Tomamos unas cervezas en un atardecer preotoñal y volvemos a una discusión que ya hemos agotado otras veces, ahora iniciada con la noticia periodística sobre la nueva vivienda de Cristiano Ronaldo, ésta en Portugal, de unos 3.000 metros cuadrados, con gimnasio, campo de tenis, dos piscinas, un amplio garaje para guardar sus muchos coches de lujo, grifos de oro macizo, mármol italiano, un mural de Louis Vuitton diseñado a medida y un coste de 21 millones de euros.
Exclamo ¡qué mundo! y mi amigo, olvidado de discusiones previas, manifiesta su oposición de manera poco delicada. Él querría ser rico y cree que todo el mundo quiere serlo, de lo que tiene que deducir que quien condena a los ricos es por envidia y resentimiento.
-No digo que sea tu caso -concede-, pero siempre me chirría que se hable contra los ricos.
-Hay otra razón para oponerse a la riqueza privada -le digo sin tomar en cuenta que me acaba de llamar envidioso y resentido-. El deseo de que no haya pobres.
-No entiendo lo que quieres decir.
Lo afirma en un alarde de amnesia, porque varias veces le he explicado lo que quiero decir: que hay una relación causal entre riqueza y pobreza. Que la riqueza de un país es la que es. Y que si en el reparto unos cuantos (los ricos) se quedan con la mayor parte, habrá muchos a los que apenas les toque nada, los pobres.
Mi amigo vuelve a su contraargumento.
-Es falso que la riqueza de un país sea la que es. Si no hubiera ricos habría menos riqueza, y habría menos a repartir. Sería mucho peor para los pobres. Porque los ricos crean riqueza y empleo.
Otra vez recordarle que la mayor parte de los ricos no crea riqueza. Los más ricos emplean parte de su dinero en inversiones con las que controlan bancos, fondos buitre, grandes empresas transnacionales, medios de comunicación, partidos políticos e instituciones estatales. Dedican otra parte a especular, que da mucho dinero aunque sin creación de riqueza y con grave riesgo social. Con algo de lo que les queda derrochan en lujos prescindibles. Y la parte dedicada a actividades productivas no busca el beneficio social sino el máximo beneficio privado, así sea poniendo en el mercado bienes y servicios inútiles o incluso perniciosos (para los consumidores, para el medio ambiente y para el buen uso de los recursos naturales, que son escasos). Disponen de la publicidad para convertir lo inútil en necesario. Finalmente, eso de que los ricos crean empleo se puede ver de otra forma: crean explotados.
Concluyo con una obviedad: si el dinero que los ricos invierten en actividades productivas estuviera en manos del Estado, podría emplearse en esas mismas actividades, pero dedicando lo que serían beneficios privados a mejorar las retribuciones de los empleados. Y si el Estado tuviera en sus manos el dinero que los ricos gastan en sembrar la corrupción, controlar la democracia y especular… se podría conseguir mejor sanidad, mejor investigación, mejor enseñanza, mejores cuidados. Y además la posibilidad, al fin, de democracia, que mientras haya ricos riquísimos es imposible.
Mi amigo bebe cerveza. Otras veces ha defendido la iniciativa privada frente a la pública, pero ya, a la vista de las consecuencias de las privatizaciones y “externalizaciones”, no se atreve. Así que da un giro a su argumentación, pero sin tratar de refutar lo que acabo de decirle.
-Olvidas que si el rico ha ganado su riqueza honradamente es dueño legítimo de ella y puede hacer con ella lo que quiera. Al menos en un Estado en el que se respete la libertad individual… Lo contrario ya sabemos a qué lleva. La libertad es un valor tan grande que compensa cualquier deficiencia, como las que a ti te gusta tanto recalcar.
Vuelvo a pedirle que me explique qué significa “haber ganado la riqueza honradamente” y él insiste en que gana su fortuna honradamente el que lo hace sin incumplir la ley. Por mi parte le repito la misma pregunta: ¿Estamos ante una ley divina o una ley promulgada por humanos? Y en ese caso ¿por quiénes y con qué finalidad e intereses? Si las leyes fueran racionales y justas nadie podría hacerse rico sin incumplirlas, no habría ricos y pobres, sino que todos viviríamos decentemente, unos algo mejor que otros si a cada uno se le da en relación con su contribución a la riqueza colectiva.
