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¡VAMOS, GRECIA! (3 de julio de 2015)

Es muy duro oír y leer sobre Grecia y Europa estos días. La visión más benévola de la derecha se puede resumir así:

El gobierno de Syriza carece de experiencia y no ha sabido negociar. Europa ha sido muy generosa y Tsipras ha perdido una ocasión de beneficiar a su pueblo aprovechando esa generosidad. Tsipras ha roto las negociaciones bruscamente y sin razón alguna. El referendum se ha convocado con nocturnidad, se ha puesto en las papeletas el No por delante del Sí, y además la gente va a votar sobre un asunto que la mayoría no puede tener claro. Syriza no tiene piedad con los griegos más vulnerables, les está causando un gran daño con el corralito y los va a llevar al desastre si gana el No en el referendum. Los griegos son orientales y por eso ni ellos pueden entender a Europa ni Europa puede entenderlos. No deberían estar en la Unión Europea, fue un error dejarlos entrar.

Comentaristas más sensatos se limitan a encontrar faltas en una y otra parte, y de lo que acusan a Europa es, simplemente, de que exige unas políticas fracasadas, y que no tiene sentido seguir exigiéndolas y no aceptar, por ejemplo, que la deuda griega es impagable en los términos vigentes.

Cierto que algunos analistas llegan a decir que se trata de humillar a Syriza y echarla del poder para dejar claro que quien no obedece va al infierno. Esta interpretación es correcta, pero sólo adquiere su sentido si se incluye en un relato más amplio.

A vueltas con qué es Europa

Si nos queremos entender conviene alguna precisión. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de Europa, de sus reglas y de sus instituciones? No a una población bien informada que decide su política, no a unas reglas democráticas y equitativas, no a unas instituciones representativas del interés general. Nos estamos refiriendo a un poder económico que decide en la sombra, unas instituciones que implementan políticamente esa decisión presentándola como de buen gobierno, o como obligada por las leyes económicas, y una mayoría de la población que acepta este estado de cosas: por egoísmo los que se benefician económicamente, por ignorancia quienes salen perjudicados, y en todo caso por miedo.
Decir “las instituciones” o “los acreedores” para referirse a cosas como el BCE, la Comisión Europea o el FMI es un eufemismo. Es una pena que muchos europeos no sepan que se trata de organizaciones que carecen de mandato y control democráticos, que actúan en el secreto (nunca exponen sus verdaderos motivos, nunca dicen de dónde les vienen las presiones o las instrucciones) y que originan grandes daños a poblaciones inermes. Por ello el nombre que les va es el de mafias criminales, y no expresado como insulto sino como descripción. Los efectos de sus decisiones son los esperables de una política genocida y por ello cuando Christine Lagarde se presenta como jefa de los criminales lo hace correctamente (aunque ella simule una ironía).

Miremos a España: se nos ha impuesto una política que no era necesaria y que deja por el camino a millones de conciudadanos y el FMI nos felicita por haberla llevado a cabo sin rechistar, pero advierte que sería irresponsable dar marcha atrás en las reformas ya hechas (aviso a Podemos y a quienes piensen votarlo) y que hay que seguir adelante, aumentando el IVA, incluido el de artículos de primera necesidad, aumentando los recortes y copagos, y profundizando en la reforma laboral. Ninguna recomendación de cobrar más impuestos a los ricos, que en España apenas contribuyen a la hacienda pública.

El verdadero móvil

Todo esto forma parte de un plan sobre el que hay que volver una y otra vez. Y es que los políticos integrados en el sistema dictan leyes y toman decisiones que incorporan la estrategia que para el capital han diseñado los ideólogos neoliberales a su servicio.

Los fundamentos teóricos de esta ideología, con los que se intenta que la codicia económica se disfrace de respetabilidad científica y filosófica, son irrisorios (véanse las ideas de economistas como Milton Friedman o Robert Lucas y de éticos como Robert Nozick).

