Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

¡AY, UCRANIA!

Para evitar iras desmedidas es necesario comenzar con un exordio obligado:

Putin es un autócrata que exhibe rasgos típicos de extrema derecha.

La invasión de Ucrania por el ejército ruso ha sido una agresión que ha dado lugar a la guerra presente.

Putin mantiene a Al Assad en Siria y alimenta una guerra híbrida utilizando el grupo de mercenarios Wagner en varios puntos calientes del planeta, como Libia o Sudán, con el fin de saquear recursos naturales y sin que le importe violar el Derecho Internacional y los Derechos Humanos.

Dicho todo esto creo que es precisa otra advertencia: cuando a continuación diga Estados Unidos no me estaré refiriendo a un país, ni a una población, ni a un Estado con su Parlamento, su Presidente y su gobierno, sino crudamente al complejo industrial, económico y militar representable por la CIA y el Pentágono como controladores tanto de las instituciones políticas estadounidenses como de la OTAN. De la misma manera, cuando hable de la UE no me referiré a países, poblaciones y Estados, sino a las burocracias políticas que actúan a las órdenes y servicio de las oligarquías económicas (las europeas comandadas por las estadounidenses). En todos estos países las mayorías son tan explotadas como inconscientes de su situación.

La información abandonada, la propaganda presente

Dejo aparte al periódico digital Público, que ha dado cobijo en sus páginas a comentaristas objetivos. No es un secreto que los medios que pertenecen al capital no nos dirán ninguna verdad que moleste a sus dueños. Cuando sus informaciones pretenden ser explicativas son falsas, pues tales medios existen precisamente para impedir las explicaciones objetivas. Asombra sin embargo el celo con que cumplen instrucciones en ocasiones como ésta.

Vayamos a hechos innegables

En 1985 M. Gorbachov en un viaje a París lanzó su idea de la Casa Común Europea (de Portugal a los Urales), con la que estaban de acuerdo F. Mitterrand y M. Thatcher.

En febrero de 1990 Gorbachov y G. Bush acordaron que, a cambio de que la URSS aceptara la reunificación alemana, la OTAN no se expandiría hacia Rusia.

En 1991 B. Yeltsin expresó su deseo de que su país se sumara a la OTAN a largo plazo.

En 1997 se firmó el Acta fundacional Rusia-OTAN y se produjo la primera reunión de su Comité Conjunto, todo ello interpretado como que el fin de la guerra fría y el comienzo de una nueva era para la seguridad europea y mundial basada en la cooperación. El Acta abría la vía a una ampliacion de la OTAN sin conflictos y aseguraba el éxito de la cumbre de Madrid, que inició el proceso de entrada de Polonia, Hungría y República Checa, ex miembros del Pacto de Varsovia, cuya incorporación tendría lugar dos años después.

También en 1997 el entonces primer ministro ruso, Víktor Chernomirdin, planteó el ingreso de Rusia en la Unión Europea (UE) como objetivo al que debe «desembocar todo nuestro trabajo».

Éste ambiente cooperativo se esfumó en 1999 cuando la OTAN intervino brutalmente en la ex Yugoslavia sin mandato de las Naciones Unidas y sin contar con Moscú.

Ya a cara de perro, aprovechando la debilidad de Moscú, en 2004 la OTAN se expande a Bulgaria, Rumanía, Eslovaquia y Eslovenia, pero también a Estonia, Letonia y Lituania, países que habían formado parte de la URSS y que limitan con Rusia.

En 2008 George W. Bush pide a Ucrania y Georgia, también limítrofes con Rusia, que aceleren su integración en la OTAN.

En 2009 la OTAN se extiende a Albania y Croacia.

Los principales estrategas americanos (George F. Kennan, H. Kissinger, Z. Brzezinski, J. Matlock, W. Burns, incluso el que fue Secretario de Defensa W. Perry) dijeron de manera explícita que si EEUU se empeñaba en acercar la OTAN a Rusia se acabaría provocando la reacción rusa. Era conocido el precedente de cómo el acoso a Alemania después de la primera guerra mundial ocasionó la reacción nacionalista hitleriana.

En 2014 Estados Unidos y la UE apoyan en Ucrania a milicias de ultraderecha que tirotean a civiles en Kiev y dan un golpe de Estado antiruso el 22 de febrero, pese a que un día antes se había alcanzado un acuerdo para una solución pacífica y dialogada entre el presidente Yanukovich y la oposición, aceptando Yanukovich la restitución de la Constitución del 2004 que limitaba los poderes del presidente en favor de la Rada y la convocatoria de elecciones anticipadas.

