El pasado febrero el Partido Feminista de España (PFE) que dirige Lidia Falcón ha sido expulsado de IU por discrepancias sobre cómo regular los derechos de las personas transgénero. Esas discrepancias venían de lejos, pero subieron de punto cuando el pasado diciembre el PFE emitió un comunicado en el que rechazaba las consecuencias nefastas de permitir que los menores transgénero accedan a tratamientos y operaciones para cambiar de sexo, o que los adultos lo hagan sin la consulta previa de un psicólogo. Denuncia el PFE que estas medidas se recogen ya en algunas normativas autonómicas y que previsiblemente formarán parte de la propuesta de Ley de Derechos Trans y LGTBI contemplada en el acuerdo de Gobierno entre el PSOE y Unidas Podemos, que incluye una despatologización de la condición trans y elimina la necesidad de operarse para poder cambiar nombre e identidad de género en el DNI.
Lidia Falcón ha llamado a los hombres trans “mujeres con barba” y a las mujeres trans “hombres con falda”, y ha afirmado que “si se aprueban esas leyes en España viviremos la pesadilla de las inglesas obligadas a compartir los váteres con trans que ni siquiera se han operado”.
Refiriéndose a la teoría queer ─aquella que dice que no nacemos con una predeterminación de sexo sino que a lo largo de la vida escogemos variablemente el que queremos─ encarece sus consecuencias funestas, ejemplificables en la foto de un señor con unos bigotazos negros que lleva la leyenda “soy una niña de cinco años” porque esa es la transformación que ha escogido, sintiéndose a continuación con derecho a acosar sexualmente a un niño de seis “porque él se siente niña pequeña, y en consecuencia no es un pedófilo ni un pederasta sino un transgender”. Concluye Lidia Falcón que las feministas que se oponen a semejantes desquiciadas fantasías son tachadas de homofóbicas, transfóbicas, perseguidoras de la libre elección de sexualidad y TERF (acrónimo de trans exclusionary radical feminist, término inventado por un grupo de transexuales).
Aclarar el conflicto IU-PFE obliga a tomar en cuenta a los sujetos que intervienen.
Dos feminismos
Rosa Cobo, profesora de Sociología del Género de la Universidad de A Coruña, ve como primera razón del choque entre IU y el PFE dos concepciones diferentes de lo que debe ser el movimiento feminista. El sector mayoritario del feminismo entiende que las movilizaciones sociales están al servicio de la conquista de derechos frente a la opresión patriarcal y se concreta en diversas vindicaciones: contra la precariedad laboral de las mujeres; contra la feminización de la pobreza; contra la legalización de los vientres de alquiler; a favor de la abolición de la prostitución; contra la propuesta de hipersexualización extrema de las mujeres del porno…
El otro sector feminista muestra una concepción más próxima al orgullo gay y parte de la idea de que el sujeto del feminismo no sólo son las mujeres sino también otros colectivos discriminados. Y no sólo las mujeres bisexuales, sino las lesbianas, trans, racializadas, mujeres encerradas en los CIE’s, etc. De la diversidad de las mujeres pasa este feminismo a la diversidad sexual y a la libertad sexual basada en las identidades sexuales. Y dentro de él las hay que ponen en cuestión los tres siglos de historia feminista porque se gestó en Occidente y se lideró por mujeres blancas y burguesas.
A juicio de Rosa Cobo la actitud de los sectores feministas del PSOE y de Unidas Podemos depende de la forma en que se plantean su competencia por la hegemonía ideológica y por la capacidad de movilización.
Las dirigentes del PSOE y una parte significativa de sus bases suscriben la agenda de la opresión patriarcal, aunque hay sectores minoritarios del partido socialista, sobre todo entre sus juventudes, que suscriben la agenda sexual de libre identidad.
Las dirigentes de UP, pese a que se presentan como más a la izquierda, apuestan por la libre identidad en detrimento de las vindicaciones feministas más inequívocamente anticapitalistas vinculadas a la redistribución, y de ahí la distancia entre el ministerio de Igualdad y el PFE. Aunque hay también en este caso una división entre las bases y las dirigentes de UP, pues una mayoría de las militantes comparten la agenda ligada a la opresión patriarcal.
