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COMENTARIOS A UNA INVESTIDURA FALLIDA (9 de marzo de 2016)

Cuestiones de forma (I)

Pablo Iglesias incurre en errores formales. Cierto que las formas son con frecuencia meras cuestiones de estética, y por tanto sometidas al juicio subjetivo, pero importan mucho a mucha gente, e incluso a algunos les afectan más que las cuestiones de fondo. Por ello un político debe calcular, antes de hacer o decir algo, sus posibles efectos en unos y otros. Se supone que la forma debe ayudar a que los temas de fondo lleguen a más personas de manera convincente, no a desahogar gustos o caprichos personales. Y menos si así se generan antipatías a cambio de nada.

Dos ejemplos:

La comparecencia pidiendo vicepresidencia y ministerios no venía a cuento, hubiera bastado proponer un gobierno de coalición y así se habrían ahorrado problemas en el terreno de la comunicación.

Relacionar a González con la cal viva fue un exceso innecesario (haya lo que haya de verdad en la acusación) sin otro beneficio que el de darse un gusto. Hubiera sido más efectivo relacionarle con las puertas giratorias o con la desindustrialización y las privatizaciones.

Cuestiones de forma (II)

No es lo peor el efecto que estos errores puedan hacer en la gente, sino el que hacen en Podemos. Existe la impresión de que cuando en este partido son conscientes de las consecuencias de algún exceso (debido a torpeza, a un pronto o a un momento de euforia), intentan poner remedio exagerando la buena voluntad inofensiva, algo que tampoco les va bien.

Fueron lamentables los primeros minutos de la intervención parlamentaria de Iglesias en la segunda sesión de Investidura, tomándose a broma la situación, y además sin gracia, como si no hubiera cuestiones muy serias sobre las que debatir y perdiendo un tiempo que debió utilizar para dejar muy claro, ante todos los que seguían el debate, hasta qué punto el pacto PSOE-Ciudadanos no puede remediar la dura situación de millones de españoles, y qué concretas medidas de política económica, que no caben en ese pacto, sí lo harían, de forma que las diferencias entre la política económica del PSOE y la de Podemos, y sus consecuencias, hubieran quedado claras para todo el mundo en sus detalles básicos.

Igualmente lamentable fue que el pasado sábado noche, enfrentado Iglesias en un programa de La Sexta a periodistas que lo trataban a cara de perro (como seguro que no tratarán a ninguno de los restantes dirigentes políticos), exagerara la mansedumbre, renunciando a la contundencia que hubiera sido de desear, y tratara de caer bien echando a los medios de comunicación privados flores que no merecen, como si quisiera pasar por persona dispuesta a entenderse con todos.

Así perdió otra ocasión de exponer (sin agresividad y eliminando el aire mitinero, pero con firme solvencia y sin pretender hacerse perdonar), las razones de Podemos frente a la derecha y las sinrazones de la derecha frente a Podemos.

Precisamente porque sólo la izquierda está libre de la necesidad de populismo y mentira es imperdonable en ella el recurso al disimulo. Y por ello es preocupante el interés de algunos líderes de Podemos por vestir a ratos piel de cordero.

Una debilidad

Pese a que se considera que los dirigentes de Podemos dominan el espacio mediático, en realidad son flojos al refutar críticas o acusaciones y también al exponer las razones de sus actitudes políticas. Carecen de sentido del humor para anticipar las acusaciones previsibles en un registro que las desactive (de manera que quien pretenda usarlas quede en evidencia). Y no han conseguido suficiente habilidad retórica, o pedagógica, para explicar su posición política y atraer a ella a los que no son adeptos pero tienen razones objetivas para serlo.

Seguramente su falta de contundencia en las réplicas, y de claridad en las críticas y propuestas, se debe en parte a la indecisión sobre las formas que he comentado. O también a que a veces el político tiende no tanto a ponerse al servicio del argumento como a poner el argumento al servicio de su imagen (algo muy humano y frecuente por otra parte).

Es una pena, porque así se dilapida la gran riqueza que tiene Podemos y que no tienen los conservadores: la fuerza de la verdad, que todo el mundo percibe cuando se le muestra.