No se insistirá lo suficiente en que la política basada en esa ideología ha fallado continuamente en sus previsiones y ha llevado a las poblaciones de muchos países a situaciones terribles. Pero ahí siguen sus adalides europeos y del FMI, imponiendo esa política sin impresionarse por sus repetidos fracasos históricos y sin pedir perdón por sus consecuencias actuales, socialmente desastrosas. El torpe interés de la codicia de unos pocos, pero muy poderosos, está enfrentado y en colisión con el interés de los pueblos. Pero jaleado por innumerables palmeros en los medios de comunicación (ellos sabrán por qué).

Lo que esta política pretende (desde que la caída de la URSS lo ha hecho posible) es algo ya sabido:
-Que los ricos no paguen impuestos (hay que darles vías de escape bajo la idea de que así tendrán más dinero para invertir, crearán más riqueza y eso beneficiará a todos), de forma que el dinero que necesita el Estado provenga básicamente de impuestos indirectos (injustos por su propia naturaleza, salvo si gravan artículos de verdadero lujo) y de las rentas del trabajo.

-Que se hagan reformas en el mercado de trabajo para que la masa obrera, indefensa y siempre amenazada de despido, se vea obligada a trabajar más, cobrar menos y no incordiar con rebeldías o protestas.

-Que la función básica del Estado sea garantizar un derecho de propiedad sin límites ni cortapisas, y que, cumplida esa función, el Estado no ocupe terreno alguno del que la empresa privada pueda extraer beneficios.

En consecuencia:

-Que se privaticen las empresas públicas rentables.

-Que se privaticen las pensiones, la educación y la sanidad (al servicio de quien pueda pagar su precio).
Finalmente:
-Que haya leyes de orden público que permitan erradicar las posibles protestas sociales.

Todos los partidos controlados


Esta política requiere conformidad general, y se ha conseguido con el declive e irrelevancia de los partidos comunistas europeos y la traición de la socialdemocracia a su viejo programa (el de defensa del Estado de Bienestar).

El gran capital, con la banca alemana a la cabeza (la señora Merkel es sólo una sirvienta), viene tomando las decisiones que le convienen y si alguien, aun perteneciendo a un partido controlado, ha supuesto un obstáculo se ha forzado su cese. Así ocurrió en 2011 con Georgios Papandreu en Grecia, sustituido por el tecnócrata Lucas Papademos, y con Silvio Berlusconi en Italia, sustituido por el tecnócrata Mario Monti.

Pero lo de Syriza es algo distinto, porque se trata de un partido no controlado, que va por libre y que se ha atrevido a calificar de criminal la política de la troika. Por nada del mundo se puede permitir que se salga con la suya, sería un precedente insoportable y contagioso. De manera que aunque lo que ha pedido Syriza es muy razonable (algo de aire para seguir vivos, inversiones, revisión de la deuda), se le han exigido cosas que se sabía que no puede conceder y se ha esperado a que el paso del tiempo (con salida de capitales y falta de dinero para hacer frente a los pagos necesarios, entre ellos vencimientos de deuda) fuera asfixiando al gobierno y obligara a Syriza y a Tsipras a rendirse sin condiciones.

Pase lo que pase en el referendum, ya han quedado otra vez claras algunas cosas que confirman lo antes dicho. Hemos podido ver exigencias muy significativas en la última propuesta de las instituciones: recorte de 2.000 millones a pensiones que están ya por los suelos, aumento de las contribuciones de los jubilados al sistema de salud, entrada en vigor en 2022 (tres años antes de lo previsto) de la edad de jubilación a los 67 años, subida del IVA turístico al 23% (ahora está al 13 y el de las islas al 9 por decisión del gobierno anterior con aceptación de la troika y precisamente para fomentar el turismo) y privatización del sector de la energía. Igualmente significativa, en dirección contraria, es la oposición a la propuesta griega de un impuesto del 12% a los beneficios empresariales superiores a 500.000 euros anuales, o la reducción, exigida por los acreedores, del 29 al 28% en el impuesto de sociedades.

Sobre la deuda, a pesar de que economistas de distintas tendencias coincidían en que es impagable y que está asfixiando a la economía griega, los llamados acreedores se negaron a concretar alguna medida de alivio, limitándose a decir que ya se hablaría más tarde. Y resulta que ayer el Fondo Monetario Internacional publicó un informe que da la razón a lo que había expuesto muchas veces el ministro griego Yanis Varoufakis, esto es, que la deuda griega es insostenible y que una quita es inevitable. El FMI admite que las finanzas de Grecia son prácticamente inviables, incluso cumpliendo el último programa en vigor, y que “sería necesaria una quita de deuda”, así como otorgar un periodo de gracia de 20 años a las deudas existentes y extender la vida de los créditos en vigor hasta los 40 años.