Podríamos añadir a lo dicho por Rosa Cobo que el feminismo tradicional habla de mujeres y hombres, y del sexo como hecho básico, mientras el segundo feminismo sustituye los términos tradicionales (hombre, mujer, sexo) por género (identidad de género, perspectiva de género, violencia de género) influido por la idea de que es la teoría la que fabrica los hechos (los sexos existen en el espacio biológico, los géneros en el espacio social). Por este camino se acaba llegando, en un ambiente de barra libre, a llamar “persona binaria” a la que se atribuye características de uno de los dos sexos, y “persona no binaria” a la que se atribuye identidad bigénero (si se percibe como masculino y femenino), identidad pangénero (si se percibe como una mezcla entre masculino, femenino y/u otros), o identidad agénero o género neutro (si se percibe como un género distinto al género masculino, al femenino o al nulo). Y cada día aparecerá una forma nueva de identidad, porque los caprichos fantasiosos son inagotables.
La posición ante el lobby de los colectivos LGTB
Otra razón del conflicto es según Rosa Cobo que algunos sectores del colectivo LGTB quieren formar parte del sujeto político feminista aprovechando un elemento común, las mujeres trans, con el objetivo de introducir en la agenda del feminismo la suya propia: legalización de los vientres de alquiler, regulación de la prostitución, ley de identidad sexual, vía libre a la pornografía, es decir, una agenda que parece contraria al feminismo.
Lidia Falcón denuncia que lobbies de gays y transexuales llevan a cabo “movimientos de propaganda ideológica” cuyo efecto es ocupar espacios feministas desde posiciones contrarias a la lucha feminista, eliminando el concepto ‘mujer’ de las leyes trans. Las madres, dice Lidia Falcón, desaparecen y pasan a ser “progenitores gestantes”, capacidad que se arrogan también los hombres trans, dado que no han perdido su capacidad reproductora. Con su lenguaje poco diplomático Lidia Falcón ha llegado a equiparar a las personas trans con “proxenetas, puteros y compradores de mujeres y niños”.
Pugna en los colectivos LGTB
Pero no es esto todo, pues dentro del movimiento LGTB ha habido una escisión de mujeres trans que han pasado por la cirugía y que se denominan “mujeres reasignadas”. Marta Reina, la primera agente de Mossos d’Esquadra en cambiar de sexo, es la impulsora de una nueva asociación que tiene una posición crítica hacia los vientres de alquiler y se pronuncia a favor de la abolición de la prostitución. A su juicio bajo la letra T de LGTBI hay un lobby cuyos personajes toman decisiones en reuniones donde no hay ninguna persona reasignada para decidir ciertos asuntos. Por ejemplo, hacen mesas redondas sobre tratamientos trans e invitan a personas que están en contra de las cirugías, de lo que resulta que las operadas están encontrando transfobia dentro del movimiento trans.
La asociación de reasignadas se opone a la futura ‘ley Trans’ porque permite que se pueda cambiar de sexo sin siquiera pasar por un control médico (art. 7,4), con consecuencias que se ven en este ejemplo: “Hemos sabido estos días del caso de un hombre que trabajaba como drag queen en Gran Bretaña. Lo metieron preso y dijo que él no se sentía hombre, así que ingresó en una cárcel de mujeres y allí violó a algunas internas.”
Termina Marta Reina diciendo que las mujeres reasignadas, que saben del calvario que supone el tránsito de hombre a mujer, exigen unos mínimos. “No te estoy diciendo que una mujer transexual que todavía no se haya hecho la cirugía no pueda entrar al lavabo de mujeres… Pero esa persona sí que tendrá que pasar un tránsito y tendrá que someterse al tratamiento hormonal. Que llegue luego o no a la cirugía es otra cuestión.”
Sentido común en el tema de las personas trans
Examinemos desde el sentido común los problemas mencionados:
Si alguien, por la razón que sea, está disconforme con su sexo y desea pertenecer al otro, lo primero a tener en cuenta es que en el terreno de la realización de los deseos no siempre impera la voluntad individual. Todos desearíamos volar como águilas, pero es un deseo que no nos motiva a la acción porque sabemos que no es realista. Un sucedáneo es volar en parapente. Pero volar en parapente no nos convierte en aves.
