En los medios de comunicación se abordan algunas cuestiones graves, muchas de ellas trágicas, como si cada una tuviera autonomía, como si no dependieran todas de un determinado orden social, el orden social innombrable como causa, el capitalista. Quienes discuten, quienes intentan instruirnos, no hablan del capitalismo y dan la impresión de creer que hay solución sin un cambio de orden social. No es cierto. No hay remedio.
Cada día va estando más claro para más gente (aunque todavía poca) dónde está el verdadero poder y qué papel desempeñan los que fingen que lo tienen, los políticos. Pero aunque una gran parte del mal que nos rodea se debe a las leyes que se promulgan contra el bien común, y también a que no se promulgan las que serían necesarias, esto ocurre merced a la pasividad de la gente, o más aún, con su apoyo.
El mayor baldón del capitalismo no es que domine y explote, sino que para perpetuar el dominio y la explotación necesita fabricar gente que no se rebele, que lo acepte. Eso se consigue generalizando los tres ingredientes a que me he referido en otras ocasiones: ignorancia, egoísmo y miedo, y para ello se cuenta con una forma de vida, con la inercia social y con todo el espacio que la izquierda deja libre para el adoctrinamiento (en las escuelas, en los medios de comunicación, en la publicidad que ofrece e impone sus modelos).
Lo irremediable es que seguiremos viviendo en un mal mundo mientras una gran parte de la población no cambie.
Esto se aprecia bien en las siguientes cuestiones:
Inmigrantes y solicitantes de asilo
Los que llegan a la Unión Europea huyendo de la pobreza que nuestros países ricos han generado en los suyos, o de las guerras que nuestros países ricos han alentado, provocado o aprovechado, no son acogidos según las leyes vigentes (Convención de Ginebra, Reglamento de Dublín, Convenio Europeo de Derechos Humanos, y en España Ley de Extranjería y Ley de Asilo). Encuentran tales dificultades que muchos intentos terminan en tragedias insoportables.
La actitud cicatera de la UE, y en especial de algunos de sus miembros, España entre ellos, se ha visto alterada por una foto, la de un niño muerto en una playa. Algunos, entre ellos Rajoy, han dicho que esa foto es espeluznante. Yo la veo sobrecogedora, estremecedora, entristecedora. Lo espeluznante es la política de la UE, la del mismo Rajoy.
Hay críticos que, en su afán por no hablar nunca de la causa real, achacan el mal a falta de voluntad política, pero no explican por qué está ausente esa voluntad. Los políticos actúan al servicio del poder económico salvo en aquellos asuntos en que el poder económico es indiferente, y entonces actúan según previsión de votos. Tenemos por tanto dos cuestiones:
Por lo que atañe a la causa de las migraciones, el poder económico se opondría a todo intento de remedio que impida la explotación económica de terceros países.
Por lo que atañe a la acogida de los que llegan, el poder económico se encoge de hombros y son los políticos quienes deciden. Y la triste causa de la falta de voluntad es que cada partido gobernante cree que, si se comporta en este asunto humanitariamente, perderá votos. Mayorías xenófobas, racistas, insolidarias, se imponen a las gentes de buen corazón y no están dispuestas a votar a gobiernos decentes. Por todas partes en el Occidente desarrollado, desde Estados Unidos a Hungría, pasando por Gran Bretaña o España, son las mayorías las que no sólo no exigen la política razonable en este asunto, sino que la impiden. Buena prueba de cómo dependen los gobiernos de sus previsiones electorales es que la foto del niño muerto en la playa ha generado una presión en las redes sociales que está aconsejando a Cameron cambiar su política.
La forma de defensa que vienen aplicando los gobiernos conservadores consiste en perseguir a los que consiguen arribar a nuestras costas, negando incluso la asistencia médica a quienes no tienen papeles en regla. En España algunas Comunidades han decidido dar una tarjeta sanitaria a esos desgraciados, pero el gobierno central exige que lleven seis meses empadronados y que ganen menos de 532 euros al mes ¡por unidad familiar! Esto sí es espeluznante: menos de 532 euros por unidad familiar y obligados a pagar el 40% de las medicinas. ¿Tienen estos políticos imaginación y empatía?
Hay que insistir en que parte del nivel de vida occidental se debe a lo que hemos extraído de países empobrecidos, o dicho más sencillamente: a lo que les hemos robado con acompañamiento de crímenes impresionantes (las viejas hazañas de Leopoldo II de Bélgica en el Congo son una pauta repetida). Y este expolio continúa, aunque sustituyendo la antigua vía de ocupación militar por la más hipócrita de las multinacionales de guante blanco.