¿Por qué no se reconoció esto cuando estaban las negociaciones en marcha, pese a que con ello se habría conseguido llevarlas a buen fin?

Y lo más revelador: con Grecia, a diferencia de lo hecho con Irlanda y Portugal, no se han aceptado medidas alternativas a las impuestas para lograr el objetivo de ahorro estipulado, lo que ha llevado al gobierno griego a decir que detrás ha habido un deseo de no llegar a acuerdos o alguna otra cosa. Esta otra cosa es, claramente, el intento de imponer al gobierno griego una rendición humillante, no dejándole otra opción que incumplir sus compromisos electorales. Tsipras ha preferido convocar un referendum y esto ha desconcertado primero a las mafias políticas y las ha llevado luego a esperar que el triunfo del Sí sea la tumba de Syriza y un aviso a navegantes. Son muchos los miembros de esas mafias que intentan asustar a los griegos.

El chantaje

La deuda es una de las trampas que permiten el continuo chantaje. Aunque se ha hecho saber a todo el mundo que cobrar impuestos a los ricos o a los beneficios de las grandes empresas va contra el buen orden económico, siempre es posible que haya un gobierno que no haga caso de tal estupidez. Entonces recibirá como castigo la huida de capitales. Por tanto, como lo recaudado de las rentas del trabajo y de impuestos indirectos, por mucho que se llegue a opimir a las clases populares, no es suficiente, el Estado tiene que endeudarse más y más. El BCE podría comprar deuda pública a interés cero, pero ha venido diciendo que las reglas pactadas le impiden hacerlo (hasta que luego se ha visto que sí podía haberlo hecho y que las reglas se interpretan a voluntad). El BCE ha prestado a la banca privada a interés prácticamente cero para que ésta comprara deuda pública a alto interés. Negocio limpio para la banca privada, perjuicio equivalente para el país deudor con alta prima de riesgo. Cuando éste no puede hacer frente a su deuda, vienen las instituciones a su rescate. Le siguen prestando, pero sólo para que pague intereses y devuelva los sucesivos vencimientos, siendo su deuda cada vez mayor. Y los acreedores le imponen condiciones y pasan a controlar su política con la consabida receta: más reducción del gasto social, más privatizaciones, ahondar más en la reforma laboral.

Esta forma de controlar rinde sus frutos en todo caso, pero vale especialmente si llega al poder un partido que pretende hacer una política independiente, democrática y al servicio de los votantes. Entonces, al tiempo que se le exige que pague las deudas, se le puede amenazar con cerrarle el grifo, lo que impulsará a los capitales a salir huyendo, etcétera.

Un deseo

Ojalá el domingo sean mayoría en Grecia los ciudadanos lúcidos, valerosos y solidarios, y venzan a los egoístas, ignorantes y cobardes (muchos de los cuales lo son sin culpa suya). Si gana el No las mafias políticas que gobiernan Europa estarán ante un dilema: o seguir apretando a Grecia para llevarla al desastre a fin de que un éxito de Syriza no invite a dar pasos semejantes en otros países; o reiniciar las negociaciones con un gobierno griego más fuerte y legitimado para llegar a un acuerdo más favorable a Grecia (comprometiendo por ejemplo un pacto sobre la deuda). Esto es lo probable, ya que lo contrario generaría un desastre económico con consecuencias para otros países europeos que nadie sabe prever, y con el peligro de que Grecia no vea otra solución que salir de la Unión Europea, algo que por razones geopolíticas Estados Unidos quiere evitar a toda costa. ¡Sólo faltaría ver a Grecia fuera de la OTAN y aproximándose a Rusia!

En cualquier caso, algo muy importante se habrá perdido si vence el miedo. Las mafias políticas saben lo que vale el miedo. Saben lo que vale no dejar espacio a la esperanza.

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