Hasta ese momento Rusia, por su debilidad, había tenido que soportar el matonismo occidental, pero ahora se sentía más fuerte y su respuesta fue la anexión de Crimea y el apoyo a los separatistas rusófonos del Dombás.

En 2017 entra en la OTAN Montenegro y son aspirantes a entrar Bosnia y Herzegovina, Macedonia y también Georgia, fronteriza de Rusia. Macedonia termina entrando en 2020 bajo el nombre de Macedonia del Norte.

El 1 de septiembre de 2021 la Casa Blanca y Ucrania firman la Declaración Conjunta sobre la asociación Estratégica entre EE UU y Ucrania, que proporciona a Ucrania armas avanzadas con las que hacer frente a Rusia, previsiblemente para recuperar el control sobre del Donbás, y como paso previo a la entrada en la OTAN.

El 30 de noviembre de 2021 Putin declara que no aceptará una expansión de la OTAN a Ucrania, con misiles a un paso de Moscú (de 5 a 10 minutos de vuelo) y muestra que la cosa va en serio acumulando tropas y armas en su fontera con Ucrania y en Bielorrusia. Le contesta el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg que “sólo Ucrania y los 30 aliados de la OTAN deciden cuando está preparada Ucrania para entrar en la OTAN. Rusia no tiene veto, no puede opinar y no tiene derecho a establecer una esfera de influencia para intentar controlar a sus vecinos.”

No obstante EE. UU. se había creído con ese derecho de veto cuando en 1962 controló a su vecina Cuba e impidió que la URSS estableciera misiles en ella.

El 17 de diciembre Rusia presenta un proyecto de acuerdo entre Rusia y EE. UU., en el que se propone que las dos partes “no deben emprender acciones que afecten a la seguridad del otro” (artículo 1), que las organizaciones internacionales y alianzas militares de las que forman parte, “se adhieran a los principios contenidos en la Carta de las Naciones Unidas” (artículo 2) y que “las partes deben abstenerse de desplegar armas nucleares fuera de sus territorios nacionales y repatriar a su territorio las que ya tengan desplegadas” (artículo 7). Este artículo proponía también que las partes “no deben entrenar al personal civil y militar de los países no nucleares para usar armas nucleares”, ni “realizar maniobras que contemplen el uso de armas nucleares”.

Al mismo tiempo Rusia pedía el restablecimiento del acuerdo INF (sobre prohibición de armas nucleares tácticas que Estados Unidos abandonó unilateralmente en agosto de 2019), la apertura de un diálogo Este/Oeste en materia de seguridad, el cese de todo empeño en ampliar la OTAN hacia el Este, particularmente hacia Ucrania y Georgia, y la garantía de que la OTAN no estacionará baterías de misiles en países fronterizos con Rusia.

Es decir, en ese proyecto de acuerdo Putin pedía a la OTAN que abandone su conducta acosadora. Hay que recordar que la OTAN mantiene armas nucleares en Bélgica, Alemania, Holanda, Turquía e Italia, y que sus militares son entrenados en el manejo de bombarderos con capacidad nuclear. ¿Contra qué posible enemigo?

Las peticiones de Rusia eran razonables, pero J. Borrell, voz de su amo, las ridiculizó con desdén. Y cuando Rusia amenaza con desplegar en Cuba y Venezuela fuerzas militares, Jake Sullivan, asesor de seguridad de Biden, comentó que EE UU respondería de forma decisiva.

Como reacción a todo ello, el pasado febrero Rusia reconoce como independientes los territorios de Donetsk y Lugansk y a continuación invade Ucrania, a lo que EE.UU. y la UE reaccionan con sanciones económicas.

A la vista de estos hechos cabe que nos preguntemos si la burocracia estadounidense (la europea no cuenta) calculó mal las consecuencias de su sinrazón, y ahora se arrepiente de su estupidez, o si pretendía que sucediera lo que ha sucedido: arrastrar a Rusia a una decisión beneficiosa para sus intereses económicos y geopolíticos (se revitaliza la OTAN, Europa se hace más dependiente y Rusia y tal vez China pueden quedar dañadas) sin que le hayan importado los graves daños para Europa y para la población ucraniana.

El cinismo

1. Nuestros medios influyentes no han expuesto estos antecedentes. Han insistido en que la causa de la guerra es Putin, sociópata, psicópata o ambas cosas según han dictaminado en las televisiones los expertos oportunos. Incluso para algunos Putin es además comunista, es decir, lo peor de lo peor.