Por tanto (toda insistencia en ello es poca) el único remedio, el imposible, consistiría en comenzar lamentando nuestro comportamiento, pedir perdón, ofrecer compensaciones, cooperar con esos países para que aumente su riqueza y sus habitantes no tengan que venir a los nuestros huyendo de la pobreza extrema. Y dejar de provocar o alentar las guerras que nos convienen, o de mantener y proteger a los dictadores sangrientos que nos convienen.
¿Cabe que nuestras poblaciones occidentales exijan a sus gobiernos algo así? Por supuesto que no. Y por ello he utilizado una primera persona en plural como objeto de las expresiones acusatorias. Pues aunque los crímenes son ideados y ejecutados por poderes económicos y gobiernos serviciales, las migajas del festín llegan a una gran parte de la población, que a cambio tolera los hechos y se opondría al cambio de política.
Conclusión: no hay remedio a esta situación. La UE seguirá siendo castillo asediado por los pobres y amenazados que lo rodean, y la xenofobia y el racismo crecerán dentro.
El imposible remedio a la corrupción
Se ha propuesto que desaparezcan los billetes de 500 euros para hacer más difícil el delito económico (el trasiego de dinero en maletines). Naturalmente, los políticos en el poder se han hecho los sordos. Los billetes de 500 euros siguen ahí.
Demos un paso más y vean qué solución tan sencilla al alcance de la mano: que desaparezcan no sólo los billetes de 500 euros, sino todos los demás. Se trata de sustituir el dinero físico por dinero virtual, algo que ya ocurre cuando pagamos mediante transferencias bancarias, cheques, tarjetas, etc. Es decir, se trata de generalizar este procedimiento. Los ingresos de cada cual van a su cuenta bancaria y cada cual paga toda mercancía o servicio con cargo a esa cuenta usando su tarjeta (o su reloj o móvil inteligentes). Los movimientos de las cuentas no son públicos, pero están a disposición de los jueces. ¿Cabe algo más simple y más fácil de realizar con la tecnología informática ya existente?
Con solución tan simple y económica (que incluso ahorra el importe de fabricar billetes) resultaría imposible el permanente delito económico que tanto provecho da a los que más tienen (evasión fiscal, cuentas B, economía sumergida, sobres y donaciones en dinero negro, etc.).
Precisamente por ello esta solución simple no se impondrá, sobre todo teniendo en cuenta que la población no la exige. Y la corrupción, la evasión fiscal, las ganancias especulativas, todo ello seguirá entre nosotros sin remedio y se seguirá achacando a la condición humana (a que en todas partes hay garbanzos negros).
IVA
Hay un asunto cuyo carácter (este sí, realmente espeluznante) pasa desapercibido. A los impuestos indirectos se los llama indoloros porque el que paga no sabe que está pagándolos, y por tanto no le duelen. Pero los paga.
Teniendo en cuenta que en España el tipo general del IVA es el 21%, el reducido del 10% y el superreducido del 4%, a una media del 15% quien gana y gasta cada mes 2.000 euros está pagando por IVA 3.600 euros anuales, a los que hay que sumar otros impuestos indirectos, especialmente el que grava los hidrocarburos, que supone más o menos la mitad de lo que cada cual se gasta en gasolina o gasóleo. Ni siquiera está libre de impuestos el pobre que ingresa la miseria de 400 euros al mes, ya que en cada compra que haga estará pagando impuestos indirectos. Aún más: en cada compra semejante el pobre de solemnidad está pagando el mismo impuesto que el rico de solemnidad (brutal para el pobre, nada para el rico).
Estos impuestos alevosos seguirán ahí, incluso defendidos por campañas oficiales indecentes que nos advierten de que no pagar el IVA es una conducta antisocial, puesto que con el IVA se financian colegios, hospitales, etc… ¡Pues eso es lo malo, que se financian en gran parte con el IVA!
¿Cómo es posible desafuero tan enorme? Pues porque los impuestos indirectos cumplen en nuestro capitalismo el papel básico de dotar de dinero a los Estados evitando que tengan que sacarlo del bolsillo de los ricos. El Estado consigue lo que necesita exprimiendo a las clases medias y bajas mediante impuestos abusivos directos e indirectos, y puede así permitir que los ricos eludan impuestos no sólo de manera ilegal (por ejemplo aprovechando el escaso interés oficial en acabar con los paraísos fiscales), sino también legalmente, mediante las SICAB, las sociedades fantasma y las exenciones, bonificaciones y galimatías que permiten a las grandes empresas pagar un ridículo 3,5% en el impuesto de sociedades.