Es lo que ocurrió en la primera sesión de Investidura, cuando pudimos oír, con un placer a ratos emocionado, al mismo Pablo Iglesias (antes de la réplica), a Alberto Garzón y a otros representantes de la izquierda hablar de política con sinceridad y pasión, el mismo tono de esos viejos resistentes que intervinieron en el programa de Javier del Pino en la SER, personas sin ambiciones políticas personales, pero con experiencia en las luchas que se vivieron durante el franquismo.

Esa sinceridad y pasión es algo que, en cambio, no se puede encontrar en Pedro Sánchez, al que se percibió en el Parlamento obligado a cargar sobre otros sus propias responsabilidades, a fingir la honradez, generosidad y firmeza de que carece, a apelar a impedimentos falsos, a comportarse en suma como un vendedor de feria, que por dos pesetas ofrece esto, aquello y lo de más allá.

La cuestión de fondo

Dejando estas cuestiones de forma, del resultado negativo del proceso de Investidura no ha sido culpable Podemos, sino las grandes presiones, externas e internas, que impiden a Sánchez pactar con Podemos, presiones que llegan de España (encuadrables bajo el rótulo IBEX 35), del interior del partido (Felipe González, Alfonso Guerra, Susana Díaz y otros líderes) y de Europa.

Por cierto que las presiones de Europa no son de Europa, sino de los poderes que están llevando a Europa a un desastre anunciado, los que la controlan antidemocráticamente, los que se quitaron el disfraz cuando dieron el golpe de Estado en Grecia contra la izquierda (que así describe lo que ocurrió el exministro Yanis Varoufakis y lo argumenta con datos de primera mano muy convincentes).

Dado que la consigna es que por nada del mundo entre en el gobierno Podemos, se equivocan quienes, colocándose despectivamente por encima de los acontecimientos, relatan lo ocurrido en el Parlamento durante la investidura como algo más de lo mismo. ¡Qué pesadez, nada ha cambiado!, comentan, sin darse cuenta de que ha ocurrido algo extraordinario: por primera vez en esta “democracia” se encuentra en el Parlamento español un partido político no controlado por el poder económico, un partido que puede hablar libremente y que arrastra a otros grupos de izquierda, antes más sumisos, a hablar con la misma libertad. ¿No es suficiente novedad y beneficio el disgusto y la ira con que los bienpensantes contemplan el suceso?

Pretextos

Naturalmente, puesto que el señor Sánchez no puede hacer público por qué no optó por un pacto de izquierdas, debe disfrazar su decisión con pretextos. El más sorprendente es que con la izquierda no dan los números, siendo mucho menores con Ciudadanos.

También es un pretexto que, para que den los números, el pacto de izquierdas obliga a aceptar el apoyo de los secesionistas catalanes y a aceptar un referendum en Cataluña. El pacto de izquierdas no requiere que en él se integre ningún partido indedependentista, y el referendum es tema negociable en el que se puede llegar a acuerdos.

Una afirmación de Sánchez que revela que no tiene argumentos serios es esta: pactó con Ciudadanos porque este partido ha antepuesto los intereses generales a los partidistas, mientras Podemos sólo ha actuado con táctica electoral.

Dentro del bla, bla, bla con que acondicionar las posiciones incómodas, ¡cuántos juicios e interpretaciones hemos tenido que oír y leer en tertulias, editoriales y artículos de sesudos comentaristas, muchos de ellos avalados por sus cátedras universitarias!

Ahí va un ejemplo: en El País de 4 pasado un catedrático de ciencia política y asiduo tertuliano afirmaba dos cosas: que el pacto PSOE-Ciudadanos constituía un perímetro sobre el que trazar eso que Rawls llamaría un “consenso entrecruzado” (overlapping consensus); y que ahora mismo los disensos operan como pura expresividad vacía, como extraordinario alimento para tuiteros y columnistas: más no como la política que importa, la que decide y transforma la realidad. ¡Ahí queda esa manera elegante de decir que disentir de la política de derechas no es la política que importa, y que sólo la política de derechas decide y transforma la realidad! Vean cómo se puede abordar un tema obviando el tema (eso sí, con una cita a un famoso filósofo de Harvard y con unas palabrejas en inglés, que nada de esto puede faltar en cualquier comentario necio que se precie).