De manera que ya tenemos bien diseñados los dos bandos. Por una parte un loco autócrata, criminal de guerra y genocida, que desprecia la democracia, el derecho internacional y los derechos humanos. Por otra parte la UE, la OTAN y Estados Unidos, es decir, Occidente, que representa la democracia y el respeto al derecho internacional y a los derechos humanos. En esta parte se sitúa también el gobierno ucraniano, que ha de estar en el eje del Bien puesto que es víctima del Mal. No importa que ese gobierno tenga dentro de su ejército regular el batallón Azov de milicias neonazis que nació con el apoyo de Obama y Biden, ni que el actual presidente haya tenido que plegarse a las exigencias de esas milicias rusófobas, que entre otras cosas han cometido atrocidades con los soldados rusos prisioneros, ni importa la autoritaria prohibición de las actividades del partido comunista.

Parecido desvengonzado celo se da en nuestros políticos conservadores, tanto en su condición de gobernantes como de controladores de los medios públicos. Ahí tenemos a nuestro presidente Sánchez corriendo a significarse como más otanista que Washington, empeñado en ser el primero en aproximar fuerzas militares al conflicto y en enviar armas a Ucrania. Debería saber que su servilismo lo desvaloriza y que por ello no consigue lo que tanto busca, una invitación a las reuniones de los europeos a los que Washington cuida como principales súbditos. Sánchez parece no saber que un subdito incondicional no requiere cuidados.

La forma indecorosa en que los medios han presentado el conflicto ha generado una ola de solidaridad con las víctimas ucranianas que nunca se manifestó con víctimas africanas o de Oriente Medio, solidaridad interpretada por un tertuliano no como racismo, sino como administración de la empatía. Digamos que no es racismo activo (el que consiste en insultar, golpear, negar alquiler de vivientas, etc. a los pobres de otras razas), sino racismo pasivo (el que consiste precisamente en la forma de administrar la empatía).

En todo caso el tratamiento a los refugiados ucranianos ha demostrado que, cuando se quiere, la trama burocrática se agiliza. Por ello mismo ha dejado también al descubierto que no se quiere agilizar esa trama cuando se trata de refugiados de otras partes.

2. Se habla en nuestros medios del derecho internacional como si hubiera sido respetado hasta que Putin lo despreció. Se habla de los derechos humanos como si sólo los transgrediera Putin, pero no los países occidentales. Se habla de democracia como si en nuestros países la hubiera.

Los chalatanes occidentales se niegan a reconocer que las relaciones internacionales (lo mismo que las políticas nacionales) no se han regido nunca por el derecho, sino por la fuerza, sea disfrazada de derecho, sea a cara descubierta. El poder estadounidense decidió lanzar dos bombas atómicas sobre poblaciones civiles, inició guerras con uso de armas químicas, armó a grupos rebeldes terroristas o nazis cuando le convino, amparó golpes de estado y dictaduras sangrientas, impidio políticas progresistas en estados dependientes, e hizo todo esto mientras la URSS era un contrapoder. Tras la caída de la URSS tuvo el monopolio de la fuerza y entonces se lanzó a imponer su voluntad en el mundo con renovado desprecio por el Derecho Internacional, la democracia y los derechos humanos.

Recordemos la Operación Fuerza Aliada de 1999 que apeló al Derecho Internacional Humanitario para bombardear Yugoslavia, recordemos Afganistán, Libia, Yemen, Pakistán, Irak, Somalia, Siria o Filipinas, con 38 millones de desplazados.

Añadamos el acoso a China: el acuerdo de AUKUS, firmado entre EEUU, Reino Unido y Australia el 14 de agosto pasado planea equipar los submarinos australianos con misiles nucleares en el Mar de China Oriental, y ello mientras Estados Unidos ha armado a una cadena de “Estados centinela” con misiles de precisión: Japón, Corea del Sur, Australia, Filipinas, Tailandia, Singapur y la India, todos ellos rodeando a China, y mientras su flota de guerra se pasea provocativamente por su mar.

En la actualidad, China tiene una única base militar en el extranjero, en Djibouti, cuya misión es proporcionar apoyo logístico a las tropas chinas que participan en misiones antipiratería, operaciones de paz y rescates en el golfo de Adén y la costa somalí.

¿Dónde está el peligro para los pueblos occidentales?

Está claro que la guerra en Ucrania hubiera podido evitarse. Lo que ahora es hacedero e imprescindible es que nos preguntemos qué pinta la OTAN en nuestro mundo, y también por qué España pertenece a la OTAN.

