Vayan por delante estas aclaraciones:
1) Creo que Cuba es una dictadura.
2) Creo que, por desgracia, un sistema comunista es hoy por hoy inviable en el mundo.
3) Creo que la hermosa e imposible epopeya cubana irá poco a poco a peor.
Y ahora empecemos a considerar la forma en que políticos y comunicadores vienen tratando el tema de las manifestaciones contra el gobierno cubano.
Se critica a Cuba porque es una dictadura, es decir, porque en ella no hay democracia, ni por tanto libertad, y porque en ella no se respetan los derechos humanos.
El comentario a estas críticas me obliga a repetir algunas de las cosas que ya he escrito en este blog. Y ello por la razón de que hay verdades elementales que, sea por interés, sea por ignorancia, sea por miedo, no afirma casi nadie de los que tienen por función opinar, enseñar y gobernar a los demás.
La falta de libertad y de democracia en las llamadas “democracias”
No hay en el mundo democracia por ahora, sólo hay distintos tipos de dictadura. Pero se llama democracia a uno de esos tipos de dictadura, la del capital cuando se presenta adecuadamente disfrazada.
Se supone que la libertad es una característica de las llamadas democracias, y la falta de libertad una característica de las dictaduras, pero ¿qué es la libertad?
Hay una definición implícita que viene a decir que alguien es libre cuando hace lo que le da la gana. No vale la pena refutarla.
En el espacio político se entiende que la libertad que caracteriza a las democracias y que no existe en las dictaduras se relaciona con el ejercicio de tres derechos: el de crear o afiliarse a partidos políticos y sindicatos, el de manifestarse en pro o en contra de algo, el de elegir a los representantes de la soberanía popular mediante el voto y el de expresar y difundir los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción.
Sorprende sin embargo una anomalía: aunque estén autorizados los partidos anticapitalistas resulta que nunca disputan realmente el poder. Y es que por una parte carecen del apoyo económico de que disfrutan los partidos conservadores (lo que dificulta el éxito en el mercado de los votos) y por otra son objeto de una persecución tan implacable como sea necesario por medios de comunicación e instituciones “prosistema”. En un país como Estados Unidos, donde hay tantas razones para el auge de un partido anticapitalista, ¿no es sorprendente que no haya alguno que pueda competir en las elecciones? Tampoco lo hay en España. Entre otras cosas porque la ley electoral hace que a IU un diputado le cueste diez veces más votos que al PP o al PSOE.
En cuanto a la libertad de votar sería libertad si el votante conociera las implicaciones de su voto. Pero muchos votan sin conocer la trama de relaciones secretas entre el partido elegido y el poder que los explota. Estamos ante una libertad tan falsa como la democracia a que se asocia. Añadamos que esa “libertad” no puede ser ejercida por todos con igualdad. Véase otra vez en caso de Estados Unidos.
Y si vamos a la libertad de expresión, poca puede haber si sólo los ricos la tienen para crear imperios mediáticos. A partir de ahí, ¿tienen libertad de expresión los que son vetados en los medios de comunicación influyentes (todos ellos militantemente procapitalistas)? ¿La tienen quienes saben que serán expulsados del medio en que trabajan si se atreven a defender verdades de las que no dudan? ¿Cómo puede alardear de libertad de expresión un país en el que un presidente de club de fútbol puede pedir por teléfono la cabeza de un periodista porque ha escrito algo que no le gusta? Si en España hay libertad de expresión ¿por qué no leemos ni oímos que Estados Unidos está cometiendo con Cuba un crimen semejante en maldad a los que ha cometido contra otros pueblos? ¿Por qué entre los medios influyentes españoles no hay uno sólo que defienda argumentos anticapitalistas con grandes titulares (y razones hay para ello)?
Si descendemos a tipos de libertad más cotidianos, pero no menos importantes:
¿La de consumir lujo? Sólo los ricos la tienen.
¿La de llevar los hijos a colegios de élite y pagarles luego costosos masters en el extranjero? Sólo los ricos la tienen.
¿La de establecer una trama de relaciones con las instancias más altas del poder político, policial, judicial? Sólo los ricos las tienen.
¿La de elegir un trabajo bien remunerado, una vivienda digna, una alimentación adecuada para la familia? Millones de españoles no la tienen.
¿Y la de disfrutar una vez por semana de un chuletón al punto en un restaurante caro? Es imbatible la afirmación de que millones de españoles no la tienen.
La violencia se ejerce en este tipo de dictadura de forma institucional, mediante la policía y la judicatura que imponen el cumplimiento de la ley, es decir, el cumplimiento de leyes fiscales, laborales y penales que convierten a millones de personas en esclavos sin futuro, obligados a elegir entre la pobreza o el trabajo duro, inseguro y mal pagado, leyes que envían a muchas familias a la calle tras un desahucio, que llenan de desgraciados las colas del hambre, que condenan al frío o al calor insoportables a quienes no pueden pagar la factura de electricidad.