Cierto que muchas cosas que eran en otro tiempo imposibles han acabado siendo realizables gracias a la tecnología. Pero la tecnología actual es incapaz, por el momento, de convertir en mujer a un hombre o en hombre a una mujer. A lo más a que llega es a hormonar un cuerpo (proporcionándole los estrógenos o la progesterona que no produce naturalmente) para alterar en alguna medida sus caracteres sexuales secundarios. O simular con cirugía una vagina que no desemboca en un útero. Poco importa que la ministra de Igualdad diga que “las mujeres trans son mujeres y ya está” (sólo le faltó añadir “porque lo digo yo”). Los castrati no eran mujeres, eran hombres castrados. Por ello, dejando aparte la crudeza de las formas, tiene razón Lidia Falcón cuando llama mujer con barba al llamado hombre trans, y hombre con faldas a la llamada mujer trans. Dicho de manera más suave: la llamada “mujer trans” debería ser llamada, con mayor propiedad, “hombre trans”, y el llamado “hombre trans” debería ser llamado, con mayor propiedad, “mujer trans”. Esto es así incluso aunque el hombre haya sido operado, con más razón si mantiene su pene y sus testículos.
Marta Reina dice que es mujer de pleno derecho y que se siente como tal. Es mujer de pleno derecho si una ley se lo reconoce. Que se sienta como tal alude a una intimidad que no hay por qué discutir, aunque en realidad carezca de significado preciso.
¿Qué es sentirse mujer?
A saber cuantas formas habrá de sentirse mujer, pero creo que todas han de referirse, de una manera u otra, a un proceso vital en el que están muy presentes la menstruación, la posibilidad de preñez y parto, la maternidad, el aborto como remedio a un embarazo indeseado, la menopausia y las enfermedades típicas del aparato genital femenino.
Nada de lo que estoy diciendo va contra el derecho que tiene cada cual a satisfacer sus deseos mientras no dañe a otros, por ejemplo recorriendo ese llamado tránsito, tanto si incluye como si no incluye cirugía. Las personas trans merecen respeto social y apoyo legal, y los sucedáneos que consiguen bien valen la pena si les eliminan dolores o les proporcionan placeres.
En todo caso, puesto que el deseo de las personas trans es de imposible realización, el problema debe verse de manera diferente en la niñez y en la edad adulta.
Tal vez la ciencia nos acabe diciendo cómo y por qué surgen las configuraciones cerebrales en que consiste el repudio al propio sexo y el deseo de pertenecer al otro. Desde luego no es innata la identificación de cada sexo con juegos o vestidos, ya que es convención cultural que las niñas se vistan de rosa y los niños de azul, que los niños no usen faldas y que a las niñas se les agujereen los lóbulos de las orejas para colocar pendientes. Melenas, faldas, pantalones, tacones han sido usados por mujeres y hombres en distintas épocas y culturas. Y jugar al parranquete, al diábolo o a la comba no es exclusivo de niñas, como no lo es de niños jugar al fútbol.
En el caso de que un niño o niña se considere trans, la reacción sensata es, si así lo recomiendan los expertos, permitirle ser nombrado y vestir como quiera, jugar a lo que le guste, etc. Lo importante es controlar el entorno para evitar acosos y sufrimientos mientras se espera el resultado de la evolución del menor.
No tiene ningún sentido que el Parlamento extremeño haya recibido a un niño de 8 años llamado Elsa para que lea un papel hecho por adultos presentándose como niña trans. Menos lo tiene que cuatro años antes, es decir, cuando el niño tenía 4 años, ya estuviera su madre en ese Parlamento haciendo lo mismo.
Lidia Falcón ha dicho que se reserva acciones legales por falta de protección psicológica al menor contra el Parlamento de Extremadura y los padres de Elsa, y alega que la hormonación de menores de edad les llevará en pocos años a la pérdida de densidad ósea, trastornos alimenticios y de peso y sobre todo trastornos mentales, y que la normalización de la transexualidad entre los niños puede llevar a algunos incluso a practicarse castraciones.
Si llegada la persona a la madurez persiste en su determinación deben exigirse unas condiciones para que la ley reconozca la realidad trans y le dé efectos jurídicos.
Si el registro civil y el DNI no son necesarios lo adecuado es suprimirlos. Si se llega a la conclusión de que son necesarios, y de que es además necesario hacer constar el sexo de cada cual como dato biológico, entonces, si lo que se pretende es que el registro recoja las variedades de orientación e identidad sexual habría que establecer distintas subclases en cada sexo para que todos se sientan reconocidos. Por ejemplo, caracterizar a los varones y hembras que así lo pidan por subclases de orientación (heterosexual, bisexual, homosexual) y también de identidad (cisgénero o trans). Y siempre siguiendo un procedimiento que acredite que no se trata de un capricho subjetivo y pasajero.
