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EL MIEDO A LA DEMOCRACIA DIRECTA (20 de enero de 2017)

Dados los recursos informáticos actuales es hoy posible lo que era inimaginable, someter a la voluntad popular todas las decisiones importantes sin necesidad de organizar referendos costosos. Si se decidiera poner en marcha el aparato informático necesario, bastaría plantear la cuestión, someterla a un periodo de discusiones y luego proceder al voto, que cada cual, acreditándose adecuadamente, podría realizar desde su ordenador, tablet o teléfono. A esto es a lo que se llama Democracia Directa Electrónica (EDD), hacia la que, por ejemplo, tiende Suiza.

Se elimina así una de las objeciones, la de los problemas prácticos y el alto coste de movilizar la decisión popular.

Argumentos en contra

Hay sin embargo otras objeciones, como que la democracia directa puede llevar a decisiones inconsistentes (si se aprueban por mayoría cosas incompatibles, como bajar los impuestos y mejorar la sanidad), o que puede convertirse en una dictadura de la mayoría que desconozca derechos de minorías o derechos fundamentales.

Y también que la gente, al no tener suficiente conocimiento de la naturaleza y repercusiones de un asunto importante, que es necesariamente complejo, puede tomar decisiones irracionales, o disparatadas, o de efectos perjudiciales para la misma mayoría ganadora.

El referendo, se dice, traslada irresponsablemente a los ciudadanos problemas que tienen que resolver los políticos, que para eso han sido elegidos, y que disponen de mayor conocimiento y sentido de la responsabilidad.

Se citan como ejemplo los recientes referendos en Reino Unido sobre su permanencia o salida de la UE, y en Colombia sobre el acuerdo de paz entre el Gobierno y las FARC, dado que ha ganado el Brexit y que, tras un conflicto armado de más de 50 años y ocho millones de víctimas, el plebiscito colombiano no ha aprobado el acuerdo de paz.

Se dice también que la gente no quiere verse obligada a intervenir a cada paso en la acción pública, prefiere elegir cada cuatro años a representantes que se encarguen de esa tarea. Y se añade que además los referendos son un mecanismo falso, porque el gobierno sólo los convoca cuando está seguro de que los va a ganar, a lo que ayuda que pueda elegir la fecha y la pregunta y que ponga toda la influencia oficial a favor del sí.

Algunos de estos argumentos se contradicen. Los ejemplos mencionados prueban que no siempre gana el referendo el gobierno que lo convoca.

Por otra parte si la ley obligara a someter a referendo cualquier asunto cuando así se solicitara por un número determinado de ciudadanos o representantes, y si la pregunta fuera redactada por los promotores, no sería el gobierno el que jugara con ventaja.

Finalmente, que la gente quiera o no participar dependerá de lo que le interese la cuestión. En algunas cuestiones la mayoría podrá estar desinteresada y en otras muy activa.

La democracia representativa es democracia directa en su momento constituyente

Lo más importante es que el argumento más serio contra la democracia directa no afecta sólo a ella, sino que deslegitima también a la representativa.

Pues si la gente no tiene conocimiento para tomar una decisión importante tampoco lo tendrá para algo más complejo y difícil: elegir a las personas que mejor puedan tomar cuantas decisiones importantes sean necesarias en un plazo futuro. Vean, por no ir más lejos, la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos o la de Rajoy como jefe de gobierno en España. Quienes les han votado ¿se han representado las decisiones futuras que podrán tomar los elegidos, y sus repercusiones?

Y si, por otra parte, tal o cual referendo demuestra que la gente toma una decisión contraria a la que hubieran tomado sus representantes, ello quiere decir que éstos no representan la voluntad de sus electores, sino que la suplantan.

No sería tan grave si suplantaran una decisión ignorante y pasional por una decisión racional y beneficiosa para la mayoría, pero lo cierto es que los representantes se encuadran en una disciplina de partidos, y que son las cúpulas de los partidos las que toman las decisiones importantes, pero esas cúpulas están muy relacionadas con la élite económica por una espesa red de conexiones. Y han tomado decisiones muy perjudiciales para la mayoría de su población y para poblaciones ajenas, con millones de víctimas como bien sabemos: guerras injustas, desregulaciones que han llevado a la crisis presente, leyes económicas y fiscales que enriquecen a unos pocos y condenan a la pobreza a muchos, violaciones de derechos humanos de minorías, refugiados, etc.

Y luego, veamos: si se aprueba en referendo la pena de muerte no es lo malo que se apruebe, sino que la mayoría quiera aprobarla. En Estados Unidos existe la pena de muerte aprobada por los representantes legales del pueblo y ello no se utiliza como argumento contra la democracia representativa.

La buena solución

Si ya no es válido el argumento de que organizar referendos es algo de tal complejidad y coste que no se puede estar haciendo a cada paso y si los inconvenientes de la democracia directa se pueden achacar también a la representativa, quiere ello decir que, aunque sigan siendo útiles los representantes para las cuestiones de trámite, la democracia representativa ha perdido su legitimidad respecto a las decisiones importantes (especialmente las que tienen que ver con la producción y distribución de la riqueza, la prestación de servicios sociales de alta calidad, la soberanía nacional, los pactos y tratados internacionales, etc.).

A corto plazo, dado el actual nivel cognitivo de una parte de la población, la Constitución podría establecer normas inderogables por una mayoría simple (las relativas a igualdad de derechos y oportunidades para todos, sin discriminación por sexo, raza o clase social, derechos humanos, etc.).

Pero a plazo medio hay una solución mejor, que por otra parte es simple y hacedera: aumentar el nivel de conocimiento de toda la población hasta el de sus actuales representantes (que no es tanto) y democracia directa sin restricciones.

¡Ah, ni hablar! Eso no lo aceptarán los que realmente mandan. ¡Horror! Sus políticos amaestrados perderían el control… ¡Adónde podrían llegar las cosas con los populistas, demagogos y antisistema que pululan por doquier! ¡Igual se legislaba contra la honrada riqueza de los potentados!

Si quiere hacer algún comentario, observación o pregunta puede ponerse en contacto conmigo en el siguiente correo:

info@jmchamorro.es