-Y eso es lo que hacen nuestras leyes -me dice él-. Dan más al que ha sido más hábil, al que ha demostrado más méritos.
-Por ejemplo, a los hábiles y meritorios que han heredado una gran fortuna y tienen expertos que invierten su capital especulativamente. Pero supongamos que todos los ricos son empresarios exitosos. Eso podría dar derecho a una ventaja racional sobre otro, lo mismo que ser muy hábil con la pelota o cantar muy bien. Pero en ningún caso llevaría a que uno sólo acumule más riqueza que millones de sus compatriotas.
-Pero vamos a ver… El muy rico tiene lo que ha ganado. La suerte también cuenta.
-¿Y por qué ese rico ha ganado más que la suma de lo que han ganado millones de compatriotas que se han matado a trabajar?
-Porque ha concurrido en competencia con otros y el mercado se lo ha dado.
-¿Y quién es el mercado para dar y quitar?
Mi amigo hace un gesto de desolación como queriendo decir “así no hay forma de discutir”. Y yo vuelvo a decir que el mercado es un mecanismo irracional que, por su propia lógica, da más a quienes más tienen y menos a los que tienen menos, y que además está controlado por los oligopolios de los ricos, que son monopolios de hecho. Además el mercado ha terminado dedicándose en gran medida no a la economía real, sino a la especulativa. Cito a mi amigo la recomendación de Amancio Ortega a quienes quieren hacerse ricos: que inviertan en un programa de operación automática de criptomoneda llamado Bitcoin Billionare, la ocasión más grande que Ortega ha visto en su vida de conseguir rápidamente una pequeña fortuna.
-Esto quiere decir -concluyo- que la ley que convierte al mercado en el mecanismo que reparte la riqueza del país es una ley irracional e injusta promulgada por los testaferros de los ricos.
-Promulgada por los representantes del pueblo. Elegidos libremente, no lo olvides.
-Muy libremente. Por eso hay leyes electorales que dificultan el voto de quienes no tienen propiedades; o que exigen a un candidato de izquierda diez veces más votos para ser diputado que a uno de derecha. Por eso es tanto el dinero que se requiere para una campaña electoral que sólo los partidos financiados por los ricos pueden concurrir con posibilidades de éxito. Y por eso hay un programa B por si todo esto fallara: un golpe de Estado que vuelva a poner las cosas en su sitio, es decir, la promulgación de las leyes en buenas manos.
-¡Madre mía qué salta de disparates! -exclama mi amigo-. Ya, ya sé que eres comunista. Por eso mismo no vale la pena responder a todo lo que has dicho. Si la alternativa a la economía de mercado es la economía planificada comunista… está claro que lo que hay, con todos sus defectos, es algo bueno, de ahí no me moverás.
-No sé por qué criticas al comunismo siendo católico -le digo bromeando-. El mismo papa ha dicho que cristianismo y comunismo son cosas parecidas. El comunismo es la realización del eslogan más atrayente de la historia humana: igualdad, libertad y fraternidad. Por eso el comunismo es la única posibilidad de que la economía sea eficaz para toda la población. Y por eso no me explico que los comunistas actuales anden escondidos debajo de las piedras y que la señora Ayuso se vea libre de contraponer comunismo y libertad sin que nadie le reproche su ignorancia.
-Pues es fácil explicar por qué los comunistas se esconden y por qué Ayuso dice lo que dice. Si dejamos la palabrería de que si tal y que si cual y vamos a las enseñanzas de la historia… sabemos de sobra lo que ocurre cuando el comunismo se impone. Ahí está Stalin, su dictadura criminal, la falta de libertad. ¿Cómo se puede relacionar el eslogan ese tan bonito, que tanto te gusta, con un orden social que lo niega en todas sus partes? En la URSS no había ni igualdad, ni fraternidad, ni libertad. ¿Cómo puedes defender el comunismo?
No puedo evitar un gesto de desaliento. Mi amigo habla de libertad sin definirla y habla del estalinismo y del fracaso de la URSS como si tuviera idea de lo que allí ocurrió, pero no se ha preocupado de informarse. Así que tengo por seguro que no ha leído las dos entradas de este blog que le indiqué, una sobre el concepto de libertad (ver aquí) y otra sobre el fracaso económico y político de la URSS (ver aquí).