Cosa distinta es que un hombre se registre con nombre de mujer o al contrario. Allá cada cual con el nombre que quiera darse.
Se plantea aquí un problema adicional, porque el tema del daño ajeno admite distintos niveles y matices. Pensemos en el caso del hombre que se dice mujer trans sin haber recurrido a la cirugía y que entra en los váteres o vestuarios de mujeres incomodando a las usuarias. Parece una cosa menor, pero atendible si nos proponemos tomar en cuenta los sufrimientos y molestias de cada cual.
En todo caso, en la medida en que las personas trans no pueden dar cumplimiento a su deseo es inevitable su frustración, lo que explica que tras el calvario que según Marta Reina es el tránsito, haya en ese colectivo un alto número de suicidios.
¿Qué se puede hacer a su favor? Mediante educación y buenas prácticas legales y sociales garantizar el respeto que se debe a toda persona, no importa que sea diferente a los tipos que se han venido considerando socialmente normales. Para ello es conveniente acabar desde la escuela con la idea de que sólo es socialmente admisible la heterosexualidad.
Profesionales de distintas especialidades (cirujanos, médicos, psicólogos) estarán ahí, unos para sacar provecho de la situación, otros para aliviar sufrimientos en la medida de lo posible.
Pretensiones del colectivo LGTB que no son de recibo
1º:- Lo que menos debate requiere es la pretensión de legalizar los vientres de alquiler. Nadie cree que una mujer va a aceptar un embarazo y un parto con sus molestias y riesgos para entregar el hijo, por altruismo, a un desconocido. Está claro que los vientres de alquiler convienen a homosexuales ricos que aprovechan que la pobreza obliga a mujeres a tamaña venta de sí mismas.
Al gay habría que dejarle claro que puede satisfacer sus deseos por otro camino: si quiere tener un hijo puede adoptarlo. Si lo quiere tener de sus propios genes (¡ay, el valor entrañable de los propios genes!) no tiene otro camino decente que recurrir a una mujer, pero en calidad de madre, no como vientre de alquiler para procrear y entregar.
2º. La posición ante la prostitución obliga primero a definir el término. Una mujer puede acordar con un hombre una relación sexual a cambio de dinero por razones distintas:
Si lo hace porque quiere libremente (sea por placer o por darse algún lujo) y su actividad no sale de la esfera privada, no la debiéramos incluir en la prostitución, salvo que llamemos prostitución a los matrimonios, emparejamientos y favores sexuales de conveniencia que afectan a personas socialmente respetables a las que nadie considera prostitutas.
Es distinta la situación de mujeres atrapadas en una red de trata de mujeres, o que no tienen otro medio de conseguir el dinero suficiente para sobrevivir. En estos casos no se puede hablar de voluntad libre: es una voluntad forzada. Estas mujeres viven una situación miserable: no tienen paro ni baja por enfermedad y no cotizan para sus pensiones. Si no pueden demostrar que trabajan e ingresan, tampoco les es fácil alquilar una vivienda y para algunas es imposible empadronarse y acceder así a las ayudas más básicas y a los recursos sociales. Son mujeres abandonadas por las instituciones.
¿Qué es lo adecuado, abolir esa prostitución o regularla?
A favor de la regulación se dice que el trabajo de las prostitutas es honorable y debe ser protegido por la ley (derecho a sindicación, pensiones, etc.), pero esto sólo tendría sentido si se tratara de una profesión vinculada, por ejemplo, a clínicas de sexología para ayudar a quienes tienen problemas en su actividad sexual. En otro caso no es un trabajo, sino una esclavitud denigrante que sufren muchas mujeres pobres en beneficio de hombres incapaces de satisfacer sus necesidades sexuales con mujeres que puedan libremente aceptarlos o rechazarlos. Se trata de hombres que necesitan esclavas.
El problema de las feministas abolicionistas es que proponen medidas que no acaban con la prostitución y que además perjudican a las prostitutas a las que intentan ayudar.
Las organizaciones AFEMTRAS, el Colectivo de Prostitutas de Sevilla, Putas Libertarias del Raval, Putas Indignadas, Sindicato OTRAS, APROSEX, (N)OMADAS y la sección sindical de trabajadoras sexuales de la IAC se quejan de que las abolicionistas que pretenden librarlas de su esclavitud terminan por dejarlas más expuestas frente a la voluntad de otros y más esclavas. Y se consideran víctimas de una parte del feminismo español que lleva años en una cruzada moral autoritaria y dogmática.