¿Imagina alguien a la Comunidad Europea tomando la honesta decisión de acabar con los impuestos indirectos y extraer el grueso de sus ingresos del bolsillo de los ricos? Claro que no.
Lo peor: que aunque hay alguna oposición al 21% decretado por el PP para los bienes culturales y petición de que baje al 5%, no hay un clamor universal contra los impuestos indirectos, contra el IVA fundamentalmente. O sea, que en nuestra sociedad la injusticia de los impuestos indirectos no tiene remedio. Seguirá habiéndolos.
Violencia
Las redes sociales rebosan resentimiento y violencia. Unos jóvenes dan una paliza a un indigente, otros a un homosexual. Siguen los asesinatos de mujeres por sus exparejas. Los hinchas futboleros se acometen como salvajes. Las autoridades salen en seguida a condenar los hechos y los medios nos transmiten muy serios esa condena. ¿No es ridículo considerar noticia que un dirigente político condene un asesinato? La noticia sería que lo aplaudiera. El mismo político podría ahorrarse la condena (se da por supuesta) y decirnos qué piensa hacer para evitar que el hecho violento se repita. Pero claro, nada puede decirnos de soluciones, puesto que no existen.
Todos los violentos occidentales han pasado por la escuela y esto revela su fracaso.
Si nuestra escuela quedara en los informes PISA tan bien como la de Finlandia, alguien diría “¡qué exito!”. Y sin embargo no habrían desaparecido los xenófobos, ni quienes dan palizas a indefensos, ni esos seguidores violentos de equipos de fútbol, o esos machos defraudados que no pueden consentir que su pareja se vaya con otro. Si nuestra escuela fuera como la finlandesa nuestros bárbaros tendrían, como los bárbaros finlandeses, una capacidad numérica y verbal menos ínfima, nada más. Y es que en nuestras sociedades la escuela ni está, ni puede estar diseñada para algo que es, sin embargo, posible: que las personas que pasen por ella salgan siendo no sólo ilustradas y ricas en destrezas, sino sobre todo bondadosas, puesto que los sentimientos son tan educables como la inteligencia (claro está, si se escolariza a los niños desde los pocos meses y se cuenta con el entorno social adecuado y con el suficiente número de expertos en psicología infantil dentro de cada escuela).
No hay remedio.
Entrada en vigor de la LOMCE
El PP parece creer que el remedio a la mala educación está en la LOMCE, que va a entrar en vigor con su creador, el insigne Wert, ausente y sustituido por otro ministro que tiene que hacer frente a la resistencia de algunas Comunidades a aplicarla.
Ciertamente, la LOMCE es expresamente segregacionista (los alumnos de clase media a la universidad, los de clase baja a sus oficios), cumple con los deseos de los obispos, elimina la asignatura de educación para la ciudadanía, y lo que quieran añadir. Una ley impresentable, la propia de un partido que legisla contra la mayoría de la población, incluidos muchos de los que le votan. Pero ¿qué había antes? Una ley que pretendía ser integradora, pero que de hecho no salvaba a los alumnos de clases bajas del fracaso escolar. Disimulaba el fracaso aprobando por sistema, pero condenaba a esos alumnos a un fracaso posterior. Y es que una buena escuela es tan costosa que, pese a que sería la mejor de las inversiones posibles, nuestras sociedades no pueden permitírsela con los escuálidos presupuestos estatales. Un gurú del conservadurismo, el ínclito José Antonio Marina, tiene una idea tan simple de la educación que le lleva a decir que no hace falta más dinero, sino emplearlo mejor. Pues no: para tener una buena escuela sería imprescindible dedicar una gran parte del dinero que está en manos de los ricos y de los muy ricos. Y entonces ya estaríamos en otro mundo.
En este no hay remedio.
Riqueza y pobreza
Sobre todo (y vuelvo a repetirme porque creo que siempre es poco), no hay movimientos sociales que exijan la gran medida básica, de la que dependen todas las mejoras sociales y todos los posibles remedios: que se ponga un límite sensato a la riqueza privada (por encima del cual el tipo impositivo sea del 100%). Sólo cuando exista ese límite podrá haber democracia, por ahora imposible, y podrá haber además servicios públicos adecuados, incluida una buena escuela.
