“Marca España” es una política de Estado puesta en marcha en 2012 por el gobierno de Rajoy para promover la imagen exterior de España en los ámbitos económico, cultural, social, científico y tecnológico. Para tal política se ha creado un Alto Comisionado del Gobierno, con su oficina, una de cuyas pretensiones es despertar el sentimiento de orgullo de los españoles por pertenecer a su país.
El nombre “Marca España” es desafortunado, pero dándolo por bueno hemos de reconocer que el gobierno y su partido hacen algunas banalidades para mejorar esa marca y otras cosas no tan banales para hundirla.
Entre las primeras están los videos promocionales, en los que se apela al turismo de sol y playa, la selección española, el flamenco, las tapas, los viñedos, el Teide… O el pago de 1,4 millones de euros a Nadal para que sirva como imagen en la promoción internacional de Alimentos de España.
¿Qué puede hundir la Marca España? ¿Acaso el movimiento 15-M o el partido Podemos? El Alto Comisionado Carlos Espinosa de los Monteros dice que no, pero la delegada del Gobierno en Madrid, Concepción Doncausa, cree que sí. ¿De qué está hecha esa Marca que un movimiento de protesta por la injusticia y la corrupción puede dañarla?
Sí en cambio la hunden (y de paso avergüenzan a muchos españoles por pertenecer a su país) muchas cosas de las que el gobierno y su partido han hecho, y de las que baste citar las siguientes:
a) Haber perdido 11.000 investigadores desde 2010, con una caída de personal y financiación que hace retroceder al CSIC diez años, asegurándonos así un hermoso futuro en el ámbito científico y tecnológico.
b) Someterse sin rechistar a las órdenes de la troika, dictadas para salvaguardar los intereses de los acreedores (la gran banca) caiga quien caiga (millones de ciudadanos), actitud que deja muy mal la Marca España por comparación, por ejemplo, con la Grecia actual, país más pequeño y pobre, pero capaz de resistir con dignidad las presiones de las instituciones controladas por la derecha neoliberal.
c) Tener una tasa de paro “real” (usando el indicador U6, que añade a los parados que buscan trabajo aquellos que lo quieren pero no lo buscan porque creen que no lo van a encontrar, los afectados por una regulación de empleo y los que, trabajando a tiempo parcial, querrían trabajar a tiempo completo) de un 34,2%. Y tener entre los empleados muchos “esclavos laborales” (con salarios de entre 400 y 600 euros mensuales y sin garantía de estabilidad en el trabajo). No digamos ya presentar esto como un éxito económico, alardeando de que estamos a la cabeza de Europa.
d) A diferencia de lo ocurrido en otros países, perder más de un noventa y cinco por ciento del dinero público con que se rescató a las Cajas para salvarlas, malvendiéndolas a la banca privada una vez saneadas, en lugar de haber formado con ellas un banco público o haber definido otras formas de recuperación. El rescate bancario español se ha llevado 76.000 millones de euros de dinero público según el último cálculo del Banco de España, y de ellos sólo se han recuperado 3.340 millones (el 4,4 por ciento).
e) Haber mantenido durante muchos años tramas de corrupción extendidas por todo el territorio y conectadas a las instituciones políticas, y unos gobernantes con un nivel de cinismo difícilmente superable. Por ejemplo, un jefe de gobierno que no se da por aludido, pese a las sospechas fundadas (y conocidas en el mundo entero, ¡oh marca España!) de que él, como otros dirigentes del PP, ha cobrado sobres con dinero negro, y que su partido ha concurrido a las elecciones financiándose con dinero negro recibido a cambio de concesiones administrativas.
f) Reducir nuestra aportación al desarrollo a niveles de 1990, tras habernos comprometido a un 0,7 del PIB y llegar a un 0,46 en 2009. Ahora hemos descendido a un 0,17 (1815 millones este año, 234 menos que el año pasado, partida que acumula, de hecho, un recorte del 70% desde que comenzó la crisis en 2008.). Solo Eslovaquia, Polonia, República Checa, Grecia y Corea destinan menos porcentaje de su renta nacional bruta a la cooperación que España. “Hay que tener en cuenta el contexto económico”, dicen desde el gobierno, pero ni siquiera Portugal e Irlanda, que no están mejor que nosotros económicamente, han recortado tanto.
g) Por si eso fuera poco, tener políticos que se han apropiado de parte del dinero destinado a la cooperación, como el exconseller de Solidaridad de la Comunidad Valenciana y exportavoz del PP, Rafael Blasco, que a través de una trama de empresas ha desviado hasta 4,4 millones de euros de los 6,7 millones concedidos en ayudas por esa Comunidad (proyectos solidarios en Nicaragua, un hospital en Haití tras el terremoto de 2010, ayuda a enfermos de sida y menores violados en Guinea Ecuatorial, a la independencia de la mujer en República Dominicana, y otras ayudas a Camerún, Malabo, Guinea, Moca, Paraguay, El Salvador, Tailandia, México y Perú).
Tener además ciudadanos como el empresario cabeza de la trama, César Tauroni, capaz de resumir este saqueo en la frase: “Prioricemos lo nuestro antes que lo de los negratas”.
Y tener una administración en la que el citado conseller pudo apartar de sus puestos o hacer dimitir a dos directoras generales, un jefe de área, dos jefas de servicio y un secretario de la comisión evaluadora de la Consejería de Inmigración y Ciudadanía por negarse a avalar los expedientes irregulares que permitieron el saqueo descrito.
h) Consolidar un tipo deficiente de educación, cuyo resultado es una mayoría de población que convive tranquilamente con todo lo anteriormente enumerado y de la que se pueden temer cosas descorazonadoras. Por ejemplo, que acabe haciendo alcaldesa de Madrid a Esperanza Aguirre, elegida candidata por el dedo de Rajoy, sabedor de que bajo el manto protector de Aguirre se urdió la impresionante trama Púnica de corrupción.
La Marca España.