Me dice que no las ha leído porque no ha tenido tiempo, y lleva dos años sin tiempo, porque fue hace dos años cuando le dije que estaba interesado en que las leyera para tomar en cuenta sus comentarios, sobre todo si me hacía el favor de escribirlos.
-Es una pena que no tengas tiempo. Porque creo que no vale la pena hablar de libertad con quien no es capaz de definirla, ni hablar del fracaso de la URSS con quien se limita a repetir lo que le cuentan los medios conservadores.
Hago este comentario porque siempre que le he pedido una definición de libertad me ha respondido que todo el mundo tiene muy claro qué es la libertad, y que por ello no cree que sea necesario definirla.
-Si nos atenemos a lo que la gente tiene muy claro -le digo- la libertad termina siendo la capacidad de cada cual para hacer con lo suyo lo que quiera. Pero entonces la libertad está mal repartida, el rico tiene mucha libertad y el pobre muy poca: con su poco dinero el pobre no puede viajar, no puede alquilar un piso y muchas veces no puede siquiera comer. Definida así la libertad, mucho aumentaría si el dinero con el que el rico hace lo que quiere se distribuyera mejor. ¡Qué pena, en tal caso el rico perdería su libertad para adoctrinar a la población mediante los medios de comunicación de su propiedad, y para extender la corrupción y el control de las instituciones! ¡Visto de otra forma sería al fin posible la democracia!
Ante lo que considera una tozuda desviación de la realidad, mi amigo mueve impotente la cabeza. Le indigna sobre todo que yo acuse a la derecha de que, cuando dice defender la libertad, sólo está defendiendo los privilegios injustos de una minoría.
-Eso es una caricatura que deslegitima intelectualmente a quien la hace. La derecha defiende la libertad que tenemos todos gracias al Estado de derecho y al respeto a los derechos humanos, libertad de expresión, libertad para votar al partido que quieras, libertad religiosa, libertad para elegir la educación de tus hijos, libertad para emprender un negocio, libertad, sí, para hacerte rico con tu esfuerzo. Esa libertad sólo se aprecia cuando se pierde. En los países comunistas se persiguen las ideas que molestan al poder, las elecciones están amañadas, si es que las hay, no se respetan los derechos humanos, no hay democracia. Allí sí que no la hay. Ya quisieran ellos tener la democracia que tenemos nosotros.
No sé qué responder, porque ¡es tan cansado repetir tantas veces lo mismo! Vuelvo a decir a mi amigo que en los países capitalistas se persiguen las ideas que ponen en peligro al sistema, basta recordar la caza de brujas estadounidense o ahora, entre nosotros, cómo se persigue a Podemos sólo porque el poder económico no tiene un control completo sobre ese partido. Por otra parte los medios de comunicación privados, controlados por el capital, ejercen un monopolio sobre la información y el adoctrinamiento, y eliminan del espacio de la discusión social toda idea que se considere antisistema. Por ejemplo, nunca someterán a crítica la propiedad privada sin límites. La libertad de expresión no es otra cosa que luz verde a los medios de los ricos, y la libertad de mercado no es otra cosa que la no ingerencia estatal en los negocios de los ricos, en definitiva, libertad de los ricos para suprimir las libertades de los demás, los esclavizados al duro trabajo, a los escasos ingresos, a la información manipulada y al miedo.
Hemos terminado la primera cerveza y pedimos otras mientras mi amigo mueve la cabeza con desaliento. Cuando están servidas y tras el primer trago le pido que haga un esfuerzo para imaginar un mundo en que todos los sectores económicos importantes están en manos públicas, en que los medios de comunicación influyentes y las plataformas digitales no pertenecen a los ricos, sino que están bajo control democratico de la sociedad, en que ha desaparecido por tanto el baño lingüístico permanente de mentira y desinformación. Sólo se produce lo que es necesario para satisfacer necesidades legítimas y lo producido se reparte de manera que cada cual reciba según sus necesidades. No hay ricos ni pobres y las relaciones sociales son gratas y no están marcadas por la desconfianza que nace del dominio de unos sobre otros.
-¿Qué tendrías que oponer a esta sociedad comunista?
-Volvemos a lo mismo. Lo primero que tengo que oponer es que esa sociedad es imposible.
-¿Imposible ahora o imposible siempre?
-Ahora y siempre. Los seres humanos no somos seres angelicales, somos egoístas, deseamos estar por encima de otros, imponernos a otros.