Se nos dice que es una organización defensiva que nos libra del peligro que representan Rusia y China para el mundo occidental y sus valores.

Alguien ha replicado que la OTAN nos defiende del peligro que ella misma provoca, pero ojalá no fuera más que eso. Lo malo es que el peligro es la misma OTAN, y de ese peligro no nos puede defender. En realidad debió desaparecer cuando desapareció el Pacto de Varsovia, puesto que su motivación oficial era la defensa del “mundo libre” (es decir, del capitalismo) frente al comunismo del bloque soviético. Pero al no desaparecer dejó claro que es un instrumento de EE. UU. que impide la autonomía europea y que ya sólo sirve para el intento desesperado e inútil de un imperio decadente: seguir gobernando el mundo con un despotismo que ya no es posible, pese a la violencia acosadora de sus centenares de bases militares esparcidas por más de 70 países del globo, y de sus flotas patrullando todos los mares.

En nuestros medios se insiste en que la alianza ruso-china es un peligro para Occidente. Pero la realidad es que sólo es un peligro para el dominio mundial de la oligarquía estadounidense, no para los pueblos europeos y estadounidense. Para estos pueblos el verdadero peligro no está fuera, está dentro, y se materializa sobre todo en la imposición del capitalismo neoliberal, que genera por una parte millones de víctimas (por desempleo, pobreza extrema, exclusión, etc.) y por otra parte acumulación en pocas manos de la riqueza social, riqueza con la que unos pocos controlan medios de comunicación, partidos políticos e instituciones militares, policiales y judiciales, convirtiendo nuestras proclamadas “democracias” en plutocracias disfrazadas, dictaduras ocultas del capital, más peligrosas que las dictaduras a cara descubierta. Para defender este capitalismo es para lo que sirven el ejército estadounidense y la OTAN. Y de este capitalismo no han sido Rusia o China las culpables. Rusia ha sido una de las víctimas desde Yeltsin.

En el caso de España hay que añadir que la OTAN no nos libra de nuestro único peligro de choque bélico, que es con Marruecos por Ceuta y Melilla si un día el rey marroquí decide otra “marcha verde” hacia esas ciudades. Sánchez ha traicionado al pueblo saharaui siguiendo instrucciones externas, pero el pretexto ha sido garantizar a esas dos ciudades la seguridad que la OTAN no les presta. Y esa seguridad no tiene garantía, durará hasta que el rey de Marruecos cambie de opinión.

Lo que pudo haber sido y no fue

La Casa Común desde Portugal a los Urales (en realidad desde Portugal a Vladivostok) hubiera hecho de Europa una gran entidad política autónoma, con una fuerza militar equiparable a la estadounidense y con enormes recursos naturales. Esta Casa Común no sólo hubiera sido deseable por razones económicas, geopolíticas y de independencia militar. Desde el punto de vista cultural algunos de los significados valiosos con que se han educado muchos occidentales tienen origen ruso, provienen de su literatura, de su música. Y la parte asiática de Rusia hubiera completado a la europea de manera muy natural, no por la vía del colonialismo a que Europa estuvo acostumbrada.

Pero aunque tal unidad interesaba a los pueblos de Europa, no interesaba a EE. UU. y por eso no ocurrió.

¿Y la izquierda?

El vasallaje de los partidos y medios conservadores a las instrucciones del imperio es esperable, pero ¿y la izquierda?

La eurodiputada de IU, Sira Rego, ha dicho: “Nosotros hemos criticado la invasión rusa a Ucrania. Es inaceptable y hay que condenarla. Pero esto no es incompatible con buscar vías diplomáticas y con que la UE tenga un papel mucho más activo en las vías diplomáticas. Estamos dejando que el terreno de la diplomacia lo ocupen otros actores internacionales. Y toca preguntarse si no le corresponde a la UE tener un papel mucho más activo a este nivel.”

¡Qué maravilla de lenguaje elusivo!

Decir no a la guerra es una trivialidad, lo mismo que pedir vías diplomáticas para detenerla. Todo ello debe darse por supuesto y por ello su afirmación carece de valor informativo. Por otra parte la condena moral de la guerra de poco sirve si no se hace un esfuerzo por conocer y erradicar las causas. ¡Pobre izquierda, atenazada por el miedo a hablar!

Si quiere hacer algún comentario, observación o pregunta puede ponerse en contacto conmigo en el siguiente correo:

info@jmchamorro.es