Odios

Dice González que el país necesita respuestas a los problemas de los ciudadanos y no necesita ni la rabia ni el odio de Pablo Iglesias. Y dice Sánchez que no entiende de dónde saca Iglesias tanto odio y rencor contra el PSOE.

Aceptemos que Iglesias odia la explotación y odia a quienes (llámeselos búnker, o casta, o como se quiera) la han permitido o la han llevado a cabo.

A cambio González odia a Podemos, igual que lo odia Alfonso Guerra y tantos otros dirigentes del PSOE.

Guerra (hemos de suponer que dejándose llevar del rencor y el odio) encuentra “semejanza de posición entre estos jóvenes altaneros y el búnker que se opuso a la transición política en el mes de febrero de 1981”, cuando ocurrió el intento de golpe de Estado de 23-F. “Estos nuevos”, ha añadido en alusión a los dirigentes de Podemos, “comparten su desprecio por la transición democrática con aquel búnker que quiso acabar con la libertad”. Y aún llega más lejos al afirmar que cuando Podemos defiende el derecho de autodeterminación olvida que “esa fue la bandera del terrorismo que derramó mucha sangre inocente como la de Fernando [Múgica]”, o cuando dice que Podemos busca “arrebatar el derecho a la democracia y a la libertad”.

Estas expresiones llegan al menos tan lejos en el odio, la rabia y el rencor como otras usadas por Podemos, con la diferencia de que las de Podemos son verdaderas y estas no.

Odio por odio y rabia por rabia, me quedo con el odio y con la rabia de Podemos (si queremos llamar así a la actitud de rechazo de los indignados, que lo están porque sufren injustamente, o porque otros sufren injustamente). En cambio el odio y la rabia de los dirigentes del PSOE se debe en parte a que ven en Podemos lo que ellos debieron ser y no fueron. Lo que deberían ser y no son.

Vieja política

Una característica de la vieja política es el uso de la mentira para conseguir votos o para que otro partido los pierda.

El PSOE recurre a la mentira cuando acusa machaconamente a Podemos de ir contra la unidad de España y contra la igualdad de los españoles porque propone un referendum en Cataluña. Se podrá estar de acuerdo o no con esa propuesta, pero Podemos la hace porque cree (otros muchos también lo creemos) que es la única forma de que Cataluña siga dentro de España.

Se recurre también a la mentira cuando se afirma que si Podemos no vota a favor del pacto de derechas PSOE-Ciudadanos está dejando gobernar a Rajoy, o está haciendo una pinza con el PP contra la política progresista y del cambio del PSOE, o está traicionando a sus votantes, o es el responsable de que haya nuevas elecciones.

Lo cierto es que Rajoy gobierna en funciones hasta que haya nuevo gobierno porque así lo establece la ley, no porque Podemos quiera. Por otra parte coincidir en el voto negativo con el PP no significa proximidad si la motivación es contraria. El voto negativo de Podemos se debe precisamente a que cree que el PSOE ha hecho un pacto que respeta el núcleo de la política económica del PP. La propuesta de Podemos está mucho más lejos del PP que el pacto del PSOE con Ciudadanos (de hecho Ciudadanos afirma que no hay motivo para que el PP lo rechace). En definitiva, es el PSOE al negarse a un pacto de izquierdas el responsable de todo aquello de que acusa a Podemos.

Otra muestra de la vieja política son esos argumentarios elaborados por habilidosos, que luego todos repiten como papagayos. Por ejemplo, esa retahíla de mejoras que podrían disfrutar “mañana mismo” millones de españoles, y de las que no disfrutarán porque Podemos lo impide junto con el PP.

Dejando aparte que algunas de esas mejoras son falsas (Ciudadanos las niega) o irrelevantes (entre ellas la subida del salario mínimo un 1%), se puede con más razón afirmar que millones de españoles disfrutarían desde “mañana mismo” de ventajas mucho mayores (fácilmente enumerables) si Sánchez se atreviera a hacer el pacto de izquierdas que le tienen prohibido.

Cuatro posibilidades abiertas

En la etapa que se abre caben estas cuatro salidas:

1. Que haya un pacto para un gobierno de izquierdas.

Si Sánchez quiere sobrevivir políticamente con dignidad no tiene otro remedio que ser valiente, desafiar al aparato de su partido y a todas las fuerzas presionantes y hacer un pacto de izquierdas. Aunque no imposible, es improbable que Sánchez dé ese golpe de mano.