Alegan que es un sinsentido que un macroburdel de la Junquera haya hecho un ERTE para sus sesenta y nueve empleados, que recibirán durante estos meses un subsidio del Estado, pero no en cambio para las noventa prostitutas, que por no ser “trabajadoras” se han quedado en la calle y además sin derechos.
Alegan también que penalizar a los clientes (lo cual a veces sólo se hace para expulsar a las prostitutas independientes de los espacios públicos respetables) tiene como efecto volver la actividad de esas prostitutas más insegura, más clandestina, de manera que para algunas de ellas sea más seguro estar en un club como el de la Junquera que estar solas en la calle. Un informe de Médicos del Mundo denuncia que desde la aprobación en 2016 de la penalización de los clientes en Francia las prostitutas se han desplazado a zonas boscosas más peligrosas y han aumentado los asesinatos de mujeres.
Evidentemente no cabe hablar de abolición si se entiende como mera persecución de la prostitución. Pero la abolición debe ser un objetivo irrenunciable de la ciudadanía progresista siempre que sea un paso que siga a otro previo: solucionar el problema de las prostitutas de forma que ninguna de ellas pueda alegar que está desprotegida y obligada por ello a seguir siendo prostituta en peores condiciones.
Conclusión
Si se acepta lo que vengo diciendo, la razón en la pugna IU-PFE está de parte del PFE. Creo que las dirigentes feministas de IU se extravían al aceptar sumisamente un barullo conceptual propenso a malas soluciones, extravío que tiene a mi modo de ver estas causas:
a) La influencia de la teoría que sustituye sexo por género, esto es, que sustituye la realidad objetiva por la identificación subjetiva, cuando son dos cosas distintas que coexisten, cada una de ellas con sus propios efectos. A esta teoría me referiré en la próxima entrada de este blog para situar el feminismo de género en el ambiente del pensamiento posmoderno, profundamente conservador.
b) El electoralismo de los partidos políticos de izquierda, que en busca de los votos del colectivo LGTBIQ se dejan influir por sus lobbys, a los que pertenecen personas con mucho poder económico y social.
c) La mala conciencia de las feministas conservadoras (las que ponen una vela a dios y otra al diablo, esto es, una vela al feminismo y otra al capitalismo), que las impulsa a abrazaar con hipercorrección cualquier reclamación que parezca favorecer a una minoría discriminada. Los grupos marginados merecen reparación y respeto, pero no todas sus propuestas tienen por qué ser compartidas desde una posición racional. Cuando no se tiene esto en cuenta se da armas a la extrema derecha, a la que le basta la afirmación trivial de que los niños tienen pene y las niñas vulva para que una progresía desorientada se rasgue las vestiduras y acuda a los tribunales pidiendo que se prohiba tal mensaje de odio.
Pienso que los aplausos entusiastas con que los parlamentarios extremeños recibieron las palabras del niño Elsa (al que los medios consideran niña sin vacilaciones) arrojan mucha luz sobre el miedo de muchos conservadores a no ser vistos al frente de la procesión.
Cualquier camino conduce a Roma
Junto al criterio usado por Rosa Cobo para distinguir dos feminismos, hay un criterio más relevante al que me he referido en otras ocasiones, y es el que distingue el feminismo que lucha para que las mujeres no sean más explotadas que los hombres y no sufran más violencia que los hombres, pero acepta que hombres y mujeres sufran la explotación y violencia de clase; y otro feminismo desafortunadamente minoritario, que lucha por la completa emancipación de todas las mujeres y hombres.
Perdonen que insista, pero no cabe una real emancipación de mujeres y hombres dentro de la sociedad capitalista, y por tanto hemos de llegar a la conclusión de que sólo es feminismo lúcido el anticapitalista. Por ejemplo, contra la idea de que las prostitutas son esclavas se alega que igualmente están esclavizadas las mujeres que, porque no tienen otra opción, se ven obligadas a trabajar por cantidades miserables y en condiciones muy duras. Pues claro que sí.
¡Qué le vamos a hacer, mientras sigamos en este tipo de sociedad, ningún problema admite solución cabal! Las feministas socialdemócratas deberían saber ya que no se puede hacer una tortilla sin romper huevos. Y a las feministas de IU habría que decirles que el pensamiento posmoderno no ha venido para mejorar la teoría marxista, sino para suplantarla desde el conservadurismo.