadamente España no puede actuar en este asunto en su propio interés. Es un país vasallo, sin autonomía política, desde que Franco, para hacerse perdonar su fascismo, vendió un trozo de la soberanía del país. Luego Felipe González mantuvo la cesión de las bases y cambió su OTAN NO por OTAN SÍ cuando le presionaron para ello EE.UU. y otros países europeos. Así está el tema.

¿Podríamos intentar recuperar nuestra autonomía en la medida en que formamos parte de la Unión Europea? No, porque tampoco esa Unión existe como entidad capaz de decidir libremente. Es una unión económica regida por oligarquías poderosas, promotoras de la política neoliberal, a las que interesa la capacidad disuasoria de Estados Unidos (de la que Europa carece) como defensa contra cualquier intento de alterar la situación mundial. Así que tiene que someterse al maltrato estadounidense, incluso cuando ese maltrato alcanza las cotas trumpianas. Europa se quitó el disfraz cuando actuó brutalmente contra Grecia, que sólo intentaba una política muy razonable, pero contraria a los insensatos designios del capital. Desde entonces la UE es un fantasma deslegitimado, en el que la ultraderecha va creciendo como consecuencia de los estragos sociales que ha causado esa política neoliberal. Tanto ha crecido la xenofobia de la ultraderecha que ha acabado inspirando la vergonzosa sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo con la que ha cambiado la anterior doctrina sobre las devoluciones en caliente de inmigrantes.

La distinción entre enemigos y adversarios, la memoria histórica y el ideal de la reconciliación

1. La teoría sobre adversarios y enemigos, a la que se hace frecuente referencia, se puede resumir así: La rivalidad y el pluralismo competitivo son inherentes a la sociedad democrática. Los que concurren en la búsqueda de objetivos comunes pueden diferir en la interpretación de esos objetivos y por eso se enfrentan, ya sea en el mercado, ya sea en las elecciones. Son adversarios. En cambio los enemigos se enfrentan porque el objetivo de cada uno de ellos es la destrucción del otro.

Esta teoría puede aplicarse al presente o al pasado.

Aplicada al presente tenemos que dentro del espacio procapitalista hay adversarios, mientras que procapitalistas y anticapitalistas no son adversarios, sino enemigos.

Desde la concepción conservadora los procapitalistas son prosistema, es decir, algo bueno. Los anticapitalistas son antisistema, es decir, enemigos de todo lo bueno. Es natural por tanto que los prosistema quieran destruir a los antisistema, único modo de que las cosas tomen un buen curso.

Desde el punto de vista opuesto hay que decir que es muy sensato desear que los prosistema desaparezcan, ya que imponen políticas criminales que causan enorme dolor a una gran parte de la población.

La cuestión está en el método que se elige para la desaparición del enemigo. Puede ser el método franquista de la destrucción física, o puede utilizarse como método el progresivo aumento de la justicia y la educación.

2. Si trasladamos el modelo adversario-enemigo al tema de la memoria histórica, vemos que la derecha pretende absolver a la izquierda como forma de absolverse a sí misma. Insiste en que antes y durante la guerra civil todos cometieron crímenes, que no hay que reabrir las heridas pasadas y que lo mejor es la reconciliación. Dejemos de ser enemigos y reconciliémonos.

Esta idea viene siendo defendida en artículos, novelas y películas. En El País de 1 de febrero pasado se quejaba Fernando Sabater, refiriéndose a Mientras dure la guerra, de Amenábar, de que las películas que narran la vida y sucedidos de personajes reales sean juzgadas como si fuesen documentales.

“Mientras unos se han entretenido en afear inexactitudes los demás disfrutamos la película sin mayores preocupaciones. Tiene ritmo y equilibrio narrativo. Karra Elejalde es un creíble Unamuno; Eduard Fernández, un Millán Astray divertido y espectacular, pero sobre todo Santi Prego hace un Franco fabuloso en su minimalismo, una interpretación que ayuda a pensar mejor al siniestro personaje. Para documentarse más hay que ir a la biblioteca, no al cine.”

Este párrafo define muy bien la retórica habitual de Sabater, en la que una visión conservadora va revestida de aparente sentido común y desparpajo, pero siempre haciendo trampa.

Claro que se puede introducir en una película biográfica alguna inexactitud que favorece el relato, pero otra cosa es entrar en una batalla ideológica tomando partido por uno de los bandos, precisamente el que no tiene razón. Y ofrecer con ello a muchos espectadores una versión falsa que van a aceptar como verdadera en tema tan sensible, salvo que ocurra el milagro de que todos ellos sientan el repentino deseo de ir a una biblioteca. Aún así, ¿qué encontrarán en la biblioteca?