2. Que se llegue a la gran coalición (PP, PSOE y Ciudadanos) por la que tantos suspiran dentro y fuera de España y que sólo será posible si Rajoy abandona la escena política (ya le están empujando desde muchas partes).

El PP exigiría la presidencia (por ser el partido más votado), aunque tal vez terminara aceptando como jefe del Gobierno a una persona independiente. No creo que a Sánchez.

El problema de la gran coalición es que quedaría muy claro dónde se sitúa el PSOE y dejaría a Podemos el espacio de la izquierda. Además, Sánchez no puede mirar bien una salida que le impediría la jefatura del Gobierno y que daría a sus enemigos de partido la ocasión de sacrificarlo en aras de la concordia.

Pero el problema principal para esa gran coalición es que, aunque se alegan casos similares en Europa, una coalición con el PP tiene en España el problema de que la organización de ese partido es una trama criminal que va a dar lugar a procesos judiciales sin fin (y eso aunque Rajoy se retire).

En cualquier caso las presiones a favor pueden terminar siendo irresistibles.

La gran coalición sería muy beneficiosa para Podemos, que quedaría como oposición con muchas ocasiones de mostrar a los ciudadanos en qué consisten los males de una política de derechas.

Por ello no hay más remedio que preguntar: dado que pactar de una u otra forma con el PP sería seguramente el suicidio del PSOE ¿por qué lo piden exdirigentes del PSOE como Felipe González? Sin duda por exceso de miedo a que llegue al gobierno Podemos. Un extraño exceso de miedo.

3. Mantener el pacto con Ciudadanos y volver a pedir a otros partidos que se sumen, que es el camino tomado por Sánchez al decidir que Ciudadanos estará presente en todas las negociaciones que emprenda el PSOE. Seguro que Sánchez intentará añadir alguna concesión para que la negativa de Podemos sea peor vista, sobre todo si consigue quebrar la firmeza de IU o Compromís.

Se trata de un chantaje que consiste en poner a Podemos entre la espada y la pared y obligarlo a abstenerse bajo amenaza de que en otro caso quedará ante la opinión pública como el que ha impedido la buena solución y será por ello castigado en las nuevas elecciones.

Vemos cómo se acumulan encuestas cocinadas al gusto del cliente, que nunca aciertan, y que ahora nos hacen ver cuánto están subiendo los que conviene que suban y cuánto están bajando los que se desea que bajen.

En todo caso, puesto que es imposible que Ciudadanos acepte una política económica que no sea de derechas, y puesto que de la política económica dependen las demás, creo que Podemos debería seguirse oponiendo al pacto PSOE-Ciudadanos. Tendría, eso sí, que explicar muy bien, mejor que hasta ahora, sus razones, única forma de ir haciendo a más y más ciudadanos conscientes de lo que ocurre y solidarios con la causa de la izquierda.

4. Que por falta de acuerdos haya nuevas elecciones.

Esto no gusta en principio a nadie, salvo a Rajoy, para quien es su única posibilidad de salvación personal.

Para el PSOE unas nuevas elecciones son un gran peligro, sobre todo si la izquierda se deja de chiquilladas y va unida, pero Sánchez no podrá evitarlas si tiene prohibida la solución 1, se niega a la 2 y le falla la 3.

Para Podemos unas nuevas elecciones son una oportunidad, pero incierta, y creo que por ello ve como más ventajosa la primera solución: entrar ya en un gobierno de coalición con el PSOE e IU.

En todo caso el chantaje del PSOE no debería asustar a Podemos. No es tan grave ir a nuevas elecciones si la izquierda va unida. Si mejoran los resultados, algo se habrá ganado sobre el presente. Si no mejoran, o incluso si empeoran, no pasa nada, esto es una carrera de fondo, no caben las prisas. Lo importante es tener las ideas claras y mantener el rumbo aunque vengan mal dadas. No debe importar tanto el poder inmediato como hacer que vaya creciendo la conciencia ilustrada entre los españoles (sin la cual nada bueno se puede conseguir que sea persistente).

Si quiere hacer algún comentario, observación o pregunta puede ponerse en contacto conmigo en el siguiente correo:

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