-Pero supongamos que ese mundo fuera posible. ¿Qué te parecería?
-No lo puedo suponer porque es una utopía.
-Con los humanos actuales sí, pero las masas egoístas, ignorantes, acobardadas, crueles, insensibles al dolor ajeno… no son así por su propia naturaleza innata. En tal caso todas las personas actuales serían así y habrían sido así las de todas las culturas de la historia. Sabemos que hay muchas clases de personas. Y las preferibles son las que, por unas u otras causas, se han librado del modelo de fábrica que nuestra sociedad impone. La persona que nace en una familia ilustrada y benévola, atea, aficionada al conocimiento, a la buena literatura y a la buena música, no se fabrica de la misma forma que la que sólo aprende mitos religiosos, desprecio por el conocimiento, deseos de dinero para cosumir sin límite e indiferencia por los que sufren.
-Déjate de elucubraciones. El hecho es que la mayoría de las personas son como son y por eso el mundo que has descrito es una utopía.
-Entonces tendrás que aceptar que la peor crítica que se puede hacer a la sociedad capitalista es que fabrica masivamente un tipo de población que hace imposible la utopía. Otra forma de sociedad podría fabricar gente muy diferente. Y lo que te pregunto es si te parece deseable esa sociedad, ahora utópica, para el caso de que algún día sea posible.
-Yo no acepto que sea la sociedad la que fabrica a las personas, pues entonces, según tu mismo argumento, todas las personas serían iguales. En cuanto a esa sociedad que has descrito, la veo monótona, aburrida, uniforme, donde todo está en su sitio y no hay problemas. Horrible.
-Yo más bien pienso que un buen nivel intelectual, artístico y afectivo de la población ha de hacer la vida más rica, divertida y acogedora. Habrán desaparecido los infinitos episodios cutres que aquí agobian a todo el que no es idiota. Por señalar algo, habrá desaparecido el sufrimiento de los pobres. ¿Es más aburrida la vida si puedes comer todos los días que si sólo lo puedes hacer tres días por semana? El sufrimiento del pobre no enriquece la vida, la dificulta y acorta. Y no sólo la suya, también la de todos los que miran a otra parte. ¡Habrá desaparecido la publicidad! ¿Te imaginas lo que sería eso? ¡Habrán desaparecido las películas y series idiotizadoras, las canciones con que se tortura a todo el que no tenga un déficit de desarrollo mental, los insoportables modelos que nos ofrecen los medios, sea de belleza femenina, sea de masculinidad triunfadora, los libros de autoayuda…! La vida ciudadana no se verá agredida por sandeces permanentes de las que no se puede huir y el desarrollo mental de la ciudadanía permitirá formas de entretenimiento y diversión muy distintas a las actuales. La buena música, la buena literatura y la ciencia se impondrán sin necesidad de propaganda.
-Tú decides qué es lo bueno y lo malo desde el punto de vista estético y eso es un elitismo deplorable. Todo el mundo tiene derecho a divertirse con los programas televisivos, series o canciones que sean de su gusto. ¿Por qué lo que gusta a la mayoría no es aceptable? Porque lo dices tú.
-Yo diría que soy antielitista, porque pretendo que los beneficios del desarrollo mental se hagan universales. Considero que el conocimiento es preferible a la ignorancia y por eso querría que todo el mundo tenga el máximo nivel de conocimiento. Considero que Bach, Tolstoy o Cervantes son maravillas de la cultura humana que deberían enriquecer la vida de todo el mundo. Considero que allí donde falta conocimiento y desarrollo estético surge la zafiedad, la que ahora impera en el ambiente de nuestras sociedades. Y que la mayoría de la población no capta la zafiedad porque carece de capacidad para comparar la zafiedad con la belleza.
-Vale, vale, tú decides dónde está la belleza.
-Te concedo que la belleza está donde la encuentra cualquier persona, pero es diferente la belleza zafia que encuentra quien tiene una mente pobre que la que encuentra una persona de mente bien dotada. Y lo que yo desearía es que todas las personas tuvieran mentes ricas. Entonces la zafiedad habría desaparecido, aunque no la diversidad de gustos.