La película de Amenábar viene a decir que se cometieron tropelías por ambos bandos, que la república debió ser algo malo, ya que un intelectual tan lúcido como Unamuno, que la había defendido, se desilusionó y se adhirió al golpe militar. Y que como también los franquistas hicieron cosas feas, se arrepintió cuando las víctimas fueron amigos suyos. Esta visión de lo ocurrido viene a apuntalar lo que la derecha dice en su descargo.

Lo que la película no dice es que España venía siendo explotada hasta extremos insoportables por un consorcio de curas, militares, terratenientes y financieros. Que había por tanto mucha gente con odio justificado hacia los explotadores. Que el Frente Popular pretendía modernizar España y acabar con esa lacra. Que esto resultaba insoportable a las oligarquías explotadoras y que por eso dificultaron primero con toda su fuerza el funcionamiento de la República y organizaron luego el sangriento golpe militar.

Desafortunadamente nada ha hecho la izquierda por dejar claro, con datos, cómo era la vida de la gente en la España de 1930, qué intentó la República, y por qué ese intento se puede considerar el periodo más esperanzador de la historia de España.

Tampoco ha sabido exponer que la violencia del explotado que odia con razones legítimas no es comparable con la violencia del explotador que odia al explotado sólo porque se resiste a su dominio. Pero sobre todo, no ha exigido que se narre en las escuelas la indescriptible violencia que hubo terminada la guerra, violencia que estuvo sólo a cargo del Régimen franquista, cuyo designio, del que Franco se vanaglorió muchas veces, era acabar mediante torturas y asesinatos con la España roja.

3. Volvamos a la reconciliación, la que impuso la “modélica Transición”, consistente en que el franquismo siguió con sus beneficios y su poder y puso una mordaza a la izquierda a cambio de dejarla jugar al juego de las instituciones.

Esa es la reconciliación que se ensalza. El fallo del jurado que ha concedido el premio Primavera a Peridis dice que «se trata de una novela que, a partir de un drama familiar que representa la gran tragedia que supuso la Guerra Civil, apuesta por el inmenso valor de la reconciliación». También el novelista Cercas ha escrito sobre dramas familiares para acabar ensalzando la reconciliación. Pero ¿qué quiere decir reconciliarse? ¿Puede reconciliarse la mujer con el hombre que la maltrata y la amenaza de muerte? Ya sabemos a qué conduce esa reconciliación: a que la mujer sea asesinada por el hombre. Otra cosa sería la reconciliación de la mujer con un hombre que la maltrató, pero que está realmente arrepentido y que no ha vuelto a recaer en comportamientos violentos.

¿Hay arrepentimiento en la derecha por los horribles crímenes que cometió el franquismo? Ahí la vemos añorando al genocida Franco, considerando un agravio que se haya sacado su cadáver del Valle de los Caídos, resistiéndose a sacar al genocida Millán Astray de la iglesia de la Macarena, insultando a las víctimas del franquismo. No nos engañemos. Sigue habiendo dos Españas irreconciliables, como bien se ve ahora con el auge de Vox.

Si la gente sensata se pregunta cómo salir de esta situación y llegar a una España reconciliada hay que responder que el camino no es olvidar lo ocurrido, sino tenerlo muy presente y eliminar todo aquello que acrecienta la ignorancia y el resentimiento, caldo de cultivo de los odios que la extrema derecha promueve.

Claro que para ello sería necesario acabar con el sistema impuesto por la codicia de los ricos. Y claro que a ello se opone el poder de los ricos.

Miedos

¿Dice algo de esto la izquierda parlamentaria?

Esa izquierda está muda, asustada, sin atreverse a sacar la cabeza de la madriguera en que lleva metida desde aquella “transición modélica”.

El miedo de esa izquierda consiste en esto: como no dispone de medios de comunicación que puedan neutralizar la brutal militancia de los medios privados influyentes, no se atreve a decir nada que pueda provocar una catarata de descalificaciones con efectos electorales.

Es el miedo que atenazó al ministro Ávalos cuando se hizo pública su entrevista con Delcy Rodríguez. Ávalos no hizo nada malo al entrevistarse con la señora Rodríguez, pero sí al mentir una y otra vez por puro miedo.

No meterse en jardines, no criticar a las oligarquías americana y alemana, no usar la palabra “capitalismo”, hablar de mitigar las desigualdades pero sin afirmar que las grandes fortunas son un crimen, bordear todos los temas conflictivos. Callar, callar.

Nota aclaratoria

Cuando digo Estados Unidos no me refiero a la población estadounidense, sino al poder representado por la CIA, la Casa Blanca y el Pentágono, brazo armado del poder económico de sus multinacionales. Gran parte de la población estadounidense, como en cualquier otra parte del mundo, vive engañada y ahora asustada por las consecuencias que también para ella ha tenido la política neoliberal. Pero todas mis simpatías para esa parte de la población estadounidense que vota a Bernie Sanders.

Si quiere hacer algún comentario, observación o pregunta puede ponerse en contacto conmigo en el siguiente correo:

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