UP ha ido perdiendo votos elección tras elección mientras la extrema derecha ha ido ganando votos de manera que a muchos parece alarmante. En todo caso el problema no está en Vox, sino en las gentes que conforman esa masa electoral que escatima su voto a UP y lo entrega masivamente a Vox.
Analizando por qué en Estados Unidos, en España y en otros países europeos asciende la extrema derecha, que es votada en barrios populares que tradicionalmente votaban izquierda, Vicenç Navarro se opone a la explicación más frecuente de este comportamiento, la que dice que se debe a la ignorancia, poca educación y carencia de cultura de las clases trabajadoras, vulnerables a ser engatusadas por cualquier demagogo. Son otras según él las razones por las que muchos miembros de estas clases han votado el Brexit, o a Trump, o a la extrema derecha europea.
Por lo que afecta a Europa, se trata de que la imposición de las políticas neoliberales en la UE han ido causando un claro descenso del porcentaje de las rentas derivadas del trabajo sobre el total de rentas (siendo este hecho incluso más acentuado en los países de la Eurozona). Pero este descenso no ha sido uniforme, pues junto al aumento de las rentas derivadas del capital se ha dado un crecimiento de los salarios del sector profesional asalariado de alto nivel educativo (la clase media alta cosmopolita), acentuándose todavía más la polarización social por el deterioro de la calidad de vida y el bienestar de las clases populares (menor salario, peores condiciones de trabajo y destrucción y pérdida de la protección social como consecuencia de los recortes de sus derechos sociales).
Esto ha llevado al descrédito de la izquierda que, como parte del establishment, no ha sabido reaccionar en defensa de las clases populares. Es por ello lógico (y nada tiene que ver con su supuesta falta de cultura o educación) que tales clases estén en contra de la globalización económica y contra la Unión Europea, en tanto que dicha Unión cuenta con la adhesión de las asociaciones patronales, el gran capital y las clases medias de renta media alta y alta (profesionales con educación superior).
A esto se añade el miedo de los trabajadores a que los inmigrantes les quiten su puesto de trabajo (o que les abaraten el sueldo, pues es conocido que el empresario se aprovecha de tener trabajadores inmigrantes para bajar los salarios de su empresa). Se añade también otro elemento clave de su inseguridad, que es el miedo a perder su identidad frente al internacionalismo de la globalización liberal, siendo el nacionalismo la respuesta identitaria previsible. Si se ve a los inmigrantes como una variable que daña su seguridad, el racismo y el clasismo no son la causa, sino la consecuencia de esa inseguridad. Para revertir lo primero hay que resolver lo segundo, pero amplios sectores de las izquierdas no parecen ser conscientes de que el aumento del racismo, del nacionalismo y del machismo de que se nutre la extrema derecha es la consecuencia y el síntoma de la causa principal: la inestabilidad e inseguridad de los sectores más vulnerables de la población.
Hasta aquí el argumento de Vicenç Navarro, en gran parte válido, pero que tiene el inconveniente de que nos lleva a un problema sin aparente solución: pues para revertir los efectos de la política neoliberal hay que hacer otras políticas económicas, pero no se pueden hacer porque las clases populares votan a partidos que defienden los intereses de las clases altas. Si decimos, por ejemplo, que las clases populares han votado a Trump por resentimiento contra el establishment, ello quiere decir que no han sabido captar algo tan evidente como que Trump forma parte de él.
Creo por ello que, aunque con una matización, hay que tomar en cuenta algo que Navarro no acepta, y es el lastimoso estado cognitivo de las clases trabajadoras. La matización es que ese lastimoso estado no es sólo de ellas, también de las clases restantes, dado que las mentes de la población vienen siendo adoctrinadas por unos medios de comunicación y por unos programas educativos prosistema, algo señaladamente grave en España, donde se añade que su historia reciente se ha contado en las escuelas, los púlpitos y los medios como convenía al grupo franquista que controló la Transición.
Ignorancia y buena educación
Concretemos más qué puede entenderse por cultura y buena educación, para que quede claro en qué sentido puede decirse que la deficiente cultura y educación no es algo asignable a las clases trabajadoras, sino a casi toda la población actual, incluyendo a prestigiosos comunicadores que alardean de títulos universitarios.
Lo que las personas piensan, desean y hacen depende de sus afectos y de sus conocimientos. Los afectos pueden ser más o menos empáticos y solidarios. Los conocimientos configuran teorías, y en el ámbito que aquí nos interesa, el de la realidad sociopolítica, tenemos dos teorías básicas.
Puede resumirse la descripción diciendo que la teoría conservadora, la que ha interiorizado casi todo el mundo, no importa la clase social, es un conjunto desordenado de mentiras y errores prosistema que idealizan la situación social (o al menos la defienden como la menos mala entre las posibles), y que demonizan cualquier intento de cambio.
La segunda teoría, única compatible con los innumerables datos que aportan las ciencias sociales, es la teoría marxista puesta al día, precisamente uno de los objetos demonizados por el insistente discurso conservador, que la identifica con el comunismo soviético o que la considera una antigualla del pasado. A estos audaces ignorantes ni se les pasa por la cabeza ofrecer una alternativa, bien instalados como están en la oscuridad teórica que tanto les conviene.
Forzoso es concluir que no es persona ilustrada la que ha interiorizado la “teoría” social conservadora, pues nada cognitivamente valioso se puede derivar de ella por muchos títulos universitarios que se exhiban y por mucho que se domine la propia especialidad. Véanse como prueba las mil tertulias en que esa teoría respalda las sonrojantes intervenciones de ilustres tertulianos.
A su vez, poco se puede conseguir para la real emancipación de la mayoría social si no se promociona la teoría que vale para identificar la dominación y explotación que esa mayoría sufre y la identidad de sus principales actores por bien disfrazados que se presenten.
Otra izquierda
Volvemos así a un tema sobre el que llevo muchos años insistiendo. Creo que una izquierda bien organizada, libre de electoralismo, con valor para argumentar contra el sistema, conseguiría probablemente todo lo que pueda conseguir UP con su gobierno de coalición, pero además otras cosas que van a ser perjudicadas por ese gobierno y que son las fundamentales si miramos a plazo medio y largo.
Una última observación
En este blog he animado a votar a Podemos y yo mismo lo he venido haciendo. Los resultados de la última elección los viví en contradicción, porque deseaba que Podemos tuviera éxito y al mismo tiempo era consciente de que el éxito electoral es lo peor que puede ocurrir a los partidos que están a la izquierda del PSOE. El éxito los lleva a pensar que van por buen camino. Mientras que el fracaso tal vez los lleve a reflexionar y de esa reflexión surja algo mejor. No creo que por ahora. Iglesias ha anunciado que convoca la Asamblea ciudadana estatal y que se presentará como candidato a la reelección. Que el líder carismático se mantenga en el poder queda lejos del funcionamiento democrático que se esperaba. Pero no cabe otra cosa en un partido electoralista, que sólo piensa en cómo conseguir votos. Entonces la persona que puede proporcionarlos se hace imprescindible.