-Muy bonito, muy bonito, pero vuelvo a lo que ocurrió cuando se quiso implantar una sociedad perfecta en la URSS. ¿Que fue lo que ocurrió? ¿Acaso el sistema comunista trajo consigo esa sociedad de la que hablas, con un alto nivel intelectual, artístico y afectivo? Lo que ocurrió fue primero una dictadura sangrienta y luego un fracaso histórico.
Como mi amigo es cristiano le pregunto si considera que el cristianismo está desacreditado por la Inquisión y la quema de libros y herejes, por la pederastia de sus curas o por el apoyo de la iglesia católica a dictadores sangrientos. Tiene que aceptar que una cosa es todo eso y otra la doctrina de los evangelios. Le indico que está obligado a aplicar la misma interpretación al comunismo.
-Una cosa es el programa comunista y otra las perversiones de su realización concreta en la URSS. Analizar por qué el comunismo de la URSS fue como fue nos ayuda a entender algunas cosas. Pero como no tienes tiempo para leer sobre el tema no vale la pena seguir hablando.
-Te sales por la tangente, como siempre. ¿Y qué me dices de China? ¿No es cierto que la URSS primero, y ahora China o Corea del Norte, han demostrado que el sistema capitalista es el único compatible con la democracia y la libertad?
-¿Habría que deducir que crees de verdad que en las sociedades capitalistas hay democracia y hay libertad? En China no hay democracia, en ningún lugar del mundo la hay por ahora. Pero China ha hecho el alarde de sacar en cuarenta años de la pobreza a más de 800 millones de personas, en tanto que entre nosotros la pobreza aumenta de año en año. Dejando aparte el aspecto de moral y justicia, esto pone de manifiesto que nada puede hacer el capitalismo para competir en eficacia económica y justicia distributiva con una economía socialista. No sólo ésta es mucho más efectiva y justa que la que se orienta por la oferta y la demanda, sino que además puede estar libre de las crisis periódicas a que se ve necesariamente abocada la economía capitalista. Mientras el imperio etadoundense declina, va emergiendo el chino, y creo que si acabara China imponiéndose, eso sería una gran ventaja para todas las poblaciones del mundo.
-¡Pero qué dices, tú estás loco! Sería sustituir un dominio occidental por otro asiático, muy contrario a los valores occidentales. ¡Un dominio asiático! ¿Eso te parece un futuro agradable? A mí me da terror sólo imaginarlo.
-¡Pero si China es un país conformado intelectual y moralmente por una religión politeísta influida por el confucianismo, el budismo y el taoismo, a lo que se añade el marxismo, que es una herencia intelectual de la Ilustración occidental! Si China ejerciera el poder mundial estaría muy constreñida por esa ideología. En cambio los países occidentales fundaron su dominio del mundo en la explotación más cruel y brutal, y pudieron hacerlo porque su codicia venía legitimada por una religión monoteísta que considera poseedor de la verdad absoluta al creyente en el único dios, y merecedor de todo castigo al que no comparte esa creencia. El Bien contra el Mal.
Dicho esto me vuelvo a proponer no discutir más con mi amigo sobre capitalismo y socialismo. Ni siquiera sobre las incomparables ocurrencias de la señora Ayuso, porque este tema lleva al otro. Sólo sobre el Real Madrid y sus remontadas.
Desde la terraza del bar se ve en el interior uno de los interminables programas televisivos sobre la muerte de una reina de la que hay poco bueno que decir, y sí mucho malo. El mundo entero está pendiente del sepelio, repiten locutores y expertos extasiados ante el protocolo inglés, los sombreros de las mujeres y los uniformes militares de los hombres, preocupados por demostrar conocimiento sobre el sitio que ocupará cada invitado. Aparecen imágenes de gentes que hacen colas larguísimas, mujeres que lloran desconsoladas… Millones de personas con espíritu súbdito, rendidas ante reyes y reinas, príncipes y princesas, como añorando viejos tiempos en los que el señor tenía derecho de pernada.
Volviendo a mi amigo. Lo sorprendente es que estudió filosofía y ha sido profesor de instituto hasta que se jubiló. Tiene un piso en Sevilla y ha heredado un apartamento en Matalascañas. Vive de su pensión y no se puede permitir lujos. No tiene otra esperanza de mejorar económicamente que la lotería.
El enigma de que personas como él apoyen y defiendan al sistema capitalista debería estar siendo investigado a fondo por la izquierda, única forma de enfrentarlo de manera efectiva (que nunca será la mera vía electoral).