Pero ¿qué ocurre? No sólo que los políticos legislan a favor del poder económico, sino que la mayoría de la población desea por encima de todo la riqueza, envidia al rico, daría cualquier cosa por tener una gran mansión, un rolls y un yate de lujo (la publicidad de una lotería parte de esta evidencia). En general se cree que la riqueza privada, si ha sido adquirida legalmente, es inocente. Pero, pasado un límite, es criminal y las leyes que la amparan son leyes criminales, porque la riqueza excesiva de una minoría no sólo hace ficticia la democracia, sino que ha de tener como contrapartida la pobreza de muchos. Es cosa de sentido común: siendo la riqueza del país la que es, si en el reparto unos pocos se llevan la mayor parte, queda poco para todos los demás. Y es un cuento chino eso de que, dejando la riqueza en manos de unos pocos, toda la población sale ganando, porque esos pocos saben manejar el dinero para que rinda más, y ello acaba beneficiando a todos (argumento inventado por malos teóricos para justificar que a los ricos no se les cobren impuestos). Si vamos a los hechos estos demuestran que, efectivamente, tal idea es un cuento chino.
¿Ha hecho algo la izquierda para cambiar la mentalidad de la gente en esta cuestión básica?
No hay remedio.
Optimismo
De manera que tenemos por una parte políticos que legislan como muñecos de guiñol en manos del poder económico y por otra parte una población que apoya o tolera. Estaríamos en otro mundo si la gente que sale a la calle demandando independencia, o festejando un éxito deportivo, saliera para exigir que cambien las cosas a que me estoy refiriendo. Entonces, aunque en nuestro mundo capitalista no hay remedio, estaríamos iniciando el camino hacia un mundo mejor.
Pero volvamos al presente: admitamos que no se puede contar con la parte de población egoísta, la que sólo atiende a su beneficio económico sin que le importe cuánto sacrificio ajeno implica. ¿Qué porcentaje de egoístas irrecuperables hay en las poblaciones occidentales?
Abundan en todo caso personas generosas, pero engañadas y asustadas, personas que se conmueven ante una foto, pero que pueden muy bien votar al PP (por ejemplo, por temor a que la izquierda llegue al poder). Si se les explicara adecuadamente cómo son las cosas y dónde están sus intereses podrían ir alejándose de la ignorancia y el miedo, e ilusionarse con alguna forma de cambio.
Se puede contar con los que en movimientos sociales, ONGs, etc. sustituyen a los Estados en la ayuda a quienes lo necesitan. Aunque ellos mismos se plantean si sus acciones, además de un efecto benéfico (aliviar males particulares), tienen un efecto perverso, puesto que ese mismo alivio hace al capitalismo menos insoportable (en última instancia apuntalan un sistema injusto), son personas que se sumarían a un proyecto de cambio, lo mismo que quienes participan en movimientos de protesta.
En conclusión, pese a que aquí y ahora no hay remedio, lo habrá si algún día se consigue movilizar fuertemente a la mayoría de la población, y no sólo en un país, sino en el mundo entero. Esa es la tarea a la que la izquierda organizada debería supeditar cualquiera otra. Pero esa tarea exige lo que la izquierda nunca ha hecho. Ha venido creyendo (o comportándose como si creyera) que la actividad política se reduce a liderar descontentos sociales y producir mítines pensando en el resultado electoral. Entretanto los grupos conservadores influyentes (la iglesia entre ellos) se han preocupado de disponer de medios de comunicación prestigiosos, escuelas, think tanks, universidades, espacios en los que actúan con efectividad sus innumerables valedores.
La izquierda necesita urgentemente medios de comunicación que lleguen a todas partes, y elaborados con el conocimiento adecuado para que alcancen máxima influencia. Necesita poner en marcha Institutos de ciencia social abiertos a todos los que quieran aprender. Y una escuela, al menos una, donde demostrar hasta dónde se puede llegar por el camino de una buena educación. Hay seguramente mucha gente que cooperaría económicamente, y muy contenta, en una aventura como esa.
Sólo por ese camino podemos salir del “no hay remedio”.
Para terminar
Sí, ya sé que lo que acabo de escribir es populista y demagógico. Pero en fin, si se analiza el uso que la derecha hace de esas calificaciones, se ha de concluir que “populista” y “demagogo” son sinónimos de “amigo de la verdad molesta”, esa verdad que la derecha quiere tapar a toda costa.