Intentando justificar la exigencia de un 6,5 para obtener una beca, el Sr. Wert ha dicho que los recursos escasos del ministerio de Educación no se deben distribuir en forma de limosnas,sino como contribución de recursos que la sociedad hace con justa correspondencia. Y ha añadido: “No hay discurso más demagógico que aquel que intenta oponer la exigencia de rendimiento a la equidad. Lo realmente equitativo es que algo que sale de un conjunto de los ciudadanos sea correspondido con un rendimiento aceptable y lo que sería inequitativo es hacer lo contrario.”
Ha dicho también que los alumnos que necesitan beca y no llegan al 6,5 de media deberían tal vez pensar que su sitio está en otra parte, no en la Universidad.
El ministro, que apela a la ética del esfuerzo y a la promoción de la excelencia, parece convencido de que es equitativo exigir un 6,5 al alumno que carece de recursos y sólo un cinco al que los tiene. Parece convencido de que el alumno sin recursos que saca un seis de media debe llegar a la conclusión de que su sitio no está en la Universidad, mientras no tiene por qué llegar a tal conclusión el alumno con recursos que saca un cinco.
A gentes razonables de la misma derecha les quedan sin embargo algunos escrúpulos. Si se utiliza como argumento que el alumno becado es el que debe estar agradecido y al que, por tanto, se le debe aplicar la exigencia de mayor rendimiento, ocurre, por una parte, que el alumno sin beca está de hecho becado en un 70%, pues la matrícula que paga no llega al 30% de lo que cuesta mantener su puesto de estudiante, de manera que todo alumno debería estar igualmente agradecido y ser objeto de las mismas exigencias. Y por otra parte, si las becas no se deben entender como una limosna (y efectivamente no lo son, sino la satisfacción del derecho que tiene todo alumno al estudio en igualdad de condiciones con todos los demás), ¿por qué quien recibe una beca debe estar agradecido y estudiar más que el que no la necesita?
Pero olvidémonos de este extraño ministro y entremos en el tema. Si aceptamos la relación causal entre clase social y fracaso escolar hemos de admitir que, para llegar al mismo resultado, los estudiantes de familias con menos recursos tienen por lo general que vencer muchas más dificultades que los de familias con más recursos. Por ello, y sigo hablando en general, un alumno de familia sin recursos que llega al 4 promete más y merece más ayuda que un alumno de familia con recursos que llega al 5. Esta afirmación no es una mera conclusión lógica, sino que los hechos la confirman: la calificación media de los alumnos becados es superior a la de alumnos no becados.
Por tanto, a fin de compensar las diferencias en el punto de partida, sería de justicia sustituir la discriminación negativa por una discriminación positiva y conceder becas a los carentes de recursos que se hayan aproximado al cinco que se exige al alumno de clase media. Quien pertenece a una familia sin recursos debería recibir una beca si llega al 4 en los estudios previos.
Un último comentario sobre este asunto: el señor Wert, como ejecutor obediente de la política neoliberal, no es un buen defensor del capitalismo. Los buenos defensores son los socialdemócratas, porque, al extender a toda la población determinados derechos y ventajas, desactivan sus razones para la insurrección.
Los neoliberales parecen enemigos del capitalismo porque, mientras siguen buscando argumentos que puedan convencer de que la injusticia que producen es razonable y conveniente, la exageran tanto que van dejando desnudas, a la vista de todos, las mentiras que deberían permanecer ocultas.
Un elemento indispensable para que el capitalismo y su democracia aparezcan legitimados es la llamada igualdad de oportunidades. No se puede discriminar al que carece de recursos, exigiéndole más nota para el acceso a la Universidad, y al mismo tiempo afirmar que estamos en una democracia regida por el principio de no discriminación.
Cierto que en el capitalismo no puede haber igualdad de oportunidades, pero cabe fingirla con eficacia frente a una población ingenua. En eso consiste el llamado Estado del Bienestar, uno de cuyos pilares es precisamente el sistema de becas, que parece garantizar que la falta de recursos económicos de la familia no cerrará a nadie la puerta de los estudios.
Y ahora viene el señor Wert y se descuelga con una política de becas que acaba con el simulacro de la igualdad de oportunidades y abre los ojos a muchos que andaban engañados. Si el señor Wert quiere que el capitalismo simule la equidad que no puede tener, aplique la discriminación positiva, que no sólo es de justicia, sino que haría al capitalismo menos odioso.
¿Son conscientes los neoliberales de hasta qué punto una política implacable inspirada en la codicia y la falta de empatía está haciendo cada vez más difícil la defensa racional del capitalismo? Cospedal ha dicho de Wert que es muy valiente. ¿O es más bien tan arrogante e inconsciente como los que le manejan a distancia y le apoyan? Les apetece tanto tirar de la cuerda, que acabarán rompiéndola.