Las dictaduras de derechas
Aparecen cuando los intereses de la oligarquía no se pueden defender bajo el disfraz democrático porque demasiada gente, harta de sufrir una situación de privaciones insoportables, es sensible al discurso revolucionario y se lanza a la calle. O porque, pese al minucioso control antes señalado, se da la anomalía de que gana las elecciones un partido o coalición que amenaza con acabar con los privilegios del capital. Entonces el “orden” se restablece por lo general mediante un golpe de Estado sangriento, que devuelve el poder a las oligarquías y que elimina a quienes se significaron en la lucha, dejando al país adecuadamente escarmentado. Esta dictadura continuará hasta que las élites consideren que pueden seguir manteniendo sus privilegios con un retorno a la forma de dictadura disfrazada, a la llamada democracia.
Las dictaduras de izquierdas
Son aquellas que intentan defender el resultado de una toma del poder (sea por la vía revolucionaria sea por la vía electoral) en beneficio del pueblo y en perjuicio de los privilegios oligárquicos. En realidad estas dictaduras se presentan como provisionales, como un instrumento temporal para asegurar el paso a un socialismo democrático. Pero como ese paso no es posible dada la condición psicológica de la población heredada y dado un entorno mundial dominado por los valores e ideas procapitalistas, si la dictadura sobrevive tiende a prolongarse ilimitadamente para defender la revolución frente a la parte de ciudadanía que cree que ganaría con una vuelta al capitalismo. Tiene además que hacer frente a la ofensiva continua que pone en marcha el Estado policía del mundo, que bajo pretexto de la defensa de la democracia y de los derechos humanos se arroga a sí mismo el derecho a intervenir en cualquier parte del mundo en que sus intereses se pongan en peligro. De esta forma la dictadura de izquierdas, si resiste estos embates, se ve obligada a afianzarse sin límite temporal y a intensificar su carácter defensivo. Esto le hace perder legitimidad.
¿Qué tipo de dictadura es peor?
Para mí la menos mala es la dictadura de izquierdas. Y digo “la menos mala” porque no puedo decir que sea buena.
Derechos Humanos
Se apela a los derechos humanos con mucha frecuencia para agredir a dictaduras de izquierdas.
Hay en este punto dos cuestiones: qué son los derechos humanos y qué se debe exigir a quien denuncia su violación.
Quienes aceptan que los derechos humanos son los que vienen proclamados en la Declaración Universal de Derechos Humanos no tienen en cuenta que esa declaración es un timo. Fue redactada y firmada por los países capitalistas tras la segunda guerra mundial, y como es natural a la medida de sus deseos e intereses (ver en este blog una crítica a esa Declaración). Enumera derechos indiscutibles, pero afirma tres derechos que son la negación de los restantes y convierten en fórmula vacía una redacción que finge dignidad. Esos tres falsos derechos son:
-el derecho a una riqueza a la que no se pone límite (y por eso nadie acusa a Jeff Bezos, Elon Musk y restantes colegas de estar violando derechos humanos, ni se acusa de lo mismo a las legislaciones que hacen posible sus riquezas hiper-obscenas).
-el derecho a una educación distinta a la pública, y por tanto el derecho a una educación de élite sólo al alcance de quien la puede pagar, lo que contradice el derecho humano a la igualdad de oportunidades.
-el derecho a poner en pie imperios mediáticos que sólo está al alcance de los muy ricos y que hace ilusoria la idea de democracia.
Esto aparte, habría que exigir a quienes denuncian violaciones de derechos humanos una previa y beligerante denuncia del gobierno de Estados Unidos, máximo violador de derechos humanos de la historia universal, desde agosto de 1945 hasta ahora. Y deberíamos despreciar por carente de honestidad a cualquier denunciante que sólo mire hacia un lado y omita las violaciones que necesariamente se siguen del orden social capitalista. En otro caso la denuncia no es creíble, debería dar vergüenza a quien la hace.
Volvamos a la dictadura cubana
La pandemia de covid ha cerrado el sector turístico en Cuba y ha reducido sus ingresos en más de 3.000 millones de dólares. El criminal bloqueo que Cuba viene sufriendo desde 1959, y que fue agravado cuando Donald Trump suspendió la emisión de visados de inmigrante y cortó los envíos de dinero, ha añadido ahora la pérdida de otros 3.500 millones de dólares anuales y un golpe directo a más de la mitad de las familias cubanas.
La pandemia, que parecía estar controlada antes de la llegada de la variante delta, amenaza a un sistema de salud que cuenta con escasos recursos, ¡sobre todo porque a causa del bloqueo la falta de inyectores dificulta la vacunación pese a que sobran vacunas!
Todo esto ha llevado a muchos descontentos a las calles animados por otros muchos que no protestan por su situación, sino porque quieren una vuelta al capitalismo y están apoyados en ese querer por el vecino del Norte.
Durante la campaña presidencial Biden prometió revocar las sanciones que impuso Trump, restablecer los viajes a la isla y retomar las conversaciones diplomáticas con el Gobierno cubano, pero no ha hecho nada de esto. Por el contrario su gobierno ha presionado sobre otros gobiernos latinoamericanos para que cancelen los contratos de servicios médicos con La Habana y manden a los facultativos cubanos a casa.
Recordemos que contra ese bloqueo hay resoluciones de Naciones Unidas, la última aprobada por 184 votos a favor (entre ellos los 27 de la UE) dos votos en contra, de Estados Unidos e Israel, y tres abstenciones, la Colombia de Iván Duque, el Brasil de Jair Bolsonaro y Ucrania.
Haciendo caso omiso de esa resolución Biden dice lamentar el sufrimiento económico de los cubanos como si no fuera su gobierno responsable en gran medida. Sigue aplicando a Cuba la misma estrategia que a otros países: bloqueos económicos y sanciones que llevan a la población a la miseria con el fin de que acabe levantándose contra su gobierno, todo ello junto a apelaciones a la libertad y la democracia para exigir que se permitan las manifestaciones y se respeten los derechos de los opositores (a los que por otra parte se apoya y financia).
Asco y vergüenza
Como no soy estadounidense no me avergüenza el cinismo de Biden, sólo me aterra, pero como soy español y europeo me asquean y avergüenzan las reacciones de gobernantes europeos y españoles y los comentarios de nuestros medios de comunicación.
En éstos se da cuenta de los sucesos tratando de magnificarlos, pero sin mencionar como causa principal el bloqueo, o aludiendo al bloqueo pero como si fuera una desgracia natural y no una actividad criminal de Estados Unidos, una violación de derechos humanos mucho más grave que todas las que se puedan cometer en Cuba. Por otra parte se acusa a Cuba de dictadura como si no hubiera duda de que nosotros vivimos una democracia.
Haciendo zapping (es decir, huyendo de cada cosa que aparece en pantalla) he visto a García Ferreras en su programa de La Sexta y a Javier Ruiz tratando de aprovechar una suplencia en La Cuatro. Cada uno de ellos entrevistaba a un “artista” cubano represaliado, al que se concedía un tiempo inusual para que dijera, y repitiera, y volviera a decir que en su país no hay libertad ni democracia y que ellos son perseguidos porque defienden la verdad. Uno llegó incluso a decir que teme por su vida, que sabe que lo van a matar, que lo sabe, aunque sin aportar ningún respaldo para ese pálpito, y allí estaba Javier Ruiz escuchando con gesto dramático, animando al entrevistado a que siguiera impresionando al espectador con el relato de la ignominia cubana. El “artista” insistía en que su único delito es contar la verdad, pero nadie le preguntó si cuenta la larguísima y criminal ofensiva de Estados Unidos contra su país. ¿Acaso no forma eso parte de la verdad? El otro artista canta “Patria y vida”, pero si ama a su patria no parece consciente de que el principal enemigo de ella es Estados Unidos, que quiere llevarla a la situación previa a la revolución castrista, cuando esa patria era un lupanar y un espacio de depredación económica. Bonita vida. García Ferreras, con cara tensa, se sintió obligado a preguntar por el bloqueo y el patriota cubano se negó a entrar en el tema, largándose a repetir que el problema en Cuba no es el bloqueo sino la falta de libertad. Y Ferreras le despidió con una sonrisa amistosa dando por buena la respuesta.
Si pasamos a los políticos, Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Política Exterior y de Seguridad, ha pedido al líder cubano que “escuche el descontento de los manifestantes”, pero no ha dicho que ese descontento tiene como causa principal los efectos del bloqueo, ni ha exigido a Estados Unidos que cese de comportarse como un dictador mundial.
También nuestro ministro de Asuntos Exteriores ha defendido el derecho de los ciudadanos cubanos a manifestarse “libre y pacíficamente” y ha instado a la “liberación inmediata” de la corresponsal de ABC Camila Acosta. Al mismo tiempo ha señalado que estudiará formas de ayuda para aliviar la situación cubana “como hemos hecho ya con otros países de la región”. ¿Es que no sabe nuestro ministro que la ayuda humanitaria “más eficaz” sería levantar el bloqueo económico, comercial y financiero a Cuba? ¿No sabe que ello ha sido exigido no sólo por Naciones Unidas, también por nuestro Parlamento? En una proposición no de ley impulsada por ER junto a Unidas Podemos, PNV, EH Bildu, Junts, la CUP, Compromís y BNG, se describe el bloqueo como un aislamiento “inhumano”, el más prolongado y duro que se conoce en la historia moderna, una medida “contraria al derecho internacional que impide llegada de alimentos, material sanitario, equipos médicos y recursos financieros”, todo ello en el contexto de la pandemia. Pero parece que el ministro no sabe nada de esto, porque no ha hecho alusión a ello.
Y entretanto ¡la derecha española, la que conserva dentro de sí las esencias franquistas, exigiendo a gritos que se declare que Cuba es una dictadura!
A quienes tenemos suficiente conocimiento, empatía y libertad moral nos resulta duro soportar este espectáculo que fluye sin oposición efectiva. Y no hay remedio por lo que ya he dicho en otras ocasiones: no hay sitio al que escapar en busca de una vida colectiva digna, ni hay partido de izquierdas que aquí, en España, rescate nuestra dignidad. Paciencia.